CIRILO
DE JERUSALÉN
Protocatequesis
I
Invitación a la milicia de Cristo
Ya exhaláis, iluminandos, el olor de la felicidad. Son ya flores de mayor calidad las que buscáis para tejer las coronas celestes. Ya despedís la fragancia del Espíritu Santo. Estáis ya en el vestíbulo del palacio real. Ojalá seáis también introducidos por el mismo Rey! Brotaron ya las flores de los árboles, y ahora esperemos que se dé también el fruto maduro. Anteriormente habéis dado el nombre, ahora se os llama a la milicia. Tened en las manos las lámparas para salir a buscar a la esposa: tenéis el deseo de la ciudad celeste, el buen propósito y la lógica esperanza. Pues es veraz el que dijo: "A los que aman a Dios todo les contribuye al bien". Dios es generoso para hacer el bien, y espera la sincera voluntad de cada uno, y por eso añade el apóstol: "A aquellos que han sido llamados según su designio". Cuando existe un propósito sincero, hace que seas llamado. Mas si sólo tienes dispuesto el cuerpo, pero estás ausente con la mente, perderás el tiempo.
II
No seguir a Cristo por curiosidad
Al bautismo se acercó también, en cierta ocasión, Simón el Mago. Pero lo hizo sin sentirse iluminado, y aunque realmente bañó su cuerpo en el agua, no dejó que el Espíritu iluminase su corazón. Su cuerpo bajó a la piscina, pero su alma no quedó sepultada con Cristo ni resucitó juntamente con él. Pongo este caso como ejemplo para que tú no caigas. Todo esto les sucedía a ellos en imagen, y ha sido escrito para enseñanza de los que viven hasta el día de hoy. Que nadie de vosotros se vuelva intrigante con las cosas de la gracia, para que no le turbe ningún germen de amargura. Que nadie de vosotros entre diciendo: Veamos qué hacen los fieles, una vez dentro. ¿Es que crees que verás sin que tú seas visto? ¿O es que piensas que te enterarás de lo que allí se hace, pero que Dios no escrutará tu corazón?
III
Entrar a la milicia con el vestido apropiado
Se cuenta en los evangelios que alguien fue a curiosear en unas bodas, pero entró con un vestido inapropiado, se acomodó y comió. El esposo lo había permitido. Pero al ver las vestiduras blancas de todos, lo oportuno hubiera sido vestirse del mismo modo. Realmente, tomaba los mismos alimentos que los demás, pero se diferenciaba en el vestido y en la intención. Entonces el esposo, aunque magnánimo, era hombre de criterio. Y al dar una vuelta contemplando a cada uno de los comensales, ponía su atención no en el hecho de que comían sino en el modo de comportarse. Al ver a un extraño vestido con traje que no era de fiesta, le dijo: "Amigo, ¿cómo has entrado hasta aquí?". Es decir, ¿con qué vestido?, ¿con qué conciencia? Pase que el portero no te lo haya prohibido por la liberalidad del dueño. Pásese también por alto que ignorabas con qué vestido era preciso entrar al banquete. Pero, una vez dentro, viste los vestidos resplandecientes de los comensales. ¿No debías haber aprendido de tus propias observaciones? ¿No debiste entrar del modo adecuado para poder salir también adecuadamente? En cambio, tú entraste de manera intempestiva, y fuiste también intempestivamente expulsado. El dueño ordena a sus servidores: "Atadlo de pies" (pues con ellos entró temerariamente), "atadlo de las manos" (con las que no supo ponerse un vestido resplandeciente) y "arrojadlo a las tinieblas exteriores" (pues es indigno del banquete nupcial). Ves lo que le sucedió a aquel hombre, así que vela con cautela por tus cosas.
