JULIO AFRICANO
Cronología
(fragmentos)

FRAGMENTO I
Cronología de Israel, desde Adán hasta la vuelta de Babilonia

Los egipcios, con sus jactanciosas nociones de su propia antigüedad, han elaborado una especie de relato de ella, y lo han tasado en ciclos y miríadas de años (en concreto, de sus "años lunares"). Lo han elaborado por mano de sus astrólogos y sacerdotes, algunos de los cuales han sido reputados por estudiar el tema profundamente, mientras que otros se han inclinado hacia lo mítico. En definitiva, los egipcios calculan la historia, desde los inicios del hombre, en los 8.000 ó 9.000 años que los griegos también han establecido, los primeros hasta Manetón y los segundos hasta Solón. Con estas sólidas coincidencias, ¿por qué habría de hablar, por tanto, de las 3 miríadas de los fenicios, o de las locuras de los caldeos, que hablan de 48 miríadas? Los judíos, por su parte, habiendo recibido una mente modesta y digna (por parte de Abraham), y un espíritu veraz (por parte de Moisés), nos han transmitido la cifra de 5.500 años hasta la llegada del dominio de los césares.

I

Adán, a los 230 años, engendró a Set; y después de vivir otros 700 años murió. Set, cuando tenía 205 años, engendró a Enós. Así, desde Adán hasta el nacimiento de Enós hay 435 años. Enós, cuando tenía 190 años, engendró a Cainán. Cainán, cuando tenía 170 años, engendró a Malaleel. Malaleel, cuando tenía 165 años, engendró a Jared. Jared, cuando tenía 162 años, engendró a Enoc. Enoc, cuando tenía 165 años, engendró a Matusalén, y habiendo agradado a Dios, después de vivir otros 200 años, no fue hallado. Matusalén, cuando tenía 187 años, engendró a Lamec. Lamec, cuando tenía 188 años, engendró a Noé.

II

Cuando los hombres se multiplicaron en la tierra, los ángeles del cielo se unieron a las hijas de los hombres. En algunas copias encontré a los tales "hijos de Dios". En mi opinión, lo que significa dicho nombre es que los descendientes de Set son llamados "hijos de Dios" debido a los hombres justos y patriarcas que surgieron de él, incluso hasta el mismo Salvador. Por su parte, los descendientes de Caín son llamados "hijos de los hombres", por no tener nada de divino en ellos, por la maldad de su raza y por la desigualdad de su naturaleza, como pueblo mestizo que provocó la indignación de Dios. En cuanto a lo que se refiere a los ángeles, debemos tomarlos como aquellos que se dedican a la magia y a los malabarismos, que enseñaron a las mujeres los movimientos de las estrellas y el conocimiento de las cosas celestiales. En cuanto a los gigantes que dichos ángeles concibieron como hijos, éstos fueron por quienes la maldad alcanzó su punto máximo en la tierra, hasta que Dios decretó que toda la raza de los vivos perecería en su impiedad por el diluvio.

III

Dios decretó destruir a toda la raza viviente, por tanto, mediante un diluvio, tras haber amenazado con que los hombres no sobrevivirían más de 120 años. Que no se considere éste un asunto difícil, ya que algunos vivieron después un período más largo. El espacio de tiempo indicado era de 100 años hasta el diluvio, en el caso de los pecadores de aquella época. Dios instruyó a Noé en la justicia, y le pidió que preparara un arca. Cuando el arca estuvo terminada, entraron en ella Noé mismo, sus hijos, su esposa, sus nueras y los primogénitos de toda criatura viviente, considerando la duración de la raza. Noé tenía 600 años cuando llegó el diluvio. Cuando las aguas bajaron, el arca se posó en los montes de Ararat, que sabemos que están en Partia (aunque algunos dicen que están en Celenas de Frigia), pues yo he visto ambos lugares. El diluvio duró un año, y luego la tierra se secó. Salieron del arca de dos en dos, como es posible y no como habían entrado. Es decir, salieron distinguidos según su especie, y fueron bendecidos por Dios.

IV

Noé tenía 600 años cuando llegó el diluvio. Por lo tanto, desde Adán hasta el diluvio transcurren 2.262 años. Después del diluvio, Sem engendró a Arfaxad. Arfaxad, cuando tenía 135 años, engendró a Sala en el año 2.397. Sala, cuando tenía 130 años, engendró a Heber en el año 2.527. Heber, a los 134 años, engendra a Falec en el año 2.661, llamado así porque en sus días fue dividida la tierra. Falec, cuando tenía 130 años, engendró a Ragan, y después de vivir otros 209 años, murió.

V

En el año 3.277 del mundo, Abraham entró en la tierra prometida de Canaán. De aquí proviene el nombre de los hebreos, pues la palabra hebreos se interpreta como aquellos que emigraron a través del Eufrates (es decir, quienes cruzaron el Eufrates con Abraham), y no se deriva (como algunos creen) del ya mencionado Heber. Por lo tanto, desde el diluvio hasta la entrada de Abraham en la tierra prometida, transcurren 1.015 años, y desde Adán (en 20 generaciones) 3.277 años. Cuando una hambruna azotó la tierra de Canaán, Abraham descendió a Egipto, y temiendo ser desterrado por la belleza de su esposa, fingió ser su hermano. El faraón la tomó consigo cuando le fue recomendada, y por ello fue castigado por Dios. Abraham, junto con todo lo que le pertenecía, fue despedido enriquecido. En Canaán, los pastores de Abraham y los de Lot se enfrentaron; y de mutuo acuerdo se separaron. Lot eligió vivir en Sodoma debido a la fertilidad y belleza de la tierra. En sus dominios había 5 ciudades (Sodoma, Gomorra, Adama, Seboim, Segor) y otros tantos reyes. Contra éstas, sus vecinos (los 4 reyes sirios, cuyo líder era Chodollogomo, rey de Aelam) le hicieron la guerra junto al Mar Salado, que ahora se llama Mar Muerto. En él he visto muchísimas cosas maravillosas, pues esa agua no sustenta a ningún ser vivo, y los cadáveres son arrastrados bajo sus profundidades, mientras que los vivos ni siquiera se sumergen fácilmente. También se ponen sobre sus aguas antorchas encendidas, que se mantienen a flote hasta que se apagan y se hunden. En aquellos lugares están los manantiales de betún, y se produce alumbre y sal diferentes a la comunes, pues una es picante y la otra transparente. Donde quiera que se encuentre fruta a su alrededor, se encuentra llena de un humo denso y fétido. El agua actúa como un remedio para quienes la usan, y se drena de una manera contraria a cualquier otra agua. Si no fuera por el río Jordán, que la alimenta como una concha, y en gran medida resistiendo su tendencia, se habría marchitado más rápidamente de lo que parece. También hay una gran cantidad de bálsamo junto a ella, aunque se dice que éste fue destruido por Dios debido a la impiedad de los pueblos vecinos.

VI

Jacob, disgustado por lo que Simeón y Leví habían hecho en Secem contra la gente del país, a causa de la violación de su hermana, enterró en Secem los dioses que tenía consigo cerca de una roca bajo el maravilloso terebinto (que hasta el día de hoy es reverenciado por los vecinos en honor a los patriarcas), y se trasladó de allí a Betel. Junto al tronco de este terebinto había un altar en que los habitantes del país ofrecían ectenoe en sus asambleas generales (y que, aunque parecía quemado, no se consumía). Cerca de él se encuentra la tumba de Abraham e Isaac. Algunos dicen que allí estaba plantado el bastón de uno de los ángeles que fueron agasajados por Abraham. La tienda de pastor que pertenecía a Jacob, que se conservó en Edesa hasta la época del emperador romano Antonino, fue destruida por un rayo.

