EUSEBIO DE CESAREA
Demostración del Evangelio

LIBRO IX

Me queda ahora cumplir mi promesa de continuar exponiendo la dispensación relacionada con la encarnación del mismo Verbo de Dios. Mis trabajos anteriores en los ocho libros ya completados se han centrado en él. Me he dedicado a trazar la teología de su persona, mas ahora a considerar su descenso a nosotros desde el cielo, ahora su carácter, su nombre y el tiempo de su advenimiento.

Como el tratamiento de estos temas está completo, ya es tiempo de considerar los asuntos relacionados con su venida, y mostrar cómo estos también fueron predichos entre los hebreos. El cumplimiento de las predicciones será confirmado por el testimonio de los santos evangelistas, y su relato histórico de los eventos reales.

Comencemos, pues, ya que la prueba de su nacimiento, tribu y familia es completa, considerando la estrella que apareció en su nacimiento, que era nueva y extraña entre las luces habituales del cielo. Porque esto también fue proclamado por Moisés mucho antes, en tiempos muy lejanos, con las siguientes palabras.

I
Sobre el nacimiento y epifanía de Jesucristo

Moisés, en el libro de Números, predice la estrella que apareció en el nacimiento de nuestro Salvador (Nm 24,15-19).

En dicho pasaje, se nos dice que los sucesores de Balaam, movidos por esta predicción (pues es muy probable que la predicción se conservara entre ellos), cuando notaron en el cielo una estrella extraña además de las habituales, fijada sobre la cabeza, por así decirlo, y, verticalmente sobre Judea, se apresuraron a llegar a Palestina para preguntar acerca del rey anunciado por la aparición de la estrella. El evangelista Mateo da testimonio de esto de la siguiente manera: "Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle".

Después de haber sido enviados, los magos llegaron a Belén. Y he aquí que "la estrella que habían visto antes en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño. Y al ver la estrella, se regocijaron con gran gozo; y entrando en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron".

Éste es el relato del santo evangelio. Pero la palabra de la profecía dice que la salida de la estrella y el nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo anunciarán acontecimientos sorprendentes, a saber, la destrucción de los líderes de Moab, la incursión sobre los hijos de Set y la herencia por parte de la nación judía de sus otros enemigos, que son Edom y Esaú. ¿Qué podría describirse figurativamente de esta manera por los líderes de Moab, sino la destrucción de los gobernantes invisibles, es decir, los demonios a quienes los moabitas habían considerado dioses desde la antigüedad? Pero no se mencionan otros, a causa de la idolatría de Israel en el desierto, cuando "el pueblo fue iniciado en los ritos de Belfegor" (demonio honrado como un dios por Balac, rey de Moab).

Así pues, como Israel fue conquistado en esta ocasión por los poderes invisibles de Moab (es decir, por aquellos considerados como dioses por los moabitas, pues ellos cometieron idolatría y adoraron ídolos, y fueron iniciados en el culto de Belfegor, un demonio moabita, y cometieron adulterio con las mujeres moabitas), Balaam, en su profecía pinta apropiadamente el cuadro de una reversión y cambio completo en los días venideros: "Una estrella se levantará de Jacob, y un hombre surgirá de Israel, y aplastará a los líderes de Moab", como si hubiera dicho, más claramente, que los demonios de Moab que una vez triunfaron sobre Israel sufrirían una derrota aplastante al nacer el sujeto de la profecía, y que cuando estos fueran aplastados, los hijos de Set, Edom y Esaú, y las otras naciones (por quienes, creo, se refiere a aquellos que habían sido durante mucho tiempo esclavos del error demoníaco), se convertirían de su superstición al servicio de aquel que fue predicho.

En efecto, se dice en la Escritura que "Edom será una herencia, y Esaú su enemigo". Así dice que aquellos que fueron enemigos de Dios y de Israel se convertirán en la herencia de aquel que fue profetizado. Porque él fue a quien fue dicho por Dios y su Padre: "Pídeme, y te daré las naciones por herencia". Y mientras que ellos entran en la herencia de los santos, lo contrario se profetiza para Israel, porque dice: "Israel ha obrado con fuerza". Y obró con fuerza el peor pecado de todos. Por eso él se despertará por ellos y los expulsará.

¿Y quién es esto sino la palabra de Dios que fue predicha, que también "destruyó al que fue salvado de la ciudad"? Yo creo que esto se refiere figurativamente a Jerusalén, en la que perecieron todos los que fueron salvados, o tal vez a toda la constitución de la nación judía.

No necesito describir con más detalle cómo esto se cumplió, cómo, cuando nuestro Salvador brilló sobre la humanidad, las naciones que antes eran idólatras se convirtieron y llegaron a ser su porción, al mismo tiempo que la nación judía y su ciudad madre sufrieron sufrimientos sin precedentes. Así, concluiré lo que tengo que decir sobre la concordancia de la predicción profética con el cumplimiento del evangelio.

Mas ahora, aprendamos la razón por la que apareció la estrella. Moisés dice que todas las estrellas fueron puestas en el firmamento por Dios "para señales y para estaciones". Pero ésta era una estrella extraña e inusual, no una de las muchas estrellas conocidas, sino que siendo nueva y fresca por su aparición aquí presagiaba una nueva luminaria que debería brillar en todo el universo, el Cristo de Dios, una gran y nueva estrella, cuya semejanza la estrella que apareció a los magos se les mostró simbólicamente. Porque, puesto que en todas las Sagradas Escrituras inspiradas el objetivo principal del significado es dar instrucción mística y divina, preservando al mismo tiempo el significado obvio en su propia esfera de hechos históricos, así también la predicción que tenemos ante nosotros se cumplió correcta y literalmente en el asunto de la estrella que se profetizó que aparecería en el nacimiento de nuestro Salvador.

En el caso de otros hombres notables y famosos, sabemos que han aparecido estrellas extrañas, lo que algunos llaman cometas, meteoros , colas de fuego o fenómenos similares que se ven en relación con grandes acontecimientos inusuales. Pero ¿qué acontecimiento podría ser mayor o más importante para todo el universo que la luz espiritual que llega a todos los hombres a través del advenimiento del Salvador, trayendo a las almas humanas el don de la santidad y el verdadero conocimiento de Dios? Por lo tanto, la estrella anunciadora dio la gran señal, anunciando en símbolo que el Cristo de Dios brillaría como una gran luz nueva en todo el mundo.

La profecía de Moisés predice un hombre así como una estrella, pues dice: "Una estrella surgirá de Jacob, y un hombre surgirá de Israel", nombrando primero la luz celestial, la palabra de Dios, y luego la humanidad. Y él es llamado, como he mostrado en mis libros anteriores, en otros lugares con los diversos nombres de Naciente, Luz y Sol de Justicia. Y aquí, al aplicarle el verbo de naciente, "una estrella surgirá de Jacob", muestra su aspecto más divino, como "dando luz a todo hombre que viene al mundo".

Por otro lado, la profecía muestra la humanidad, por el sufrimiento que viene a él, y predice que él caerá para resucitar de nuevo, en palabras como las que Isaías dice de él: "Habrá una raíz de Jesé, y el que se levantará para gobernar a las naciones; en él esperarán las naciones". Y vemos cuán cierto es que la luz de nuestro Salvador, que surgió de Jacob, es decir, de los judíos, ha brillado sobre todas las naciones excepto sobre Jacob, de donde provino.

Esto se puede encontrar en muchas profecías, que dicen como si se tratara de Cristo mismo: "He aquí que te he puesto por luz de las naciones, por pacto de tu raza". No obstante, es especialmente obvio en las palabras de Balaam, cuando dice: "De su descendencia saldrá un hombre, que gobernará muchas naciones". ¿De quién sino descendencia de Israel, como lo muestra el contexto? Y así nuestro Salvador, la Palabra, como predijo la profecía, gobernando sobre las naciones, derrocó a los poderes nocivos invisibles que las habían gobernado por tanto tiempo, los espíritus del mal y la banda de demonios, llamados aquí figurativamente los príncipes de Moab, Set, Edom y Esaú.

Las palabras "lo señalaré, pero no ahora; lo bendeciré, pero no se acerca", que son oscuras en la Septuaginta, son traducidas con más claridad por Aquila, al decir: "Lo veré, pero no ahora; lo espero, pero no está cerca". Símaco lo dice aún más claramente, cuando traduce: "Lo veo, pero no está cerca".

Balaam hablaría así de cosas que le fueron reveladas, y que se cumplirían mucho tiempo después de sus propios días. Y así, al concluir los dos mil años después de su predicción, se cumplieron en la venida de nuestro Salvador entre los hombres.

II
Sobre la huída de Jesús a Egipto

El profeta Isaías predice que el Señor iría a Egipto (Is 19,1).

Respecto a esto, se dice que los egipcios fueron los primeros en practicar los errores del politeísmo y de los demonios, y que introdujeron la superstición al resto de la humanidad, y que se preocuparon más que otros por las actividades y la intromisión de los demonios. Y la Sagrada Escritura da testimonio de que fueron enemigos del pueblo de Dios desde el principio, pues está escrito que su antiguo rey confesó que no conocía al Señor, cuando dijo: "No conozco al Señor, y no dejaré ir a Israel".

