ATANASIO DE ALEJANDRÍA
Defensa de Dionisio

I
Los arrianos apelan a Dionisio para calumniarlo

Has tardado en informarme de la presente disputa entre tú y los enemigos de Cristo, pues antes que tu cortesía me escribiera, yo ya había investigado diligentemente y me había enterado del asunto, del que me enteré con agrado. Aprobé la opinión correcta que sostenías sobre nuestros benditos padres, en contra de la irracionalidad de los locos arrianos. La herejía de éstos no tiene fundamento en la razón, ni pruebas expresas de las Sagradas Escrituras, y siempre recurren a subterfugios descarados y falacias plausibles.

Ahora también se han atrevido los arrianos a calumniar a los padres, lo cual no es incompatible con ellos, sino que está totalmente en consonancia con su perversidad. ¿Qué tiene de extraño, pues, que los hombres que se han atrevido a "tomar consejo contra el Señor y contra su Cristo" también estén vilipendiando al bienaventurado Dionisio, obispo de Alejandría, como partidario y cómplice de los suyos? Porque si se complacen en ensalzar a un hombre para sostener su propia herejía, o si lo llaman bienaventurado, no le lanzan una afrenta pequeña, sino una grande, como los ladrones de mala vida que marcan con hierro candente sus propias prácticas, afirmando que son personas sobrias y difamando así el carácter de lo sobrio.

II
La posición arriana es incompatible con la Escritura

Si, pues, tienen confianza en sus opiniones y afirmaciones, que expongan abiertamente su herejía y demuestren con ella si creen tener algún argumento religioso, ya sea de las Escrituras o de la razón humana, en su defensa. Pero si no tienen nada de eso, que se callen. Porque no encontrarán nada de ninguna parte que no sea la mayor condenación de sí mismos.

En primer lugar, reciben la condena de las Escrituras, cuando Juan dice que "en el principio era el Verbo", mientras ellos dicen que "no existía antes de ser engendrado". Por su parte, David canta desde el carácter del Padre: "Mi corazón pronunció una buena palabra" (Sal 45,1), y ellos alegan que dicha Palabra sólo existe en el pensamiento y se originó de la nada. Además, Juan dice que "todas las cosas fueron hechas por él, y sin él nada fue hecho" (Jn 1,3), así como Pablo escribe que "hay un solo Señor Jesucristo, por medio de quien son todas las cosas" (1Cor 8,6), y que "todas las cosas fueron creadas en él" (Col 1,16). Así pues, ¿cómo tendrán estos herejes la osadía de oponerse a las afirmaciones de los santos, diciendo que el artífice de todas las cosas es una criatura, y que es una cosa creada en quien todas las cosas creadas han llegado a ser y subsisten?

En segundo lugar, a los arrianos no les queda ningún argumento religioso de la razón humana en su defensa. Porque ¿qué hombre, griego o bárbaro, se atreve a llamar una cosa creada a quien confiesa ser Dios, o decir que no lo era antes de ser creado? ¿O qué hombre, cuando ha oído al Padre decir "éste es mi Hijo amado" (Mt 3,17), se atreverá a decir que la Palabra que salió del corazón de Dios ha surgido de la nada? ¿O que el Hijo es una cosa creada y no la descendencia misma de Aquel que habla? Además, ¿quién, que oye a Aquel a quien cree Señor y Salvador decir: "Yo estoy en el Padre y el Padre en mí", y: "Yo y el Padre somos uno" (Jn 14,10; 10,30), se atreverá a separar lo que él ha hecho uno y mantenido indivisible?

III
Los arrianos apelan a Dionisio como los judíos a Abraham, con igual de poca razón

Los mismos arrianos, al ver sus propios errores, no tienen confianza en sí mismos, y optan por lanzar mentiras contra los religiosos. No obstante, cuando se dan cuenta que, al ser interrogados, no saben qué decir, y que son silenciados por todos lados, ni con esas se apartan del camino del error, ni son capaces de reconocer que no saben lo que dicen, para no llevarse una mayor vergüenza. Tal vez no quieran nunca apartarse de esta maldad, y con ello están imitando a Caifás y su grupo, y de ellos están aprendiendo a negar a Cristo.

Los fariseos, en efecto, al ver que el Señor hacía tantas obras, con las que demostraba ser el Cristo, y el Hijo de Dios vivo, en vez de dejarse convencer optaron por refutarle y buscar cualquier argumento que les justificara. De ahí que le dijeran: "Nosotros tenemos a Abraham por padre" (Mt 3,9), pensando así encubrir su propia irracionalidad pero no ganando con ello nada. Pues bien, lo mismo les sucede a los arrianos, que recurren a Dionisio para escapar de su propia culpa. En el caso de los fariseos, el propio Señor dejó en evidencia sus malas acciones, al decirles: "Lo que vosotros hacéis, no lo hizo Abraham" (Jn 8,40). En el caso de los arrianos, ésa debe ser nuestra estrategia, para dejarlos en evidencia como hombres impíos y falsos que son. Para dejarlo claro: el obispo Dionisio no estaba de acuerdo con Arrio, ni ignoraba la verdad.

Como se ve, tanto los judíos de entonces como los nuevos judíos de hoy (los arrianos) heredaron su loca enemistad contra Cristo de su padre, que es el diablo (y no Abraham ni Dionisio). Una prueba contundente de esto está en que estos hombres están diciendo lo que no es verdad, y difamando a obispos que nunca han sido condenados ni amonestados por la Iglesia, mientras sus propios obispos y clero han abandonado la Iglesia, y se han hecho partidarios de una herejía y de todo tipo de impiedades. Nuestros obispos, en cambio, mueren honorablemente dentro de la Iglesia, y su memoria se conserva y se registra junto con los padres hasta el día de hoy.

IV
Los arrianos se aferran a un fragmento aislado de Dionisio, descuidando el resto

Esto bastaría para refutar completamente a los nuevos judíos, que niegan al Señor y calumnian a los padres e intentan engañar a todos los cristianos. Pero como creen que en ciertas partes de la carta del obispo tienen pretextos para calumniarlo, veamos también estos, para que también de ellos se demuestre la inutilidad del razonamiento y puedan al fin cesar en su blasfemia contra el Señor, y al menos con los soldados (Mt 27,54), cuando vean a la creación testificar, confiesen que verdaderamente él es el Hijo de Dios, y no una cosa creada.

Dicen los arrianos que el bienaventurado Dionisio dijo en una carta que "Cristo es Hijo de Dios pero no por naturaleza ni esencia, sino así como el labrador lo es de la vid, o el constructor de barcos a la barca". Sí, él lo escribió, y nosotros también admitimos que su carta dice eso. Pero, así como escribió ésta, también escribió muchas otras cartas, y ellos deberían consultarlas también, para que la fe del hombre se haga evidente por todas sus expresiones, y no sólo por ésta.

