EFRÉN DE NÍSIBE
Himno a la Fe

I

1. Un día tomé una perla, hermanos míos, y vi en ella misterios pertenecientes al Reino, semejanzas y tipos de su majestad. La perla se convirtió en una fuente, y bebí de ella los misterios del Hijo. Lo puse, hermanos míos, sobre la palma de mi mano para poder examinarlo. Fui a mirarlo de un lado y me encontré con caras por todos lados. Descubrí que el Hijo era incomprensible, ya que él es todo Luz. En su resplandor vi al Brillante que no puede ser oscurecido, y en su pureza un gran misterio, el cuerpo de nuestro Señor que está bien refinado. En su indivisibilidad vi la Verdad que es indivisa. Así, vi allí su concepción pura: la Iglesia, y el Hijo dentro de ella. La nube era la semejanza de Aquel que la llevaba, y su tipo el cielo, pues de ella emanaba su resplandor misericordioso. Vi allí sus trofeos, sus victorias y sus coronas, sus gracias útiles y abundantes, sus cosas ocultas con sus cosas reveladas.

2. Era mayor para mí esa perla que el arca, y me quedé asombrado de ella. Vi en ella pliegues sin sombra, y tipos vocales sin lenguas, y expresiones de misterios sin labios, y un arpa silenciosa que sin voz emitía melodías. La trompeta titubea y el trueno murmura, así que dejad las cosas ocultas y aceptad las reveladas. Habéis visto en el cielo claro una segunda lluvia, y las hendiduras de vuestros oídos, como de las nubes, están llenas de interpretaciones. Así como aquel maná llenaba al pueblo, sin comidas agradables ni placeres, así esta perla me llena a mí en lugar de libros, y de su lectura, y de sus explicaciones. Cuando le pregunté si había otros misterios, no tenía boca para que yo pudiera oír, ni oídos con que pudiera oírme. ¡Oh, criatura sin sentidos, de los cuales he adquirido nuevos sentidos!

3. La perla me respondió: Soy hija del mar, del mar ilimitado. Y de ese mar de donde salí es de donde hay un poderoso tesoro de misterios en mi seno. ¡Explora el mar, pero no busques al Señor del mar! He visto a los muchos que bajaron después de mí, que, atónitos, volvieron del centro del mar a tierra seca, y por unos instantes no la sostuvieron. ¿Quién se quedaría para buscar en las profundidades de la divinidad? Las olas del Hijo están llenas de bendiciones y también de males. ¿No has visto las olas del mar, que si un barco lucha con ellas lo destrozan, y si se rinde a ellas y no se rebela contra ellas, entonces se salva? En el mar se ahogaron todos los egipcios, y también los hebreos fueron vencidos en tierra firme, así que ¿cómo podrás sobrevivir? Los hombres de Sodoma fueron lamidos por el fuego, así que ¿cómo podrás prevalecer? Ante estos alborotos se conmovieron los peces del mar, y también el Leviatán, y tú ¿mantienes tu corazón de piedra, para leer estas cosas y caer en estos errores? ¡Qué gran temor que también la justicia permanezca en silencio por tanto tiempo! (Ecl 8,11).

4. La búsqueda se mezcla con la acción de gracias, y ¿cuál de los dos prevalecerá? El incienso de la alabanza se eleva junto con el humo de la disputa de la lengua, y ¿a cuál escucharemos? La oración y la indagación salen de una sola boca (Sant 3,10), y ¿a cuál escucharemos? Jonás fue mi vecino en el mar durante tres días, y los animales que estaban en el mar temblaron al decir: ¿Quién podrá huir de Dios? Jonás huyó, y ¡vosotros os obstináis en escudriñarlo!