Así pues, porque la Escritura desea mostrar la gran maravilla del poder divino de Cristo, es porqué Isaías predice su ida a Egipto, al predecir que los egipcios experimentarán una conversión extraordinaria, cuando continúa diciendo: "Los egipcios conocerán al Señor, que antes no lo conocían, y orarán al Señor", y así sucesivamente.

En el capítulo anterior, Edom y Esaú son llamados la herencia del sujeto de la profecía, nombres que se usan para los extranjeros en Israel. Aquí se predice que Egipto y su pueblo no reconocerán más a los ídolos, sino al Señor revelado por los profetas judíos. Ahora bien, si no podemos ver esto realmente cumplido ante nuestros ojos, no debemos decir que la venida del Señor a Egipto ha tenido lugar. Pero si más allá de toda necesidad de argumento la verdad se muestra con hechos, y revela claramente a los más inobservantes a los egipcios rescatados de la superstición hereditaria, y seguidores del Dios de los profetas que predijeron que esto tendría lugar, sirviéndole sólo a él, y saludando a toda forma de muerte por su deber hacia él, ¿a qué otra cosa podemos atribuirlo, sino a la venida del Señor a Egipto, como predijo la profecía que tenemos ante nosotros?

Es posible que la profecía, desde otro punto de vista, enseñe de manera figurada y disfrazada acerca del universo terrenal, al que profetiza que el Señor vendrá en una nube ligera, figura de la humanidad que tomó de la Virgen y del Espíritu Santo, y que los ídolos de Egipto que serán sacudidos son los ídolos de todas las naciones, mientras que los egipcios vencidos son todos aquellos que en la antigüedad estaban distraídos por la idolatría.

Esto puede ser así, pero cuando nuestro Señor en forma corporal fue llevado a Egipto, cuando José se levantó obedeciendo al oráculo, tomó a María y al niño y se fue a Egipto, es probable que los demonios malignos que moraban allí en la antigüedad se sintieran muy conmovidos por su poder y fuerza inefables; y sobre todo cuando, a través de su enseñanza, tantos de los habitantes de Egipto rechazaron después los errores de los demonios, e incluso ahora profesan conocer solo al Dios del universo.

Lo que sigue inmediatamente lo interpretaré cuando tenga más tiempo, pues está expresado en sentido figurado y requeriría mucho trabajo.

III
Sobre la estancia de Jesús en Egipto

El oráculo precedente de Isaías predijo el viaje de nuestro Señor Jesucristo a Egipto con sus padres. En el caso presente, presento la profecía de su regreso de Egipto en su orden natural, cuando regresó con sus padres a la tierra de Israel, en las palabras: "Dios lo sacó de Egipto", y lo que sigue (Nm 24,3-9).

En efecto, nuestro Señor y Salvador Jesús, el Cristo de Dios, fue el único de la descendencia de Israel y de la raza judía, que ha gobernado sobre muchas naciones, de modo que es indiscutible que él es el cumplimiento de la profecía que dice, literalmente, "que un hombre vendrá de la raza judía, y gobernará sobre muchas naciones". Si no es así, que quien quiera sugiera algún otro hombre famoso entre los hebreos, que haya gobernado sobre muchas naciones. Pero esto no puede hacerlo, porque tal hombre nunca existió. Pero con respecto a nuestro Salvador, la verdad misma gritará y clamará, aunque no digamos nada, mostrando claramente que su poder divino a través del cuerpo humano que tomó de la descendencia de Israel según la carne ha gobernado, sí, y aun ahora gobernará muchas naciones.

Él era, pues, y no otro, a quien la profecía predijo, en cuyo tiempo el reino de Gog sería exaltado simultáneamente con el crecimiento del poder de Cristo. Se dice que con esta figura los hebreos disfrazaron el Imperio Romano, que creció simultáneamente con la enseñanza de Cristo. El profeta Ezequiel también menciona a Gog, nombrándolo gobernante de Ros, Mosoeh y Tobel, probablemente disfrazando la ciudad de Roma bajo el nombre de Ros, porque imperio y poder se significan en hebreo con esa palabra. Por Mosoeh, Ezequiel quería decir Misia y las naciones adyacentes (que ahora están sujetas a Roma). U por Tobel, Josefo identifica Iberia, diciendo que los iberos tobelianos surgieron de Tobel. En todo caso, Ezequiel dice que Gog, el gobernante de todos ellos, será exaltado en la venida del Cristo profetizado, a quien Dios sacó de Egipto, cuando (como registra Mateo) un rey (Herodes) preparó un complot contra él cuando era un niño, y José, informado por Dios, tomó al niño y a su madre, y luego regresó a la tierra de Israel.

Cristo poseía "la gloria del unicornio", porque en él se complació "habitar toda la plenitud de la deidad", según las palabras del santo apóstol. Y por eso, al considerar al Dios del universo y a su Padre como su cuerno, fue llamado Unicornio también en otras Escrituras. Y él, la Palabra de Dios, derrotó con dardos de mente y espíritu a su enemigo y oponente el diablo, y a todos los poderes invisibles y malignos que lo rodeaban con un poder mayor e invencible, e incluso ahora gobierna sobre muchas naciones cuyos groseros instintos carnales él refina y los hace aptos para hollar el estrecho camino de la vida eterna.

Además, el mismo hombre que vino de Israel y que gobierna muchas naciones, después de haberse acostado, "descansó como un león", dice el profeta, indicando claramente la dispensación que había aceptado, según la cual descansó como una bestia salvaje regia y terrible, porque nadie era capaz de remover su gobierno y su reino, y todos los que bendijeron a Cristo, glorificando la grandeza de su enseñanza con palabras y obras, recibieron a cambio la bendición de Dios, que aumentaba y se multiplicaba cada día, según el mandamiento divino: "Creced, multiplicaos y llenad la tierra", que en ellos se cumple más verdadera y divinamente.

En contraste con ellos, los que desde su conspiración original contra él hasta ahora lo maldicen en sus sinagogas, han atraído la maldición de Dios sobre sus cabezas desde ese día hasta hoy. Por lo que no dejan de contemplar la total desolación y destrucción de su reino y de su antiguo y venerable templo. Y vale la pena comparar con esta profecía la de Jacob a Judá, que ya he demostrado que es más claramente aplicable a nuestro Salvador, y reconocer la concordancia de las dos. Porque así como aquí tenemos: "De su descendencia saldrá un hombre" (es decir, de la de Jacob), así también allí tenemos: "De una estirpe, hijo mío, has ascendido", dicho por Jacob al sujeto de la profecía.

También leemos en esta profecía que "él gobernará muchas naciones", y en la otra tenemos de manera similar que "él será la esperanza de las naciones". Otra vez, ésta dice que "él devorará a las naciones sus enemigas, y con sus dardos herirá a sus enemigos", así como la otra dice que "tus manos estarán sobre las espaldas de tus enemigos".

Respecto al "cachorro del león de Judá" y "te echaste como león, y como cachorro de león, ¿quién te despertará?", éstas son las palabras literales de otros traductores: "Echado se echó como león, y como cachorro de león, ¿quién lo levantará?" He puesto estos pasajes uno al lado del otro, para que la prueba acerca de nuestro Salvador pueda descansar sobre un fundamento más firme, establecido sobre el acuerdo "de la boca de dos testigos".

Por tanto, todo lo que he deducido de la predicción de Jacob se aplicaría a la de Balaam, debido a la semejanza de sus dichos. Y si se estableció entonces mediante una larga demostración que las primeras se cumplieron en nuestro Salvador, se sigue que esto también es cierto respecto de las segundas.

IV
Sobre el regreso de Jesús a Israel

El profeta Oseas profetiza el regreso de nuestro Señor de Egipto (Os 10,14; 11,1), que Aquila traduce como: "De Egipto llamé a mi hijo".

He señalado las palabras exactas, porque Mateo citó la profecía, cuando registró que Jesús fue llevado a Egipto y de allí regresó a la tierra de Israel. Y si alguien se opone a la idea de que nuestro Salvador fuera a Egipto, que sepa que fue por buenas razones. Porque no era apropiado que él impidiera a Herodes su maldad elegida por él mismo, ni que nuestro Salvador, siendo todavía un niño, comenzara a mostrar su poder divino obrando milagros antes de tiempo, lo que habría sido el caso, si hubiera castigado milagrosamente a Herodes por conspirar contra él, y no se hubiera sometido a bajar a Egipto con sus padres.

¿Y por qué? Porque era ciertamente la nota de una mejor dispensación el que esperase hasta el tiempo oportuno para comenzar los milagros de su divinidad, cuya vida entera es conocida por haber sido mansa y paciente, dispuesta a hacer buenas obras y actos de bondadoso servicio, y no a defenderse de quienes no lo escuchaban, incluso cuando "fue llevado como cordero al matadero, y como oveja ante sus trasquiladores enmudeció".

¿Dónde está entonces la improbabilidad de que alguien como él, cuando era niño, cediera ante la maldad de Herodes, a quien conocemos cuando un hombre se rindió y se sometió a los hombres malvados, se escondió y se alejó de la gloria de sus obras milagrosas? Porque solía ordenar a los que había sanado que no se lo contaran a nadie.

Si alguien prefiere aplicar la profecía al pueblo, considerándola como dicha acerca del pueblo de Israel, que considere la secuencia del argumento, que implica que esto tendrá lugar después de lo dicho acerca de Jerusalén misma: "Se levantará destrucción en tu pueblo, y todas tus fortalezas desaparecerán".