En efecto, el arte de un constructor de barcos, que ha construido muchos trirremes, no se juzga por una que ha construido, sino por todas. Por tanto, si simplemente escribió esto Dionisio, y no escribió nada más al respecto, que lo acusen a su gusto. Mas si Dionisio dio muchísimas más explicaciones al respecto, y en este caso escribió así por un caso concreto y porque lo merecía la ocasión y la persona en cuestión, mientras que en otras cartas se expresó de otra manera, y despejó toda duda de sospecha, que lo dejen ya en paz, y de paso lean el resto de sus cartas.

En efecto, el agricultor trata a sus árboles de una manera y de otra, según la naturaleza del terreno con el que se encuentra. Y nadie le reprochará que corte uno, injerte otro, plante otro y otro vuelva a arrancar. Al contrario, al conocer la razón, admirará aún más la versatilidad de su habilidad. Pues bien, a menos que los arrianos hayan consultado en profundidad todos los escritos de Dionisio, que lo dejen en paz, y de paso expongan el tema principal de la carta que ellos citan. De lo contrario, estarían poniendo de manifiesto sus malas intenciones, y el carácter inescrupuloso de su intención.

No obstante, como los arrianos no lo saben (lo que dice Dionisio), o les da vergüenza decirlo, lo decimos nosotros mismos para que se enteren.

V
La ocasión en que Dionisio escribió contra los sabelianos

En aquella época, algunos obispos de Pentápolis, en la Alta Libia, se unían a Sabelio. Y tuvieron tanto éxito en sus opiniones que ya casi no se predicaba en las iglesias al Hijo de Dios. Dionisio, que estaba a cargo de esas iglesias, al enterarse de esto, envió hombres para aconsejar a los culpables que abandonaran su error.

Como los sabelianos no cesaban, sino que se volvían más descarados en su impiedad, se vio obligado Dionisio a hacer frente a su conducta desvergonzada, escribiendo la mencionada Carta a Eufranor y Amonio y exponiendo con los evangelios la naturaleza humana del Salvador, para demostrar a aquellos herejes (que se volvían más atrevidos en negar al Hijo, y en atribuir sus acciones humanas al Padre) que fue el Hijo y no el Padre quien se hizo hombre por nosotros.

El obispo Dionisio intentó persuadir, por tanto, a las personas ignorantes, y dejarles claro que el Padre no es el Hijo, y así conducirlos gradualmente a la verdadera divinidad del Hijo y al conocimiento del Padre. Éste es el tema principal de la Carta a Eufranor y Amonio, y ésta fue la razón por la que la escribió, en razón de aquellos que tan descaradamente habían optado por alterar la verdadera fe.

VI
Dionisio no expresó su opinión completa en los pasajes alegados

¿Qué tienen en común, por tanto, la herejía de Arrio y la opinión de Dionisio? ¿O por qué se debe llamar a Dionisio otro Arrio, cuando difieren tanto? Porque uno es maestro de la Iglesia Católica, mientras que el otro ha sido el impostor de una nueva herejía. Y mientras Arrio, para exponer su propio error, escribió una sola Talia en un estilo afeminado y ridículo (al estilo de Sotades el Egipcio), Dionisio no sólo escribió otras cartas, sino que compuso una Refutación y Defensa sobre los puntos sospechosos, y sacó a la luz todas sus correctas opiniones.

Por tanto, si los arrianos dan crédito a la Carta a Eufranor y Amonio de Dionisio, que también se la den a su Refutación y Defensa, pues el propio Dionisio escribió esta segunda obra para aclarar los malentendidos, y eso significa que pensaba lo mismo en ambos escritos, y que lo segundo era más certero y clarificador que lo primero.

Un médico, por ejemplo, aplica con frecuencia remedios a las heridas que tiene que curar. No obstante, dichos remedios no son adecuados si no son para curar la gangrena, ni se pueden aplicar a los que sí gozan de salud. De la misma manera, es costumbre del maestro sabio organizar y dar sus lecciones teniendo en cuenta las características de sus alumnos, hasta que los haya llevado al camino de la perfección.

VII
El lenguaje de los apóstoles desmantela a los arrianos

Si los arrianos acusan a este hombre bendito llamado Dionisio (porque sus argumentos sobre él son, de hecho, acusaciones contra él) por escribir así, ¿qué harán cuando oigan incluso a los grandes y benditos apóstoles en los Hechos de los Apóstoles?

Pedro, en primer lugar, fue el que dijo: "Varones israelitas, oíd bien esto: Jesús de Nazaret, varón aprobado entre nosotros con milagros, prodigios y señales que Dios hizo por medio de él en medio de vosotros, como vosotros mismos sabéis; a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, vosotros le matasteis crucificándole por mano de inicuos" (Hch 2,22), y también esto: "En el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos, en él este hombre está aquí delante de vosotros sano" (Hch 4,10).

Pablo, refiriendo en Antioquía de Pisidia cómo Dios, despojando a Saúl, levantó por rey a David, dijo: "Dios ha traído a Israel un Salvador, Jesús" (Hch 13,22). Y de nuevo, en Atenas dijo: "Dios pasó por alto los tiempos de esta ignorancia, pero ahora manda a los hombres que todos en todo lugar se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia por medio de aquel varón a quien designó, de lo cual dio fe a todos con haberle levantado de los muertos" (Hch 17,30). Esteban, el gran mártir, también dijo: "Veo los cielos abiertos, y al Hijo del hombre de pie a la diestra de Dios".

Ya es tiempo, por tanto, de retar a los arrianos, y decirles que se atrevan a afirmar que los mismos apóstoles estuvieron de acuerdo con Arrio, y afirmaron que Jesucristo era una mera criatura pasible y no Dios de Dios.

VIII
Los apóstoles hablaron de Cristo como hombre y como Dios

Si así se imaginaban los hombres, ¿acaso los apóstoles, al emplear el lenguaje antes mencionado, consideraron a Cristo sólo como un hombre y nada más? Dios no lo quiera. La idea misma está fuera de cuestión. Pero también en esto han actuado como sabios maestros constructores y administradores de los misterios de Dios. Y tienen buenas razones para ello, puesto que los mismos judíos de aquel tiempo, equivocados y engañando a los gentiles, pensaron que el Cristo vendría como un simple hombre de la estirpe de David, a semejanza de los demás hijos de la descendencia de David, y no quisieron creer que él era Dios ni que el Verbo se hizo carne.

Por eso los bienaventurados apóstoles comenzaron a predicar a los judíos las características humanas del Salvador, para que, persuadiéndolos plenamente con hechos visibles y con milagros que se realizaban, pudieran luego conducirlos a la fe en su divinidad, mostrando que las obras que había hecho no eran las de un hombre, sino las de Dios.