IV
Disponerse
rectamente
Los cristianos somos ministros de Cristo y acogemos a cualquiera, y haciendo las veces de portero franqueamos la entrada. Puede ser que tú entres con un alma de pecador manchada en fango. Entraste, fuiste admitido y tu nombre quedó inscrito ¿Te das cuenta del aspecto venerable de la Iglesia? ¿Ves el orden y la disciplina? ¿Ves la lectura de las Escrituras canónicas, el constante recuerdo de las personas señaladas en los catálogos eclesiásticos, el orden y la formalidad en la enseñanza? Ellos deben instruirte, tanto el respeto al lugar como la contemplación de lo que ves. Por ello, es mejor si ahora sales oportunamente, y dejas para otro momento más oportuno tu entrada. Si decides entrar ahora, mas lo haces con el vestido de la avaricia, deberás volver a entrar con otro. Despójate, pues, y no te cubras con el vestido que llevaste. Desvístete, te ruego, del libertinaje y la inmundicia, y cúbrete con la estola resplandeciente del pudor. Te lo advierto yo, antes que entre el esposo de las almas (Jesús) y examine las vestiduras. Tienes tiempo a tu disposición, se te concede la penitencia de los cuarenta días, tienes una grandísima oportunidad de desvestirte y lavarte, y de vestirte de nuevo y entrar. Mas si te mantienes en el mal propósito de tu alma, la culpa no será de quien te está advirtiendo, y no esperes recibir la gracia. Te recibirá el agua, pero no te acogerá el espíritu. Quien se haga consciente de su propia herida, recibirá un bálsamo, y si está caído se levantará. Que nadie sea entre vosotros como el mencionado Simón, que entró simulando y con el interés de averiguar cosas inoportunas.
V
Purificar la intención
Es posible que te guíe también otro pretexto. De hecho, alguna vez ha sucedido que un hombre ha venido aquí para granjearse el amor de una mujer, y viceversa. Igualmente, tal vez haya sido el siervo el que haya querido agradar a su amo, viniendo aquí. Acepto la atracción de este cebo, y te acojo aunque vengas con una intención torcida. Pero lo hago con la buena esperanza de que te salves. ¿Acaso no sabías a dónde venías, ni cuál era la red que te cogía? Caíste en las redes de la Iglesia, y con vida serás cogido. No huyas, que es Jesús quien te ha echado el anzuelo, y no para destinarte a la muerte, sino para, entregándote a ella, recobrarte vivo. Es necesario que tú mueras y resucites, si es cierto lo dicho por el apóstol: "Muertos al pecado, pero vivos para la justicia". Muere a los pecados y vive para la justicia, y hazlo desde hoy.
VI
Considerar la dignidad de la milicia
Te llamaban catecúmeno porque en ti resonaba el eco de una campana exterior. Oías en esperanza, pero no veías; oías los misterios, pero sin comprenderlos; oías las Escrituras, aunque sin entender su profundidad. Ya no es necesario hacer que nada resuene en tus oídos, pues sólo existe el sonido interior a ti, y el Espíritu que habita en ti hace de tu corazón una morada divina. Cuando oigas lo que está escrito de los misterios, entenderás lo que ignorabas. Y no creas que lo que recibirás es de escaso valor, pues siendo tú un hombre miserable, será Dios quien te pondrá un nombre. Escucha a Pablo cuando dice: "Fiel es Dios", y oye este otro pasaje: "Dios fiel y justo". Viendo esto anticipadamente, el salmista dijo de parte de Dios, previendo que los hombres recibirían de Dios un nombre: "Dioses sois, e hijos todos del Altísimo". Por tanto, guárdate de llevar un nombre insigne con un propósito torcido. Has entrado en la lucha, así que soporta el esfuerzo de la carrera, pues no dispones de otra oportunidad semejante. Si lo que se te propusiese fuese la fecha de la boda, ¿acaso no te ocuparías en la preparación del banquete dejando otras cosas? ¿Serás capaz de ocuparte de lo corporal, olvidándote de lo espiritual, justo cuando estás preparando tu alma para consagrarla al esposo celestial?
VII
Prepararse para el bautismo
No es posible recibir el bautismo una segunda o tercera vez, pues si así fuese, se podría decir que que el sacramento salió mal, y que se puede arreglar en una siguiente ocasión. Si una vez salió mal, la cosa no admite arreglo, pues "uno es el Señor, una es la fe y único el bautismo". Sólo los herejes son bautizados de nuevo, cuando se comprueba que realmente no había recibido este mismo bautismo.