Aquellas cosas, que tal y tal rey sufrió en una guerra en la que estuvo involucrado, cuando arrojaron a la madre al suelo sobre sus hijos, "lo mismo haré con vosotros por vuestra maldad", dice Dios en la Escritura. Debe querer decir con vosotros a los que se llaman israelitas, quienes también fueron arrojados con su rey, por el cual implica a Herodes. "Y habéis sufrido todo esto", dice, "porque Israel es un niño, y yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo".

Pero ¿cómo puede alabar y culpar al mismo pueblo al mismo tiempo? El significado real proporciona la explicación. El Cristo es llamado Israel, en otras profecías, como lo es en ésta. Desde entonces, dice, siendo obediente a mí, tomó la forma de un siervo, y se convirtió en mi Hijo amado, cumpliendo toda mi voluntad, por eso lo llamé de regreso como mi verdadero y amado Hijo de Egipto, a donde descendió cuando se hizo hombre (es decir, por Egipto esta esfera terrenal, o posiblemente Egipto mismo). Pero tú, a quien se dirige la profecía, sufrirás ruina y destrucción, junto con tu rey. Tal es la profecía. Y podemos ver que desde el tiempo de nuestro Salvador, por el sitio de Jerusalén, la independencia y el poder nacional de la raza judía que existía hasta entonces fue destruida y completamente desechada.

Esta es la tercera profecía sobre Egipto y su estancia allí. Pero si alguien dice que no se aplica a nuestro Salvador, que no niegue que las palabras citadas por Mateo fueron tomadas por él del testimonio de Moisés, que he expuesto recientemente, al explicar las palabras: "Dios lo sacó de Egipto", y como el propio evangelista nunca dice que el oráculo fue citado de la profecía de Oseas, puede buscarlo y encontrarlo guardado en cualquier lugar, de donde es probable que el evangelista lo haya citado.

V
Sobre la predicación de Juan en el desierto

El profeta Isaías profetiza la llegada de Juan el Bautista (Is 41,3), como algo que también tenía que cumplirse necesariamente en los tiempos de nuestro Salvador.

En efecto, según el evangelista Lucas, en el año quince de Tiberio César, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea y sus condados, la palabra de Dios vino a Juan, el hijo de Zacarías, en el desierto: Y Juan "recorrió toda la región contigua al Jordán, predicando el bautismo de conversión para perdón de pecados". A esto el evangelista añade el testimonio, diciendo: "Como está escrito en los libros de las palabras del profeta Isaías: 'Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor'", y lo que sigue.

¿Qué era, pues, lo que gritaba la voz de Juan en su predicación en el desierto, sino una invitación a las multitudes que acudían para ser bautizadas por él, como reptiles del desierto, semejantes a su "generación de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira venidera?". Y también transformó las almas torcidas en rectas, y los caminos ásperos en lisos, diciéndoles: "Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento". Y esto se cumplió cuando Juan los hubo preparado para contemplar la gloria del Señor, y lo que se llama "la salvación de nuestro Dios", que es el Cristo, como dio testimonio, diciendo: "Yo a la verdad os bautizo con agua, pero viene detrás de mí uno que es más poderoso que yo, cuyo calzado yo no soy digno de llevar: él os bautizará en Espíritu Santo y fuego". El cual también viendo a Jesús venir exclamó: "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es de quien yo decía: Después de mí viene un hombre, el cual era primero que yo".

También Simeón dio testimonio de que el mismo Jesús era "la salvación de Dios", quien lo tomó en sus brazos cuando todavía era un niño y dijo: "Ahora, oh Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra, porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado en presencia de todos los pueblos, luz para iluminación de las naciones".

Con todo esto, el profeta Isaías está de acuerdo, cuando dice: "Toda carne verá la salvación de Dios", porque "toda carne" significa "todas las naciones". No necesito decir que esto se cumplió, y que todas las naciones conocieron al Cristo de Dios, sino que tal fue el cumplimiento literal de la profecía.

Pero ¿por qué salió Juan a predicar en el desierto, y no en las ciudades, o en la misma Jerusalén? Podría responderse que lo hizo en cumplimiento de la profecía.

Un interrogador crítico preguntará de inmediato qué quiso enseñar esta profecía cuando habló del desierto y de las cosas que tenían que ver con él. Yo le respondería que es un símbolo de la destrucción de Jerusalén, y del altar allí, y del culto mosaico, porque el perdón de los pecados ya no se les extendía por los sacrificios legales, sino por la limpieza y el lavamiento entregados a aquella que antes estaba sedienta y abandonada. Me refiero a la Iglesia gentil, en la cual también la voz profética manda preparar el camino del Señor, prediciendo que las almas que están profundamente sumidas en el pecado como en un valle serán levantadas, y que las antiguas alturas de Jerusalén, y de sus gobernantes y reyes, llamadas "montañas y colinas", serán abatidas, lo cual habiéndose completado, dice: "Verá toda carne la salvación de Dios" (es decir, cada alma unida a un cuerpo, tanto griego como bárbaro, de cada nación sin excepción), y esto se ve que se ha cumplido según la profecía.

Ahora bien, permíteme preguntarme qué fue lo que en Juan llenó de temor a la multitud, de modo que se maravillaron de él y confiaron en su bautismo de arrepentimiento, y todos, de todas partes, dejaron sus hogares y fluyeron en una sola corriente hacia el desierto, teniendo en cuenta el hecho de que los registros no dan cuenta de nada de lo que él hizo; pues no se nos dice que resucitó a los muertos ni que hizo otros milagros.

¿Qué fue, entonces, lo que impresionó a la multitud? Seguramente fue su forma de vida, tan extraña y diferente a la del pueblo; pues salió del desierto vestido con una vestimenta extraña, rehusando todo trato social humano, no entró en aldeas ni ciudades ni en los lugares habitados por los hombres, ni siquiera compartió su comida común; pues está escrito que desde su niñez estuvo en los desiertos, hasta el día de su manifestación a Israel; sí, y su vestimenta estaba hecha de pelo de camello, y su alimento, langostas y miel silvestre.

¿Cómo, pues, no se habrían alarmado cuando vieron a un hombre, con el pelo de un nazareo de Dios y un rostro divino, aparecer de repente del desierto solitario, vestido con una extraña vestimenta, y después de predicarles, regresar al desierto, sin comer ni beber ni mezclarse con la gente? ¿No habrían sospechado que era algo más que un hombre? ¿Cómo podría un hombre no necesitar alimento? Por eso entendieron que era un ángel, el mismo ángel predicho por el profeta, en las palabras: "Yo envío mi ángel delante de tu rostro, el cual preparará tu camino delante de ti", en un pasaje que también cita el evangelista Marcos.

El propio Salvador también da testimonio de Juan, con las palabras: "Juan vino sin comer ni beber, y decís: Tiene un demonio". En efecto, era tan natural que los incrédulos, con mentes endurecidas y cerradas a la verdad, blasfemaran contra Juan por su modo de vivir, como que quienes estaban de acuerdo con su noble carácter lo consideraran un ángel. Por eso, entiendo que tales son las razones por las que Juan fue un asombro para quienes lo vieron, y por eso se apresuraron de todas partes a la purificación del alma, de la que él predicaba.

Josefo también registra la historia de Juan en el libro XVIII de las Antigüedades Judías, escribiendo lo siguiente: "Algunos judíos pensaban que la destrucción del ejército de Herodes venía de Dios, y que con toda justicia era un castigo por lo que había hecho contra Juan, llamado el Bautista; porque Herodes lo mató, siendo un hombre bueno, y mandó a los judíos que practicaran la justicia unos con otros y la piedad hacia Dios, y que acudieran al bautismo, porque así el lavamiento sería aceptable para él".

VI
Sobre el desierto y el río Jordán, donde Juan bautizaba

Hay otra profecía de Isaías (Is 35,3-6) que también se cumplió claramente, por las obras milagrosas de nuestro Salvador después de la predicación de Juan. Observemos, pues, cómo él lleva la buena nueva al desierto. Y no al desierto en general, ni a ningún otro desierto, sino a un desierto en particular a orillas del Jordán. Esto se debió a que Juan vivía allí y bautizaba allí, como dice la Escritura: "Juan estaba en el desierto bautizando; y salía a él toda la tierra de Judea, y todos los de Jerusalén; y eran bautizados por él en el Jordán".

Creo que el término desierto también es en este caso un símbolo de lo que antiguamente estaba desprovisto de todas las cosas buenas de Dios (la Iglesia de los gentiles), y el río que está junto al desierto y que limpia a todos los que se bañan en él es figura de algún poder espiritual purificador, del cual hablan las Escrituras ("los movimientos del río alegran la ciudad de Dios"). Esto significa la corriente siempre fluyente del Espíritu Santo, que brota desde arriba y riega la ciudad de Dios y la vida según Dios. Este río de Dios, entonces, ha llegado incluso hasta el desierto (es decir, la Iglesia gentil), y aún ahora la abastece con el agua viva que lleva.

Además, se dice en esta profecía de Isaías que "la gloria del Líbano y el honor del Carmelo" serán dados a este desierto. ¿Y qué es la gloria del Líbano, sino el culto realizado mediante los sacrificios de la ley mosaica, que Dios rechazó en la profecía que dice: "¿Por qué me traéis el Líbano desde Saba? ¿Y de qué me sirve la multitud de vuestros sacrificios?".

