EFRÉN DE NÍSIBE
Sobre la Conversión
I
La doctrina no es de obligación, sino de libre voluntad, la palabra de vida. Quien quiera escuchar la doctrina, que limpie el campo de su voluntad, para que la buena semilla no caiga entre espinos de vanas investigaciones. Si quieres escuchar la palabra de vida, apártate de las cosas malas, pues el oír la palabra no aprovecha nada al hombre ocupado en pecados. Si quieres ser bueno, no ames las costumbres disolutas. En primer lugar, confía en Dios, y luego escucha su ley.
II
No puedes escuchar sus palabras, mientras no te conozcas a ti mismo. Y si guardas sus juicios mientras tu entendimiento está apartado de él, ¿quién te dará tu recompensa? ¿Quién te guardará tu recompensa? Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres nombres y personas. Éstos tres serán un muro para ti, contra divisiones y disputas. No dudes de la verdad, para que no perezcas por la verdad. Tú fuiste bueno y gracioso.
III
Si te enojas con tu prójimo, te enojas con Dios; si llevas ira en tu corazón, contra tu Señor se alza tu audacia. Si reprendes con envidia, todo reproche será malo. Si habita en ti la caridad, no tendrás enemigos en la tierra. Y si eres un verdadero hijo de la paz, no provocarás la ira de nadie. Si eres justo y recto, no harás mal a tu prójimo. Si te gusta enojarte, enójate con el malvado y te irá bien. Si buscas hacer la guerra, Satanás es tu adversario. Si quieres injuriar, lanza tus maldiciones contra los demonios. Si insultas la imagen del Rey, pagarás la pena de asesinato. Y si injurias a un hombre, injurias la imagen de Dios. Honra a tu prójimo, y verás que has honrado a Dios. Pero si quieres deshonrarlo, ¡ataca con ira a tu prójimo!
IV
Éste es el primer mandamiento: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas". Es decir, según tus fuerzas. La señal de que amas a Dios es que amas a tu prójimo; y si odias a tu prójimo, tu odio es hacia Dios. Porque es blasfemia si oras ante Dios cuando estás enojado. Porque tu corazón también te convence de que en vano multiplicas palabras; tu conciencia juzga correctamente que en tus oraciones no aprovechas nada. Cristo, colgado en lo alto del árbol, intercedió por sus asesinos. Mas a ti, que eres polvo, hijo del barro, la ira te llena a su voluntad. Mantienes la ira contra tu hermano, ¿y aún te atreves a orar? Incluso al que está de tu lado, aunque no sea prójimo de tus pecados, la mancha de la iniquidad lo alcanza, y su petición no es escuchada. Deja la ira y luego ora. Y si no quieres provocarlo más, reprime la ira y suplica. Y si no te encuentras con furia, destierra la ira de ese cuerpo, porque está dominado por las lujurias.
V
Tienes una naturaleza espiritual, el alma es la imagen del Creador. Así que honra la imagen de Dios, estando de acuerdo con todos los hombres. Acuérdate de la muerte y no te enojes, para que tu paz no te sea coercitiva. Mientras te quede vida, limpia tu alma de la ira; porque si fuera contigo al sheol, tu camino sería derecho a la gehena. No guardes ira en tu corazón, ni guardes furor en tu alma, porque no tienes poder sobre tu alma (salvo para hacer lo que es bueno). Has sido comprado con la sangre de Dios, has sido redimido por la pasión de Cristo, y él por ti él sufrió la muerte para que tú pudieras morir a tus pecados. Su rostro soportó escupitajos, para que no te rehuyeras del desprecio. Vinagre y hiel bebió, para que pudieras ser apartado de la ira. Recibió azotes en su cuerpo, para que no tuvieras miedo del sufrimiento. Si en verdad eres su siervo, teme a tu santo Señor. Si eres su verdadero discípulo, sigue los pasos de tu Maestro. Soporta el desprecio de tu hermano, para que puedas ser compañero de Cristo. No muestres ira contra el hombre, para que no te apartes de tu Redentor.