II

1. ¿A quién te pareces, oh perla misteriosa? Que tu silencio hable a quien escucha, y con boca silenciosa habla con nosotros, pues a quien escucha los balbuceos de tu silencio, a él tu tipo le lanza su grito silencioso acerca de nuestro Redentor. Tu madre es virgen del mar, aunque él no la tomó por esposa. Ella cayó en su seno, aunque él no la conocía; ella te concibió cerca de él, aunque él no la conocía. Tú, que eres un tipo, reprocha a las mujeres judías que te han colgado de ellas. Tú eres la única progenie de todas las formas que son como el Verbo de lo alto, a quien el Altísimo engendró de manera única. Las formas grabadas parecen ser el tipo de las cosas creadas arriba. Esta descendencia visible del vientre invisible es un tipo de grandes cosas. Tu hermosa concepción fue sin semilla, y sin matrimonio fue tu generación pura, y sin hermanos fue tu nacimiento único. Nuestro Señor tuvo hermanos y, sin embargo, no hermanos, puesto que era un Unigénito. ¡Oh, solitario, tú eres un tipo exacto del Unigénito! Hay un tipo tuyo en la corona de los reyes, en la que tienes hermanos y hermanas. Tus hermanos son piedras preciosas, y los berilos y las uniones son tus compañeros: que el oro sea como tu pariente, que haya para el Rey de reyes una corona de tus bienamados. Cuando saliste del mar, esa tumba viviente, clamaste: ¡Que tenga una buena reunión de hermanos, parientes y parientes! Como el trigo está en la espiga, así tú estás en la corona con los príncipes: y es una justa restitución para ti, como si fuera una prenda, que desde esa profundidad seas exaltado a una buena eminencia. El trigo lleva la espiga en el campo; a ti, la cabeza del rey sobre su carro, te lleva de un lado a otro. Oh hija de las aguas, que dejaste el mar en que naciste, y subiste a la tierra seca en la cual eres amada; porque los hombres te amaron, y se apoderaron de ti, y se adornaron contigo, como a aquel linaje al cual los gentiles amaron y con el cual se coronaron. Por el misterio de la verdad, Leviatán es pisoteado por los mortales: los diversos se despojaron de él y se vistieron de Cristo. En el sacramento del óleo, los apóstoles te robaron y subieron. Arrancaron sus almas de su boca, por amarga que fuera. Tu naturaleza es como un cordero silencioso en su dulzura, al que, si alguien quiere agarrar, lo levanta por las orejas en forma de cruz, como en el Gólgota. Derramó abundantemente todos sus destellos sobre quienes lo miraban.

2. En tu belleza se refleja la belleza del Hijo, que se revistió de sufrimiento cuando los clavos lo atravesaron. La lezna pasó en ti porque te trataron con rudeza, como hicieron con sus manos. Y porque él sufrió, reinó, ya que con tus sufrimientos tu belleza aumentó. No tuvieron piedad de vosotros, ni os amaron, mas con tantos sufrimientos habéis llegado a reinar. Simón Pedro tuvo piedad de la Roca que le golpeó, y queda vencido por ella. Así, a causa de su sufrimiento, su belleza ha adornado la altura y la profundidad.

III

1. ¡No te escondes en tu desnudez, oh perla! Por tu amor también es arrebatado el mercader, pues se despoja de sus vestiduras para cubrirte, viendo que tu vestido es tu luz, y tu manto es tu resplandor. ¡Oh tú que estás desnuda! Eres como Eva, que estaba vestida de desnudez. Maldito el que la engañó, la desnudó y la dejó. La serpiente no puede despojarte de tu gloria. En los misterios de los que eres tipo, las mujeres están vestidas de luz en el Edén.

2. Muy brillantes son las perlas de Etiopía, como está escrito ("quien os dio a Etiopía, la tierra de los negros"). Pues bien, el que dio luz a los gentiles, tanto a los etíopes como a los indios, fue el que os alcanzó con sus brillantes rayos. El eunuco de Etiopía (Hech 8,27) en su carro vio a Felipe, y el Cordero de Luz salió al encuentro del hombre oscuro desde el agua. Mientras leía, el etíope estaba alegre y siguió adelante! Hizo discípulos y enseñó, y de hombres negros hizo hombres blancos. Las mujeres etíopes de piel oscura se convirtieron en perlas para el Hijo, que él ofreció al Padre como una corona resplandeciente de los etíopes.

