OSIO
DE CÓRDOBA
Carta a Constancio
Yo confesé a Cristo ya una vez en la persecución de tu abuelo Maximiano. Y si tú tratas de perseguirme de nuevo, dispuesto estoy a padecerlo todo antes de derramar sangre inocente y ser traidor de la verdad. En manera alguna puedo aprobar tu conducta y tus escritos, ni temo tus amenazas.
Acuérdate que eres mortal. Teme el día del juicio y consérvate inocente para aquella hora. No te entrometas en asuntos eclesiásticos, ni te arrogues el derecho de darnos lecciones sobre ellos. Tú eres quien los debe recibir de nosotros.
A ti te entregó Dios el Imperio, y a nosotros las cosas de la Iglesia. Y así como quien usurpa tu autoridad contradice la disposición divina, teme tú también hacerte reo de ese crimen, si te atribuyes lo que a la Iglesia pertenece.
Está escrito "dad al césar lo que es del césar, y a Dios lo que es de Dios". Ni a nosotros nos toca tener potestad en la tierra, ni a ti imperar en lo sagrado. Tu salvación me impulsa a escribirte estas cosas.
Respecto de lo que me intimas en tu carta, he aquí mi propósito: Jamás me juntaré con los arrianos. Antes bien, anatematizo su herejía. Tampoco suscribiré la sentencia contra Atanasio, a quien tengo por inocente, sino lo que declara la Iglesia Romano y el Concilio. Además, es necesario proveer para que ningún inocente sea condenado, y recurrir a los limítrofes para que sea oída su causa, e investigada con más diligencia. No es conveniente que se niegue audiencia a quien la pide.