Traslada así Isaías la gloria de Jerusalén al desierto del Jordán, ya que, desde los tiempos de Juan, el ritual de la santidad comenzó a realizarse no en Jerusalén, sino en el desierto. De la misma manera, también el honor de la ley y de sus ordenanzas más externas, fue trasladado al desierto del Jordán por la misma razón, a saber, que los que necesitaban la curación de sus almas ya no se apresuraban a Jerusalén, sino a lo que se llamaba el desierto, porque allí se predicaba el perdón de los pecados. Y creo que la presencia de nuestro Salvador en el bautismo se refiere a: "Mi pueblo verá la gloria del Señor y la majestad de Dios". Porque entonces fue cuando se vio la gloria de nuestro Salvador, cuando, "habiendo sido bautizado, subió del agua; y los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y permanecía sobre él".

Cuando se oyó también una voz del cielo que decía "éste es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia", todo aquel que se acerque debidamente al sacramento del bautismo y acepte la enseñanza de la divinidad de Cristo verá su gloria y dirá con Pablo: "Aunque nosotros hemos conocido a Cristo según la carne, ahora no lo conocemos".

VII
Sobre las tentaciones de Jesús en el desierto

Dice el Salmo 100 que nuestro Señor y Salvador Jesucristo, en cuanto hombre, "habita bajo el socorro del Altísimo, y descansa bajo el amparo de su Dios y Padre" (Sal 100, 1-13).

En efecto, sabemos que, al hacer de su Padre su único refugio en el tiempo de su tentación por el diablo, se salvó de las redes de los poderes opuestos a él, llamados aquí cazadores, cuando, como un ser humano común, fue llevado al desierto para ser tentado por el diablo, y estuvo en el desierto cuarenta días y cuarenta noches tentado por Satanás, y estuvo, como nos dice el evangelista, "con las fieras". Estas eran las mismas que menciona este salmo, cuando le dice a aquel que habita bajo la protección del Altísimo: "Sobre el áspid y el basilisco andarás, y pisotearás al león y al dragón". Y no sólo dice que será salvo de ellos, sino también de "la palabra perturbadora". ¿Qué puede significar esto, sino las palabras que según el santo evangelio fueron dirigidas contra él por el tentador?

Vale la pena que consideremos por qué nuestro Salvador, siendo lo que era, tuvo que sufrir la tentación: porque él vino a expulsar del hombre toda enfermedad y dolencia, y los espíritus que lo estorbaban, y los demonios impuros que habían gobernado a todos los hombres en la tierra desde tiempo inmemorial por medio de la superstición politeísta.

No obstante, no los atacó Jesús en secreto (como quien se esconde), sino que marchó contra sus líderes que lo rodeaban y antes eran invisibles, en la humanidad que había asumido, cargó en medio del diablo y su ejército de demonios, pisó áspides y basiliscos, pisoteó leones y dragones, y destruyó a los miles y decenas de miles de enemigos que habían gobernado durante tanto tiempo, algunos luchando a su derecha, otros a su izquierda, gobernantes y poderes, y también a los que se llaman "gobernantes mundiales de esta oscuridad", y poderes espirituales del mal.

Demostró así que eran completamente impotentes y, finalmente, ahuyentó de él con la palabra de su boca al mismo diablo, su instigador del mal. Pasó y pisoteó todo poder que se le oponía, se ofreció como blanco a quienes querían atacarlo y tentarlo, y como nadie pudo resistirlo, obtuvo la salvación para la humanidad. Por lo que, cuando los demonios lo vieron, lo reconocieron por la mencionada estancia en el desierto y le dijeron: "¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús, Hijo de Dios?". Que esto baste sobre este asunto.

Lo que sigue en el Salmo 100 es una dirección a Cristo, comenzando en: "Con sus hombros te cubrirá con su sombra, y debajo de sus alas pondrás tu esperanza, y su verdad te rodeará con un escudo".

Y como la tentación duró cuarenta días y otras tantas noches, de los que le atacaron de noche se dice: "No temerás el terror de la noche"; y de los que le combatieron de día: "De la flecha que vuela de día". Y también del enemigo de la noche: "De la cosa que anda en tinieblas", y de los del día: "Del ataque y del demonio del mediodía".

En la tentación, los poderes malignos le rodearon, unos por su lado derecho y otros por su lado izquierdo. Y como el lado derecho el más fuerte, por eso se dice: "Caerán a tu lado mil y diez mil a tu diestra, pero no se acercarán a ti".

"A tu lado" se usa en lugar de "a tu izquierda", tal vez para no pronunciar la palabra izquierda, porque no se encontró en él nada de mal agüero o zurdo. Y puesto que se dice que una miríada y mil caen a su lado y a su diestra, la siguiente frase viene naturalmente: "Sí, con tus ojos mirarás y verás la recompensa de los pecadores". Y esto sucederá, dice, "acerca de ti, el Cristo de Dios", porque "tú mismo, Señor, que eres mi esperanza, has hecho del Altísimo tu refugio". Aquí, también, observarás cómo el profeta, al decir al Señor mismo: "Tú, Señor, eres mi esperanza, has hecho del Altísimo tu refugio", distinguiendo cuidadosamente entre aquel que es Señor en un sentido especial, y su Padre y Dios altísimo.

Por eso, porque Cristo ha hecho de su Padre y Dios altísimo, su refugio, por eso se le dice: "No te sobrevendrá mal alguno, ni azote tocará tu morada; porque a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos; en las manos te llevarán, para que no tropieces con tu pie en piedra".

Nótese cómo en "tú, Señor, eres mi esperanza" y "has puesto al Altísimo por tu refugio", el equivalente para Señor en hebreo es el tetragrama, que los hijos de los hebreos dicen que no debe ser pronunciado y reservado solo para Dios. No obstante, he mostrado previamente que también se usa para la deidad de la Palabra en muchos lugares de la Escritura, como en este salmo que dice, como hablando a la persona del Señor mismo, "porque tú, Señor, eres mi esperanza, has puesto al Altísimo por tu refugio", tanto como para decir: "Tú mismo, oh Señor, que eres la esperanza de mí, que pronuncio esta profecía, conoces a uno mayor que tú, al Dios altísimo, y lo has puesto por tu refugio".

Así, en la apertura del Salmo 100 se dijo de él: "Quien habita bajo la protección del Altísimo, morará bajo la sombra del Todopoderoso. Dirá al Señor: Tú eres mi ayudador y mi refugio, mi Dios, mi socorro, y en él confiaré", y: "Desde entonces tú, oh Señor, has puesto al Altísimo por tu refugio". Y por eso el salmista dice: "Él te salvará de las trampas de los cazadores y de la palabra que te inquieta, y te cubrirá con su sombra con sus hombros. Por eso, teniendo tal socorro paternal del Altísimo, no temerás el terror nocturno ni ninguno de los males que se mencionan antes o se añaden después. Porque tú, oh Señor, has hecho del Altísimo tu refugio, por eso el mal no te atacará, ni ningún azote se acercará a tu morada".

En los evangelios se encuentran las actividades de los demonios, también llamados azotes, de los cuales, según el salmista, no se atreven a acercarse a la morada de Cristo, es decir, a su cuerpo. ¿Cómo podrían hacerlo, si él podía expulsarlos de los hombres con una simple palabra? David también hizo una vez un juramento al Señor acerca de esta morada y oró al Dios de Jacob, diciendo: "No subiré a mi lecho, no permitiré que mis ojos duerman, ni que mis párpados se adormezcan, ni que las sienes de mi cabeza descansen, hasta que halle lugar para Jehová, morada para el Dios de Jacob". Y fue a causa de este tabernáculo que se dijo: "No temerás terror alguno de noche, y él te librará de las trampas de los cazadores y de la palabra que te inquieta; y no te sobrevendrá mal alguno, ni azote se acercará a tu morada", y otras cosas que lo consideran más desde el lado de su humanidad, como: "Él mandará a sus ángeles acerca de ti, y en sus manos te llevarán, para que no tropieces con tu pie en piedra".

Tales palabras no se aplicarían a Dios, sino sólo al tabernáculo, que él asumió por nosotros, cuando el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. Aquí creo que será bueno citar las palabras de los otros traductores, para poner lo que he dicho sobre un fundamento exacto. De ellos, Aquila dijo: "Tú, Señor, mi esperanza, has puesto tu morada muy alta. Los males no te afectarán, ni ningún toque se acercará a tu refugio: porque dio orden a sus ángeles que te guardaran en todos tus caminos", y Símaco tradujo: "Tú, Señor, eres mi seguridad; has puesto tu morada en un lugar muy alto. El mal no tendrá poder sobre ti, ni tocará tu morada. Porque dio órdenes a sus ángeles acerca de ti, para que te guarden en todos tus caminos".

El Señor, entonces, se dirige aquí a alguien mayor que él, quien "ha ordenado a sus ángeles que te guarden en todos tus caminos. En sus manos te llevarán, para que no tropieces con tu pie en piedra".

El diablo usó estas palabras en su tentación de nuestro Salvador, cuando lo llevó a la ciudad santa, lo puso sobre el ala del templo y le dijo: "Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y en sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra". A lo cual el Señor respondió: "Escrito está: No tentarás al Señor tu Dios".

