CIRILO DE JERUSALÉN
Sobre Dios Omnipotente

I
Dios, dueño de todo

Por el hecho de que creemos en "un solo Dios", rechazamos todo error acerca de una pluralidad de dioses, sirviéndonos de estas armas frente a los gentiles y frente a toda la resistencia de los herejes. Con todo, al añadir "un solo Dios Padre", luchamos contra los que provienen de la circuncisión, que niegan al Hijo unigénito de Dios. Como dije ayer, cuando decimos que Dios es Padre, estamos indicando directamente que es Padre del Hijo, y cuando entendemos que Dios existe, entendemos directamente que tiene un Hijo. A esto vamos a añadir ahora otra cualidad: que Dios es todopoderoso, y tiene todas las cosas bajo su poder. Esto lo vamos a confirmar en alusión a los gentiles, a los judíos y a los herejes.

II
Dios, presente y activo en todo

Algunos de los gentiles dijeron que Dios es el alma del mundo. Otros, por su parte, dijeron que sólo sobre los cielos tiene potestad, pues ésta no alcanza hasta la tierra. Algunos también, arrastrados por un error semejante, y pervirtiendo el sentido de una frase ("oh Yahveh, en los cielos tu amor, hasta las nubes tu verdad"; Sal 35,5), circunscribieron a las nubes y al cielo la providencia de Dios, mas enajenando de Dios lo que hay en la tierra y obviando lo que dice el salmo: "Si hasta los cielos subo, allí estás tú, si en el sol me acuesto, allí te encuentras" (Sal 139,8). ¿Por qué? Porque si nada hay más allá del cielo, y puesto que el infierno está por debajo de la tierra, sin duda que el que gobierna lo de más abajo alcanza también la tierra.

III
Dios, dueño de los espíritus, almas y cuerpos

Los herejes, como ya se ha dicho anteriormente, no conocieron a un Dios único y omnipotente, pues omnipotente es el que domina sobre todas las cosas y todo lo tiene sujeto a su poder. Por otra parte, quienes dicen que Dios es señor del alma, pero no del cuerpo, afirman con ello que ninguna de las dos realidades es perfecta, pues cada una de las dos carece de la otra. Además, si alguien tiene potestad sobre el alma, pero no sobre el cuerpo, ¿a título de qué sería omnipotente? ¿Y dónde estaría la omnipotencia del que dominara sobre los cuerpos, pero no sobre los espíritus? Sin embargo, es cierto que Dios declara convictos a aquellos de quienes dice: "Temed más bien a aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehena" (Mt 10,28). Así, si Dios no tiene potestad sobre ambos (alma y cuerpo), ¿cómo pudo el Padre de nuestro Señor Jesucristo someter a uno y a otro al suplicio? ¿Y cómo podrá, invadiendo un cuerpo ajeno a su potestad, entregarlo a la gehena, si antes no ata al fuerte para saquear su ajuar?

IV
Dios domina al diablo, pero lo permite

La divina Escritura y los dogmas de la verdad han conocido a un Dios único, el cual tiene todas las cosas sometidas al imperio de su poder, y muchas cosas permite porque quiere. En efecto, también Dios ejerce su dominio sobre los adoradores de ídolos (a los que soporta con paciencia) y sobre los herejes que le rechazan (a los que tolera con longanimidad). También tiene sometido al diablo (al que acepta con tolerancia), pues de éste no sufre menoscabo de su poder, si puede ser vencido nunca por él. En efecto, también el diablo estuvo entre las criaturas de Dios, y a éste nunca le engañó (pues ello sería algo indigno) sino a otros ángeles, que también eran criaturas como él. Dios le permitió vivir por dos razones: para que, al ser derrotado, se sintiese afectado por una mayor vergüenza, y para que los hombres recibiesen la corona. ¡Oh providencia de Dios llena de sabiduría, que asumió aquella perversa voluntad para otorgar la salvación a quienes creyeran! Cuando se sirvió de la intención hostil de los hermanos de José para la realización de sus planes, permitiendo que vendiesen a su hermano por odio, de ello tomó Dios ocasión para constituir en gobernador a quien él quería. De modo semejante, concedió Dios luchar con el diablo para que fuesen coronados los vencedores, y para que así, conseguida la victoria sobre el diablo, y vencido éste por quienes eran inferiores a él, se cubriera de mayor vergüenza. De todo ello, los hombres quedarían ennoblecidos de modo insigne, tras haber vencido a quien en otro tiempo había sido arcángel.