3. La reina de Saba (1Re 10,1) era una oveja que había llegado al lugar de los lobos, pero consiguió la lámpara de la verdad de manos de Salomón, y se casó con ella cuando él se apartó. Ella fue iluminada y se fue, mientras ellos permanecieron en tinieblas por sus costumbres. La chispa brillante que descendió a casa con aquella bendita reina mantuvo su resplandor en medio de la oscuridad, hasta que llegó el nuevo amanecer. La chispa brillante se encontró con este resplandor e iluminó el lugar.

4. Hay en el mar diversos peces de muchos codos, y con toda su grandeza son muy pequeños. Mas por vuestra pequeñez la corona se hace grande, como el Hijo, por cuya pequeñez Adán fue hecho grande. Tu cabeza es tu corona, los ojos tu hermosura, el oído tu belleza. Sube del mar, tú que estás cerca de la tierra firme, y ven a morar junto al oído. ¡Que el oído ame la palabra de vida como a ti! En el oído está la palabra, y fuera de él está la perla. Que sea advertido por ti, que por ti obtenga sabiduría, y que sea advertido por la palabra de verdad. Sé su espejo, y la belleza de la Palabra en tu propia belleza se verá, y en ti aprenderá cuán preciosa es la Palabra de lo alto. La oreja es la hoja, la carne es el árbol, y tú en medio de ella eres un fruto de luz, y al vientre que produce luz, y un tipo que señala. ¡A ti, perla, te usó como parábola de ese reino! ¡Como a las vírgenes que entraron en él, cinco en número, vestidas con la luz de sus lámparas! ¡A ti son semejantes los que brillan, tú que estás revestida de luz!

5. ¿Quién daría una perla a la hija de un pobre? Pues cuando la lleva puesta, no le sienta bien. Gana sin precio esa fe, que es lo que le sienta bien a todos los miembros del hombre. Pero una dama no cambiaría su perla por nada del oro. ¡Sería una gran desgracia que arrojaras tu perla al fango sin ningún valor! En la perla del tiempo contemplemos la de la eternidad, pues está en la bolsa, o en el sello, o en el tesoro. Dentro de la puerta hay otras puertas con sus cerraduras y llaves. Vuestra perla tiene al Altísimo sellado como teniendo en cuenta todo.

IV

1. El ladrón obtuvo la fe que lo ganó (Lc 22,42), y lo sacó de allí y lo colocó en el paraíso. Vio en la cruz un árbol de vida. Ése era el fruto, y él era el que lo comía en lugar de Adán. El necio que se extravía roza la fe como si fuera un ojo (Zac 2,8) con toda clase de preguntas. El sondeo con el dedo ciega el ojo, y mucho más ciega el escudriñar la fe. Ni siquiera el buceador se fija en su perla. Todos los mercaderes se regocijan en ella sin investigar de dónde procede; ni siquiera el rey que está coronado con ella la explora.

2. Por ser Balaam necio, una bestia necia en el asno habló con él, porque despreció al Dios que le hablaba. Así que tú, también, deja que la perla reprenda en lugar del asno. El pueblo que tenía un corazón de piedra, por una piedra él despreció (Mt 21,42), porque he aquí que una piedra oye las palabras, testigo de su obra que los ha reprendido. Y vosotros, sordos, dejad que la perla os repruebe hoy. Así como con la golondrina (Jer 8,7) y el cuervo ella avergonzó a los hombres, y con el buey y el asno (Is 1,3) los avergonzó, así la perla os reprende ahora, oh aves, y cosas de la tierra y cosas de aquí abajo.