Pedro, que llama a Cristo hombre capaz de sufrir, inmediatamente añadió: "Él es el príncipe de la vida" (Hch 3,15), mientras que en el evangelio confiesa: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo" y en su epístola lo llama "obispo de las almas y Señor de los ángeles y las potestades".

Pablo, que llama a Cristo "hombre de la estirpe de David", escribió así a los hebreos: "El cual, siendo el resplandor de su gloria y la imagen misma de su subsistencia" (Hb 1,3) y a los filipenses: "El cual, siendo en forma de Dios, no estimó como algo preciado el ser igual a Dios" (Flp 2,6). Pero ¿qué puede significar llamarle príncipe de la vida, Hijo de Dios, resplandor, imagen expresa, en igualdad con Dios, señor y obispo de las almas, sino que en el cuerpo era palabra de Dios, por quien todas las cosas fueron hechas y es tan inseparable del Padre como lo es el resplandor de la luz?

IX
Dionisio debe ser interpretado como los apóstoles

Dionisio obró como había aprendido de los apóstoles. Y como la herejía de Sabelio se extendía, se vio obligado a escribir la carta ya mencionada, y a lanzarles lo que se dice del Salvador en relación con su humanidad y su humillación, para impedirles decir que el Padre era hijo, y así facilitarles la enseñanza sobre la divinidad del Hijo. En algunas cartas llama a Cristo según se le llama en las Escrituras (palabra, sabiduría, poder, aliento y resplandor del Padre), mientras que en otras cartas se muestra valiente en la fe y la piedad hacia Cristo.

Así como los apóstoles no deben ser acusados por su lenguaje humano acerca del Señor (sobre que el Señor se ha hecho hombre), sino que son aún más dignos de admiración por su sabia reserva y oportuna enseñanza, así Dionisio no es arriano por su Carta a Eufranor y Amonio contra Sabelio.

Respecto a la humanidad de Cristo, Dionisio usó frases y ejemplos humildes, como hicieron los apóstoles, y su justificación es la venida del Salvador en la carne, por la cual no sólo se escribieron estas cosas, sino otras similares. Porque así como él es la palabra de Dios, así también después "el Verbo se hizo carne"; y mientras que "en el principio era el Verbo, la Virgen en la consumación de los siglos concibió, y el Señor se ha hecho hombre. Y aquel que se indica en ambas declaraciones es una sola persona, porque "el Verbo se hizo carne".

Respecto a las expresiones utilizadas sobre su divinidad y su hacerse hombre deben interpretarse con discernimiento y adecuadamente al contexto particular. Y el que escribe acerca de los atributos humanos de la Palabra sabe también lo que concierne a su deidad; y el que expone acerca de su deidad no ignora lo que pertenece a su venida en la carne; sino que discerniendo a cada uno como un hábil y aprobado cambista de dinero, andará en el camino recto de la piedad. Por tanto, cuando habla de su llanto, sabe que el Señor, habiéndose hecho hombre, mientras exhibe su carácter humano al llorar, como Dios resucita a Lázaro; y sabe que solía tener hambre y sed físicamente, mientras que divinamente alimentó a cinco mil personas con cinco panes; y sabe que mientras un ser humano. El cuerpo yacía en el sepulcro, y fue resucitado como cuerpo de Dios por el Verbo mismo.

X
Las expresiones de Dionisio, reivindicadas por los arrianos, se refieren a Cristo hombre

Dionisio, enseñando exactamente así, en su Carta a Eufranor y Amonio escribió en vista de Sabelio acerca de los predicados humanos del Salvador. A esta última clase pertenecen los dichos "yo soy la vid, y mi Padre el labrador" (Jn 15,1), y "fiel al que lo hizo" (Hb 3,2), y "él me creó" (Prov 8,22), y "me hizo mucho mejor que los ángeles" (Hb 1,4). Pero no ignoraba los pasajes "yo estoy en el Padre y el Padre en mí" (Jn 14,10), y "el que me ha visto a mí, ha visto al Padre". Porque sabemos que los mencionó en sus otras epístolas. Porque al mencionarlos allí, también hizo mención de los atributos humanos del Señor.

En efecto, así como "siendo en forma de Dios, no consideró como un premio el ser igual a Dios, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo" (Flp 2,6), y "siendo rico, por amor a nosotros se hizo pobre" (Rm 1,10), así también hay descripciones elevadas y ricas de su deidad, pero también hay otras que se refieren a su venida en la carne, expresiones humildes y pobres. Pero que estas se usan para el Salvador como hombre es evidente por las siguientes razones. El labrador es diferente en esencia de la vid, mientras que los sarmientos son de una sola esencia y afines a ella, y de hecho son indivisos de la vid, teniendo ella y ellos un solo y mismo origen. Pero, como dijo el Señor, él es la vid, nosotros somos los sarmientos.

Si, pues, el Hijo es de una sola esencia con nosotros y tiene el mismo origen que nosotros, concedamos que en este respecto el Hijo es diferente en esencia del Padre, como la vid lo es del labrador. Pero si el Hijo es diferente de lo que somos nosotros, y él es la palabra del Padre mientras que nosotros somos hechos de tierra y somos descendientes de Adán, entonces la expresión anterior no debe referirse a la deidad de la Palabra, sino a su venida humana. Puesto que así también ha dicho el Salvador: "Yo soy la vid, vosotros los sarmientos, mi Padre es el labrador". Porque somos afines al Señor según el cuerpo, y por eso dijo: "Anunciaré tu nombre a mis hermanos" (Hb 2,12; Sal 22,22).

Y así como los sarmientos son de una misma esencia con la vid, y proceden de ella, así también nosotros, teniendo nuestros cuerpos homogéneos con el cuerpo del Señor, recibimos de su plenitud (Jn 1,16), y tenemos ese cuerpo como nuestra raíz para nuestra resurrección y nuestra salvación. Pero el Padre es llamado el labrador, porque él fue quien por su palabra cultivó la vid (es decir, la humanidad del Salvador), y quien por su propia palabra preparó para nosotros un camino hacia un reino; y nadie viene al Señor a menos que el Padre lo atraiga a él (Jn 6,44).

XI
Lo mismo ocurre con el lenguaje análogo de los apóstoles

Siendo éste, pues, el sentido de la expresión, se sigue que es de la vid, así entendida, que está escrito: "Quien fue fiel al que lo había creado" (Hb 3,2), y: "Lo hizo mucho mejor que los ángeles" (Hb 1,4), y: "Él me creó" (Prov 8,22). Porque cuando tomó lo que tenía que ofrecer en nuestro nombre (es decir, su cuerpo de la Virgen María), entonces está escrito de él que había sido creado, formado y hecho, pues tales frases son aplicables a los hombres. Además, no después de tomar el cuerpo ha sido hecho mejor que los ángeles, para que no pareciera que antes era menor o igual a ellos.