VIII
Buena
disposición de ánimo
Dios pide de nosotros otra cosa que una buena disposición de ánimo, así que no digas: ¿Cómo se me perdonarán los pecados? Yo te respondo: Con que quieras y creas. ¿Qué hay que sea más sencillo que esto? Si tus labios expresan el deseo, pero no lo expresa tu corazón, sábete que el que puede juzgar es conocedor de los corazones. Abandona desde este día toda maldad, y no profieras palabras gruesas con tu lengua, ni peque más tu ojo ni vague tu pensamiento entre realidades vanas.
IX
Perseverar
en la enseñanza
Estén prontos tus pies para las catequesis, y recibe con buen ánimo los exorcismos. Al ser insuflado o exorcizado, que ello te sirva para la salvación. Piensa que el oro es algo infecto y adulterado, mezclado con diversas materias como el cobre, el hierro y el plomo. Lo que deseamos es oro solo, pero sin el fuego no puede ser expurgado de los elementos ajenos mezclados con él. Así, el alma no puede ser purificada sin los exorcismos, que son de origen divino y deducidos de las Escrituras. Tu rostro fue cubierto con un velo para que tu mente pudiese estar más atenta, y para que tu mirada dispersa no hiciese que también se distrajese tu corazón. Aunque los ojos estén velados, nada impide que los oídos reciban la ayuda de la salvación. Igual que los que expurgan el oro soplando al fuego con finos instrumentos funden el oro que está dentro del crisol, y al avivar la llama consiguen mejores resultados, así los exorcizados expulsan su temor gracias al Espíritu divino y hacen revivir su alma alojada en su cuerpo como en un crisol. De ese modo huye el diablo hostil, y se asienta la salvación y permanece la esperanza de una vida eterna. El alma, liberada del pecado, obtiene la salvación. Permanezcamos, pues, en la esperanza, y esforcémonos para que el Dios de todas las cosas, viendo el propósito de nuestra mente, nos limpie de los pecados, nos permita esperar lo mejor de nuestras cosas y nos conceda una saludable penitencia. Dios es el que ha llamado, y tú el que has sido llamado.
X
Resistir las insidias
Aunque nuestra oratoria posterior será más amplia, que tu ánimo no decaiga nunca. Recibirás armas contra los poderes enemigos, los herejes, los judíos, los samaritanos y los gentiles. Tienes múltiples enemigos, así que ármate de dardos múltiples, pues contra muchos habrás de luchar. Has de aprender cómo vencer al griego, cómo luchar contra el hereje, cómo resistir al judío y al samaritano. Las armas están preparadas, y está plenamente dispuesta la espada del Espíritu. Las manos deben luchar valerosamente para combatir la batalla del Señor, para vencer a las potestades que se oponen, para que permanezcas invicto de todas las asechanzas de los herejes.
XI
Progresar en la enseñanza
Te doy un consejo: aprende lo que se diga y guárdalo para siempre. No creas que éstas son las homilías acostumbradas, pues son de calidad y dignas de fe. Si en ellas hay algo que no te dice nada hoy, lo escucharás al día siguiente. En cuanto a la doctrina acerca del bautismo de la regeneración, ¿cuándo se transmitirá otra vez, si hoy se descuida? Piensa que es tiempo de plantar árboles, y si no cavamos y penetramos hasta el fondo, ¿cuándo será posible plantar otra vez de modo correcto lo que ya en una ocasión se ha plantado mal? Piensa que la catequesis es un edificio, y que si no cavamos y ponemos los cimientos, y si no se traba ordenada y adecuadamente la estructura de la casa (de modo que nada quede suelto o cortado, y el edificio se convierta en ruinas), todo el trabajo realizado será inútil. Conviene poner ordenadamente una piedra junto a otra y situar un ángulo frente a otro, pues al suprimir los salientes surgirá un edificio proporcionado. Del mismo modo, te traemos hasta aquí como las piedras de la ciencia. Habrá que oír lo que se refiere al Dios vivo, lo que se refiere al juicio y lo que es necesario oír acerca de Cristo y la resurrección. Por ahora se dirán muchas cosas de modo disperso, pero más adelante se expondrán en su lugar adecuado. Estas cosas debes entenderlas unitariamente, relacionando en la memoria afirmaciones anteriores y posteriores. En caso contrario, el arquitecto construirá bien, pero el edificio será frágil y a punto de caer.