3. Tu luz, oh perla, no es como la luz de luna, ni tu luz se llena o mengua. El sol, cuya luz es mayor que todo, no es más que un pequeño dibujo en tu pequeño compás. ¡Oh tipo del Hijo, oh chispa de cuyo es mayor que el sol! La perla en sí está llena, porque su luz es plena. No hay ningún trabajador astuto que pueda robarle, porque su pared es su propia belleza. Sí, ella ¡también es su guarda! No le falta nada, ya que es completamente perfecta. Y si alguien la quisiese quebrantar para quitarle una parte, ella es como la fe, que hace perecer a los herejes, y a los que tratan de destrozarla y echarla a perder. ¿Hay acaso algo mejor que esto, que la fe sea examinada? La fe es una naturaleza entera que no puede ser corrompida. El que la corrompe se perjudica a sí mismo con ella; el hereje se arruina a sí mismo con ella. El que ahuyenta la luz de sus pupilas se ciega a sí mismo. El fuego y el aire se dividen cuando se separan. La luz, entre todas las criaturas, es la única que no está dividida (como su Creador), y no es estéril, pues también engendra sin perder por ello.

4. Si un hombre piensa que estás enmarcado por el arte, se equivoca gravemente, porque tu naturaleza, oh perla, proclama que tú, como todas las piedras, no eres el marco del arte, sino un tipo de la generación que no fue enmarcada por ninguna creación. Tu piedra huye de la comparación con la piedra que es el Hijo, pues tu propia generación fue lograda de en medio del abismo, a través del Hijo de tu Creador, que es de lo más alto y no como tú, sino como su Padre. Según cuentan, dos vientres te engendraron, oh Hijo, y descendiste de lo alto como una naturaleza fluida, y subiste del mar como un cuerpo sólido. Mediante tu segundo nacimiento mostraste tu hermosura a los hijos de los hombres. Las manos te fijaron, cuando fuiste encarnado, en tus receptáculos. Así estás en la corona como en una cruz, y en una diadema como en una victoria; estás sobre las orejas, como para llenar lo que faltaba; te extiendes sobre todo.

V

1. ¡Oh don que surgió sin precio (Is 55,1), con el buceador te apoderaste de esta luz visible, que sin precio surge para los hijos de los hombres, como una parábola del Oculto, que sin precio da la Aurora oculta! Y el pintor también pinta una imagen tuya con colores. Sin embargo, por ti se pinta la fe en tipos y emblemas para los colores, y en el lugar de la imagen por ti y tus colores se pinta a tu Creador. ¡Oh, tú, incienso sin olor, que exhalas símbolos! No eres para comer, pero das un olor agradable a quienes te escuchan. No eres para beber, pero con tu historia, ¡eres una fuente de símbolos para los oídos!

2. Eres tú la que eres grande en tu pequeñez, ¡oh perla! Pequeña es tu medida y pequeña tu compás con tu peso, mas grande en tu gloria, y esa corona en la que estás colocada, de la cual no hay otra que se le parezca. ¿Quién no ha percibido tu pequeñez, y cuán grande es? Si alguien te desprecia y te desecha, se culpará a sí mismo por su payasada, y al verte con una corona de rey se sentirá atraído por ti.

3. Los hombres se desnudaron, se zambulleron y te sacaron, ¡oh perla! No fueron los reyes los que te pusieron delante de los hombres, sino aquellos desnudos que eran un tipo de los pobres, los pescadores y los galileos. Porque no pudieron venir a ti cuerpos vestidos, sino que vinieron desnudos como niños; hundieron sus cuerpos y descendieron a ti; y tú mucho los quisiste y ayudaste a los que así te amaron. Buenas nuevas dieron acerca de ti, y hasta los pobres pescadores abrieron sus lenguas delante de sus pechos, y te sacaron a la luz, y mostraron tus nuevas riquezas entre los mercaderes, y en las muñecas de los hombres te pusieron como medicina de vida.