No obstante, escribiendo a los judíos, y comparando el ministerio humano del Señor con el de Moisés, dijo: "Habiendo sido hecho mucho mejor que los ángeles", porque por medio de ángeles se habló la ley, porque "la ley fue dada por Moisés, pero la gracia vino por Jesucristo" (Jn 1,17), y el don del Espíritu. Y mientras que en aquellos días la ley fue predicada desde Dan hasta Berseba, ahora "su voz ha salido por todas las tierras" (Rm 10,18; Sal 19,3), y los gentiles adoran a Cristo, y por medio de él conocen al Padre. Las cosas anteriores, entonces, están escritas acerca del Salvador como hombre, y no de otra manera.

XII
Las afirmaciones de Dionisio son estrictamente ortodoxas

¿Quiso decir Dionisio, como reiteran los adversarios de Cristo, que el Hijo de Dios era una criatura, cuando dijo que se hizo un hombre entre otros? Y cuando dijo que el Verbo no era la esencia del Padre, ¿sostuvo que no era de la misma esencia que el Padre, y que era de la misma esencia que nosotros los hombres? Ciertamente, no, pues no sólo manifiesta una opinión correcta, sino que es como si gritara contra los herejes, diciendo por así decirlo:

No soy de la misma opinión que vosotros, adversarios de Dios, ni mis escritos proporcionaron a Arrio un pretexto para la impiedad. Al escribir a Amón y Eufranor, a causa de los sabelianos, hice mención de la vid y del labrador y usé otras expresiones similares, para señalar las características humanas del Señor, y así persuadir a los sabelianos a no decir que fue el Padre quien se hizo hombre. En efecto, así como el labrador no es la vid, así tampoco el que vino en el cuerpo era el Padre, sino el Verbo; y el Verbo, habiendo venido a estar en la vid, fue llamado vid, a causa de su parentesco corporal con los sarmientos (es decir, con nosotros mismos). En este sentido, pues, escribí como lo hice a Eufranor y Amonio, pero pongo en evidencia tu desvergüenza con las otras cartas que escribí, para que los hombres de mente sana puedan conocer la defensa que contienen, y mi mente recta en la fe de Cristo.

Los arrianos deberían haber pensado y sostenido esto acerca del obispo Dionisio, si su inteligencia fuera sana, porque "todas las cosas son manifiestas para los que entienden, y rectas para los que hallan conocimiento" (Prov 8,9). Pero como no entendieron la fe de la Iglesia Católica y cayeron en la impiedad, y, mutilados en su inteligencia, piensan que incluso las cosas rectas son torcidas y llaman luz tinieblas, mientras que piensan que la oscuridad es luz, es necesario citar también las otras cartas de Dionisio y explicar por qué fueron escritas, para mayor condena del hereje. Porque fue de ellas que nosotros mismos hemos aprendido a pensar y escribir como lo hacemos sobre el hombre.

XIII
También hay que tener en cuenta otros escritos de Dionisio

El motivo de la escritura de las otras cartas de Dionisio es el siguiente. El obispo Dionisio, que se enteró de lo que sucedía en Pentápolis, escribió a Eufranor y Amonio, con celo religioso, contra la herejía de Sabelio, algunos hermanos de la Iglesia que tenían opiniones correctas, pero sin preguntarle para saber por sí mismo cómo había escrito, subieron a Roma y hablaron contra él en presencia de su tocayo Dionisio, obispo de Roma.

Al enterarse, el obispo de Roma escribió simultáneamente contra los partidarios de Sabelio y contra los que sostenían las mismas opiniones por las que Arrio fue expulsado de la Iglesia, calificando de impiedad igual y opuesta el sostener la postura de Sabelio o la de los que dicen que la palabra de Dios es algo hecho, formado y originado. Y también escribió a Dionisio para informarle de lo que habían dicho sobre él. Y éste respondió inmediatamente y tituló sus libros Refutación y Defensa.

Aquí se ve la detestable banda de adversarios de Cristo y cómo ellos mismos han provocado su deshonra contra sí mismos. En efecto, Dionisio, obispo de Roma, escribió también contra los que decían que el Hijo de Dios era una criatura y una cosa creada, lo que demuestra que no es la primera vez, sino desde hace mucho tiempo, que la herejía de los adversarios arrianos de Cristo ha sido anatematizada por todos. Y Dionisio, obispo de Alejandría, al hacer su defensa sobre la carta que había escrito, parece a su vez no pensar como ellos alegan, ni haber sostenido en absoluto el error arriano.

XIV
Objeto y método general de Dionisio en su Refutación y Defensa

El solo hecho de que Dionisio haya hecho su defensa sobre las cuestiones sobre las que esta gente insiste es suficiente para condenar completamente a los arrianos y demostrar su malignidad. Porque no escribió en una controversia airada, sino para defenderse de los puntos en los que estaba bajo sospecha. Pero al defenderse de las acusaciones, ¿qué hace sino, al deshacerse de todas las acusaciones de las que era sospechoso, por este mismo hecho condenar a los locos arrianos por malignidad? Para completar sus confusiones por medio de lo que escribió en su defensa, vamos, permitidme que os muestre sus palabras exactas. De ellas aprenderéis que los arrianos son maliciosos (en primer lugar), y que Dionisio no tiene nada que ver con su herejía (en segundo lugar).

En primer lugar, Dionisio escribió su carta como en Refutación y Defensa. Pero esto significa, sin duda, que tiene como objetivo refutar declaraciones falsas y defenderse de lo que ha escrito. En este sentido, demuestra que no escribió como Arrio suponía, sino que, al mencionar lo que se dice acerca del Señor en su aspecto humano, no ignoraba que él era la palabra y la sabiduría indivisa del Padre. Luego, censura a quienes hablaron contra él por no citar su lenguaje en su totalidad, sino por distorsionarlo y no hablar de buena fe, sino de manera engañosa y arbitraria. Y los compara con aquellos que solían cuestionar las cartas del bendito apóstol. Pero esta queja suya lo exime por completo de toda sospecha siniestra. Porque si considera a los detractores de Pablo como suyos, demuestra precisamente esto: que escribió como lo hizo en el sentido de Pablo. En segundo lugar, al responder Dionisio individualmente a las acusaciones de sus oponentes, explica todos los pasajes citados por ellos y, mientras que en estos últimos desmiente a Sabelio, en sus cartas posteriores muestra cuán sana y piadosa es su propia fe.