VI
Eres un hombre, polvo de la tierra, arcilla, pariente del terrón, hijo de la raza de las bestias. Si no conoces tu honor, separa tu alma de los animales, con obras y no con palabras. Si amas la burla, eres completamente como Satanás; y si te burlas de tu prójimo, eres la boca del diablo. Si contra los defectos y las fallas, en nombres injuriosos te deleitas, Satanás no está en la creación, sino que su lugar lo has tomado por la fuerza. Aléjate, oh hombre, de esto; porque es completamente dañino; y si deseas vivir bien, no te sientes con el burlador, no sea que te conviertas en el cómplice de su pecado y de su castigo. Odia la burla que es completamente causa de llanto, y la alegría que es causa de purificación. Y si escuchas a un burlador por casualidad, cuando no lo deseas, presígnate con la cruz de la luz y apártate de allí como un antílope, donde Satanás se aloja y Cristo no morará en absoluto. Una morada espaciosa para Satanás es el hombre que se burla de su prójimo, y un palacio del enemigo es el corazón del burlador. Satanás no desea añadir ningún otro mal a esto. La burla le basta para suplir todo. Ni su vientre ni su bolsa puede el pecador llenarse con ese pecado suyo. Con su risa el miserable es despojado, y él no lo sabe ni lo percibe. Para su herida no hay cura, para su enfermedad no hay curación. Su dolor no admite remedio; y su llaga no soporta medicina. No deseo con tal persona sacar mi lengua para reprenderlo, pues le basta su propia vergüenza y su audacia. Bienaventurado el que no lo ha escuchado ni le ha conocido. ¡Lejos de ti, oh Iglesia, que esté entre en ti esa levadura maligna de Satanás!
VII
Angosto es el camino de la vida, y espacioso el del tormento, mas la oración puede llevar al hombre a la casa del reino. Ésta es la obra perfecta: la oración limpia de iniquidad. La justicia del hombre es como nada contada. ¿Qué es la obra de los hombres? Su trabajo es totalmente vano. De ti, Señor, de tu gracia es que en nuestra naturaleza nos hagamos buenos. De ti es la justicia, para que de hombres nos hagamos justos. De ti es la misericordia y el favor, para que del polvo nos hagamos tu imagen. Da poder a nuestra voluntad, para que no nos hundamos en el pecado. Derrama en nuestro corazón la memoria, para que a toda hora conozcamos tu honor. Planta la verdad en nuestras mentes, para que no perezcamos entre dudas. Ocupa nuestro entendimiento con tu ley, para que no se pierda en vanos pensamientos. Ordena los movimientos de nuestros miembros, para que no nos traigan daño. Acércate a Dios, para que Satanás huya de ti. Echa fuera las pasiones de tu corazón, y he aquí que has puesto en fuga al enemigo. Odia los pecados y la maldad, y Satanás habrá huido de inmediato. Cualesquiera que sean los pecados a los que sirvas, estás adorando ídolos secretos. Cualesquiera que sean las trasgresiones que ames, estás sirviendo a los demonios en tu alma. Siempre que te peleas con tu hermano, Satanás mora en paz. Siempre que envidias a tu prójimo, das descanso a los demonios. Siempre que cuentas las faltas de otros que no están presentes, tu lengua ha hecho un arpa para la música del diablo. Siempre que el odio está en tu alma, grande es la paz del engañador. Siempre que amas los encantamientos, tu trabajo es totalmente de la mano izquierda. Si amas el discurso indecoroso, preparas un banquete para los demonios, porque ésta es la adoración de los ídolos: la obra de los deseos de la carne.