Más tarde, aunque el evangelista dice que, durante la tentación, Jesús estaba con las bestias salvajes, no se nos dice cuáles eran dichas bestias. No obstante, la profecía del salmo nos dice más claramente de una manera disfrazada las clases de bestias, a saber: "Pisarás el áspid y el basilisco, y hollarás al león y al dragón". Así, se dice que pisoteará a las más reales de las bestias salvajes del espíritu, el león y el dragón, así como al áspid y al basilisco (es decir, al mismo diablo y a los poderes malignos gobernantes que lo siguen).

Jesús concede a sus discípulos y apóstoles que poseen una bondad como la suya propia, el poder de caminar sobre serpientes y escorpiones, no permitiéndoles ser tentados más allá de lo que pueden; porque a él solo le correspondía destruir los poderes más malignos, y al principal de todos ellos, el príncipe de este mundo, por su poder divino.

VIII
Sobre la Galilea de los gentiles, donde Jesús predicó

Hay otra profecía de Isaías que profetiza que la salvación vendría de la Galilea de los gentiles (Is 9,1-6), algo que fue cumplido exactamente por nuestro Señor Jesucristo.

En concreto, la profecía prometía que habría una gran luz en Galilea, o en la tierra de Zabulón y Neftalí, que son lo mismo que Galilea. Ahora bien, ¿por qué pasó Jesús la mayor parte de su vida en Galilea de los gentiles? Seguramente para dar comienzo al llamamiento de los gentiles, pues llamó a sus discípulos desde allí. Por eso, poco después, en el mismo evangelio, encontraréis que Mateo fue llamado desde Galilea (en otro evangelio, bajo el nombre de Leví). Felipe, según Juan, también vino de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro, que estaba en Galilea. Las bodas de Caná también son relatadas en el mismo evangelio, cuando el Señor transformó milagrosamente el agua en vino y "allí comenzó a hacer señales, cuando manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él".

Respecto a este primer milagro de nuestro Salvador, que tuvo lugar en Caná de Galilea, de la transformación del agua en vino, no está predicho en el comienzo de esta profecía, donde dice: "Bebed primero de esto. Actúad pronto, tierra de Zabulón y Neftalí, Galilea de los gentiles". Si este milagro fue una señal del vino místico, ese vino de la fe de la nueva alianza que se transforma de alegría corporal en alegría de mente y espíritu, considerad si esto también no fue sugerido en lo que sigue acerca de Galilea, en la profecía de que los habitantes de Zabulón y Neftalí serían los primeros en venir a la presencia de Cristo, para participar del trago de la predicación del evangelio.

Dice también la profecía de Isaías que la fuente de su alegría será el "resplandor de una gran luz", para los que antes de su venida estaban "sumidos en la oscuridad y la sombra de la muerte". Pero cuando la luz de la salvación haya brotado, se alegrarán como se alegran los hombres en la siega y como quienes reparten el botín. Esto se cumplió realmente cuando nuestro Señor y Salvador, llamando a sus apóstoles de Galilea, les mostró sus milagros y su enseñanza.

La profecía de Isaías dice también que se alegrarán ante él, "como se alegran los hombres en la siega". ¿En qué siega, pregunto, sino en aquella de la que habló en su enseñanza: "Alzad los ojos y mirad las tierras, que ya están blancas para la siega"? Con esto se refería a la reunión de los gentiles, de los cuales también se dice: "Se alegrarán como quienes reparten el botín". Por tanto, los discípulos y evangelistas de nuestro Salvador, al dividirse entre ellos las tierras de las naciones y toda la tierra bajo el cielo, despojaron a los innumerables príncipes de este mundo, que antes eran gobernantes de las naciones. 

También debemos reconocer que Jesús dice que habrá otra razón para su alegría, a saber: su alivio del yugo externo de la ley, que antiguamente fue impuesto sobre ellos, y que ni ellos ni sus padres fueron capaces de soportar. Y no sólo este yugo fue quitado de ellos, sino también la vara de los cobradores que antes oprimía su cuello. Él muestra quiénes son los cobradores en otro pasaje, donde dice: "Pueblo mío, vuestros cobradores toman vuestro trigo, y los cobradores gobiernan sobre vosotros".

En definitiva, los hombres de Zabulón y Neftalí se regocijarán al haber visto la gran luz por estas razones, y a los que les exigieron en el pasado se les exigirá que paguen hasta el último céntimo, y al pagar cada prenda y vestimenta serán quemados en el fuego en el día de la retribución. Y todo esto, dice, sufrirán, porque "nos ha nacido un niño, nos ha sido dado un hijo, el ángel del gran consejo"

 ¿A quiénes se refiere con nosotros, sino a nosotros que hemos creído en él, y a toda Galilea de los gentiles, sobre quienes ha brotado la gran luz? ¿Y qué es esta luz sino el niño que ha nacido, y el Hijo que nos ha sido dado por Dios, que es llamado el ángel del gran consejo, y el príncipe de la paz, el potentado, el Dios fuerte, y el Padre del mundo venidero? Pero ya he mostrado en su lugar correcto que estas palabras sólo pueden referirse a nuestro Señor y Salvador.

IX
Sobre la llamada de Jesús a los apóstoles

Hay un salmo (Sal 17,24-27) que alude a los gobernantes de Neftalí.

Creo que aquí sólo los apóstoles pueden ser considerados como los gobernantes de Neftalí. Porque por eso nuestro Señor y Salvador los llamó según la cita de Mateo. La Escritura está profetizando la venida de la palabra de Dios a los hombres y su estancia encarnada aquí, cuando dice: "Tus pasos, oh Dios, han sido vistos", y lo que sigue.

Los profetas de la antigüedad fueron los heraldos de la epifanía de Jesús, y llegaron ante él con proclamación y cánticos, con música de salterio y coro y toda clase de instrumentos espirituales, en medio de doncellas que tocaban panderos. Porque los profetas inspirados, yendo por todos lados en medio de las sinagogas judías, anunciaron la venida de Cristo, y por el Espíritu Santo se dirigieron a los apóstoles de nuestro Salvador diciendo: "Alaben al Señor Dios en las congregaciones desde las fuentes de Israel".

Las "fuentes de Israel" deben ser las palabras entregadas a Israel, que fue el primero que "confió en los oráculos de Dios". Y de esta fuente fue de donde bebieron las iglesias de Cristo. La expresión "doncellas que tocan panderos" sugiere a las almas que vivían en la antigüedad según la ley más externa de Moisés, y por eso se las llama doncellas (por su juventud y mentes imperfectamente desarrolladas) con "tablantes de panderos" (debido a su devoción al culto externo).

X
Sobre la predicación de Jesús en la sinagoga judía

Hay una profecía de Isaías (Is 61,1) que nuestro Señor mismo afirma que se cumplió en sí mismo, cuando llegó a Nazaret, donde se crió.

En efecto, según nos dice el evangelista Jesús "entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, el día de reposo, y se levantó a leer. Y le fue dado el libro del profeta Isaías. Habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres. Él me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos y predicar el año agradable del Señor. Enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó. Y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Tras lo cual, Jesús comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros".

En este pasaje se muestra claramente que nuestro Señor y Salvador fue ungido con otra y mejor unción que los sacerdotes de la antigüedad, quienes eran ungidos externamente, no con aceite fabricado ni por hombres, como aquellos otros, sino con el Espíritu divino de su Dios y Padre, por lo cual, como participante de su deidad no engendrada, es llamado Dios y Señor por las Sagradas Escrituras.

En armonía con la profecía de Isaías, Jesús es presentado por Mateo predicando el evangelio a los pobres, cuando "viendo las multitudes, subió al monte; y sentándose, se acercaron a él sus discípulos; y abriendo su boca les enseñaba, diciendo: Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos".

Se registra que Jesús dio la vista a muchos que estaban ciegos, no sólo iluminando a los que estaban privados de la visión corporal, sino también haciendo que los que antes estaban ciegos de alma recibieran la visión espiritual y el conocimiento de Dios. Además, Jesús predicó la libertad y la liberación de sus ataduras a los prisioneros atados y constreñidos por los poderes demoníacos invisibles, y obstaculizados por las cadenas del pecado, si ellos también creían en su predicación y corrían hacia él como su Rescatador y Salvador, y confiaban en sus promesas.

El resto de este oráculo lo expondré en su lugar en la sección concerniente a las promesas.

XI
Sobre la legislación evangélica de Jesús

La legislación hebrea fue dada completamente por Moisés, según recoge el libro del Deuteronomio (Dt 18, 15-19).

A este respecto, ss preciso señalar que entre los hebreos no ha surgido ningún profeta como Moisés, que fuera legislador y maestro de la religión para los hombres, excepto nuestro Salvador, el Cristo de Dios. De hecho, al final del Deuteronomio se dice: "No ha surgido en Israel un profeta como Moisés", y eso que muchos profetas le sucedieron, aunque ninguno fue como él.

La afirmación de Dios en el Deuteronomio reconoce todo el futuro, y alude a que sólo uno, y no muchos, surgiría y sería como él. E implica que será legislador y maestro de la religión para los hombres, como nadie ha demostrado ser, excepto nuestro Señor y Salvador Jesucristo, siendo legislador y profeta del Dios del universo, su Padre, al mismo tiempo.

Moisés no era más que el jefe de una nación, y su legislación sólo se aplicaba a esa única nación, mientras que el Cristo de Dios, habiendo recibido de su Padre la promesa: "Pídeme, y te daré por herencia las naciones", establecida por su Padre, el dador de la nueva ley de santidad, no sólo para los judíos, sino para todo el género humano, al proponer a todas las naciones una legislación que pudieran obedecer y que les conviniera.