En consecuencia, mientras que los arrianos sostienen que Dionisio sostuvo que Dios no siempre fue Padre, y que el Hijo no siempre existió, sino que Dios existió aparte del Verbo, mientras que el Hijo mismo no existía antes de ser engendrado, y hubo un tiempo en que no existía, porque no es eterno, sino que llegó a existir más tarde... ¡mira ahora cómo responde Dionisio!, según voy a poner a continuación. Porque la mayor parte de lo que dijo, ya sea en forma de investigaciones, inferencias colectivas, refutaciones interrogativas o acusaciones contra sus acusadores, lo omito debido a la extensión de sus discursos, insertando sólo lo que es estrictamente relevante a las acusaciones contra él. En respuesta a esto, escribe después de cierto material preliminar, en el primer libro titulado Refutación y Defensa, en los términos siguientes:

XV
Extractos de la Refutación y Defensa de Dionisio

"Nunca hubo tiempo en que Dios no fuera Padre", comienza diciendo Dionisio, que a continuación continúa diciendo: "Cristo es eterno, siendo palabra, sabiduría y poder. Porque no se debe suponer que Dios, no habiendo tenido al principio descendencia, haya engendrado después un Hijo, sino que el Hijo no tiene su ser de Sí mismo, sino del Padre". Y un poco más adelante añade sobre el mismo tema:

"Pero siendo el resplandor de la luz eterno, ciertamente él mismo es eterno; pues como la luz existe siempre, es evidente que el resplandor también debe existir siempre. Pues es por el hecho de su resplandor como se percibe la existencia de la luz, y no puede haber luz que no dé luz. Pues volvamos a nuestros ejemplos. Si hay sol, hay luz solar, hay día. Si no hay ninguna de estas cosas, es completamente imposible que haya sol. Si, pues, el sol fuera eterno, también el día sería incesante. De hecho, como esto no es así, el día comienza y termina con el sol. Pero Dios es luz eterna, que nunca comienza ni cesa. El resplandor, pues, se encuentra ante él eternamente, y está con él sin principio y siempre engendrado, brillando en su presencia, siendo aquella Sabiduría que dijo: Yo era aquello en lo que él se regocijaba, y cada día me alegraba en su presencia en todo momento (Prov 8,30)".

Un poco más adelante, retoma Dionisio el mismo tema con las palabras: "El Padre, pues, siendo eterno, el Hijo es eterno, siendo luz de luz: porque si hay un padre, también hay un hijo. Pero si no hubiera un hijo, ¿cómo y de quién puede haber un padre? Pero hay ambos, y eso eternamente". Luego añade de nuevo: "Dios, pues, siendo luz, Cristo es resplandor; y siendo Espíritu, porque Dios es Espíritu (Jn 4,24); de la misma manera, Cristo es llamado el aliento, porque él es el aliento del poder de Dios (Sb 7,25)".

Y de nuevo, para citar el libro II, dice: "Pero sólo el Hijo, que siempre está con el Padre y está lleno de Aquel que es, él mismo también es del Padre".

XVI
Contraste entre el lenguaje de Dionisio y el de Arrio

Si el sentido de las afirmaciones anteriores fuera dudoso, sería necesario un intérprete. Pero, puesto que escribió clara y repetidamente sobre el mismo tema, Arrio rechinará los dientes al ver que Dionisio subvierte su propia herejía y le oye decir lo que no quiere oír: "Dios siempre fue Padre, y el Hijo no es absolutamente eterno, sino que su eternidad fluye de la eternidad del Padre y coexiste con él como el resplandor con la luz".

Así pues, ¿qué tienen en común el Arrio que dice que "el Hijo no existía antes de ser engendrado, pero hubo un tiempo en que no existía", y el Dionisio que enseña que "Dios es Luz eterna, sin principio ni fin, y el Hijo está ante él eternamente y coexiste con él, brillando ante él sin principio y siempre engendrado"?

De hecho, para hacer frente Dionisio a la sospecha que los herejes albergan de sus escritos, al hablar del Padre no nombra Dionisio al Hijo, y al hablar del Hijo no nombra al Padre, sino que divide, quita y separa al Hijo del Padre, responde y los avergüenza en el libro II, de la siguiente manera:

XVII
Dionisio no separó las personas de la Santísima Trinidad

"Cada uno de los nombres que he mencionado es inseparable e indivisible del que le sigue. Hablé del Padre, y antes de referirme al Hijo lo designé también en el Padre. Me referí al Hijo, y aunque no mencioné también expresamente al Padre, ciertamente él debía ser entendido de antemano en el Hijo. Añadí el Espíritu Santo, pero al mismo tiempo añadí además de dónde y por quién procedió. Pero ignoran que ni el Padre, en cuanto Padre, está separado del Hijo (pues el nombre lleva consigo esa relación) ni el Hijo está expatriado del Padre. Pues el título Padre denota el vínculo común. Pero en sus manos está el Espíritu, que no puede separarse ni de Aquel que lo envió ni de Aquel que lo transmitió: ¿Cómo puedo entonces, que uso estos nombres, imaginar que están separados y completamente separados uno de otro? Así pues, extendemos la mónada indivisiblemente en la tríada, y a la inversa, reunimos la tríada sin disminución en la mónada".

XVIII
Dionisio sostuvo que el Hijo era de la misma esencia del Padre

En seguida los refuta Dionisio sobre su acusación de llamar al Hijo una de las cosas originadas, y no de una esencia con el Padre (una vez más en el libro I) de la siguiente manera:

"Sólo al decir que ciertas cosas fueron percibidas como originadas y creadas, las puse como ejemplos superficiales, como menos adecuados, diciendo que ni la planta fue de una esencia con el labrador, ni la barca con su constructor. Luego me detuve más en comparaciones más apropiadas y adecuadas, y profundicé más en aquellas más cercanas a la verdad, presentando varias pruebas, que te escribí en otra carta, mediante las cuales demostré también que la acusación que alegan contra mí es falsa (a saber, que negué que Cristo fuera de una esencia con Dios). En efecto, aunque yo afirme que no he encontrado esta palabra ni la he leído en ninguna parte de las Sagradas Escrituras, mis razonamientos posteriores, que ellos han suprimido, no están en desacuerdo con su significado. En efecto, puse el ejemplo del nacimiento humano evidentemente como algo homogéneo, y dije que ciertamente los padres sólo se diferenciaban de sus hijos en que no eran ellos mismos los hijos, de lo contrario se seguiría que no existían tales cosas como padres e hijos. La carta, como dije antes, no me lo pueden presentar las circunstancias, de lo contrario te habría enviado las palabras exactas que usé entonces, o mejor aún una copia de toda la carta, lo cual haré si tengo oportunidad. Pero sé y recuerdo que añadí varias similitudes de relaciones afines. En efecto, he dicho que la planta que nace de una semilla o raíz es distinta de aquella de la que brota y, al mismo tiempo, de una misma naturaleza; y que el arroyo que fluye de un pozo recibe otra forma y otro nombre (pues el pozo no se llama río ni el río pozo), y que ambos existen, y que el pozo es como un padre, mientras que el río es el agua del pozo. Pero ellos pretenden no ver estas y otras afirmaciones escritas, sino estar como ciegos, mientras intentan apedrearme con dos expresiones inconexas como si fueran piedras, desde lejos, sin saber que en asuntos que están más allá de nuestro conocimiento y que requieren entrenamiento para comprender, con frecuencia no sólo sirven ejemplos extraños, sino incluso contrarios para ilustrar el problema en cuestión. La vida fue engendrada de la vida y fluyó como un río de un pozo, y de la luz se encendió una luz brillante e inextinguible".