4. Los desnudos de la figura vieron tu resurrección a la orilla del mar, así como a la orilla del lago los apóstoles de la verdad vieron la resurrección del Hijo de tu Creador. Por ti y por tu Señor, el mar y el lago quedaron embellecidos. El buceador subió del mar, y se vistió, así como del lago también Simón Pedro subió nadando, y se vistió con su manto (Jn 21,7), y con los vestidos de ambos, y el amor de los dos, estaban estos dos.

5. Ya que he vagado en ti, oh perla, recogeré mi mente. Y al haberte contemplado, me volveré como tú, en que estás toda recogida en ti misma. Y como tú en todos los tiempos eres uno, ¡déjame que yo me vuelva uno por ti! He reunido perlas para hacer una corona para el Hijo en lugar de las manchas que hay en mis miembros. Recibe mi ofrenda, no porque seas tú el que está mal, sino porque yo te la he ofrecido por mi propia falta. ¡Blanquea mis manchas! Esta corona es toda de perlas espirituales, que en lugar de oro están engastadas en amor, y en lugar de dolores en fe; y en lugar de manos, ¡ofrézcanla con alabanza al Altísimo!

VI

1. ¡Ojalá que de las tumbas saliera a la luz el recuerdo de los padres, que eran muy sencillos por ser sabios y reverentes por ser creyentes, y que sin vacilaciones buscaron y encontraron el camino recto! Él dio la ley, y desde entonces las montañas se derritieron, y los necios la quebrantaron. Con cuervos inmundos alimentó a Elías en el arroyo del desierto, y también dio miel de los esqueletos a Sansón. No juzgaron, ni preguntaron por qué era inmundo, ni por qué limpio.

2. Cuando anuló los sábados, los débiles gentiles fueron revestidos de salud. Sansón tomó a la hija de los extranjeros, y no hubo disputas entre los justos. El profeta también tomó a una ramera, y los justos guardaron silencio. Él culpó a los justos (Os 1,2), y levantó y exaltó para ver sus delincuencias. Se compadeció de los pecadores (Mt 9,13) y los restauró sin costo, y hasta abatió a los montes de sus pecados (Lc 18,9). Él demostró que Dios no puede ser procesado por los hombres, y como Señor de la verdad, que sus siervos eran su sombra. A cualquier dirección en que mirara su voluntad, ellos dirigían también sus propias voluntades; y porque la luz estaba en él (Cant 2,17), sus sombras fueron iluminadas.

3. ¡Cuán extrañamente confundidos están todos los herejes por cosas sencillas! Pues cuando él claramente prefiguró este Nuevo Testamento por el de los profetas, aquellos hombres miserables se levantaron, como si despertaran de un sueño, y gritaron y causaron un alboroto. Y a ese camino, por el cual los justos se mantenían rectos y habían avanzado por él con sus verdades, a ese camino lo rompieron esta panda de embrutecidos. Lo dejaron y se alejaron de él, porque una búsqueda maliciosa, sí, y una charla malvada, los extravió. Vieron el rayo, mas lo hicieron tinieblas para poder palparlo; vieron la joya de la fe, mas mientras la escrutaban ésta cayó y se perdió. De la perla hicieron una piedra, y luego tropezaron con ella.

4. ¡Oh don, que los necios han convertido en veneno! Los pueblos querían separar tu hermosa raíz de tu fuente, aunque no la separaron, y las enseñanzas falsas también alejaron tu belleza de su estirpe. Por ti se apartaron los que querían apartarse de ti. Por ti se separaron las tribus y se dispersaron fuera de Sión, y también las enseñanzas falsas de los secesionistas. ¡Oh, nuestro don, colócate en el ámbito de nuestra pequeñez! Si el amor no puede encontrarte por todas partes, no puede estar quieto y en reposo. ¡Hazte pequeño, tú que eres demasiado grande para todos, tú que vienes a todos!

