CIRILO
DE JERUSALÉN
Sobre la Confirmación
I
Bautismo y don del Espíritu
Una vez bautizados en Cristo y revestidos de Cristo (Gál 3,27), hermanos, habéis sido hechos semejantes a la imagen del Hijo de Dios (Rm 8,29). El Dios que os predestinó de antemano para la adopción (Ef 1,5) os ha hecho conformes al cuerpo glorioso de Cristo. Habiendo venido a ser partícipes de Cristo (Hb 3,14), ahora sois ya llamados, y no de modo inmerecido, cristos. De vosotros dijo Dios: "No toquéis a mis ungidos" (Sal 105,15). Fuisteis hechos cristos al recibir la imagen del Espíritu Santo. Todas estas cosas se han realizado en vosotros en imagen, puesto que verdaderamente sois imágenes de Cristo. Verdaderamente, una vez que Cristo fue bautizado en el Jordán, y tras comunicar la fragancia de los efluvios de su divinidad a las aguas, salió de éstas, y el Espíritu Santo descendió a él en forma visible, posándose sobre él como alguien que le era semejante. De modo también semejante, después de que vosotros subisteis de las sagradas aguas de la piscina, se os impuso el crisma, y con ello se os hizo imagen del que fue ungido (Jesucristo) por el Espíritu Santo. En realidad, era al Espíritu Santo al que se refería el bienaventurado Isaías en su profecía, cuando dijo refiriéndose a la persona del Señor: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido, y me ha enviado a anunciar la buena nueva a los pobres".
II
La crismación
Cristo no fue ungido con óleo o ungüento corporal, sino que el Padre, al constituirlo en Salvador del universo entero, lo ungió con el Espíritu Santo. Como dice Pedro, "a Jesús de Nazaret Dios lo ungió con el Espíritu Santo" (Hch 10,38), y como clama David: "Tu trono es de Dios para siempre jamás; un cetro de equidad, el cetro de tu reino; tú amas la justicia y odias la impiedad. Por eso Dios, tu Dios, te ha ungido con óleo de alegría más que a tus compañeros" (Sal 45,7-8). Pues bien, del mismo modo que Cristo fue crucificado, y sepultado y resucitado, a vosotros se os concedió en el bautismo (por don divino) ser crucificados con él, ser sepultados con él y resucitar con él. E igualmente sucede ahora con vuestra crismación. Si él fue ungido con el óleo inteligible de la alegría (esto es, con el Espíritu Santo), a vosotros se os ungirá con ese óleo del Espíritu Santo. Se llama "óleo de la alegría" porque causa una alegría espiritual. Así pues, vosotros vais a ser ungidos con ungüento, y vais a ser hechos partícipes de la misma suerte de Cristo.
III
Eficacia de la crismación
Daos cuenta que el óleo que recibiréis no es un ungüento pobre y vil. Pues así como el pan de la eucaristía, tras la invocación del Espíritu Santo, no es pan común (sino el cuerpo de Cristo), así también este santo ungüento, después de la invocación, ya no es un simple ungüento ni un ungüento común, sino que se da en él a Cristo y al Espíritu Santo, y con él se transmite su presencia, divinidad y realidad efectiva. Mientras se unge el cuerpo con ungüento visible, queda santificada el alma por el Espíritu Santo que da la vida.
IV
Finalidad de la crismación
Cuando seáis ungidos en la frente, seréis liberados de la vergüenza que el primer hombre pecador exhibía por todas partes. A cara descubierta, empezaréis a contemplar la gloria del Señor, como en un espejo (2Cor 3,18). Cuando seáis ungidos en los oídos, podréis oír los divinos misterios, de los que Isaías decía: "Mañana tras mañana despierta mi oído, para escuchar como los discípulos" (Is 50,4), y el mismo Señor Jesús en el evangelio: "El que tenga oídos, que oiga" (Mt 11,15). Cuando seáis ungidos en la nariz, podréis empezar a decir: "Somos el buen olor de Cristo, entre los que se salvan" (2Cor 2,15). Cuando seáis ungidos en el pecho, estaréis "revestidos de la justicia como coraza" y podréis "resistir a las asechanzas del diablo" (Ef 6,14.11). Efectivamente, al modo como Cristo, tras el bautismo y la venida a él del Espíritu Santo, derrotó al adversario (Mt 4,1), también vosotros, después del sagrado bautismo y del místico ungüento, estaréis revestidos de la armadura del Espíritu Santo, y podréis resistir toda potestad adversa (Ef 6,10-18), a la cual podréis vencer diciendo: "Todo lo puedo en aquel que me conforta" (Flp 4,13).
V
Recepción de un nombre cristiano
Considerados dignos de esta santa unción, seréis llamados cristianos, realizando la verdad de este nombre por medio del nuevo nacimiento. Antes de seros conferida esta gracia, por tanto, no erais propiamente dignos de este nombre, sino que luchabais para ser cristianos.
VI
Incorporación a la descendencia de Cristo
Debéis saber que la figura de este crisma (o unción) se encuentra ya en la Escritura de la Antigua Alianza. De hecho, cuando Moisés comunicó a su hermano el designio de Dios de hacerlo sumo sacerdote, lo ungió tras haberlo lavado con agua (Lv 8,1) y fue llamado cristo por dicho crisma. También cuando el sacerdote promovió rey a Salomón, lo ungió después de haberlo lavado en el Guijón (1Re 1,39.45). No obstante, todo esto sucedía en el Antiguo Testamento como figura, mientras que en vosotros no sucederá en figura sino en verdad, ya que realmente seréis ungidos por el Espíritu Santo. Cristo es el principio de vuestra salvación. Él es la primicia (1Cor 15,23) y vosotros la siega, así que no hay duda que también a la cosecha se le transmite la santidad.
VII
Conservar la confirmación
Guardad incontaminado este crisma. Si él permanece en vosotros, él os instruirá acerca de todo lo necesario para vuestra salvación, como ya os recordó el bienaventurado Juan al hablar de estas cosas (1Jn 2,27) y hacer diversos razonamientos sobre esta cuestión. No obstante, sabed bien esto: éste es un crisma santo, salvaguardia espiritual del cuerpo y saludable custodia del alma. Ya desde los tiempos antiguos, el bienaventurado Isaías profetizaba diciendo: "Sucederá en días futuros que el monte de la casa de Yahveh será asentado en la cima de los montes y se alzará por encima de las colinas. Confluirán a él todas las naciones" (Is 2,2). Como veis, llamaba Isaías monte a la Iglesia, al decir que "será asentado en la cima de los montes" y que participará en un "convite de buenos vinos" (Is 25,6). Pues bien, estos "buenos vinos" seréis vosotros, los ungidos con aceite. Para confirmaros más en todo esto, escuchad lo que dice Isaías de este místico ungüento: "Transmite todo esto a los pueblos: el proyecto que Dios tiene sobre todas las naciones" (Is 25,7). Ungidos, pues, con este santo ungüento, guardadlo en vosotros inmaculado e irreprensible, sacando provecho por medio de buenas obras y agradando al autor de vuestra salvación, Cristo Jesús.