XIX
Inconsistencia de la apelación arriana a Dionisio

¿Quién, al oír esto, no tachará de locos a quienes sospechan que Dionisio está de acuerdo con Arrio? Pues he aquí que, con estas palabras, Dionisio pisotea con argumentos basados en la verdad toda su herejía. Pues, con el símil de la luz, destruye las afirmaciones de que "él no existía antes de ser engendrado" y de que "hubo un tiempo en que él no existía", así como también al decir que su Padre nunca estuvo sin descendencia. Pero destruye su afirmación de que él fue hecho de la nada, diciendo que el Verbo era como un río que surge de un pozo, y un retoño de un tronco, y un hijo de un padre, y luz de luz, y vida de vida. Y derriba su exclusión y separación del Verbo de Dios, diciendo que la tríada es sin división y sin disminución reunida en la mónada. Mientras que su afirmación de que el Hijo no tiene parte en la esencia del Padre, la pisotea inequívocamente diciendo que el Hijo es de una esencia con el Padre. Por lo cual es de admirar la desfachatez de los irreligiosos.

¿Cómo pueden los herejes, pues, decir que Dionisio es afín a ellos (cuando éste defiende que el Hijo es de una sola esencia), y andar ellos mismos zumbando como mosquitos con la queja de que el Sínodo se equivocó al escribir "de una sola esencia"? Si Dionisio es amigo de ellos, que no nieguen lo que sostiene su partidario (Dionisio). Mas si piensan que la expresión fue usada incorrectamente, ¿cómo pueden reiterar que Dionisio, quien la usó, estaba de acuerdo con ellos?

Sobre todo porque Dionisio no parece haber escrito todas estas cosas simplemente de paso, sino dedicando libros escritos y cartas al respecto, con tal de desmentir a quienes le acusaron de no haber dicho que el Hijo era de una esencia con el Padre, y refutar a quienes pensaban que él dijo que el Verbo fue originado.

XX
Dionisio debe ser interpretado de manera justa y equitativa

Es evidente, pues, que Dionisio usó tales expresiones contra los sabelianos para exigirles una buena conciencia, cediéndoles el derecho de la dificultad e incomprensibilidad de los problemas en cuestión. Es decir, para que no juzgaran las palabras, sino el sentido del escritor, y tanto más cuanto que hay mucho que demuestra su intención. Por ejemplo, él mismo dice: "He utilizado los ejemplos de tales relaciones de manera superficial, como menos adecuados, por ejemplo, la planta y el labrador, mientras que me he detenido en los ejemplos más pertinentes y he profundizado más en los que se acercan más a la verdad".

Quien dice esto demuestra que es más cercano a la verdad decir que el Hijo es eterno y del Padre que decir que es originado, pues con lo último se denota la naturaleza corporal del Señor, pero con lo primero, la eternidad de su divinidad. En las siguientes palabras, por ejemplo, sostiene, y no sólo eso, sino deliberadamente y con auténtica fuerza demostrativa, que quedan refutados quienes le acusaron de no haber dicho que el Hijo es de una sola esencia con el Padre: "Aunque no encontré esta expresión en las Escrituras, sin embargo, recogiendo de las Escrituras actuales su sentido general, sabía que, siendo Hijo y Palabra, no podía estar fuera de la esencia del Padre".

En cuanto a que no sostiene que el Hijo sea una cosa creada o formada (pues también sobre este punto lo han citado repetidamente), dice en el libro II lo siguiente:

"Si alguno de mis calumniadores, porque llamé a Dios creador, hacedor de todas las cosas, piensa que quiero decir que él es también hacedor de Cristo, que note que antes lo llamé Padre, en cuyo término también se implica el Hijo. Porque después de decir que el Padre es hacedor, añadí que tampoco es Padre de las cosas que creó, si el que engendró debe ser llamado Padre en sentido estricto. En cuanto al sentido más amplio del término Padre, lo desarrollaremos en lo que sigue. Tampoco el Padre es hacedor, si por hacedor se entiende simplemente el artífice. Pues entre los griegos, a los filósofos se les llama hacedores de sus propios discursos. Y el apóstol habla de un hacedor de la ley (Rm 2,13), pues a los hombres se les llama hacedores de cualidades internas, como la virtud y el vicio. Como dijo Dios, esperé a uno que hiciera justicia, pero hizo maldad (Is 5,7)".

XXI
Sentido con que Dionisio dijo que el Hijo fue hecho

Realmente, quien oye esto se acuerda del oráculo divino que dice: "Dondequiera que se vuelve el impío, se destruye" (Prov 12,7). Porque he aquí que, volviéndose sutilmente en todas direcciones, estos hombres impíos son destruidos, sin tener ni siquiera en esto excusa como en el caso de Dionisio. Porque enseña abiertamente que el Hijo no es una cosa hecha o creada, mientras que acusa y corrige a quienes lo acusan de haber dicho que Dios fue el creador de Cristo, en el sentido de que no se dieron cuenta de que anteriormente había hablado de Dios como Padre, en cuya expresión también está implícito el Hijo. Pero al decir esto, demuestra que el Hijo no es una de las criaturas, y que Dios no es el creador sino el Padre de su propia palabra. Y como algunos le habían objetado ignorantemente que él llamara a Dios el creador de Cristo, se defiende de varias maneras, mostrando que ni siquiera en esto se puede censurar lo que dijo.

En efecto, había dicho Dionisio que Dios fue el hacedor del Jesús de la carne, al asumirla en sí mismo el Verbo eterno. Pero si alguien sospechara que esto se refería al mismo Verbo increado, también en esto estaba obligado a escuchar esto con imparcialidad. Oigámoslo:

"Como yo no sostengo que el Verbo sea una criatura, y no llamo a Dios su hacedor, sino su Padre, aunque de paso, refiriéndome al Hijo, llamé a Dios creador, sin embargo, también en esto puedo defenderme, pues los filósofos griegos se llaman a sí mismos hacedores de sus propios discursos, aunque son sus padres; mientras que la Sagrada Escritura nos describe como hacedores incluso de los movimientos de nuestros corazones, hablando de hacedores de la ley y del juicio y la justicia".