V
Dios reina sobre el pecador, pero lo respeta

Nada, pues, se encuentra sustraído al poder de Dios, como recuerda la Escritura: "Toda cosa es sierva suya" (Sal 119,91). Toda la realidad es realmente su sierva, dando por supuesto que en esta realidad no se cuentan su Hijo único ni su Espíritu Santo. Todas aquellas criaturas que sí son siervos sirven al Señor por el Hijo único en el Espíritu Santo. Dios, pues, domina sobre todas ellas, y soporta a los homicidas, ladrones y libertinos por su paciencia, de modo que, una vez determinado el tiempo en que dará a cada uno según sus méritos, tras la tregua de un tiempo duradero, y sin haber vuelto su corazón a la conversión, sean condenados con mayor gravedad. Reyes de los hombres son los que gobiernan en el mundo, aunque no sin haber recibido el poder de lo alto (Jn 19,11). Esto lo experimentó en cierta ocasión Nabucodonosor, cuando dijo que su imperio es "un imperio eterno" y su poder dura "de generación en generación" (Dn 4,31).

VI
Dios creó las riquezas, pero no el dinero

Las riquezas, el oro y la plata no son del diablo, como algunos piensan y como bien recuerda la ley ("del hombre fiel es todo el mundo de las riquezas, pero el que no lo es no tiene siquiera un óbolo"), el profeta ("mía es la plata y mío el oro"; Ag 2,8), y el evangelio ("se lo doy a quien quiero"; Lc 4,6). Lo único que debes hacer es usar bien de ello, porque si utilizas mal algo que es bueno, y no te culpas a ti mismo de tu propia administración, acabas dirigiendo tu queja impíamente contra el Creador. Además, cuando Cristo dice "me disteis de comer" (Mt 25,35), no hay duda que se está refiriendo a vuestras propias riquezas. Y cuando dice "me vestisteis" (Mt 25,36), sin duda que en ello intervino vuestro dinero. ¿Quieres saber que las riquezas pueden ser la puerta del reino de los cielos? Pues bien, aquí lo tienes: "Vende lo que tienes, dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo" (Mt 19,21). Con el dinero, por tanto, cuidado, porque nadie hay más engañoso que el diablo.

VII
Dios permitió el dinero, y de éste se quiso apropiar el diablo

Estas cosas las he dicho a causa de los herejes, que condenan al anatema las propiedades, el dinero y los cuerpos. Por mi parte, yo no deseo que seas esclavo de las riquezas, ni que las mires como enemigas, sino que sepas que te han sido dadas por Dios como ayuda. Por consiguiente, no vayas diciendo que el dinero es del diablo. Es verdad que el diablo dijo "todo esto te lo daré, porque a mí me ha sido entregado" (Lc 4,6), pero ya sabemos que no puede creerse a un mentiroso. De hecho, no dice "porque es mío", sino "porque a mí me ha sido entregado". No usurpó la propiedad, sino que declaró una encomienda y una simple administración a él confiada. Oportunamente se preguntan los intérpretes si, en este caso, el diablo mintió o dijo la verdad.

VIII
Dios, señor de todas las cosas

Por tanto, sólo hay un único Dios Padre omnipotente, a quien muchos herejes se han atrevido a atacar con improperios, sin temor alguno a injuriar al "Señor de los ejércitos" que "se sienta sobre los querubines". Estos herejes han osado infamar con blasfemias al Señor Adonai, y no se arredran a la hora de afrentar a Aquel a quien las voces de los profetas celebran como Dios todopoderoso. Tú, en cambio, adora al único Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo. Huye del error del politeísmo, escapa de cualquier herejía y di, según lo del libro de Job: "Yo por mí a Dios recurriría, expondría a Dios mi causa. Él es autor de obras grandiosas e insondables, de maravillas sin número" (Job 5,8-9). Di también aquello de "el honor proviene del Todopoderoso".