METODIO DE OLIMPIA
Sobre la Creación
(fragmentos)

I

El pasaje "no deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos" (Mt 7,6) es explicado por Orígenes como significando que las perlas son las enseñanzas más místicas de nuestra religión dada por Dios, y los cerdos son aquellos que se revuelcan en la impiedad y en toda clase de placeres, como los cerdos lo hacen en el barro; pues dijo que estas palabras de Cristo enseñaban a no desechar las enseñanzas divinas, ya que no podían soportarlas quienes estaban sujetos a la impiedad y a los placeres brutales.

Si debemos entender por perlas las enseñanzas gloriosas y divinas, y por cerdos a los que se entregan a la impiedad y a los placeres, a quienes se les debe retener y ocultar las enseñanzas de los apóstoles, que estimulan a los hombres a la piedad y a la fe en Cristo, vea cómo dice que ningún cristiano puede ser convertido de su impiedad por las enseñanzas de los apóstoles. Porque nunca arrojarían los misterios de Cristo a aquellos que, por falta de fe, son como cerdos. O bien, estas cosas fueron arrojadas ante todos los griegos y otros incrédulos, y fueron predicadas por los discípulos de Cristo, y los convirtieron de la impiedad a la fe de Cristo, como ciertamente confesamos nosotros los creyentes, y entonces las palabras "no arrojéis vuestras perlas a los cerdos" ya no pueden significar lo que se ha dicho. O queriendo decir esto, debemos decir que la fe en Cristo y la liberación de la impiedad no han sido concedidas a ninguno de los incrédulos, a quienes comparamos con cerdos, por las instrucciones apostólicas que iluminan sus almas como perlas. Pero esto es blasfemo.

Por tanto, las perlas en este lugar no deben tomarse como las doctrinas más profundas, y los cerdos como los impíos; ni debemos entender las palabras "no arrojéis vuestras perlas delante de los cerdos" como prohibiéndonos arrojar ante los impíos e incrédulos las doctrinas profundas y santificadoras de la fe en Cristo. Sino que debemos tomar las perlas como las virtudes, con las que el alma está adornada como con perlas preciosas. Y no arrojarlas ante los cerdos, en el sentido de que no debemos arrojar estas virtudes, como la castidad, la templanza, la justicia y laverdad, que no debemos arrojarlos a los placeres impuros, porque son como los cerdos, no sea que, huyendo de las virtudes, hagan que el alma viva una vida porcina y viciosa.

II

Orígenes dice que lo que él llama Centauro es el universo, que es coeterno con el único Dios sabio e independiente. Pues dice que, así como no hay un artífice sin una obra, ni un creador sin algo hecho, tampoco hay un Todopoderoso sin un objeto de su poder. En efecto, el artífice debe ser llamado así por su obra, el creador por lo que hace, y el Gobernante todopoderoso por lo que domina. Y así es necesario que estas cosas hayan sido hechas por Dios desde el principio y que no haya habido tiempo en el que no existieran. Pues si hubo un tiempo en el que las cosas que son hechas no existían, entonces, como no había cosas que hubieran sido hechas, tampoco hubo creador; lo cual ves que es una conclusión impía. Y resultará que el Dios inmutable e inalterado ha cambiado y cambiado. Pues si hizo el universo después, es claro que pasó de no hacer a hacer.

Pero esto es absurdo en relación con lo que se ha dicho. No se puede, pues, decir que el universo no es incompleto y coeterno con Dios. A lo que el santo responde, en persona de otro, preguntando: ¿No consideras a Dios principio y fuente de sabiduría y gloria, y en suma, de toda virtud en sustancia y no por adquisición? Ciertamente, dices. ¿Y qué más? ¿No es por sí mismo perfecto e independiente?

Es verdad, porque es imposible que quien es independiente tenga su independencia de otro. Pues hay que decir que todo lo que está completo por otro es también imperfecto. Pues lo único que puede considerarse perfecto es lo que tiene su plenitud por sí mismo y sólo en sí mismo. Dices con mucha razón. ¿Acaso quieres decir que lo que no es ni por sí mismo completo ni por sí mismo es independiente? De ninguna manera, porque lo que es perfecto por cualquier otra cosa necesariamente es en sí mismo imperfecto.

Pues bien, ¿será Dios considerado perfecto por sí mismo y no por algún otro? Muy correctamente. Entonces, ¿Dios es algo distinto del mundo y el mundo de Dios? Así es. ¿No debemos decir, entonces, que Dios es perfecto, creador y omnipotente a través del mundo? No, porque él debe ser perfecto por sí mismo, y no por el mundo, que es cambiante. Así es, luego ¿dirás que el rico es llamado rico por sus riquezas? ¿Y que el sabio es llamado sabio no por ser sabiduría en sí, sino por ser poseedor de una sabiduría sustancial? Sí. Pues bien, puesto que Dios es algo distinto del mundo, ¿será llamado por causa del mundo rico, benéfico y creador? De ninguna manera. ¡Abajo con semejante pensamiento!