Así, con un poder divino más grande que el de Moisés, Jesús estableció para todo el mundo sus santas leyes por medio de sus evangelistas, legislando con una autoridad más que humana, diciendo: "Habéis oído que se dijo a los antiguos: No matarás. Pero yo os digo que no os enojéis sin causa", y lo que sigue a esta palabra, tal como se conserva en su enseñanza escrita, respecto de la cual el evangelista dice: "Se admiraban de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas".

Como ya he tratado de la manera de enseñar y legislar nuestro Salvador al principio de esta obra, cuando expliqué lo que es el cristianismo, ahora remitiré a mis lectores a esa exposición. Pero es digno de notar por qué el Señor promete que surgirá un profeta. Porque cuando Jesús había ordenado a Moisés que santificara a todo el pueblo durante tres días, para que pudieran ver y oír su divina aparición, y eran demasiado débiles para el favor de Dios, por lo que cuando estaban al principio de la visión se negaron y dijeron a Moisés: "Háblanos tú, y que no nos hable Dios, para que no muramos", y el Señor, como era debido, se agradó de su advertencia y dijo: "Han dicho correctamente todo lo que han dicho. Les suscitaré un profeta de en medio de sus hermanos, como tú".

Entonces fue cuando él dio la razón de su propia venida futura a los hombres, como un profeta. Fue la debilidad del hombre y su rechazo a la visión mayor de lo mayor. También veis la razón por la que el profeta que había sido predicho se encarnaría. Por eso era natural que los judíos, que lo esperaban, preguntaran a Juan el Bautista y dijeran: "¿Eres tú el profeta?". Y él dijo: "No". Y Juan dijo la verdad, no negó que fuera profeta, porque lo era, pero negó que fuera el profeta al que se refería Moisés, porque enseñaba que él había sido enviado antes que ese profeta.

Y puesto que la Palabra predijo que se levantaría para ellos el profeta de la circuncisión, nuestro Señor y Salvador, siendo él mismo el predicho, dijo con razón: "No he venido sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel", y: "Mandó a sus apóstoles, diciendo: Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis, sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel".

Mostrando claramente que Jesús fue enviado principalmente a ellos como lo requería la profecía. Pero cuando no recibieron su gracia, él los reprende en otra parte, diciendo: "Porque vine, y no había nadie; llamé, y no hubo nadie que me escuchara". Y les dice: "El reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a una nación que produzca los frutos de él".

Por tanto, Jesús ordena a sus propios discípulos su legislación, cuando dice: "Id y haced discípulos a todas las naciones, en mi nombre". Así, pues, nosotros que somos los gentiles conocemos y recibimos al profeta que fue predicho, y enviado por su Padre, como legislador para todos los hombres de la religión del Dios del universo, a través de su enseñanza salvadora del evangelio, cumpliéndose al mismo tiempo aquella otra predicción que dice: "Pon, Señor, un legislador sobre ellos, que los gentiles sepan que son hombres", mientras que la nación judía, al no recibir a Aquel que fue predicho, ha pagado la pena correspondiente según la predicción divina que dijo: "Y el hombre que no escuche todas las cosas que el profeta hable en mi nombre, yo exigiré venganza de él".

Seguramente Dios ha vengado en ese pueblo toda la sangre derramada sobre la tierra, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, para coronar a todo el Cristo mismo, cuya sangre ellos invocaron no sólo sobre sí mismos sino sobre sus hijos, e incluso ahora pagan la pena de su pecado de presunción.

XII
Sobre Jesús caminando sobre el mar

Hay unas palabras del profeta Job (Job 9,7) que sólo pueden aplicarse a nuestro Señor como el Creador del universo, porque él es el único del que se ha dicho que caminó sobre el mar. Esto fue lo que Job dijo: "¿Has llegado hasta las fuentes del mar, y has andado por los senderos del abismo? ¿Te abrieron con temor las puertas de la muerte, y temieron los porteros del hades cuando te vieron?".

En efecto, nos dice el evangelista que Jesús "obligó a sus discípulos a entrar en una barca e ir delante de él a la otra orilla, entre tanto que él despedía a la multitud". Después de despedir a la multitud, Jesús subió al monte para orar aparte; y se le hizo de noche. Mientras tanto, la barca de los discípulos ya estaba en medio del mar, y Jesús fue hacia ellos. Nos dice el evangelista que "los discípulos, al verlo andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Es un fantasma! Y dieron voces de miedo". Mas cuando Jesús llegó a ellos, les habló diciendo: ¡Tened ánimo! Soy yo, no temáis".

Ahora bien, no parecería estar de acuerdo con la teología ortodoxa entender que el oráculo se refiere a Dios altísimo y Padre del universo, pues ¿qué reverencia o propiedad hay en hablar del Dios del universo caminando sobre el mar? ¿Y cómo podría pensarse que camina sobre el mar aquel que incluye todas las cosas, y llena el cielo y la tierra, y dice: "El cielo es mi trono y la tierra el estrado de mis pies"?, y: "Yo lleno el cielo y la tierra, dice el Señor"?

Nuestro Señor y Salvador "se despojó de sí mismo y tomó la forma de un siervo, y estando en la condición de un hombre", ofreciendo a sus discípulos una prueba de su poder divino que eludió a la multitud, es descrito como habiendo caminado sobre las olas del mar, y habiendo reprendido a la tormenta y a los vientos, cuando los que lo vieron se asombraron y dijeron: "¿Qué clase de hombre es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?".

Con todo, esto último era un símbolo de algo mayor, ese otro mar espiritual del que hablaba Job, en el que se dice que un dragón fue hecho para ser burlado por los ángeles de Dios, sobre el cual también nuestro Señor y Salvador caminó y se dice que aplastó la cabeza del dragón en él y de los otros dragones sujetos, según las palabras "has magullado las cabezas de los dragones en el agua", y "has magullado las cabezas del dragón".

Claramente, estamos hablando de ese otro mar espiritual, del cual se dice en los salmos: "Entré en las profundidades del mar". Así, cuando Jesús caminó sobre el mar en nuestra vida humana y reprendió a los vientos y a las olas, realizó un simbolismo natural de algo inefable.

XIII
Sobre los milagros realizados por Jesús

Hay una profecía de Isaías (Is 35,3) que dice que "se levantarán las manos caídas y las rodillas paralizadas", lo cual se cumple en los evangelios. En parte cuando trajeron a nuestro Señor y Salvador un paralítico que estaba postrado en una cama (a quien sanó con una palabra), y en parte cuando muchos enfermos y poseídos por demonios fueron liberados de sus sufrimientos (por el poder salvador de Jesús).

No debemos olvidar que incluso ahora, en todo el mundo, multitudes atadas por toda forma de maldad, llenas de ignorancia de Dios todopoderoso en sus almas, son sanadas y curadas milagrosamente y más allá de todo argumento por la medicina de su enseñanza. Excepto que ahora lo llamamos Dios como debemos, como aquel que puede obrar así, como ya lo he demostrado en la evidencia de su divinidad. Sí, ciertamente es justo ahora reconocerlo como Dios, ya que ha dado prueba de poder divino y verdaderamente inspirado.

Y esto porque fue obra específica de Dios dar fuerza a los paralíticos, dar vida a los muertos, proveer salud a los enfermos, abrir los ojos a los ciegos, restaurar a los cojos y hacer que los que tenían la lengua trabada hablen claramente, todas estas cosas fueron hechas por nuestro Salvador Jesucristo, porque él era Dios, y han sido testificadas por muchos en todo el mundo que lo predican, cuya evidencia sincera y veraz es confirmada por pruebas de tortura y por persistencia incluso hasta la muerte, que han mostrado ante reyes y gobernantes y todas las naciones, dando testimonio de la verdad de lo que predican.

En efecto, cuando se cansaron de sus manos y de sus fuerzas, de sus pies y de su andar por el largo circuito de la observancia mosaica, Jesús los despertó a la vida del evangelio y les dijo: "Esforzaos, manos caídas y rodillas endebles", para prepararlos (es decir, para la carrera del evangelio). Y "sed fuertes" para animar a otros y para instarlos a aferrarse a la salvación del evangelio, vosotros que "antes erais humildes de espíritu", y no dejéis que ningún temor os invada ante los que se oponen a la predicación del evangelio, sino "sed fuertes y valientes" contra ellos. Y es que Jesús es Dios, y la palabra de Dios. Y no uno como Moisés o los profetas, o como un simple hacedor de los milagros, sino también la causa de vuestra propia fuerza.

La confirmación más fuerte del poder divino del Salvador aquí predicho, por el cual él realmente solía curar a los cojos, los ciegos, los leprosos y los paralíticos con una palabra según lo que está escrito acerca de él, es el poder que incluso ahora está energizándose a través del mundo entero desde su deidad, por el cual se muestra a aquellos que pueden ver lo que él fue mientras estuvo en la tierra, ya que después de tantos años su proclamación de la palabra de Dios se ve que permanece invencible y verdadera, venciendo a todos los que han intentado desde el principio hasta ahora resistirse a su enseñanza; atrae a sí a grandes multitudes de todo el mundo, y libera a los que vienen a él de toda clase de males, enfermedades y problemas del espíritu; llama a su santa escuela a todas las razas, griegas y bárbaras; él conduce a innumerables ejércitos al conocimiento del único Dios verdadero y a una vida sana y pura, como corresponde a quienes prometen adorar a Dios todopoderoso.