VIII
Si das un regalo con orgullo, esto no es de Dios. Si te enalteces por tu conocimiento, has negado la gracia de Dios. Si eres pobre y orgulloso, tu fin está en tu tormento. Si eres altivo y necesitado, tu necesidad es para tu destrucción. Si estás enfermo y lloras, tu angustia está llena de daño. Si tienes necesidad de alimento, pero tu mente anhela riquezas, tu angustia está con los pobres, y tu tormento con los ricos. Si miras con indecencia y deseas la mujer de tu prójimo, tu parte será con los adúlteros, y tu infierno con los fornicarios. Que tu propia fuente sea para ti, y beba las aguas de tu pozo. Que tus fuentes sean solo para ti, y que ningún otro beba contigo. Exige pureza de tu cuerpo como exiges de tu compañero de yugo. No permitas que ella cometa lascivia, la esposa de tu juventud, con otro hombre; No te metas con otra mujer, que sea esposa de otro marido. Que su inmundicia te resulte odiosa; apártate de ella por completo. La castidad conviene a la esposa, la pureza es su adorno, la ley conviene al marido, la justicia es la corona de su cabeza. No desees el lecho de tu prójimo, para que otro no desee tu lecho. Conserva la pureza en tu matrimonio, para que tu matrimonio sea santo. Su conciencia reprende al hombre que corrompe a la mujer de su prójimo. Teme y engaña mediante el terror al que ha cometido fornicación. Las tinieblas son más queridas para él que la luz, cuya manera de vivir no es pura. A todas horas está aterrado el que comete adulterio en secreto. El adúltero también es un ladrón que irrumpe en las casas en la oscuridad. Lo reprende el mismo lugar donde hace el mal y la perversidad, pues él entra en la cámara y peca, ya que el pecado hace su voluntad en la oscuridad. Mas llegará el tiempo en que ese pecado se revelará, y sus obras secretas se manifestarán. ¿Con qué ojos miráis a Dios en la oración? ¿Qué manos levantáis cuando pedís perdón? Avergoncémonos y consternémonos por nosotros mismos, porque somos incapaces de entendimiento. Si cuando vuestro vecino os ve, os avergonzáis y os consternáis, ¿cuánto más debéis avergonzaros ante Dios, que todo lo ve? Sois como la cerda, vuestra compañera, que se revuelca por completo en el fango. Incluso al ver, podéis pecar, si vuestra mente no tiene entendimiento ni está alerta. Y al oír puedes pecar, si no cuidas tu oído. El corazón del fornicario se desenfrena mediante palabras llenas de inmundicia. La pasión escondida en la mente, la vista y el oído lo despiertan.
IX
El que quiere fornicar se viste con ropas vergonzosas, para que por la lujuria de los vestidos entre la lascivia y habite en su corazón. No hagas trampas con tus vestidos para lo que es abiertamente desenfrenado. No hables una palabra con astucia, ni caves el pozo de tu prójimo. No mires a la ramera, ni te dejes atrapar por la belleza de su rostro, porque ella es como un perro rabioso, y mucho más atrevida que él. La modestia ha sido quitada de su rostro, pero ella no sabe lo que es la vergüenza. Con escupitajos acepta su persona, y con injurias recíbela. Con vara persíguela como a un perro, porque es como uno, y con tal se puede comparar. Rechaza la dulzura de sus palabras, para que no caigas en su red. Vacía bolsas y alforjas, y sus ganancias son innumerables. Huye de ella, porque es hija de víboras, para que no despedace todo tu cuerpo.
X
No calumnies a nadie, para que no te llamen Satanás. Si odias el nombre, no te acerques a la acción, mas si amas la acción, no te enojes con el nombre. Considérate reprendido en primer lugar por las bestias y las aves, cómo cada especie se adhiere a su especie; y así convenid a vuestro compañero de yugo. No te alegres de la deshonra de los hombres, para que no te conviertas en un Satanás. Si le sucede algún mal a quien os odia, no te alegres, para que no peques. Si tu adversario cae, duélete y laméntate. Guarda tu corazón con toda diligencia, para que no peque en secreto, porque hay que desnudar los pensamientos y las acciones. Emplea tus manos en el trabajo, y deja que tu corazón medite en la oración. No ames la conversación vana, porque la conversación que será provechosa por igual para el alma y el cuerpo aligera la carga de tu trabajo.