5. Con esto se reprendería a quienes riñen contra nuestra Perla, porque en lugar del amor ha entrado la discordia y se ha atrevido a intentar descubrir tu belleza. No fue esculpida, ya que es una progenie que no se puede interpretar. Mostraste tu belleza entre los abyectos para mostrar a quién te pareces, tú Perla que eres todos los rostros. Los observadores se quedaron atónitos y perplejos ante ti. Los separatistas te dividieron en dos, y fueron separados en dos por ti, tú que eres de una sola sustancia en todos sus aspectos. No vieron vuestra belleza, porque no había en ellos el ojo de la verdad. Porque el velo de la profecía, lleno como estaba de misterios, era para ellos una cobertura de vuestros rostros resplandecientes: pensaron que erais otros de lo que sois, ¡oh espejo nuestro! Y por eso estos cismáticos ciegos profanaron vuestra bella belleza.

6. Ya que os han ensalzado demasiado o os han rebajado demasiado, llevadlos al mismo nivel. Descended, descended un poco de esa altura de infidelidad y paganismo. Y subid de la profundidad del judaísmo, aunque estéis en el cielo. ¡Que nuestro Señor se sitúe entre Dios y los hombres! (1Tm 2,5), ¡que los profetas sean como sus heraldos!, ¡que el Justo, como su Padre, se regocije! ¡Esa palabra es la que conquistó tanto a judíos como a paganos!

7. Ven, don de la santa Iglesia, quédate y descansa en medio de ella. Los circuncisos te han preocupado, pues son charlatanes vanos, y también sus doctrinas, porque son contenciosas. ¡Bendito sea Aquel que te ha dado una buena compañía que te lleva! En la alianza de Moisés se manifiesta tu resplandor, en la nueva alianza lo proyectas, y desde los primeros hasta los últimos brilla tu luz. Bendito sea Aquel que nos dio tu resplandor y tus rayos luminosos.

VII

1. Como en una carrera vi a los disputadores, a los hijos de la contienda, tratando de probar el fuego, de ver el aire, de manejar la luz. Mas todos ellos se turbaban ante el resplandor y luchaban por formar divisiones. Al Hijo, que es demasiado sutil para la mente, lo intentaron palpar. Y al Espíritu Santo, que no se puede explorar, lo intentaron explorar con sus preguntas. Al Padre, que nunca en ningún momento fue investigado, lo explicaron y lo discutieron. La forma sana de nuestra fe es de Abraham, y nuestro arrepentimiento es de Nínive y la casa de Rajab, y nuestras son las expectativas de los profetas (Gn 15,6), y nuestras las de los apóstoles.

2. La envidia es de Satán, mientras que el mal uso del becerro malvado es de los egipcios, y la visión odiosa de la imagen de cuatro caras de los hititas, y la maldita disputa (esa polilla oculta) de los griegos. El amargo enemigo leyó y vio enseñanzas ortodoxas y las subvirtió. Vio cosas odiosas y las sembró, vio esperanza y la puso patas arriba y la cortó. Mas la disputa que plantó, ¡he aquí!, ha dado un fruto amargo para los dientes.

3. Satanás vio que la Verdad lo estrangulaba, y se unió a la cizaña, y ocultó sus fraudes, y extendió sus trampas para la fe, y arrojó sobre los sacerdotes los dardos del amor a la preeminencia. Se disputaban el trono para ver quién lo obtendría primero. Había quienes meditaban en secreto y lo mantenían en secreto, había quienes luchaban abiertamente por él, había quienes con sobornos llegaban a él sigilosamente, y había quienes con fraude actuaban sabiamente para obtenerlo. Los caminos eran distintos, pero el objetivo era el mismo e igual para todos. A aquel que era joven y ni siquiera podía pensar en ello (porque no era su momento), y a aquel que era viejo (y forjaba sueños para el futuro), a todos ellos, con su astucia, el malvado los persuadió y los sometió, diciéndoles: ¡Ancianos, jóvenes y hasta mozalbetes, adquirid todos este rango!