XII
Guardar los secretos
Cuando se dé una catequesis, si un catecúmeno te pregunta qué han dicho los doctores, no cuentes nada al exterior, porque es el misterio y la esperanza de la vida futura lo que te transmitimos. Guárdale el secreto a aquél que te da sus dones, y que nadie te diga nunca: ¿Qué mal te causa esto, si también yo lo habré de aprender? Porque también los enfermos suelen pedir vino, mas si se les da (cuando no se debe) se les ocasiona un delirio, con lo que se origina un doble mal: muere el enfermo y se critica al médico. Lo mismo sucede al catecúmeno que oye del creyente palabras denigrantes u objeto de burla. Tú ya estás en la divisoria, así que procura no hablar de modo temerario. No es que lo que se dice sea indigno de ser contado, sino que ciertas cosas no deben ser confiadas a algunos. También tú fuiste catecúmeno, y no te contaba lo que yo aquí decía. Cuando conozcas por tu experiencia la sublimidad de lo que se enseña, entonces entenderás claramente que los catecúmenos no deben oír todavía muchas cosas.
XIII
Prestar atención a los detalles
Todos los que os habéis inscrito habéis sido engendrados como hijos e hijas de una misma madre. Cuando entréis poco antes del momento de los exorcismos, que hable cada uno de vosotros lo referente a la piedad. Y mirad si falta alguno de vosotros. Cuando se te invita a un banquete, ¿es que no esperarás a quien está invitado juntamente contigo? Y si tienes un hermano, ¿acaso no buscarás lo que es bueno para ese hermano? No obstante, no indagues lo que no te atañe, ni te intereses por lo que sucede en la ciudad o en el pueblo, ni por lo que hacen el emperador, el obispo o el presbítero. Mira hacia arriba, porque lo que te está pidiendo es el kairós que dice: "¡Basta ya; sabed que yo soy Dios!". Si ves a algunos fieles ociosos y libres de preocupaciones, es porque se sienten seguros, son conscientes de lo que han recibido y tiene la gracia consigo. Tú estás todavía en la duda de si serás o no admitido, así que no imites a los despreocupados ni abandones el temor.
XIV
Mantener el orden y las formas
Cuando se haga el exorcismo, mientras se acercan los que han de recibirlo, que estén juntos los hombres con los hombres y las mujeres con las mujeres. Hago referencia con esto al arca de Noé, en la cual estaban Noé y sus hijos, su mujer y las mujeres de sus hijos. El arca tenía su puerta cerrada, y todo se dispuso con decencia. Igualmente, aunque la iglesia esté cerrada y todos vosotros dentro, que esté todo separado para que estén los hombres con los hombres y las mujeres con las mujeres, de modo que lo que quiere ser ayuda para la salvación no se convierta en ocasión de perdición. Aunque sea hermoso sentarse unos junto a otros, debe quedar lejos el peligro de turbación. Cuando los hombres ya estén sentados, tened algún libro útil en las manos, y que uno lea y el otro escuche. Si no tenéis libro, que uno ore y el otro hable algo útil. Esté también agrupado el conjunto de las vírgenes, que deben salmodiar o leer. Pero que lo hagan en silencio, pues deben hablar los labios y no llegar su voz a los oídos ajenos. No tolero que la mujer hable en la asamblea, ni que la casada actúe de modo semejante. Que ambas oren y muevan sus labios, pero que no se oiga su voz, imitando lo dicho por Samuel de que del alma estéril brota la salvación de Dios benévolamente.