XI
¿El pobre clama a tu puerta? Levántate y ábrele con alegría, y conforta su corazón cuando esté cansado, y sostén su corazón cuando esté triste. Tú conoces por experiencia la aflicción de la pobreza, así que no recibas a otros en tu casa, mientras echas fuera al mendigo. Ten también una ley, una ley hermosa para tu casa. Establece un orden que sea sabio, para que los pobres no se rían de ti. Sé cuidadoso en todas tus acciones, para que no seas el juego de los necios; sé recto y prudente, y a la vez sencillo y sabio. Que tu cuerpo sea tranquilo y alegre, tu saludo decoroso y sencillo; tu discurso sin falta, tu habla breve y sabrosa; tus palabras pocas y sanas, llenas de sabor y entendimiento. No hables demasiado, ni siquiera palabras sabias, porque todo lo que es mucho, aunque sea sabio, es fastidioso. Sé para los de tu casa como un padre. Entre tus hermanos, ten por último a tu esposa, e inferior a tus semejantes, y de poca importancia para todos los hombres. Guarda un secreto con tu amigo, y sé sincero con los que te aman. Cuida que no haya disputas; no reveles los secretos de tus amigos, no sea que todos los que te escuchen te odien y te consideren un malhechor. Con los que te odian no discutas, ni cara a cara ni en tu corazón. No tendrás otro enemigo que Satanás mismo. Da consejo a la esposa con la que te has casado, y presta atención a sus acciones. Como tú eres más fuerte, eres responsable de sostener su debilidad. Porque débil es la mujer, y muy propensa a caer. Sé como un halcón, y cuando la ira se aparte de ti, sé alegre y firme, en la mezcla de las diversas cualidades. Guarda silencio entre los ancianos, y a ellos dales el debido honor. Honra a los sacerdotes con diligencia, como buenos administradores de la casa. Da el debido honor a su grado, y no investigues sus acciones. En su grado, el sacerdote es un ángel, pero en sus acciones es un hombre. Por su misericordia, se convierte en mediador entre Dios y la humanidad.
XII
No busques las faltas de los hombres, no reveles el pecado de tu prójimo, no repitas en la boca las faltas de tu prójimo. Recuerda que no eres juez en la creación, ni tienes dominio sobre la tierra. Si amas la justicia, reprende tu alma y a ti mismo. Sé juez de tus propios pecados, y castigador de tus propias trasgresiones. No investigues maliciosamente las fechorías de los hombres, porque si haces esto no te faltarán injurias. No te fíes del oído, porque muchos son los engañadores. No creas en los informes vanos, porque los rumores falsos no son pocos.
XIII
No prestes atención a los hechizos y adivinaciones, porque eso es comunión con Satanás. No ames las charlas ociosas, ni siquiera en nombre de la justicia. No comiences a hablar sobre ti mismo, ni siquiera en nombre de lo que es apropiado. Huye y escóndete de las disputas, como de un ladrón violento. Cuida de no ser fiador de un préstamo, para que no peques. Conforme a lo que tengas, ayúdalo, incluso al hombre que es más pobre que tú. No te burles del hombre necio; ora para que no seas como él. No culpes al que peca, para que no seas tú también confundido. Sé animador y consejero para el que se arrepiente de sus pecados, y anima al que es capaz de levantarse. Que tenga una fuerte esperanza en Dios, y su pecado será quemado como paja. Visita a los enfermos y no te canses, para que seas amado por los hombres. Sé familiar con la casa del duelo, pero extraño a la casa del banquete. No seas constante en beber vino, para que no se multipliquen tus faltas. Pon un muro alrededor de tus labios y pon una guardia a tu boca; sufre con tu prójimo y comparte también su tribulación. El buen amigo en la tribulación se da a conocer a aquel que lo ama. Sigue con caridad al difunto, con dolor y con ofrendas, y ruega para que tenga descanso en el lugar escondido adonde va.
XIV
Cuando estés en oración, grita en tu alma: "Ten piedad de mí, Señor, que soy pecador", y: Sé propicio, oh Dios, a mi debilidad, y concédeme fuerza para rezar una oración que sea agradable a tu voluntad. No castigues a tus enemigos, ni te vengues de los que te odian, sino pide a Dios, en su gracia, que se conviertan en hacedores de su voluntad. En el momento de la oración y la petición, continúa en contemplaciones como estas, inclinando tu cabeza ante el Poderoso.