De ahí que la palabra de Dios diga: "Él vendrá y nos salvará". Porque, según el salmo que dice "dale, oh Dios, tu juicio al Rey", y según la enseñanza evangélica que dice que "el Padre no juzga a nadie, sino que ha confiado todo el juicio al Hijo", habiendo recibido del Padre la autoridad para juzgar, juzgando con justicia, Jesús paga con justicia al pueblo judío el castigo justo por su presuntuosa conducta con él y con sus profetas, y siempre salva con justicia también a los que acuden a él, cuyos oídos y ojos espirituales ha abierto.

Por eso la palabra divina llama al tiempo de su aparición el tiempo de la retribución, diciendo en otro lugar: "Invocad el año agradable del Señor y el día de la retribución". Éste fue el tiempo de retribución en el que toda la sangre derramada, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, sí, hasta la preciosa sangre de Jesús, fue requerida de la generación de aquellos que habían pecado contra él, de modo que desde ese momento sufrieron una destrucción total y su asedio final. Y el juicio declarado contra ellos produjo esta retribución; por lo que la profecía dice: "He aquí que nuestro Dios exige juicio y dará su merecido". Y el juicio sobre aquellos que serán salvados por él se predice a continuación en las palabras: "Él vendrá y nos salvará; entonces los ojos de los ciegos serán abiertos y los oídos de los sordos oirán", y lo que sigue.

Otra profecía también promete que el Cristo traerá este juicio salvador, diciendo: "He aquí a mi Hijo, yo lo socorreré, mi escogido, mi Espíritu lo ha aceptado, él llevará juicio a las naciones", por lo cual también se dice acerca de la Palabra del nuevo pacto: "De Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Señor; y él juzgará en medio de las naciones".

No hay duda de que Jesús llama a quienes se vuelven a él con justicia divina y consejos inefables. Además, como enseñándonos el juicio divino y enseñándonos a actuar siempre como si estuviéramos bajo juicio, se dice que él "juzga a las naciones".

XIV
Sobre las señales y prodigios de Jesús

Hay otra profecía de Isaías (Is 8,16-20) que dice que el Señor de los ejércitos, que habita en el monte Sión, hará señales y prodigios en la casa de Jacob. También dice que ellos se manifestarán si son sellados con el sello de Cristo en sus frentes, y que él no se les enseñará más a aprender la ley de Moisés, puesto que ya no existe, y puesto que la que se llama la casa de Jacob está abandonada por Dios.

Es lo que se expresa de forma oscura en la Septuaginta: "Entonces se manifestarán los que sellan la ley, para no aprenderla. Y él dirá: Espero a Dios, que aparta su rostro de la casa de Jacob, y en él confiaré". Por su parte, Símaco lo traduce más claramente así: "Ata el testimonio, sella la ley en mis ordenanzas. Y yo esperaré al Señor, que esconde su rostro de la casa de Jacob, y en él esperaré". Y Aquila lo traduce de esta manera: "Ata el testigo, sella la ley en mis enseñanzas. Y yo esperaré a Dios, que esconde su rostro de la casa de Jacob, y en él esperaré".

Pues bien, esto es lo que sucedió con nuestro Señor, y lo que éste enseño a hacer a sus apóstoles, respecto a lo que había dicho Isaías: "Yo y los hijos que Dios me ha dado, harán señales y prodigios en Israel, de parte del Señor de los ejércitos, que mora en el monte de Sión".

En la Carta a los Hebreos, el apóstol, citando este pasaje de Isaías, dice: "He aquí, yo y los hijos que Dios me dio", lo cual aplica a Cristo diciendo: "Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte".

El Señor de los ejércitos, o palabra de Dios que mora en la humanidad que Jesús ha tomado, y mora en el Monte Sión, obra estas señales y prodigios, ordenando tanto a sus discípulos como a todos los que creen en él, surgidos de todos los que antes eran idólatras, que no teman más el error idólatra.

Por lo tanto, si los idólatras de los gentiles quisieran socavar sus cimientos y los indujeran a inquirir de pitones y oráculos demoníacos, como si fueran iguales a la inspiración profética de hombres inspirados y piadosos, deberían responder y decir: "¿Por qué preguntan a los muertos acerca de los vivos? Porque ha dado una ley para socorro", y el resto del pasaje.

En definitiva, aquellos que han tomado la ley y los mandamientos de salvación como socorro y ayuda en su vida individual, tienen poca necesidad de preocuparse por la profecía que surge del engaño demoníaco.

XV
Sobre la reticencia de Jesús a hacer milagros

Hay otra profecía de Isaías que dice: "Este es mi hijo, en quien tengo complacencia. Este es mi amado, en quien mi alma está contenta. Pondré sobre él mi Espíritu, y a las naciones llevará juicio. No contenderá, ni clamará, ni se oirá en las calles su voz. No quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humee, hasta que saque a victoria el juicio, y en su nombre esperen las naciones" (Is 42, 1-7).

El evangelista alude a este pasaje, cuando los fariseos salieron y se pusieron de acuerdo contra nuestro Salvador para condenarlo a muerte, cuando sanaba a los enfermos en el día de reposo. Pero Jesús, sabiendo, como dice, esta conspiración contra él, se fue de allí, y grandes multitudes lo siguieron, y los curó a todos, y les ordenó estrictamente que no lo revelaran. Y añade a esto las palabras: "Todo esto se hizo" (es decir, su partida, y su ceder a los que conspiraban, y Su esfuerzo por pasar desapercibido en los milagros que hacía, y su compromiso de los que eran sanados de no revelarlo), para que se cumpliera lo dicho por el profeta, cuando dijo:

Observad con atención cómo Mateo, cuando dice "he aquí mi hijo, en quien tengo complacencia, mi amado, en quien mi alma se complace", no menciona ni a Jacob ni a Israel. No dice "Jacob, mi hijo, e Israel, mi amado", sino simplemente "he aquí mi hijo y mi amado". Por eso, los nombres de Jacob e Israel están petrificados en la Septuaginta, como si la profecía no estuviese en hebreo. Y por eso los demás traductores lo omiten silenciosamente, ya que no se encuentra en hebreo. Y por eso no lo inserta el evangelista, que era hebreo, y siguió el texto hebreo en su cita.

Por tanto, la profecía de Isaías no se aplica ni real ni figurativamente a los judíos, sino sólo al Cristo de Dios, de quien dan testimonio la clara evidencia y los resultados. Porque sólo él profetizó el juicio futuro a los gentiles, permaneciendo tranquilamente en la vida humana y estableciendo el juicio sobre la tierra. Y no sólo no quebró la caña cascada, sino que la ató, levantando y fortaleciendo a los débiles y a los quebrantados de corazón. Y así como no descuidó a los enfermos y corruptos, que necesitaban su medicina, ni castigó con un juicio duro a los arrepentidos, tampoco apagó a los que continuaban en el mal y humeaban bajo el fuego de la pasión, impidiéndoles seguir su propia elección, ni castigó a ninguno de ellos antes de tiempo, reservando el tiempo de su debido castigo para el Juicio general; por eso se dice: "No apagará el pábilo que humea".

Las palabras "en su nombre confiarán los gentiles", también se han cumplido exactamente. Porque las naciones de cristianos confían sólo en el nombre de nuestro Salvador Jesucristo, y están marcadas con su nombre como el del Padre de la religión con la que están asociadas. Porque fue predicho que él sería dado como luz sólo a los gentiles. Y por él, de acuerdo con la predicción, los ojos de los ciegos (aquellos que habían estado impedidos por mucho tiempo en el entendimiento, y no sólo de éstos sino de los que habían perdido sus mismos cuerpos, y aquellos que antes estaban envueltos, atados y encadenados en el pecado, en la oscuridad y la ignorancia de la verdadera religión, por él liberados de sus pecados) fueron considerados dignos de la luz del conocimiento y de la libertad de Dios.

Si con tiempo examináis el resto del pasaje, como lo habéis hecho hasta ahora, encontraréis que cada una de sus predicciones se cumplió en nuestro Señor y Salvador, y sólo en él.

XVI
Sobre la incredulidad del pueblo judío hacia Jesús

Hay otra profecía de Isaías, que dijo: "Ve y di a este pueblo: De oído oiréis, pero no entenderéis", y lo que sigue (Is 6,1.8-10). 

Pues bien, esto también se cumple en nuestro Salvador, cuando el evangelista Juan dice: "A pesar de que había hecho tantas señales delante de ellos, no creían en él, para que se cumpliese la palabra del profeta Isaías, que dijo: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? ¿Y sobre quién se ha revelado el brazo del Señor? Por esto no podían creer, porque también dijo Isaías: Cegó los ojos de ellos y endureció su corazón; para que no vean con los ojos, ni entiendan con el corazón, ni se conviertan, y yo los sane".

También se cumple en nuestro Señor por lo que explica Mateo: "Acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas en parábolas? Respondiendo él, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos, mas a ellos no les es dado. Por eso les hablo en parábolas; porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden, para que no se conviertan, y yo los sane".

Observe cómo Juan continúa diciendo: "Esto dijo Isaías cuando vio su gloria, y habló de él". En efecto, el profeta había visto a Cristo y la gloria de Cristo en la visión en la que dijo: "Vi al Señor de los ejércitos sentado sobre un trono alto y sublime", y lo que sigue.