De modo que por todos lados demuestra no sólo que el Hijo no es una cosa hecha o creada, sino también que él mismo no tiene nada que ver con el error arriano.

XXII
Dionisio defendió la relación esencial entre el Hijo y el Padre

En contra de lo que piensan los arrianos, en todas partes dice Dionisio que "el Hijo coexiste con el Padre". De modo que, aunque los nombres están correlacionados, las cosas están muy alejadas. Y mientras que el Hijo no siempre coexistió con el Padre, desde que el Hijo llegó a existir, Dios recibió de ese hecho el nombre adicional de Padre, y su coexistencia con él data de ese momento, como sucede en el caso de los hombres. Por el contrario, que observe y tenga en cuenta lo que hemos dicho antes, y verá que la fe de Dionisio es correcta.

En efecto, al decir Dionisio que "no hubo tiempo en que Dios no fuera Padre", y que "Dios es luz eterna sin principio ni fin, por lo que el resplandor está eternamente ante él y coexiste con él, sin principio y siempre engendrado, brillando en su presencia", debería hacer imposible que alguien abrigara tal sospecha contra él. Además, los ejemplos del pozo y del río, y de la raíz y la rama, y del aliento y del vapor, avergüenzan a los adversarios de Cristo, cuando reiteran lo contrario que él.

XXIII
Dionisio defendió una única palabra de Dios

Aparte de todas sus iniquidades, Arrio ha sacado a la luz esta expresión como si fuera sacada de un estercolero, añadiendo que "la Palabra no es propia del Padre, sino que la palabra que está en Dios es otra, mientras que ésta, la del Señor, está fuera de la esencia del Padre y no tiene nada que ver con ella, y sólo se le llama Palabra conceptualmente, y no es por naturaleza y de verdad Hijo de Dios, sino que se le llama Hijo, él también, por adopción, como criatura". Y puesto que al decir esto se jacta Arrio entre los ignorantes como si también en esto tuviera a Dionisio como partidario suyo, ved también en estos puntos la fe de Dionisio, y cómo contradice estas perversidades de Arrio, pues en el libro I escribe lo siguiente:

"Ahora bien, he dicho que Dios es la fuente de todo lo que es bueno, mientras que el Hijo ha sido descrito como el río que procede de él. La palabra es un flujo de inteligencia, y la inteligencia que sale por la lengua sale del corazón a través de la boca, y sale distinta de la palabra que está en el corazón. Esta última, en efecto, permanece, después de enviar la otra, tal como era. Pero la otra es enviada y vuela y es llevada en todas direcciones. De modo que cada una está en la otra y cada una es distinta de la otra: y son uno y al mismo tiempo dos. Del mismo modo, se decía que el Padre y el Hijo eran uno, y el uno en el otro".

Y en el libro IV dice:

"Así como nuestra inteligencia pronuncia la palabra desde sí misma, como dice el profeta: Mi corazón pronunció una buena palabra (Sal 45,1). Y aunque una es distinta de la otra, ocupando un lugar propio y distinto del otro, la una morando y moviéndose en el corazón, la otra en la lengua, sin embargo, no están separadas, ni por un momento se pierden la una de la otra, ni la inteligencia está sin expresión, ni la palabra sin inteligencia, sino que la inteligencia crea la Palabra que se manifiesta en ella, y la Palabra muestra la inteligencia que se originó en ella, y la inteligencia es como si fuera una palabra interna, y la palabra una inteligencia que emite; la inteligencia pasa a la palabra, mientras que la palabra hace circular la inteligencia entre los oyentes: y así la inteligencia a través de la palabra gana alojamiento en las almas de los oyentes, entrando junto con la palabra; y la inteligencia es como si fuera el padre de la palabra, existiendo en sí misma, mientras que la palabra es como si fuera el hijo de la inteligencia, teniendo su origen, por supuesto, no antes de esta última, ni tampoco simultáneamente con ella de alguna fuente externa, sino brotando de ella. Así, el Padre poderoso y la Inteligencia universal tienen al Hijo antes de todas las cosas como su palabra, intérprete y mensajero".

XXIV
Si los arrianos están de acuerdo con Dionisio, que afirmen lo que él afirma

Arrio o bien no las oyó nunca, o bien las oyó y, por ignorancia, no las entendió. De lo contrario, si las hubiera entendido, no habría difamado tan groseramente al obispo, sino que, sin duda, también lo injuriaría, como lo hizo con nosotros, por su odio a la verdad. Porque, siendo adversario de Cristo, no dudará en perseguir también a los que sostienen la doctrina de Cristo, como el Señor mismo ha dicho de antemano: "Si a mí me persiguieron, también a vosotros os perseguirán" (Jn 15,20). O si los jefes de la impiedad piensan que Dionisio era partidario de ellos, que escriban y confiesen lo que hizo. Que escriban sobre la vid y el labrador, la barca y el constructor de barcos; y que al mismo tiempo confiesen, como lo hizo él en su defensa, la unidad de la esencia, y que el Hijo es de la sustancia del Padre y eterno; y la relación de la inteligencia y la palabra, y el pozo y el río, y el resto. Queda así claro, pues, que Dionisio usó el primer tipo de lenguaje con un propósito especial, y el segundo como expresión del sentido pleno de la fe cristiana.

Por consiguiente, que adopten los arrianos este mismo lenguaje, o revoquen lo que han sostenido que es incompatible con él. Porque, ¿en qué manera la fe de Dionisio se aproxima siquiera a la maldad de Arrio? ¿No restringe Arrio el término palabra a un sentido conceptual, mientras que Dionisio lo llama la verdadera palabra de Dios por naturaleza? Y mientras uno destierra la palabra del Padre, el otro enseña que él es propio del Padre, e inseparable de su esencia, como la palabra lo es del entendimiento y el río del pozo.

Si alguien es capaz de separar y desterrar la palabra de la inteligencia, o separar el río y el pozo y tapiarlos, o decir que el río es de otra esencia que el pozo y demostrar que el agua es de otra parte, o se atreve a separar la claridad de la luz y decir que la claridad es de otra esencia... que se una a Arrio en su locura, pues tal persona dejará de tener la apariencia de inteligencia humana. Pero si la naturaleza sabe que estos son indivisibles y que la descendencia de esos objetos es suya, que nadie siga apoyando a Arrio ni calumnie a nadie. Dionisio, sino más bien por estos motivos admira la sencillez de su lenguaje y la exactitud de su fe.