VII

Desde Adán hasta la muerte de José hay, por tanto, 23 generaciones y 3.563 años. Ogigo, de quien el I diluvio en el Atica derivó su nombre, y quien se salvó cuando muchos perecieron, vivió en la época del éxodo del pueblo de Egipto junto con Moisés. Después de Ogigo, debido a la gran destrucción causada por el diluvio, la actual tierra del Atica permaneció sin rey hasta la época de Cécrope, durante 189 años. Filócoro, sin embargo, afirma que Ogigo, Acteo, o cualquier otro nombre ficticio que se aduzca, nunca existió. De Ogigo a Ciro, como de Moisés a su época, hay 1.235 años.

VIII

Hasta la época de las olimpiadas griegas no existe una historia certera entre los griegos, pues todo lo anterior a esa fecha es confuso y no guarda ninguna coherencia. Sin embargo, estas olimpiadas fueron investigadas a fondo por muchos, ya que los griegos componían los registros de su historia no según largos períodos, sino en períodos de 4 años. Por esta razón, seleccionaré las narraciones míticas más notables anteriores a la I Olimpiada, y las repasaré rápidamente. Las posteriores narraciones a ese período, al menos las que son notables, las tomaré en conjunto, relacionando los acontecimientos hebreos con los griegos según sus fechas, examinando cuidadosamente los asuntos de los hebreos y abordando de forma más somera los de los griegos. Mi plan será el siguiente: tomar un acontecimiento único de la historia hebrea en sincronía con otro de la historia griega, y manteniéndolo como tema principal, añadir o quitar según sea necesario en la narración, anotando qué griego o persa destacado, o personaje destacado de cualquier otra nacionalidad, floreció en la fecha de ese acontecimiento de la historia hebrea. Así, tal vez, pueda alcanzar el objetivo que me propongo.

IX

El exilio más famoso que sufrieron entonces los hebreos (a saber, cuando fueron llevados cautivos por Nabucodonosor II de Babilonia) duró 70 años, como había profetizado Jeremías y bien describe Beroso el Babilónico. Después de los 70 años de cautiverio, Ciro II de Persia se convirtió en rey de los persas en la época de la LV Olimpiada, como se puede comprobar en la Biblioteca de Diodoro, la Historia de Talo y la Historia de Cástor, en Polibio y Flegonte, y en otros que han hecho de las olimpiadas un tema de estudio (pues la fecha es un asunto de consenso entre todos). Ciro, en el año 1 de su reinado, que fue el año 1 de la LV Olimpiada, efectuó la primera restauración parcial del pueblo por mano de Zorobabel, con quien también estaba Jesús, hijo de Josedec, pues ya se había cumplido el período de 70 años (como narra el historiador hebreo Esdras). Las narraciones del comienzo del reinado de Ciro, y el fin del cautiverio de Babilonia, coinciden, por consiguiente. Así, según el cómputo de las olimpiadas, se hallará una armonía similar de acontecimientos, incluso hasta nuestros días. Siguiendo esto, también lograremos que las demás narraciones encajen entre sí de la misma manera.

X

Si se toma el cómputo temporal ático como referencia a los asuntos anteriores, entonces, desde Ogigo (considerado autóctono por ellos, y en cuya época tuvo lugar el I diluvio del Atica, mientras Foroneo reinaba sobre los argivos, como relata Acusilao) hasta la fecha de la I Olimpiada (período a partir del cual los griegos creían poder fijar fechas con precisión) se cuentan en total 1.020 años. Este número coincide con el mencionado anteriormente, y también está registrado por los historiadores atenienses Helánico y Fitócoro (que registran los asuntos áticos), por Cástor y Talo (que registran los asuntos sirios), por Diodoro (que escribe una historia universal en su Biblioteca), por Alejandro Polihistor, por algunos de nuestra época (aún con mayor precisión) y por todos los escritores áticos. Cualquier relato de interés que nos llegue, durante estos 1.020 años, será dado en su debido lugar.

XI

De acuerdo con lo escrito, Ogigo, que dio su nombre al I diluvio del Atica, y se salvó cuando muchos perecieron, vivió en la época del éxodo del pueblo de Egipto junto con Moisés. Esto se deduce de la siguiente manera. Desde Ogigo hasta la I Olimpiada ya he demostrado que hay 1.020 años. De la I Olimpiada al año 1 de la LV Olimpiada (es decir, el año 1 del rey Ciro, que también marcó el fin del cautiverio) hay 217 años. Por lo tanto, desde Ogigo hasta Ciro II de Persia hay 1.237 años. Si se realiza el cálculo hacia atrás, desde el fin del cautiverio, hay 1237 años. Así, mediante el análisis, se encuentra el mismo período hasta el año 1 del éxodo de Israel bajo Moisés de Egipto, que desde la LV Olimpiada hasta Ogigo (quien fundó Eleusis). A partir de este punto, obtenemos un inicio más notable para la cronografía ática.

XII

Hasta aquí, pues, el período anterior a Ogigo. En su época, Moisés salió de Egipto, como demostraré de la siguiente manera. Desde el éxodo de Moisés hasta Ciro II de Persia (que reinó después del cautiverio) transcurren 1.237 años. Los años restantes de Moisés son 40. Los años de Josué, quien guió al pueblo tras él, son 25. Loa años de los ancianos, que fueron jueces después de Josué, son 30. Los años de los jueces, cuya historia se relata en el libro de Jueces, son 490. Los años de los sacerdotes Elí y Samuel son 90. Los años de los sucesivos reyes de los hebreos son 490. A continuación vienen los 70 años del cautiverio, cuyo último año fue el año 1 del reinado de Ciro, como ya he dicho.

XIII

Desde Moisés, entonces, hasta la I Olimpiada, hay 1.020 años, mientras que desde la misma hasta el año 1 de la LV Olimpiada hay 1.237 años, en cuya enumeración el cómputo de los griegos coincide con el nuestro. Después de Ogigo, debido a la gran destrucción causada por el diluvio, la actual tierra del Ática permaneció sin rey hasta Cécrope, durante un período de 189 años. Filócoro afirma que Acteo, quien se dice que sucedió a Ogigo (o cualesquiera otros nombres ficticios que se aduzcan) nunca existió, y añade: "Desde Ogigo hasta Ciro se calcula el mismo período que desde Moisés hasta la misma fecha (es decir, 1.237 años), y algunos griegos también registran que Moisés vivió en esa misma época". Polemón, por ejemplo, en el libro I de su Historia Griega, dice: "En tiempos de Apis, hijo de Foroneo, una división del ejército egipcio salió de Egipto y se asentó en la Palestina llamada Siria, no lejos de Arabia. Estos son, evidentemente, los que estaban con Moisés". Apión, hijo de Poseidonio, el más laborioso de los gramáticos, en su libro Contra los Judíos, y en el libro IV de su Historia, dice que "en tiempos de Inaco, rey de Argos, cuando Amosis reinaba sobre Egipto, los judíos se rebelaron bajo el liderazgo de Moisés". Heródoto también menciona esta revuelta, y a Amosis, en el libro II de su Historia, y en cierto modo también a los propios judíos, contándolos entre los circuncidados y llamándolos "asirios de Palestina", quizás a través de Abraham. Ptolomeo Mendesio, que narra la Historia de los Egipcios desde los tiempos más remotos, da el mismo relato de todos estos acontecimientos, de modo que entre ellos en general no hay ninguna diferencia digna de mención en la cronología.