¿Y quién no se sorprendería de la profecía, viendo tan claramente incluso ahora la incredulidad de los judíos? Así también los antiguos, cuando lo vieron encarnado y obrando milagros entre ellos, no lo contemplaron con los ojos de su alma ni con visión comprensiva, ni tuvieron visión de inspiración espiritual para comprender qué poder era el que obraba tan maravillosa y tan prodigiosamente entre ellos. Sí, aquellos que fueron considerados dignos de recibir con sus ojos las palabras de vida eterna y escucharon la voz de la sabiduría divina, no oyeron con los oídos de su entendimiento, y así se hicieron un cumplimiento evidente de la profecía.

Aún hasta ahora, aunque el poder de Cristo, por el cual cada raza de la humanidad, divorciada de su superstición ancestral, está siendo conducida a la religión cristiana, es tan obvio para ellos, sin embargo, no lo consideran con su entendimiento, ni consideran que lo que ni Moisés ni sus sucesores entre los profetas lograron, es decir, abandonar la idolatría y no prestar atención al error politeísta, lo que se ha logrado entre todas las naciones por el poder de nuestro Salvador. Y así, cuando leen el testimonio de los profetas acerca de él, oyen con sus oídos y no entienden, y la profecía ante nosotros se cumple literalmente incluso ahora contra ellos.

XVII
Sobre la entrada de Jesús en Jerusalén

El profeta Zacarías profetizó la entrada del mesías en un pollino, en la ciudad santa (Zac 9,9-10), y una vez que todos los judíos hubieron vuelto ya del destierro de Babilonia.

En efecto, tras el regreso de Babilonia, que es cuando escribe Zacarías, no hay registro de ningún rey judío, excepto nuestro Señor Jesucristo, en quien se cumpliera esta predicción, cuando literalmente dijo éste a sus discípulos: "Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y hallaréis una asna atada y un pollino con ella; desatadlos y traédmelos. Y si alguien os dijere: ¿Qué hacéis?, le responderéis: El Señor los necesita. Y ellos fueron e hicieron como les mandó."

Tal fue, pues, la profecía y tal su cumplimiento. Pero ¿qué pretendía mostrar su cabalgadura sobre un asno, sino la manera humilde y modesta que marcó su primera venida?

La segunda venida del Mesías será gloriosa, como aquella de la que habla Daniel al desarrollar y revelar su visión: "Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un anciano de días. Miles de millares le servían, y millones de millones estaban delante de él. Y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre. Y llegó hasta el anciano de días, y le fue dado gobierno, honra y reino, y todos los pueblos, tribus y lenguas le sirvieron. Su poder es un poder eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido".

Mas la primera venida del Mesías, la de su encarnación y humillación, tiene este gran símbolo y señal de la borrica, para que todos le tuviesen por manso y gentil (al venir sentado sobre un asno), compartiendo nuestra humanidad.

Así pues, mientras que la gloria de su segunda venida divina se muestra por su ser llevado sobre las nubes del cielo (y su gobierno eterno sobre todas las naciones), la humildad de la primera venida se muestra por llegar él sentado sobre una borrica.

Con ello, es razonable citar ambas a los judíos, y pedirles que expliquen cómo pueden salvar el crédito de las profecías, si las limitan a una referencia a una sola venida de Cristo. Porque si ambas se refieren a Cristo, como ellos concuerdan, están obligados a decirnos, cuando les preguntamos, cómo es posible que la misma persona en la misma venida sea llevada sobre las nubes del cielo, y también cabalgue sobre un asno y un pollino: porque estas dos cosas son muy diferentes. Y si tú recoges las muchas profecías similares acerca de Cristo, y compara sus diferencias una al lado de la otra, decidirá que algunas de ellas se refieren a su primera venida, cumpliéndose en su primera epifanía, mientras que otras se aplican a su segunda venida en gloria.

En efecto, en su primera venida, Jesús destruyó por su poder divino los carros, los caballos y las armas de guerra de la Jerusalén material y del pueblo de Efraín, por lo que desde aquel día hasta hoy nunca ha existido su reino, ni su antigua y poderosa formación militar ni su poder bélico. Y aquí se llama con razón Efraín a todo el pueblo judío, no Israel ni Judá, para no deshonrar nombres de mayor dignidad. Y veréis que otros profetas llaman Efraín a todo el pueblo cuando lo acusan de grandes crímenes, como aquí. Porque después del regreso de Babilonia, cuando cesó la antigua división del pueblo, ¿a quiénes es más probable que se refiera con Efraín que a los habitantes reales de Jerusalén? Y fue su poder bélico y militar, que había durado hasta los tiempos romanos, lo que la venida de nuestro Salvador destruyó con el poder secreto divino, como predijo la profecía.

El oráculo de Zacarías también hace una llamada aquí a la Iglesia de los gentiles. Y no sólo a regocijarse, sino a regocijarse grandemente, en su mensaje de buenas nuevas, a causa de la venida de la palabra de Dios a ella. La llama hija de la Sión celestial y de la antigua congregación, porque todos los que somos gentiles, que creemos en Cristo, somos descendientes e hijos de Cristo y sus apóstoles, como aquellos cuya madre es la sinagoga judía: y lo que sigue también se cumplió en la venida de nuestro Salvador.

Una paz sin precedentes ha llenado a todas las naciones desde el tiempo de su venida. Ya no hay estados en guerra con estados como antes, ni naciones contendiendo con naciones, ni la vida humana está en un estado de constante perturbación como antaño; los atenienses no atacan a los lacedemonios, sirios, fenicios, árabes los habitantes de Palestina, ni los egipcios sus vecinos. Desde entonces, todos se han unido con la ayuda de Dios, y es cierto que desde entonces hasta hoy ha habido "abundancia de paz" entre las naciones, según la profecía. Sólo Jesús y la palabra de la enseñanza evangélica predicada por él han gobernado a los hombres de mar a mar, desde el oriente hasta el sol poniente y desde los ríos hasta los confines de la tierra, como predijo la profecía.

La interpretación que hace Aquila de esto es la siguiente: "Él hablará paz entre las naciones, y su poder será de mar a mar, y desde los ríos hasta los confines de la tierra."

Comparad con esto lo que ocurre en el salmo titulado A Salomón, del hijo del Rey. Es decir, de Aquel que surgirá de la descendencia de Salomón, de quien el salmo dice: "Él dominará de mar a mar, y desde los ríos hasta los confines del mundo". El mismo salmo se refiere a la paz aquí descrita, cuando dice, "En sus días surgirá justicia y abundancia de paz".

Isaías, por su parte, está de acuerdo con esto cuando dice: "Convertirán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces. No alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra".

Miqueas también está de acuerdo con esto, y muchos otros profetas. Si tomáis nota de las fechas, podréis apreciar que desde el tiempo de Augusto y de la epifanía de nuestro Salvador que brilló en su día, durante el período del Imperio Romano, cesaron las antiguas disensiones y variedades de gobierno nacional, y así, desde esa fecha, comenzó la paz de la profecía. Tal como comenzó entonces, llegará un día en que la profecía se cumplirá en toda su plenitud, cuando, como dice el apóstol, "vendrá la plenitud de los gentiles".

XVIII
Sobre el recibimiento judío a Jesús

Cuando nuestro Salvador Jesucristo entró en Jerusalén, montado en un asno, cumplió la predicción de Zacarías. Pero el evangelista añade que las multitudes iban delante y detrás de él gritabando: "¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!". A lo cual añade que, cuando entró en Jerusalén, "toda la ciudad se conmovió, diciendo: ¿Quién es éste?", así como la multitud decía: "Este es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea".

Si cogemos ahora el Salmo 117, nos encontraremos con estos mismos Hosanna, que se traduce por "Sálvanos ahora" o, según el hebreo literal, por "Señor, sálvanos". Así pues, las palabras evangélicas "bendito el que viene en el nombre del Señor" están tomadas de este salmo, y las palabras del salmo sólo pueden referirse al Cristo de Dios, así como el resto de la predicción (Sal 117,22-27).

En todo caso, es bendito aquel a quien otro profeta llama "el que viene", según lo que había dicho en su profecía: "Un poquito más, y el que viene vendrá, y no tardará". O según lo que había dicho el propio Jesucristo, cuando dice a los judíos: "Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís. Si otro viniere en su propio nombre, a ése recibiréis".

Aquel, pues, que se nos apareció, el Señor Dios, es "el Bendito, el que viene en el nombre del Señor". Él fue el Bendito, pero también "la piedra que desecharon" los que en la antigüedad edificaron al pueblo sobre el fundamento de la enseñanza mosaica. Es decir, esa piedra que, desechada por ellos, "se ha convertido en cabeza angular" de la Iglesia de los gentiles, de la que el oráculo dice que es maravillosa, no a todos los que la miran, sino sólo a los ojos de los profetas, cuando dice: "Y es maravillosa a nuestros ojos".

Por último, alude también el salmo 117 a la epifanía de ese Bendito que es recibido entre hosannas por el pueblo. Es decir, a "el día que hizo el Señor", porque él era la luz verdadera, el sol de justicia y el día de Dios, en el cual podemos decir: "Este es el día que hizo el Señor; nos gozaremos y alegraremos en él".

Ahora que esta parte está así concluida, procederé a considerar las profecías concernientes a la pasión.