Pues bien, él es su propia riqueza y es por sí mismo rico y poderoso. Así parece. Entonces, antes del mundo, él era completamente independiente, siendo Padre, todopoderoso y Creador; de modo que él por sí mismo, y no por otro, era esto. Así debe ser. Sí; porque si se le reconociera como Todopoderoso por causa del mundo, y no por sí mismo, siendo distinto del mundo (que Dios perdone las palabras, que la necesidad del argumento exige), él por sí mismo sería imperfecto y tendría necesidad de estas cosas, por las cuales es maravillosamente todopoderoso y Creador.

No debemos, pues, admitir este pecado pestilente de aquellos que dicen de Dios que él es todopoderoso y Creador por las cosas que él controla y crea, que son cambiantes, y que él no lo es por sí mismo.

III

Ahora bien, consideradlo así: Si decís que el mundo fue creado después, sin existir antes, entonces es necesario cambiar al Dios inmutable y sin pasiones, pues es necesario que aquel que no hizo nada antes, pero después, pasando de no hacer a hacer, cambie y se altere. Entonces dije: ¿Dios descansó de hacer el mundo o no? Descansó, porque de otro modo no se habría completado. Es verdad.

Si, pues, el acto de hacer, después de no hacer, produce un cambio en Dios, ¿no produce el mismo cambio el dejar de hacer después de haberlo hecho? Es necesario. Pero ¿debéis decir que se altera por no hacer hoy, de lo que era cuando hacía? De ninguna manera. No hay necesidad de que se altere cuando hace el mundo de lo que era cuando no lo hacía; y tampoco hay necesidad de decir que el universo debe haber coexistido con él, porque no estamos obligados a decir que ha cambiado, ni que el universo es coeterno con él.

IV

Dime esto: ¿Llamas a una cosa creada lo que no tuvo principio de su creación? De ninguna manera. Pero si no hay principio de su creación, es necesariamente increado. Pero si fue creado, concederás que fue creado por alguna causa. Porque es completamente imposible que haya tenido un principio sin una causa. Es imposible. ¿Diremos, entonces, que el mundo y las cosas que están en él, habiendo llegado a existir y antes no existiendo, provienen de otra causa que Dios? Es evidente que provienen de Dios. Sí, porque es imposible que lo que está limitado por una existencia que tiene un principio pueda coexistir con lo infinito. Es imposible.

Oh Centauro, considerémoslo de nuevo desde el principio. ¿Dices que las cosas que existen fueron creadas por el conocimiento divino o no? ¡Oh, vete!, dirán. Bien, pero ¿fue de los elementos, o de la materia, o de los firmamentos, o como quieras llamarlos, porque no hay diferencia. ¿Acaso Dios separó y puso orden a todas estas cosas, como un buen pintor que forma un cuadro con muchos colores? No, ni siquiera esto. Porque evitarán hacer concesiones contra sí mismos, no sea que, al concordar en que hubo un principio de separación y transformación de la materia, se vean obligados a decir, por coherencia, que en todas las cosas Dios comenzó a ordenar y adornar la materia que hasta entonces había estado informe.

V

Ahora, ya que por la gracia de Dios hemos llegado a este punto de nuestro discurso, supongamos que una hermosa estatua se encuentra sobre su base, y que quienes la contemplan, admirando su armoniosa belleza, difieren entre sí, tratando unos de entender que ha sido hecha, otros que no. Yo les preguntaría: ¿Por qué razón decís que no fue hecha? ¿Por causa del artista, porque debe considerarse que nunca descansa de su trabajo? ¿O por causa de la estatua misma? Si es por causa del artista, ¿cómo podría, al no ser hecha, ser modelada por el artista? Pero si, al ser moldeada en bronce, tiene todo lo necesario para que pueda recibir la impresión que el artista elija, ¿cómo puede decirse que no fue hecha lo que se somete a su trabajo y lo recibe?

Si se afirma que la estatua es perfecta por sí misma y no hecha, y que no tiene necesidad de arte, entonces debemos admitir, de acuerdo con esa perniciosa herejía, que es auto-hecha. Si tal vez no quieren admitir este argumento, y responden de manera más inconsistente, que no dicen que la figura no fue hecha, sino que siempre fue hecha, de modo que no hubo un principio de su creación, de modo que podría decirse que el artista tiene este tema de su arte sin ningún principio.