XV
Mantener vivo el interés
Yo mismo comprobaré el interés de cada hombre y la piedad de cada mujer. Mas de momento, vosotros inflamad vuestra mente de piedad, puesto que cada alma será moldeada. Humíllese y macháquese la dureza de la infidelidad, despréndanse las escorias superfluas del hierro quedando sólo lo que es puro. De esta manera, la herrumbre se derrumbará y aparecerá el material noble. Que Dios os muestre en alguna ocasión aquella noche, y las tinieblas convertidas en luz de las que se dice: "Ni la misma tiniebla es tenebrosa para ti, y la noche es luminosa como el día". A cada uno de vosotros se le abrirá entonces la puerta del paraíso, y entonces gozaréis de las aguas llenas de fragancia que os traen a Cristo. Que percibáis entonces la llamada de Cristo y la fuerza de las realidades divinas. Mirad ya desde ahora hacia arriba, con los ojos abiertos de la mente, y contemplad en vuestro ánimo los coros de los ángeles, al Padre señor de todas las cosas en su trono, al Hijo unigénito sentado con él a su derecha y al Espíritu presente junto a ellos, y a los tronos y dominaciones como siervos. E imaginad que cada uno de vosotros ya haya conseguido la salvación. Vuestros oídos lo habrán escuchado, así que desead oír aquella voz hermosa con que os aclamarán los ángeles al recibir vosotros la salvación: "Dichoso el que es perdonada su culpa, y le queda cubierto su pecado". Entraréis entonces como astros de la Iglesia, resplandecientes en vuestro cuerpo y en vuestra alma.
XVI
Proceso de entrada en la milicia
Realmente es algo grande el bautismo del que hablamos. Es rescate de los cautivos, perdón de los pecados, muerte del pecado, nuevo nacimiento del alma, vestidura luminosa, santo sello imborrable, vehículo al cielo, delicias del paraíso, medio para el reino, don de la adopción como hijos. Por lo demás, tened en cuenta que el dragón observa junto al camino a quienes pasan. Procura que no te muerda por tu infidelidad, porque él ve a los muchos que se salvan y busca a quien devorar. Te acercas al Padre de los espíritus, pero es necesario pasar por aquel dragón. ¿Cómo le evitarás? Calza tus pies con el celo por el evangelio de la paz, para que, aunque te clave el diente, no te hiera. Ten la fe en tu interior y una esperanza firme. Cálzate bien para que entres hasta el Señor, aunque el acceso esté ocupado por el enemigo. Prepara tu corazón para recibir la enseñanza, y para la participación en los santos misterios. Ora frecuentemente, para que Dios te regale con los misterios celestes e inmortales, y no le dejes ni de día ni de noche. Cuando el sueño se aparte de tus ojos, que tu mente se ocupe en la oración. Si ves que algún torpe pensamiento asalta tu alma, que te ayude la idea del juicio (que te recordará la salvación) y ten ocupada tu mente en aprender, pues así olvidarás los pensamientos depravados. Si ves a alguien diciéndote ¿entrarás allí para bajar al agua?, o ¿acaso no tiene baños la nueva ciudad?, sábete que el dragón marino maquina estas cosas contra ti. No atiendas a las voces de quienes te hablen, sino al Dios que actúa. Guarda tu alma para que no puedas ser cogido por artimañas, de modo que, manteniéndote en la esperanza, llegues a ser heredero de la salvación eterna.
XVII
Verdadera disposición del corazón
Anunciamos y enseñamos estas cosas en cuanto a hombres, así que no construyáis este edificio con heno, pajas y rastrojos, para evitar sufrir daño si llega a arder. Haced la obra con oro, plata y piedras preciosas. Os lo digo a todos, y especialmente a ti, que es a quien toca poner manos a la obra, y a Dios rematarla. Afirmemos nuestra mente, pongamos en tensión nuestra alma, preparemos el corazón, pues nos va en ello la vida y las realidades eternas. Dios es poderoso, y ha escrutado vuestros corazones, y ha percibido quién es veraz y quién es falso. Él es capaz de proteger al sincero y dejar por hipócrita al simulador, así como hacer fiel al infiel tras mostrarle el corazón. Que sea él quien borre el protocolo que existe contra vosotros, y que se olvide de vuestros anteriores delitos, alistándoos en la Iglesia y haciéndoos soldados al tiempo que os ciñe las armas de la justicia. Que él os llene de las realidades celestiales de la Nueva Alianza, y os conceda eternamente el sello imborrables del Espíritu Santo, en Cristo Jesús.