XIV

Cabe observar, además, que todos los relatos legendarios que los griegos consideran especialmente notables por su antigüedad pertenecen a un período posterior a Moisés, como sus diluvios y conflagraciones, Prometeo, Io, Europa, Esparta, el rapto de Proserpina, sus misterios, sus legislaciones, las hazañas de Dioniso, Perseo, los argonautas, los centauros, el minotauro, los asuntos de Troya, los trabajos de Hércules, el regreso de los heráclidas, la migración jónica y las olimpíadas. Me ha parecido oportuno dar cuenta especialmente del período antes mencionado de la soberanía ática, ya que pretendo narrar la historia de los griegos junto con la de los hebreos. Cualquiera que quiera, con sólo partir de mi punto de vista, podrá comprender el relato con la misma claridad que yo. Ahora bien, en el año 1 de ese período de 1.020 años, que abarca desde Moisés y Ogigo hasta la I Olimpiada, tuvieron lugar la Pascua y el éxodo de los hebreos de Egipto, y también en el Atica el diluvio de Ogigo. Y esto es razonable. Cuando los egipcios eran azotados por la ira de Dios con granizo y tormentas, era de esperar que ciertas partes de la tierra sufrieran con ellos. Y en especial, era de esperar que los atenienses participaran en tal calamidad junto con los egipcios, ya que se suponía que eran una colonia de ellos, como alega Teopompo en su Tricareno y otros además de él. El período intermedio ha pasado, pues no se registra ningún acontecimiento destacable durante él entre los griegos. Después de 94 años surgió Prometeo, según algunos, de quien se dice fabulosamente que formó a los hombres (pues siendo un hombre sabio, los transformó de un estado de extrema rudeza a la cultura).

FRAGMENTO II
Sobre las Setenta Semanas de Daniel

I

Este pasaje, tal como está escrito, aborda muchos temas maravillosos. Sin embargo, por ahora, sólo hablaré de lo que se refiere a la cronología y a los asuntos relacionados con ella. Es evidente que el pasaje habla del advenimiento de Cristo, el cual se manifestaría después de las 70 semanas de años. En el tiempo del Salvador, o desde él, las trasgresiones son abrogadas y los pecados cesan. Y mediante la remisión, las iniquidades y las ofensas son borradas por expiación, y se predica una justicia eterna, diferente de la que es por la ley, y hay visiones y profecías hasta Juan, y el Santísimo es ungido. Antes del advenimiento del Salvador, estas cosas aún no existían y, por lo tanto, sólo se esperaban. El comienzo de los números (es decir, de las 70 semanas de años que componen 490 años) es algo que el ángel nos insinúa, y tiene que ver con un hecho: la orden de reedificar Jerusalén. Esto sucedió en el año 20 del reinado de Artajerjes I de Persia, cuando su copero Nehemías le rogó hacerlo, y recibió la respuesta de que Jerusalén debía ser reconstruida. Éste fue el momento en que se ordenaron estas cosas, porque hasta ese momento la ciudad estaba desolada. En efecto, cuando Ciro II de Persia, después de los 70 años de cautiverio, dio libre permiso a todos los que lo desearan para regresar, algunos de ellos (bajo el liderazgo de  Zorobabel) y otros después (bajo el liderazgo de Esdras) regresaron, pero bajo orden de no reconstruir el templo ni rodear la ciudad con una muralla, con el argumento de que eso no había sido ordenado.

II

Permaneció así Israel hasta Nehemías y el reinado de Artajerjes I de Persia, y el año 115 del reinado de los persas. Desde la toma de Jerusalén, esto suma 185 años. En ese momento, el rey Artajerjes ordenó la reconstrucción de la ciudad; y su enviado Nehemías supervisó la obra, y se construyeron la plaza y la muralla circundante, tal como se había profetizado. Contando desde ese punto, sumamos 70 semanas de años, hasta el tiempo de Cristo. Si comenzamos a contar desde cualquier otro punto, y no desde éste, los períodos no coincidirán y obtendremos resultados muy dispares. Si comenzamos el cálculo de las 70 semanas de años desde Ciro II de Persia y la primera restauración, sobrarán más de 100 años, y el número será mayor si comenzamos desde el día en que el ángel dio la profecía a Daniel, y mucho mayor aún si comenzamos desde el comienzo del cautiverio. En efecto, la soberanía de los persas abarca un período de 230 años, y la de los macedonios 370 años, y desde ahí hasta el año 16 de Tiberio hay un período de 60 años.

III

Por todo ello, las 70 semanas de años se componen calculando desde Artajerjes I de Persia hasta la época de Cristo, según la numeración judía. Comienzan con Nehemías, enviado por Artajerjes para construir Jerusalén en el año 115 del Imperio Persa, el año 4 de la LXXXIII Olimpiada y el año 20 del reinado del propio Artajerjes. Y se alargan hasta el año 2 de la CCII Olimpiada, año 16 del reinado de Tiberio. En total, se computan 475 años, que suman 490 según la numeración hebrea, ya que los hebreos miden los años según el curso de la luna (de modo que, como es fácil demostrar, su año consta de 354 días, mientras que el año solar tiene 365,4 días). Este último supera el período de 12 meses (según el curso de la luna) en 11,4 días, y de ahí que tanto los griegos como los judíos intercalan 3 meses cada 8 años (pues 8 veces 11,4 días suman 3 meses). Por lo tanto, 475 años suman 59 períodos de 8 años cada uno, y 3 meses más. Así, como hay 3 meses intercalados cada 8 años, obtenemos 15 años menos algunos días. Y éstos, sumados a los 475 años, suman en total 70 semanas de años.

FRAGMENTO III
Acontecimientos de Roma, previos a la llegada de Cristo

I

Cayo Octavio Augusto, o simplemente Augusto (como lo llaman los romanos), hijo adoptivo de Cayo, al regresar a Roma desde Apolonia del Epiro (donde se educó), se apoderó del primer puesto en el gobierno. Posteriormente, Marco Antonio obtuvo el gobierno de Asia y los distritos circundantes. En su época, los judíos acusaron a Herodes I de Judea, pero Marco Antonio condenó a muerte a los diputados y restituyó a Herodes en el gobierno. Posteriormente, sin embargo, junto con Hircano y su hermano Fasaelo, Herodes fue expulsado y huyó a Marco Antonio. Como los judíos no lo recibieron, se libró una tenaz batalla. Tras haber vencido en la batalla, Herodes expulsó a Antígono (que había regresado). Antígono huyó, y poco después fue restituido gracias a la ayuda de su hijo Pacoro (a quien prometió pagar 1.000 talentos de oro). Herodes, a su vez, tuvo que huir, mientras que Fasaelo fue asesinado en batalla, e Hircano fue entregado vivo a Antígono. Tras cortarle las orejas para descalificarlo del sacerdocio, Antígono entregó a Hircano a los partos para que lo llevaran cautivo, pues no se atrevía a ejecutarlo, ya que era pariente suyo. Herodes, tras su expulsión, se dirigió a Malico, rey de los árabes. Al no ser recibido por éste, y por temor a los partos, Herodes se dirigió a Cleopatra VII de Alejandría. Era la CLXXXV Olimpiada. Cleopatra, tras ejecutar a su hermano (su consorte en el gobierno), y convocada por Marco Antonio a Cilicia (para defenderla), encomendó la soberanía a Herodes. Como éste le pidió que no se le confiara nada hasta que se le restituyera en el gobierno, lo llevó consigo y fue a ver a Marco Antonio. Como éste estaba enamorado de la princesa egipcia, enviaron a Herodes a Roma ante Octavio Augusto, quien, en nombre de Antípatro (padre de Herodes), y también porque Antígono había sido establecido rey con la ayuda de los partos, encargó a los generales de Palestina y Siria que lo restituyeran en su gobierno. En colaboración con Sosio, Herodes libró una larga guerra contra Antígono, en múltiples combates. En esa época, Josefo, hermano de Herodes, murió bajo su mando.