4. Satanás dejó a un lado sus libros anteriores, y puso en juego otros. Con ellos, el pueblo que había envejecido fue devorado y comido por la polilla y el gusano, y quedó abandonado y abandonado. La polilla de Satanás entró en la nueva vestidura de los nuevos pueblos. Vio a los crucificadores que fueron rechazados y arrojados como extraños; hizo de los de la casa oradores, y los adoradores se convirtieron en disputadores. De esa prenda la polilla la engendró, la enrolló y la depositó. El gusano se reprodujo en el granero del trigo, y se sentó y miró cómo el trigo puro se quedaba enmohecido, y eran devoradas las vestiduras de gloria. ¡Se burló de nosotros, y nosotros de nosotros mismos, ya que estábamos embrutecidos! Él mostró la cizaña, y la zarza brotó en la viña pura. Él infectó al rebaño, y la lepra estalló, y las ovejas se convirtieron en sus sirvientes asalariados. Él comenzó en el pueblo, y vino a los gentiles, para poder terminar.

5. En lugar de la caña que los primeros hicieron sostener al Hijo, otros se han atrevido a escribir con su caña en sus tratados que él es sólo un Hijo del hombre. Caña por caña cambia el malvado contra nuestro Redentor, y en lugar de la túnica de muchos colores con que lo vistieron, tiñó títulos astutamente. Con diversidad de nombres lo vistió; ya el de una criatura, ya el de una cosa hecha, cuando él era el Hacedor. Y así como trenzaba para él, mediante hombres silenciosos, espinas mudas que claman, espinas de la mente las ha trenzado ahora con la voz, como himnos. Además, ha ocultado las espigas entre melodías, para que no pudieran ser percibidas.

6. Cuando Satanás vio que había sido descubierto en sus fraudes anteriores, y que se habían descubierto sus escupitajos, y vinagre, y espinas, y clavos, y madera, y vestidos, y caña, y la lanza que hería, y que éstos fraudes empezaron a ser odiados y conocidos abiertamente... entonces cambió sus fraudes. En lugar del golpe con la mano (con el cual nuestro Señor fue vencido), introdujo distracciones; y en lugar de escupitajos, introdujo cavilaciones; y en lugar de vestidos, divisiones secretas; y en lugar de la caña, introdujo contiendas para herirnos en el rostro. La soberbia llamó a su hermana la ira, y ésta respondió, y vinieron la envidia, la ira, el orgullo y el desenfreno. Todos ellos se han aliado contra nuestro Redentor, como lo hicieron el día de su pasión. Y en lugar de la cruz, se ha convertido en un madero oculto la contienda; y en lugar de los clavos, han entrado los cuestionamientos; y en lugar del infierno, la apostasía. Éste es el nuevo modelo con que Satanás trata de hacer nuevas las cosas. Así, en lugar de la esponja corrompida con vinagre y ajenjo, ahora ofrece él la curiosidad. Y en lugar de la hiel amarga que le dieron (y que nuestro Señor quitó de él), ahora él ofrece de forma dulce la sutil pregunta de la rebeldía, que los necios acatan sin rechistar.

7. En aquel tiempo hubo jueces contra ellos (Lc 23,14-15), y hoy esos jueces siguen estando contra nosotros. Mas en lugar de escritura dictan órdenes, y en lugar de poner trampas consagran coronas. No obstante, en realidad esos jueces y sus sacerdotes no oran por la realeza, ni para que cesen las guerras entre los hombres, sino que enseñan ocultamente las guerras de derrocamiento, y ponen a los reyes a combatir con los que les rodean. Oh Señor, haz que los sacerdotes y los reyes vivan en paz, y que en una sola Iglesia los sacerdotes oren por sus reyes, y los reyes perdonen a los que los rodean, y que la paz que está dentro de ti sea nuestra, tú que estás dentro y fuera de todas las cosas.