CIRILO
DE JERUSALÉN
Sobre el Bautismo, III
I
Introducción
Hace ya tiempo que deseaba, hermanos e hijos queridísimos de la Iglesia, tratar de estos misterios espirituales y celestiales. No obstante, consciente de que la fe es mayor por lo que se ve que por lo que se oye, he esperado a este momento, para encontraros más preparados y poder conduciros con más facilidad a este prado del paraíso lleno de luz y fragancia. Ya habéis sido hechos capaces de estos misterios divinos, y habéis sido considerados dignos del lavatorio divino vivificante. Por tanto, cuando se os va de servir la mesa en la que habréis de recibir dones más perfectos, os instruiré en todo esto con mayor cuidado, para que conozcáis la fuerza y la eficacia que se han operado en vosotros, durante la vigilia del bautismo.
II
El
paso del Mar Rojo, figura de la liberación cristiana
En primer lugar, entrasteis en el atrio que está antes del baptisterio, y se os puso vueltos de pie hacia Occidente. Se os ordenó extender la mano, y vosotros renunciasteis a Satanás como si estuviese presente. Debéis saber que la figura de este asunto ya está contenida en la historia antigua, cuando el faraón, durísimo y cruel tirano, oprimía al libre y generoso pueblo de los hebreos. En aquel momento, Dios delegó su poder en Moisés, para que éste los sacase de la cruel servidumbre de los egipcios. Se untaron las jambas de las puertas con la sangre del cordero, y con ella se evitó que el exterminador entrase en las casas marcadas por la señal. De modo totalmente milagroso, el pueblo hebreo fue proclamado libre, y cuando el enemigo persiguió a los liberados, uniéndose los dos brazos del mar sobre él, según lo que se cuenta en aquel relato asombroso, rápidamente se hundió su poderío en las aguas del Mar Rojo.
III
El
diablo ha sido vencido, como lo fue el Faraón
Pasemos ahora de lo viejo a lo nuevo, de la figura a la verdadera realidad. En aquel entonces Moisés fue enviado por Dios a Egipto, mientras que ahora es Cristo enviado al mundo. Aquel fue enviado para sacar de Egipto al pueblo oprimido, y Cristo para liberar a los que están oprimidos en el mundo bajo el peso del pecado. Entonces fue la sangre del cordero la que alejó al exterminador, pero ahora lo ha sido la sangre de Jesucristo, el Cordero inmaculado. Ha sido esta sangre la que ha expulsado a los demonios. Aquel tirano persiguió al pueblo hebreo hasta el mar, y también hoy a ti, con la misma audacia, te persigue sin pudor el príncipe de los demonios, hasta las fuentes de la salvación. Aquel quedó sumergido en el mar, y éste desaparece en el agua del bautismo.
IV
La
renuncia a Satanás
Oíste que se te mandaba extender la mano hacia alguien, como si estuviese presente, al tiempo que decías: "Renuncio a ti, Satanás". Os voy a explicar por qué estuvisteis vueltos hacia Occidente, pues es necesario que lo haga. La razón es que el Occidente es el lugar hacia donde se perciben las tinieblas. Según la leyenda, su poder está en las tinieblas, siendo él mismo la oscuridad. Por eso, para mantener la razón de lo que se dice en el Símbolo, mirando hacia el oeste, renunciáis al príncipe de las tinieblas y de las sombras. ¿Qué es lo que dijo cada uno de vosotros mientras estaba de pie? Esto mismo: "Renuncio a ti, Satanás, a ti que eres tirano maligno y cruel. Ya no temo tu fuerza, pues Cristo la deshace haciéndome partícipe de su sangre y de su carne. Con ellas él destruye la muerte, y evita que yo esté sometido eternamente a la esclavitud. Renuncio a ti, serpiente astuta y sutilísima. Renuncio a ti que eres el traidor y que, simulando amistad, pergeñaste toda iniquidad proponiendo la caída a nuestros primeros padres. Renuncio a ti, Satanás, autor e instrumento de toda maldad".
V
La renuncia
a las obras de Satanás
Después de esta primera fórmula, en la segunda fórmula se te enseña a proclamar: "Renuncio a todas tus obras". Se refiere a las obras de Satanás, a todo lo que es pecado y a lo que es necesario renunciar del mismo modo que, si alguien escapa del tirano, rechaza completamente sus armas. En efecto, toda clase de pecado se cuenta entre las obras del diablo. Por otro lado, debes saber que lo que dices, especialmente en esta hora, está consignado por escrito en los libros de Dios. Si alguna vez admites alguna cosa contraria a ellos, serás juzgado como quien ha roto la alianza. Renuncia, por tanto, a las obras de Satanás, y a todas las acciones y pensamientos que se apartan de la razón.