II

Los romanos sitiaron a Antígono durante 3 años, y luego lo entregaron vivo a Marco Antonio. El propio Marco Antonio proclamó rey a Herodes, y le concedió las ciudades de Hipo, Gadara, Gaza, Jope, Antedón, una parte de Arabia, Traconite, Auranite, Sacia y Gaulanite, junto a la procuraduría de Siria. Herodes fue declarado gran rey de los judíos (bajo nombre de Herodes I el Grande) por el Senado y Octavio Augusto, y reinó 34 años. Marco Antonio, a punto de emprender una expedición contra los partos, mató a Antígono y entregó Arabia a Cleopatra. No obstante, al adentrarse en territorio parto sufrió una severa derrota, perdiendo la mayor parte de su ejército. Esto ocurrió en la CLXXXVI Olimpiada. Octavio Augusto lideró las fuerzas de Italia y de todo Occidente contra Marco Antonio, que se negaba a regresar a Roma por miedo, debido a su fracaso en Partia y a su amor por Cleopatra. Herodes, como hombre astuto y siempre dispuesto a ayudar a los poderosos, envió dos cartas y despachó a su ejército al mar, encargando a sus generales que vigilaran el desarrollo de los acontecimientos. Tras sufrir dos derrotas navales, Marco Antonio huyó a Egipto junto con Cleopatra.

III

Cleopatra se encerró en un mausoleo y se quitó la vida, utilizando el áspid salvaje como arma de muerte. En esa época, Augusto capturó a los hijos de Cleopatra (Helios y Selene), durante su huida a la Tebaida. Se fundó Nicópolis frente a Actium y se instituyeron los juegos llamados Actia. Tras la toma de Alejandría, Cornelio Galo fue enviado como primer gobernador de Egipto, y se dedicó a destruir las ciudades egipcias que se negaron a obedecer. Hasta entonces gobernaban los Lágidas, y la duración total del Imperio Macedonio, tras la subversión del poder persa, fue de 298 años. Así se compone el período completo desde la fundación del Imperio Macedonio hasta su subversión en la época de los Ptolomeos, y bajo Cleopatra (esta última, cuyo evento data del año 11 del Imperio Romano, y del año 4 año de la CLXXXVII Olimpiada). En total, desde Adán hasta la llegada de Augusto se cuentan 5.472 años.

IV

Tras la toma de Alejandría, comenzó la CLXXXVIII Olimpiada. Herodes refundó la ciudad de los gabinii, la antigua Samaria, y la llamó Sebaste. Tras convertir su puerto marítimo, la torre de Estratón, bautizó a la ciudad con el nombre de Cesarea, erigiendo en ella una un templo en honor a Octavio. Posteriormente, Herodes fundó Antípatris en la llanura de Lidia, bautizándola así en honor a su padre, y asentó allí a los habitantes de los alrededores de Sebaste (a quienes había desposeído de sus tierras). Fundó también otras ciudades, fue severo con los judíos y sumamente cortés con las demás naciones. Se sucedía entonces de la CLXXXIX Olimpiada, la cual, en el año que tenía el día bisextil, el día 6 antes de las calendas de marzo (es decir, el 24 de febrero) correspondía al año 24 de la era de Antioquía, por lo que el año quedaba determinado en sus propios límites.

FRAGMENTO IV
Sobre la genealogía de Jesucristo

Algunos alegan incorrectamente que la enumeración y mezcla de nombres, tanto de sacerdotes como de la realeza, se hizo para que Cristo fuera mostrado legítimamente como sacerdote y rey; como si alguien no lo creyera, o tuviera otra esperanza que esta: que Cristo es el sumo sacerdote de su Padre (que le presenta nuestras oraciones) y un rey supramundano que gobierna por el Espíritu a quienes ha liberado (cooperador en el gobierno de todas las cosas). Esto nos lo anuncian no el Catálogo de las Tribus, ni la mezcla de las generaciones registradas, sino los patriarcas y profetas. No caigamos, por tanto, en la trivialidad religiosa de establecer la realeza y el sacerdocio de Cristo mediante el intercambio de nombres, pues la tribu sacerdotal de Leví también estaba aliada con la tribu real de Judá, debido a que Aarón se casó con Isabel (la hermana de Naasón), y Eleazar se casó a su vez con la hija de Fatiel (y tuvieron hijos). Por esta razón, un evangelista trazó el linaje de David, y otro evangelista trazó el linaje de Elí, sin ignorar que ambos órdenes de antepasados enumerados corresponden a la tribu real de Judá. Además, si Natán fue profeta, también lo fue Salomón y, por tanto, el padre de ambos. También hubo profetas pertenecientes a muchas tribus, pero sacerdotes pertenecientes a ninguna, salvo sólo los levitas. De nada sirven, entonces, todas esas invenciones que muchos hacen, pues ninguna falsedad prevalecerá contra la Iglesia de Cristo ni contra la verdad exacta, de modo que se inventen mentiras para alabanza y gloria de Cristo. Además, ¿quién no conoce también la santísima palabra del apóstol, quien, al predicar y proclamar la resurrección de nuestro Salvador, y afirmar con confianza la verdad, dijo con gran temor: "Si alguno dice que Cristo no resucitó, es un falso testigo de Dios. Nosotros afirmamos y hemos creído esto, y lo esperamos y predicamos que él resucitó". Quien glorifica a Dios Padre, narrando hechos maravillosos y falsos, es por tanto un falso testigo, y está propagando falsedades. En definitiva, si alguien se inventa las generaciones de Cristo, y si alguna cronología no se remonta a José en descendencia genuina, y si todo se ha dicho sólo con el fin de establecer la posición de Aquel que iba a nacer (para confirmar que iba a ser rey y sacerdote, sin aportar prueba alguna), es evidente que de ello no se deriva ninguna alabanza a Dios, puesto que es una falsedad, y el juicio recae sobre quien lo afirma, porque se jacta de una irrealidad como si fuera real. Por tanto, para que podamos exponer también la ignorancia de quien habla así, y evitar que alguien tropiece con esta locura, expondré la verdadera historia de estos asuntos.