XV
No resistas al mal, pues el que resiste al mal es un mal del Maligno. No retengas nada de nadie, para que si perece, no seas reprochado. No cambies el respeto por la persona de un hombre, según los bienes y posesiones. Haz que todo sea como si no existiera, y que sólo Dios existiera. Si pides a tu prójimo y no te da lo que quieres, cuida de no decir con enojo una palabra llena de amargura. No te opongas a las estaciones, pues muchas son las mudanzas. Aleja la tristeza de tu carne y la tristeza de tus pensamientos, y que sólo que por tus pecados seas constante en la tristeza. No dejes de trabajar, aunque seas rico, pues el perezoso acumula múltiples culpas por su ociosidad.
XVI
Sé amante de la pobreza y anhela la necesidad. Si tienes ambas cosas como herencia, eres heredero de lo alto. No desprecies la voz del pobre ni le des motivo para maldecirte, porque si maldice a aquel cuyo paladar es amargo, el Señor escuchará su petición. Si sus vestidos están sucios, lávalos con agua que se compra gratuitamente. ¿Ha entrado un pobre en tu casa? Dios ha entrado en tu casa, Dios mora en tu morada. Aquel a quien has refrescado de sus problemas, de los problemas te librará. ¿Has lavado los pies del extranjero? Has lavado la inmundicia de tus pecados. ¿Has preparado una mesa delante de él? Mira a Dios comiendo en ella, y Cristo bebiendo en ella, y el Espíritu Santo descansando en ella: ¿Están los pobres satisfechos en tu mesa y refrescados? Has saciado a Cristo tu Señor. Él está dispuesto a ser tu galardonador, y en presencia de ángeles y hombres confesará que tú has saciado su hambre, y te dará gracias porque le diste de beber y calmaste su sed.
XVII
¡Oh cuán clemente es el Señor! ¡Oh cuán inmensurables son sus misericordias! ¡Feliz la raza de los mortales cuando Dios lo confiesa! ¡Ay del alma que él niega! El fuego está guardado para su castigo. Ten ánimo, hijo mío, en la esperanza; siembra buena semilla y no desmayes. El labrador siembra en la esperanza y el mercader viaja en la esperanza, también tú amas la buena semilla; en la esperanza espera la recompensa. No hagas nada en absoluto sin el comienzo de la oración. Con la señal de la cruz viviente, sella todas tus acciones, hijo mío. No salgas de la puerta de tu casa hasta que hayas firmado la cruz. Ya sea al comer o al beber, ya sea al dormir o al despertar, ya sea en tu casa o en el camino, o también en la temporada de ocio, no descuides esta señal; porque no hay guardián como ella. Será para ti como un muro, en la vanguardia de todas tus acciones. Y enséñale esto a tus hijos, para que se conformen atentamente a ella.
XVIII
Sujétate bajo la ley, para que seas verdaderamente libre. No hagas lo que tu alma desea sin la ley de Dios. ¿Cuántos mandamientos debo escribir y cuántas leyes debo grabar? Si deseas tu libertad, puedes aprenderlas todas de ti mismo. Y si amas la pureza, también la enseñarás a los demás. Que la naturaleza sea tu libro y toda la creación tus tablas; aprende de ellas las leyes y medita lo que no está escrito. El sol en su curso te enseña que descansas del trabajo. La noche en su silencio te grita que se ha puesto un límite a tus obras. La tierra y el fruto del árbol gritan que hay un tiempo para todas las cosas. La semilla que siembras en el invierno, en el verano recoges su cosecha. Así siembras en el mundo semillas de justicia, y en la resurrección las recoges. El pájaro en su espiga diaria reprende al codicioso y su avaricia, y reprende la extorsión que se apodera del tesoro de los demás. La muerte, límite de todas las cosas, es en sí misma la reprobadora de todas las cosas.
XIX
Refúgiate en Dios, que no pasa ni cambia. Contén la risa con el sufrimiento, y la alegría con la tristeza. Consuela el sufrimiento con la esperanza, y la tristeza con la expectativa. Creed y confiad, vosotros los sabios, porque Dios es quien os guía, y si su cuidado no os abandona, no hay nada que pueda haceros daño. Si un hombre puede salvarse por otro hombre, y el humilde por el grande, ¿cuánto más el refugio de Dios preservará al hombre que cree? No temáis a causa de los adversarios que con violencia os atacan. Él guardará vigilante vuestra alma, y las cosas dañinas se volverán provechosas. Nadie os guiará por la fuerza, salvo donde haya libertad. Nadie cae en la tentación, si sobrepasa la medida de sus fuerzas. No hay mal en el castigo, si es que la libertad está dispuesta. Las acciones no son perversas para la libertad, sino que su voluntad es la que está pervertida.