VI
La renuncia a las pompas de Satanás
Después de esto, tú dices: "Renuncio a toda su pompa". Son pompa del diablo las locuras de los teatros, las carreras de caballos en los hipódromos, la caza en el circo y otras vanidades por el estilo, de las que el santo, pidiendo ser liberado, exclama a Dios: "Aparta mis ojos de mirar vanidades" (Sal 118,37). Que estas vanidades no te llenen de preocupaciones en tu corazón, cuando observes la petulancia de los comediantes, o los chismorreos e indecencias, o cuando veas bailes llenos del furor y demencia de hombres afeminados, o cuando en las cacerías circenses se exponen los gladiadores a las fieras acariciando su desgraciado vientre, y convirtiéndose ellos mismos en alimento de fieras inmisericordes. Para decirlo más exactamente, por el vientre, al que reconocen como su único Dios (Flp 3,19). Por ese vientre arrojan su vida a un precipicio, con tales certámenes fuera de lo común. Apártate también de las carreras de caballos, absolutamente demenciales y que son espectáculo para espíritus indolentes. Todo esto son pompas del diablo.
VII
La renuncia a los ídolos
Como pompa del diablo debe contarse también lo que suele utilizarse en las fiestas de los ídolos, tanto de carnes como de panes y otras cosas tales que se han contaminado por la invocación de los demonios impuros. El pan y el vino de la eucaristía eran simple pan y vino antes de la invocación de la santa y adorable Trinidad, mas una vez hecha la invocación, se convierten en el cuerpo y sangre de Cristo. De igual modo, los alimentos pertenecientes a la pompa de Satanás, siendo por naturaleza simples y comunes, por la invocación de los demonios quedan profanados y contaminados.
VIII
La renuncia al culto a Satanás
Después de esto, tú dices: "Renuncio a todo tu culto". Culto al diablo son las súplicas en los templos de los ídolos, las cuales se hacen en honor de imágenes inanimadas. Culto a los ídolos es encender lámparas y ofrecer perfumes a las fuentes o a los ríos, como hacen esos que, equivocados por sus sueños, se acercan a sus aguas creyendo que en ellas encontrarán medicina para sus enfermedades corporales. No te mezcles con tales cosas. Los augurios, la adivinación, los presagios, los amuletos, las inscripciones en placas, las artes de la magia, o cualquier cosa semejante a ellas, todo es culto del diablo. Huye, por tanto, de todo ello. Si sucumbes a estas cosas, tras la renuncia a Satanás, y después de haberte agregado a Cristo, experimentarás un tirano más cruel. Éste trataba contigo familiarmente en otro tiempo, y te reducía a dura esclavitud. De volver a él, habrás aumentado todavía más su furia contra ti, y si quedas privado de Cristo, experimentarás la sujeción de aquél. ¿Acaso no has oído lo que nos anuncia la vieja historia de Lot y sus hijas? (Gn 19,15). ¿No fue guardado incólume él con sus hijas cuando subía al monte, mientras su mujer quedó convertida en estatua de sal como monumento perenne de afectos torcidos y conversión tardía? Pon atención a ti mismo y no mires hacia atrás con la mano del arado (Lc 9,62), volviéndote al sabor amargo de las cosas de esta vida. Escapa hasta el monte (Gn 19,17) que es Jesucristo, piedra no tallada con las manos y que llenó el mundo entero (Dn 2,35-45).
IX
La profesión de fe, volviéndose a la región de la luz
Así pues, cuando renuncias a Satanás, anulando completamente cualquier pacto con él y las antiguas alianzas con el infierno, se te abre el paraíso que Dios plantó al Oriente (Gn 2,8), del que fue expulsado nuestro primer padre al violar el mandato de Dios (Gn 3,23). Símbolo de esta realidad es cuando te volviste del Occidente al Oriente, que es la región de la luz. Entonces se te mandó que dijeras: "Creo en el Padre, y en el Hijo y en el Espíritu Santo, y en un único bautismo de conversión". De todo lo cual, en cuanto nos lo concedió la gracia de Dios, ya te he hablado extensamente.
X
La vestidura blanca, túnica de salvación
Por consiguiente, hermano, mantén la vigilancia, fortalecido con estas palabras. Como se ha leído, "vuestro adversario, el diablo, ronda como león rugiente, buscando a quién devorar" (1Pe 5,8). En épocas anteriores os podía encerrar la muerte en sus dominios, pero en el santo lavatorio de la regeneración enjugó Dios las "lágrimas de todos los rostros" (Is 25,8). Una vez despojado el hombre viejo, ya no harás más luto, sino que celebrarás la fiesta revestido con la túnica de la salvación de Jesucristo (Rm 13,14).
XI
Entrada en el templo cristiano
Esto es lo que se hizo en el atrio exterior. Si Dios quiere, cuando en las siguientes catequesis mistagógicas entremos en el Santo de los santos, conoceremos el significado de lo que allí se hace.