II

Los hebreos enumeraban los nombres de sus generaciones según la naturaleza (por la sucesión de la descendencia legítima) o según la ley (si el hijo engendrado era de un hermano que moría sin descendencia). Por otra parte, aunque aún no les había sido revelada una clara esperanza de resurrección, los hebreos sí creían en cierta promesa de vida futura, y con ese fin perpetuaban el nombre del difunto. De los inscritos en esa genealogía, algunos sucedían a otros por descendencia legítima (como el hijo al padre), mientras que algunos otros eran introducidos en otra familia. Este último es el caso de los hebreos que son mencionados con doble progenitura, la de hecho y la adquirida. Así pues, ninguno de los evangelistas se equivoca, ya que uno considera la genealogía por naturaleza y el otro por ley. En efecto, las diversas generaciones (a saber, las descendientes de Salomón y las de Natán) estaban tan entrelazadas por la procreación de hijos de quienes no los tenían, y por segundos matrimonios, y por la procreación de descendientes, que con razón se considera que las mismas personas pertenecen en un momento a uno y en otro al otro (es decir, a sus supuestos o a sus verdaderos padres). De ahí que ambos relatos sean ciertos y lleguen hasta José a través de considerable complejidad, aunque con bastante precisión.

III

Para que lo dicho quede claro, explicaré el intercambio de generaciones. Si contamos las generaciones desde David hasta Salomón, Matán es el tercero desde el final, y fue quien engendró a Jacob, padre de José. Si, con Lucas, las contamos desde Natán, hijo de David, el tercero desde el final es Melqui, cuyo hijo fue Elí, padre de José (pues José era hijo del Elí, hijo de Melquí). Por lo tanto, como José es el objeto que se nos propone, debemos mostrar cómo cada uno es representado como su padre, tanto Jacob (como descendiente de Salomón) como Elí (como descendiente de Natán). En ambos caso, Jacob y Elí eran hermanos, y los padres de estos (Matán y Melqui), al ser de diferentes familias, se muestran como los abuelos de José. En efecto, Matán y Melquí, tras tomar sucesivamente a la misma mujer por esposa, engendraron hijos que fueron hermanos uterinos (pues la ley no impedía que una viuda, ya fuera por divorcio o por fallecimiento de su esposo, se casara con otro). Por Estha, pues (pues así se llama según la tradición), Matán (descendiente de Salomón) engendró primero a Jacob. A la muerte de Matán, Melquí (cuyo linaje se remonta a Natán), siendo de la misma tribu pero de otra familia, tras casarse con ella (como ya se ha dicho), tuvo un hijo (Elí). Así pues, encontraremos a Jacob y Elí como hermanos uterinos, aunque de diferentes familias. De éstos, Jacob, tras tomar por esposa a la de su hermano Elí (quien murió sin hijos), engendró de ella a José (su hijo por naturaleza y por cuenta), y de ahí que esté escrito que "Jacob engendró a José". Según la ley, José era hijo de Elí, pero su hermano Jacob le levantó descendencia. Por lo tanto, la genealogía deducida a través de él no será invalidada, como bien describe Mateo: "Y Jacob engendró a José". Por su parte, Lucas dice: "Quien era hijo, según se suponía, de José, hijo de Elí, hijo de Natán", porque no era posible enunciar más claramente la generación según la ley. Por eso, en este modo de generación, omite Lucas por completo la palabra engendró hasta el final, remontando la genealogía a modo de conclusión hasta Adán y hasta Dios.

IV

Todo esto no es indemostrable, ni una conjetura precipitada. De hecho, los propios judíos, ya sea para magnificar su propio origen, o simplemente para afirmar el hecho, también han transmitido el siguiente relato: "Unos ladrones idumeos atacaron Ascalón, y además de otros botines que tomaron de un templo de Apolo, construido cerca de las murallas, se llevaron cautivo a Antípatro, hijo de un tal Herodes, sirviente del templo. Como el sacerdote no pudo pagar el rescate de su hijo, Antípatro se crió en las costumbres de los idumeos, y posteriormente gozó de la amistad de Hircano, el sumo sacerdote de Judea. Siendo enviado en una embajada a Pompeyo en nombre de Hircano, y habiéndole restituido el reino que estaba siendo devastado por su hermano Aristóbulo, tuvo la fortuna de obtener el título de procurador de Palestina. Cuando Antípatro fue asesinado a traición por envidia de su gran fortuna, le sucedió su hijo Herodes, quien posteriormente fue nombrado rey de Judea bajo Antonio y Augusto por decreto del Senado. Sus hijos fueron Herodes y los demás tetrarcas". Estos relatos también se encuentran en las historias de los griegos.

V

Como hasta entonces las genealogías de los hebreos se habían registrado en los archivos públicos, y también las que se remontaban a los prosélitos (como las de Achior el Amanita, Rut la Moabita, y aquellos que salieron de Egipto junto con los israelitas y se casaron con ellos), Herodes I de Judea, sabiendo que el linaje de los israelitas no le aportaba nada (pues él era parto), y aguijoneado por la conciencia de su innoble nacimiento, quemó los registros de sus familias. Esto es lo que hizo, pensando que así parecería ser de noble cuna, si nadie más pudiera rastrear su descendencia mediante el registro público hasta los patriarcas o prosélitos, y hasta esa raza mixta llamada georae. Sin embargo, algunos de los estudiosos, que tienen sus propios registros privados, ya sea recordando los nombres o accediéndolos de alguna otra manera a los archivos, se enorgullecen de preservar la memoria de su noble descendencia. Entre estos se encuentran los llamados desposyni, por su vínculo con la familia del Salvador. Estos, provenientes de Nazara y Cochaba, aldeas de Judea, y de otras partes del país, expusieron la genealogía evangélica con la mayor precisión posible a partir del Libro de los Días. Sea así o no, nadie podría encontrar una explicación más obvia, según mi propia opinión y la de cualquier juez competente. Y con esto baste ya el asunto, pues el evangelio lo que hace no es sino confirmar la verdad.

FRAGMENTO V
Acontecimientos de Persia, con motivo del nacimiento de
Cristo

I

Cristo se dio a conocer primeramente en Persia. Como nada escapa a los doctos juristas de ese país, que investigan todo con sumo cuidado, registraré los hechos inscritos en sus planchas de oro y conservados en los templos reales (pues es desde sus templos, y de los sacerdotes relacionados con ellos, como se ha oído el nombre de Cristo). En concreto, hay allí un templo dedicado a Juno, que supera incluso al palacio real, construido por Ciro II de Persia (ese príncipe instruido en toda piedad) y dedicado en honor a los dioses en estatuas de oro y plata, adornado con piedras preciosas en toda su ornamentación.

II

Por aquel entonces, como atestiguan los Registros de las Planchas, el rey de Persia, tras haber entrado en el templo con el fin de obtener la interpretación de ciertos sueños, fue interpelado por el sacerdote Prupupio: "Te felicito, maestro. Juno ha concebido". El rey, sonriendo, le preguntó: "¿Ha concebido la que ha muerto?". Y él dijo: "Sí, la que estaba muerta ha vuelto a la vida y asedia la vida". El rey preguntó: "¿Qué es esto? Explícamelo".