Entonces, amigos míos, les diremos: Si no se puede encontrar en el pasado ningún tiempo ni ninguna edad anterior en que la estatua no fuera perfecta, ¿nos dirán qué contribuyó a ella el artista o qué hizo sobre ella? Porque si esta estatua no necesita de nada y no tiene un principio de existencia, por esta razón, según vosotros, un creador nunca la hizo, ni se encontrará ningún creador. Y así, el argumento parece llegar de nuevo a la misma conclusión, y debemos admitir que es auto-hecha. Si se dice que todo artífice ha movido una estatua, aunque sea un poco, se estará a un principio en el que empezó a mover y adornar lo que antes estaba sin adornos ni movimiento. Pero el mundo no fue ni será siempre el mismo.

Hay que comparar al artífice con Dios y la estatua con el mundo, pues ¿cómo podéis, hombres necios, pensar que la creación es coeterna con su Artífice y que no tiene necesidad de un artífice? Pues es necesario que lo coeterno nunca haya tenido un principio de ser y que sea igualmente increado y poderoso que él. Pero lo increado parece ser en sí mismo perfecto e inmutable y no tendrá necesidad de nada y estará libre de corrupción. Y si esto es así, el mundo ya no puede ser, como decís que es, capaz de cambiar.

VI

Dice él que la Iglesia se llama así por ser llamada a salir con respecto a los placeres (...).

VII

Dice el Santo que hay dos clases de poder formador en lo que hemos reconocido. Uno que obra por sí mismo lo que quiere, no de cosas que ya existen, por su sola voluntad, sin demora, tan pronto como quiere. Este es el poder del Padre. El otro que adorna y embellece, por imitación del anterior, las cosas que ya existen. Este es el poder del Hijo, la mano todopoderosa y poderosa del Padre, por la cual, después de crear la materia no de cosas que ya existían, la adorna (...).

VIII

El Santo dice que el libro de Job es de Moisés, y a acerca de las palabras "en el principio creó Dios los cielos y la tierra" (Gn 1,1) dice que no se equivocará quien diga que el Principio es la Sabiduría. Pues la Sabiduría, según dice un miembro del grupo divino, habla de sí misma de esta manera: "El Señor me creó el principio de sus caminos para sus obras, y desde antiguo puso mi formulación" (Prov 8,22). Era conveniente y más apropiado que todas las cosas que llegaron a existir, fueran más recientes que la Sabiduría, ya que existieron por medio de ella.

Ahora considere el dicho: "En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Éste estaba en el principio con Dios" (Jn 1,1-2). Si estas afirmaciones no están de acuerdo con aquellas. Porque debemos decir que el Principio, de donde salió el Verbo más recto, es el Padre y Creador de todas las cosas, en quien estaba. Las palabras "éste era en el principio con Dios" parecen indicar la posición de autoridad del Verbo, que él tenía con el Padre antes de que el mundo existiera; principio significa su poder. Y así, después del peculiar principio sin principio, que es el Padre, él es el principio de las demás cosas, por quien todas las cosas son hechas.

IX

Orígenes, después de haber fabulado muchas cosas sobre la eternidad del universo, añade que "tampoco de Adán, el hombre que antes no existía, tomó su existencia y vino al mundo", y que "tampoco el mundo comenzó a hacerse seis días antes de la creación de Adán". Si alguien prefiere diferir en estos puntos, que diga primero si no es fácil calcular un período de tiempo desde la creación del mundo, según el Libro de Moisés, para aquellos que así lo reciben, la voz de la profecía proclama aquí: "Tú eres Dios desde la eternidad y el mundo sin fin, porque mil años a tu vista son como el día de ayer" (ya que ha pasado como una vigilia de la noche).

Si mil años se cuentan como un día a la vista de Dios, y desde la creación del mundo hasta su reposo son seis días, así también para nuestro tiempo, seis días se definen, como dicen los que son hábiles aritméticos. Por eso dicen que desde Adán hasta nuestros días hay una edad de seis mil años, pues dicen que el juicio se producirá el séptimo día, es decir, en el séptimo milenio. Por eso, todos los días desde nuestros días hasta el principio, en que Dios creó el cielo y la tierra, se cuentan en trece días, antes de los cuales Dios, como todavía no había creado nada según la locura de ellos, es despojado de su nombre de Padre y Omnipotente. Pero si hay trece días a la vista de Dios desde la creación del mundo, ¿cómo puede decir la Sabiduría en el libro del hijo del Sirácida: "¿Quién puede contar la arena del mar, las gotas de lluvia y los días de la eternidad?" (Sb 1,2). Esto es lo que dice Orígenes en serio, y fíjate en cómo habla con ligereza.