XXV
La enseñanza de Dionisio sobre el Verbo de Dios

En cuanto a la locura de Arrio, cuando dice que la Palabra que está en Dios es distinta de aquella de la que habló Juan ("en el principio era la Palabra"; Jn 1,1), y que la Sabiduría de Dios no es la misma que menciona el apóstol ("Cristo, poder de Dios y sabiduría de Dios"; 1Cor 1,24), Dionisio se opone y denuncia cualquier error de ese tipo, como se puede ver en el libro II, donde escribe sobre el tema de la siguiente manera: "En el principio era la Palabra; pero no fue la Palabra la que envió a la Palabra, porque la Palabra estaba con Dios. El Señor se ha hecho sabiduría (1Cor 1,30), y el que envió a la Sabiduría no era la Sabiduría, porque yo era ella, dice la Sabiduría, en quien él se complacía. Cristo es la verdad, y bendito sea el Dios de la verdad (Esd 4,40)".

Allí derriba a Sabelio y a Arrio, y demuestra que ambas herejías son iguales en impiedad. Porque ni el Padre del Verbo es Palabra misma, ni la descendencia del Padre es criatura, sino el propio engendrado de su esencia. Además, el Verbo que procedió no es Padre, ni tampoco es una palabra entre muchas, sino que sólo él es el Hijo del Padre, el Hijo verdadero y genuino por naturaleza, que ahora está en él y es eterna e indivisiblemente desde dentro de él. Así, el Señor es a la vez sabiduría y verdad, y no está en segundo lugar después de otra sabiduría; sino que sólo él es por medio de quien el Padre hizo todas las cosas, y en él hizo las múltiples esencias de las cosas creadas, y por medio de él se da a conocer a quien él quiere, y en él lleva a cabo y realiza su providencia universal. Porque sólo a él reconoce Dionisio como palabra de Dios.

Ésta es la fe de Dionisio, que he recopilado y copiado algunas declaraciones de sus cartas, suficientes para inducirte a que las añadas a ellas, pero para avergonzar por completo a los arrianos a causa de su difamación contra el obispo. En todo lo que escribió, incluso en los detalles, expuso el error de Arrio y estigmatizó su herejía.

XXVI
El trato dado por Dionisio a los sabelianos

Por todo lo dicho, es evidente que la Carta a Eufranor y Amonio fue escrita por Dionisio en un sentido diferente y con un propósito especial, como queda claro en su Refutación y Defensa. Y en verdad, ésta fue una forma eficaz de argumento para la subversión de la locura de Sabelio, para quien desea un camino corto con esos herejes, no comenzar con expresiones aplicables a la deidad de la Palabra, como que el Hijo es la palabra de Dios y la sabiduría y el poder, y que "Yo y el Padre somos uno" (Jn 10,30), no sea que ellos, pervirtiendo lo que está bien dicho, usen tales expresiones como pretexto para su descarada contenciosidad, cuando oigan los textos "yo y el Padre somos uno", y "el que me ha visto a mí, ha visto al Padre" (Jn 10,30; 14,9; 15,10). Pero lo que se dice del Salvador como hombre es que tuvo hambre, sed, cansancio (es decir, que es la vid, oró y sufrió).

En efecto, por ser estas expresiones humildes, resulta más claro que no fue el Padre el que se hizo hombre. De ahí que, cuando se llama al Señor vid, sea necesario que haya también un labrador; y cuando oró, que haya alguien que lo escuche, y cuando pidió, que haya alguien que le dé. Ahora bien, estas cosas muestran mucho más claramente la locura de los sabelianos, porque uno era el que oraba y otro el que escuchaba, uno era la vid y otro el labrador. En efecto, todas las expresiones que se citan para distinguir al Hijo del Padre se usan de él en razón de la carne que llevó por nosotros, pues las cosas creadas son distintas por naturaleza de Dios.

Por consiguiente, puesto que la carne es una cosa creada, y "el Verbo se hizo carne" (Jn 1,14), el Hijo no sólo contuvo su naturaleza divina (la del Padre), sino que también asumió una naturaleza humana (que no era propia del Padre), y por eso es distinto del Padre, sin dejar de ser Dios. De hecho, el mismo Señor permite que se diga de él lo que es apropiado para la carne, para que quede claro que el cuerpo era suyo y no de ningún otro. Pero siendo este el sentido de estas palabras, Sabelio será refutado más rápidamente, al probarse queque no fue el Padre el que se hizo carne, sino su Verbo, quien también redimió la carne y la ofreció al Padre.

Habiendo refutado y persuadido de esta manera, podré a continuación enseñaros más fácilmente lo que sostiene Dionisio acerca de la deidad del Verbo, y cómo él es el Verbo y la sabiduría, y el Hijo y el poder, y el resplandor y la imagen expresa del Padre. Será ésta una inferencia necesaria, pues como existe el Verbo, también debe existir el Padre del Verbo, y como existe la sabiduría, también existe su progenitor, y como existe el resplandor, también existe la luz; y que de esta manera el Hijo y el Padre son uno.

XXVII
Dionisio fue un obispo fiel y piadoso

Dionisio sabía todo esto cuando escribió. Y con sus primeras cartas hizo callar a Sabelio, y con las demás venció la herejía de Arrio. Porque así como los atributos humanos del Salvador derrotaron a Sabelio, así contra los locos arrianos hay que usar pruebas extraídas no de los atributos humanos, sino de lo que denota la deidad del Verbo, para que no perviertan lo que se dice del Señor en razón de su cuerpo, y piensen que el Verbo es de naturaleza similar a nosotros los hombres, y así permanezcan en su locura. Pero si también se les enseña acerca de su deidad, condenarán su propio error; y cuando comprendan que el Verbo se hizo carne, también ellos distinguirán más fácilmente en el futuro las características humanas de las que se ajustan a su deidad.

Siendo esto así, y habiendo demostrado el obispo Dionisio por sus escritos ser piadoso, ¿qué harán a continuación los locos arrianos? Convencidos por esta evidencia, ¿a quién se atreverán a calumniar de nuevo? En efecto, es necesario que, como han caído del fundamento de los apóstoles y no tienen una mente propia, busquen algún apoyo y, si no lo encuentran, difamen a los padres.

No obstante, nadie les creerá, porque la herejía está ya condenada por todos. A menos que, por ventura, hablen del diablo, pues él es su único partidario. O mejor dicho, él fue quien les sugirió su herejía.

¿Quién podrá, pues, llamar cristianos a personas cuyo líder es el diablo, y ellos mismos están diabolizados, y el único nombre que llevan sobre sí es el de ser adversarios de Cristo? A menos que cambien de opinión y, rechacen la impiedad que han tramado, y lleguen a conocer la verdad. Esto les beneficiaría inmediatamente, y por eso conviene orar por todos los que están en el error.