III

El sacerdote persa le respondió:

En verdad, maestro, el tiempo para estas cosas está cerca. Durante toda la noche las imágenes, tanto de dioses como de diosas, continuaron calentando la tierra, diciéndose unas a otras: "Venid, felicitemos a Juno". Y a mí me dicen: "Profeta, acércate y felicita a Juno, porque ha sido abrazada". Yo dije: "¿Cómo puede ser abrazada quien ya no existe?". A lo que me responden: "Ha vuelto a la vida, y ya no se llama Juno sino Urania, porque el poderoso sol la ha abrazado". Entonces las diosas dicen a los dioses, haciendo el asunto más claro: "Pege es la que es abrazada, pues ¿no se casó Juno con un artífice?". Y los dioses dicen: "Que se llama correctamente Pege, lo admitimos. Pero su nombre, además, será Myria, pues lleva en su vientre, como en las profundidades, una vasija cargada con una miríada de talentos". En cuanto a este título, Pege, entiéndase lo siguiente. Se trata de una corriente de agua que emana del espíritu, que contiene un solo pez (capturado con el anzuelo de la divinidad) y que sustenta al mundo entero con su carne (como si estuviera en el mar). Pege tiene un artífice en desposorio, pero por ese desposorio no engendra un artífice en igualdad de condiciones con ella misma. Por ello, el artífice que nace, o hijo del artífice principal, forja con su excelente habilidad el techo del tercer cielo, y establece con su palabra este mundo inferior, con su triple esfera de habitación. Así pues, las estatuas discutieron entre sí sobre Juno y Pege, y al final dijeron al unísono: Cuando termine el día, todos, dioses y diosas, sabremos el asunto con claridad. Ahora, pues, maestro, espera el resto del día. Porque el asunto sin duda se resolverá. Pues lo que surge no es un asunto común.

IV

Mientras el rey permanecía allí observando las estatuas, los arpistas comenzaron a tocar, por iniciativa propia, sus arpas, y las señoritas a cantar; y todas las criaturas que había dentro, ya fueran cuadrúpedos o aves, en plata y oro, emitían sus respectivas voces. Mientras tanto, el rey se estremecía y se llenaba de miedo, y estuvo a punto de retirarse al no poder soportar el tumulto espontáneo. El sacerdote le dijo entonces: "Quédate, oh rey, porque la revelación completa que el Dios de los dioses ha decidido revelarnos está cerca".

V

Al decir esto se abrió el tejado, y una estrella brillante descendió y se posó sobre la columna de Pege, y se oyó una voz que decía: "Soberana Pege, el Hijo poderoso me ha enviado para anunciarte el nacimiento, y para servirte en el parto, planeando contigo una boda sin mancha, oh madre del más alto rango de seres, esposa de la deidad trina. El niño engendrado por generación extraordinaria es llamado Principio y Fin, el principio de la salvación y el fin de la perdición". Al pronunciarse estas palabras, todas las estatuas cayeron de bruces, y sólo la de Pege permaneció de pie, y sobre ella se halló colocada una diadema real, con una estrella engastada en un carbunclo y una esmeralda en su parte superior.

VI

El rey ordenó inmediatamente que trajeran a todos los intérpretes de prodigios, y a todos los sabios que estaban bajo su dominio. Cuando todos los heraldos se apresuraron con sus proclamaciones, todos se reunieron en el templo. Al ver la estrella sobre Pege, y la diadema con la estrella y la piedra, y las estatuas tendidas en el suelo, dijeron: "Oh rey, una raíz divina y principesca se ha alzado, portando la imagen del rey del cielo y de la tierra. Pues Myria es hija de Pege, la betlemita. La diadema es la marca de un rey, y la estrella es un anuncio celestial de portentos que caerán sobre la tierra. De Judá ha surgido un reino que subvertirá todos los monumentos de los judíos. La postración de los dioses en el suelo prefiguró el fin de su honor. Quien viene, de una dignidad más antigua, desplazará a toda la reciente. Ahora pues, oh rey, envía a Jerusalén a una delegación, para que encuentren al Cristo del Dios omnipotente llevado en forma corpórea en los brazos de esa mujer". Por su parte, la estrella permaneció sobre la estatua de Pege la Celestial, hasta que llegaron los magos, y entonces se fue con ellos.

VII

Entonces, en la oscuridad de la tarde, Dioniso apareció en el templo sin la compañía de los sátiros, y dijo a las imágenes:

Pege no es una de nosotros, sino que se encuentra muy por encima de nosotros, pues da a luz a un hombre cuya concepción es divina. ¡Oh, sacerdote Prupupio! ¿Qué haces aquí? Una acción, indicada en escritos antiguos, nos ha sobrevenido, y seremos condenados como falsos por una persona de poder y energía. Donde hemos sido engañadores, hemos sido engañadores; y donde hemos gobernado, hemos gobernado. Ya no damos respuestas oraculares. Nuestro honor se ha ido de nosotros. Sin gloria ni recompensa nos hemos quedado. Hay uno, y sólo uno, que recibe de nuevo de manos de todos su debido honor. Por lo demás, no te preocupes. Los persas ya no exigirán el tributo de la tierra y del cielo, porque Aquel que estableció estas cosas está cerca, para traer tributo práctico a Aquel que lo envió, para renovar la imagen antigua, para poner imagen con imagen y para traer lo disímil a semejanza. El cielo se regocija con la tierra, y la tierra misma se regocija al recibir materia de júbilo del cielo. Cosas que no han sucedido arriba, han sucedido abajo en la tierra. Aquel a quien el orden de los bienaventurados no ha visto, es visto por el orden de los miserables. La llama amenaza a aquellos, y el rocío asiste a estos. A Myria le es dada la bendita suerte de dar a luz a Pege en Belén, y de concebir gracia de gracia. Judea ha visto su florecimiento, y este país se está marchitando. A los gentiles y extranjeros ha llegado la salvación, y a los desdichados se les administra abundante alivio. Con derecho las mujeres danzan, y dicen: "Señora Pege, portadora de la primavera, madre de la constelación celestial. Nube que nos traes rocío después del calor, recuerda a tus dependientes, oh señora".

El rey entonces, sin demora, envió a algunos de los magos bajo su mando con regalos, mientras la estrella les mostraba el camino.

VIII

A su regreso, los magos narraron a los hombres de aquel tiempo las mismas cosas que también estaban escritas en las planchas de oro, y que decían lo siguiente:

Cuando llegamos a Jerusalén, y la señal junto con nuestra llegada, todo el pueblo de Judea se despertó. ¿Cómo es posible, decían, que los sabios persas estén aquí, y que junto con ellos se produzca este extraño fenómeno estelar? El jefe de los judíos nos interrogó de esta manera: "¿Qué es lo que les sucede, y con qué propósito estáis aquí?". Le dijimos: "Ha nacido aquel a quien llaman mesías". Los judíos estaban confundidos y no se atrevieron a oponerse. No obstante, nos dijeron: "Por la justicia del cielo, decidnos qué sabéis de este asunto". Les respondimos: "Os afanáis por la incredulidad, y ni con juramento ni sin juramento nos creéis, sino que seguís vuestro propio consejo irreflexivo. Ha nacido el Cristo, el Hijo del Altísimo, y él es quien subvierte su ley y sus sinagogas". Golpeados como un dardo por esta excelente respuesta, los sabios judíos escuchaban con amargura este nombre, que les había caído encima de repente. Deliberando, nos instaron a aceptar sus regalos y a no decir a nadie que tal suceso había ocurrido en su tierra, no fuera que se levantara una revuelta contra nosotros. Nosotros respondimos: "Hemos traído regalos en su honor, con el fin de proclamar los hechos poderosos que sabemos que sucedieron en nuestro país con motivo de su nacimiento, y ¿nos pedís que aceptemos vuestros sobornos y ocultemos lo que nos ha comunicado la divinidad que está por encima de los cielos, e ignoremos los mandamientos de nuestro rey legítimo?". Tras insistirnos en muchas consideraciones, los judíos desistieron del asunto. No obstante, el rey de Judea nos mandó llamar, conversó con nosotros y nos planteó ciertas preguntas sobre las declaraciones que habíamos hecho. Nosotros respondimos de la misma manera, hasta que él se enfureció por completo con nuestras respuestas. Le dejamos, pues, sin prestarle mayor atención que a cualquier persona común.