XX
Para los hombres justos y rectos, las tentaciones se convierten en ayudas. Job, un hombre de discernimiento, fue victorioso en las tentaciones. La enfermedad le sobrevino, y él no se quejó; la enfermedad lo afligió, y él no murmuró; su cuerpo desfalleció y su fuerza se fue, pero su voluntad no se debilitó. Se mostró perfecto en todo por los sufrimientos, pues las tentaciones no lo aplastaron. Abraham era un extraño, de su lugar, de su raza y de su parentela. Pero por esto no fue dañado, sino que más bien triunfó grandemente. Así, José, de la casa de servidumbre, fue hecho rey de Egipto. Los de la compañía de Ananías y Daniel liberaron a otros de la esclavitud. Ved, pues, oh vosotros que sois sabios, el poder que posee la libertad; que nada puede dañarla a menos que la voluntad sea debilitada. Israel, con una vida suntuosa, engordó, y pateó, y olvidó su pacto. Adoró a dioses vanos, y olvidó la naturaleza de su creación. La servidumbre que había en Egipto la olvidó en el reposo del desierto. Cada vez que se sentía afligido, reconocía sólo al Señor, mas cuando moraba en reposo, se olvidaba de Dios su Redentor. No busques aquí el reposo, porque este es un mundo de trabajo. Y si puedes discernir sabiamente, no cambies el tiempo por el tiempo, ni lo que permanece por lo que no permanece, ni lo que no cesa por lo que cesa, ni la verdad por la mentira, ni el cuerpo por la sombra, ni la vigilia por el sueño, ni lo que es oportuno por lo que no lo es, ni el tiempo por los tiempos. Tranquiliza tu mente, y no la dejes vagar entre variedades que no aprovechan.
XXI
Nadie en la creación es rico, sino el que teme a Dios, así como nadie es verdaderamente pobre sino el que carece de la verdad. ¡Qué necesitado es aquel, y no rico, cuya necesidad testifica contra él que incluso de los abyectos y los mendigos necesita recibir un don! Es verdaderamente un siervo, y muchos son sus amos: presta servicio al dinero, a las riquezas y a las posesiones. Sus amos están privados de misericordia, porque no le conceden descanso. Huye y vive en la pobreza; como una madre se compadece de su amado. Busca refugio en la indigencia, ella alimenta a sus hijos con cosas selectas; su yugo es ligero y agradable, y dulce al paladar su recuerdo. Sólo el enfermo de conciencia aborrece el soplo de la pobreza; el pusilánime teme el yugo de la indigencia que es honorable. ¿Quién te ha concedido, Hijo del hombre, en el mundo encontrar reposo? ¿Quién te ha concedido, cosa de polvo, ser rico en medio de la pobreza? No te dejes llevar por los deseos de la necesidad, ni te dejes llevar por los demás. Te basta el pan de cada día, que sale del sudor de tu rostro. Que ésta sea la medida de tu necesidad, lo que el día os dé. Y si vas a un banquete, toma de él sólo lo que necesites. No tomes en un día lo de otros días, porque el vientre no guarda tesoros. Alaba y da gracias cuando estés saciado, para que con ello no provoques a ira al Dador. Fortalécete en la pureza, para que puedas sacar provecho de ella. En todo da gracias y alaba a Dios como Redentor, para que te conceda por su gracia escuchar y hacer su voluntad.
XXII
Vosotros, a quienes os he dado estos consejos de vida, no seáis negligentes en ello. Os he escrito sobre doctrinas ajenas, así que no despreciéis mis palabras. Y si me voy antes que vosotros, haced memoria de mí en vuestras oraciones. En todo tiempo orad y suplicad que nuestro amor siga siendo fiel. Por lo demás, ofrezcamos por estas cosas alabanza y honor al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y por siempre.