Llegamos entonces al lugar al que fuimos enviados (Belén), y allí vimos a la madre y al niño, mientras la estrella nos señalaba al regio bebé. Le preguntamos a la madre: "¿Cómo te llamas, oh ilustre madre?". Ella respondió: "María, maestros". Le preguntamos: "¿De dónde sois?". Ella respondió: "De este distrito de los betlemitas". Entonces le preguntamos: "¿No has tenido esposo?". Ella respondió: "Sólo me prometí para el pacto matrimonial, pues mis pensamientos estaban muy lejos de esto. Al amanecer de cierto sábado, justo al salir el sol, se me apareció un ángel trayéndome de repente la buena nueva de un hijo. Yo, angustiada, clamé: Señor, no me sea así, pues no tengo esposo. Él me convenció a que, por la voluntad de Dios, tuviera este hijo". Entonces le dijimos: "Madre, madre, todos los dioses de los persas te han llamado bienaventurada. Tu gloria es grande, pues eres exaltada sobre todas las mujeres de renombre, y has demostrado ser más majestuosa que todas las reinas".

El niño estaba sentado en el suelo. Según dijo su madre, tenía dos años y se parecía en parte a su madre. Tenía manos largas y un cuerpo delicado, y su color era como el del trigo maduro. Tenía la cara redonda y el cabello recogido. Como teníamos con nosotros a un sirviente experto en pintar del natural, trajimos a nuestro país una imagen de ambos, que fue colocada por nuestra mano en el templo sagrado, con esta inscripción: "Al Dios poderoso, al Rey de Jesús, el poder de Persia dedicó esto".

Tomando al niño, cada uno por turno, y llevándolo en brazos, lo saludamos y lo adoramos, y le ofrecimos oro, mirra e incienso, dirigiéndonos a él así: "Te ofrecemos lo tuyo, oh Jesús, rey del cielo. Mal se ordenarían las cosas desordenadas si no estuvieras presente. De ninguna otra manera podrían las cosas celestiales con las terrenales, sino por tu descenso. Tal servicio no puede desempeñarse si sólo se nos envía el siervo, como cuando el Señor mismo está presente; ni se puede lograr tanto cuando el rey sólo envía a sus sátrapas a la guerra, como cuando el rey mismo está allí. Convino en la sabiduría de tu sistema que trataras de esta manera con los hombres".

El niño saltaba y reía ante nuestras caricias y palabras. Después de despedirnos de la madre, y cuando ella nos honró, y le demostramos la reverencia que nos correspondía, regresamos al lugar donde nos alojábamos. Al atardecer se nos apareció alguien con un rostro terrible y aterrador, diciendo: "Salid pronto, no sea que caigáis en una trampa". Nosotros, aterrorizados, preguntamos: "¿Y quién es, oh divino líder, el que conspira contra tan augusta embajada?". Él respondió: "Herodes. Por eso, levantaos enseguida e id en paz".

Nos apresuramos a partir de allí con toda diligencia, y en Jerusalén relatamos todo lo que habíamos visto. Contemplad, pues, las grandes cosas que les hemos contado acerca de Cristo. Nosotros vimos a Cristo, nuestro Salvador, quien fue dado a conocer como Dios y hombre.

FRAGMENTO VI
Sobre la pasión y resurrección de
Jesucristo

I

En cuanto a las obras de Cristo, y sus curaciones de cuerpo y alma, y los misterios de su doctrina y la resurrección de entre los muertos, éstos han sido expuestos con gran autoridad por sus discípulos y apóstoles antes que nosotros. Cuando Cristo murió, una oscuridad terrible se apoderó del mundo entero, y un terremoto partió las rocas y derrumbó muchos lugares de Judea y otros distritos. Talo, en el libro III de su Historia, llama a esta oscuridad, según me parece sin razón, un eclipse de sol. ¿Por qué sin razón? Porque los hebreos celebran la Pascua el día 14 según la luna, y la pasión de nuestro Salvador termina el día anterior a la Pascua. Además, un eclipse de sol sólo ocurre cuando la luna se esconde bajo el sol, y no puede ocurrir en ningún otro momento sino en el intervalo entre el primer día de la luna nueva y el último de la luna vieja (es decir, en su confluencia). ¿Cómo se supone entonces que ocurre un eclipse cuando la luna está casi diametralmente opuesta al sol? Dejemos esa opinión de lado, y que Talo arrastre a la mayoría con él, y que este portento del mundo sea considerado un eclipse de sol, y como otros, un portento sólo para la vista. Flegón registra que, en tiempos de Tiberio, en luna llena, hubo un eclipse total de sol desde la hora sexta hasta la nona, manifiestamente aquel del que hablamos. Además, ¿qué tiene en común un eclipse con un terremoto, o las rocas que se desgarran, o la resurrección de los muertos, o una perturbación tan grande en todo el universo? Seguramente no se registra un evento como este durante un largo período. En todo caso, ésta fue una oscuridad inducida por Dios, porque el Señor sufrió entonces. El cálculo que hice del período de 70 semanas de años, como señalaba Daniel, se completa en este momento.

II

Desde Artajerjes I de Persia, en efecto, se cuentan 70 semanas de años hasta la época de Cristo, según la numeración judía. Desde Nehemías, enviado por Artajerjes para poblar Jerusalén (alrededor del año 120 del Imperio Persa, en el año 20 del propio Artajerjes, y el año 4 de la LXXXIII Olimpiada), hasta este momento (que fue el año 2 de la CII Olimpiada, y el año 16 del reinado de Tiberio), se dan 475 años o 490 años hebreos, pues los judíos miden los años por el mes lunar de 29,2 días, y no por el período anual del sol (que consta de 365,4 días, mientras que el período lunar de 12 meses tiene 11,4 días menos). Por esta razón, los griegos y los judíos insertan 3 meses intercalados cada 8 años, pues 8 veces 11,4 días dan 3 meses. Por lo tanto, los 475 años contienen 59 períodos de 8 años y 3 meses adicionales. Así, al añadir los 3 meses intercalares por cada 8 años, obtenemos 15 años, y éstos, junto con los 475 años, dan 70 semanas de años. Que nadie piense que somos inexpertos en astronomía cuando fijamos sin más el número de días en 365,4, pues esto no se hace por ignorancia sino más bien por un estudio riguroso, que ya he expuesto anteriormente. Lo que sigue se presente también, a modo de resumen, para quienes se esfuerzan por investigar minuciosamente todas las cosas.

III

Cada año, en general, consta de 365 días. Al dividir el día y la noche en 19 partes, tenemos también 5 de estas. Y al decir que el año consta de 365,4 días, y habiendo 5/19 partes más, se obtienen 6,4 días. Además, encontramos, según un cálculo exacto, que el mes lunar tiene 29,2 días. Desde el año 20 del reinado de Artajerjes (que según los griegos, fue el año 4 de la LXXX Olimpiada) hasta el año 16 de Tiberio (que fue el año 2 de la CII Olimpiada) hay en total los 475 años ya señalados, que en el sistema hebreo suman 490 años, como se ha dicho previamente. Es decir, 70 semanas de años, período por el cual se midió el tiempo del advenimiento de Cristo en el anuncio hecho por Daniel. Si alguien piensa que los 15 años hebreos añadidos a los demás nos involucran en un error de 10, al menos no se ha introducido nada que no pueda explicarse. La semana y media, que debe añadirse para completar el número completo, resuelve la cuestión de los 15 años, y elimina la dificultad sobre el tiempo. Además, es bastante evidente que las profecías suelen presentarse en una forma un tanto simbólica.

IV

En la medida de lo posible, creo que he interpretado correctamente la Escritura, sobre todo considerando que la sección anterior sobre la visión parece resumir el asunto, comenzando con las siguientes palabras: "En el tercer año del reinado de Belsasar" (Dn 8,1), donde se profetiza la subversión del poder persa por el poder griego, ambos simbolizados bajo las figuras de la lluvia y del macho cabrío, respectivamente (Dn 8,13-14): El sacrificio, dice Daniel, "será abolido, y los lugares santos serán desolados pisoteados en un plazo de 2.300 días" (Dn 8,13-14). En efecto, si tomamos el día como un mes, así como en otras partes de la profecía los días se toman como años, y en diferentes lugares se usan de diferentes maneras (reduciendo el período de la misma manera que se ha hecho arriba a meses hebreos), encontraremos que el período está completamente establecido hasta el año 20 del reinado de Artajerjes, desde la toma de Jerusalén. Porque se dan así 185 años, y un año debe añadirse a estos (el año en que Nehemías construyó el muro de la ciudad). En 186 años, por lo tanto, encontramos 230 meses hebreos, ya que 8 años tienen además 3 meses intercalares. Desde Artajerjes, nuevamente, en cuyo tiempo salió la orden de que Jerusalén debía ser reconstruida, hay 70 semanas de años. Sin embargo, estos asuntos los he discutido por sí mismos, y con mayor exactitud, en mi libro Sobre las Semanas. Lo que me asombra es que los judíos nieguen que el Señor ya haya venido, y que los seguidores de Marción se nieguen a admitir que su venida fue predicha en las profecías cuando las Escrituras lo exponen tan abiertamente a nuestra vista. Y algo más: el período hasta la venida del Señor, desde Adán y la creación, es de 5.531 años.

FRAGMENTO VII
El martirio de Santa Sinforosa y sus siete hijos en Roma

I

Cuando Adriano construyó un palacio y quiso consagrarlo mediante una ceremonia perversa, y comenzó a buscar respuestas mediante sacrificios a los ídolos y a los demonios que habitan en ellos, le dijeron: "La viuda Sinforosa, con sus siete hijos, nos hiere día tras día al invocar a su Dios. Si ella, junto con sus hijos, ofrece sacrificio, prometemos satisfacer todo lo que pidas". Entonces Adriano ordenó que la apresaran junto con sus hijos, y les aconsejó con cortesía que consintieran en ofrecer sacrificios a los ídolos. Sin embargo, la bienaventurada Sinforosa le respondió: "Mi esposo Getulio, junto con su hermano Amantio, eran tribunos a vuestro servicio, y sufrieron diversos castigos por el nombre de Cristo antes que consentir en sacrificar a los ídolos. Como buenos atletas, vencieron a vuestros demonios en la muerte. Antes que ser persuadidos, prefirieron ser decapitados y sufrieron la muerte. Esta muerte, soportada por el nombre de Cristo, les valió ignominia temporal entre los hombres de esta tierra, pero honor y gloria eternos entre los ángeles. Y ahora, moviéndose entre ellos y exhibiendo los trofeos de sus sufrimientos, disfrutan de la vida eterna con el Rey eterno en los cielos".

II

El emperador Adriano dijo a Sinforosa: "O bien sacrificas junto con tus hijos a los dioses todopoderosos, o bien haré que tú también seas sacrificada, junto con tus hijos". La bienaventurada Sinforosa respondió: "¿Y de dónde me viene este gran bien, de ser considerado digna, junto con mis hijos, de ser ofrecida como oblación a Dios?". El emperador Adriano le dijo: "Yo haré que seáis sacrificados a mis dioses". La bienaventurada Sinforosa respondió: "Vuestros dioses no pueden llevarme en sacrificio. En cambio, si soy quemada por el nombre de Cristo, yo misma consumiré a esos demonios vuestros". El emperador Adriano le dijo: "Elige una de estas alternativas: o sacrificas a mis dioses, o pereces con una muerte maligna". La bienaventurada Sinforosa respondió: "Crees que mi mente puede alterarse con algún tipo de terror, mientras que yo anhelo descansar con mi esposo Getulio, a quien tú condenaste a muerte por el nombre de Cristo". Entonces, el emperador Adriano ordenó que la llevaran al templo de Hércules, donde primero la golpearon en la mejilla y luego la colgaron del cabello. No obstante, ni con argumentos ni con terror pudo Adriano disuadirla de su buena resolución. Por ello, el emperador ordenó que la arrojaran al río, con una gran piedra atada al cuello. Tras morir así Sinforosa, su hermano Eugenio, alcalde del distrito de Tíber, recogió su cuerpo y lo enterró en un suburbio de la misma ciudad.

III

Al día siguiente, el emperador Adriano ordenó que sus siete hijos fueran llevados ante él en compañía. Tras retarlos a sacrificar a los ídolos, y al ver que no cedían en absoluto a sus amenazas y terrores, ordenó que se fijaran siete estacas alrededor del templo de Hércules, y que se extendieran sobre los bloques allí presentes. A continuación, ordenó que a Crescente, el primero, lo atravesaran por la garganta. A Juliano, el segundo, lo apuñalaron en el pecho. A Nemesio, el tercero, le atravesaron el corazón. A Primitivo, el cuarto, lo hirieron en el ombligo. A Justino, el quinto, lo atravesaron por la espalda con una espada. A Estracto, el sexto, lo hirieron en el costado. A Eugenio, el séptimo, lo partieron en dos de la cabeza hacia abajo.

IV

Al día siguiente, el emperador Adriano acudió de nuevo al templo de Hércules y ordenó que sus cuerpos fueran llevados juntos y arrojados a una fosa profunda. Los pontífices dieron a ese lugar el nombre de "A los siete Biothanati". Tras estos sucesos, la persecución cesó durante un año y medio, período durante el cual los santos cuerpos de todos los mártires fueron honrados y depositados con sumo cuidado en túmulos erigidos para tal fin, y sus nombres quedaron inscritos en el libro de la vida. Además, el día del nacimiento de los santos mártires de Cristo, la bienaventurada Sinforosa y sus siete hijos, Crescente, Juliano, Nemesio, Primitivo, Justino, Estracto y Eugenio, se celebra el 18 de julio. Sus cuerpos descansan en el camino de Tiburtina, a la octava milla de la ciudad.