JUAN CRISÓSTOMO
Sobre las Fiestas
I
Así como un coro busca al director del coro y una tripulación de marineros al timonel, así también la asamblea de estos sacerdotes hoy busca al sumo sacerdote y al padre común. Pero en el caso del coro y del barco, con frecuencia la ausencia de los responsables los desgarra del buen orden y la estabilidad; pero no es así en este caso. Pues aunque él no esté presente en carne y hueso, sí lo está en espíritu, y ahora está con nosotros, aunque esté sentado en casa, así como nosotros también estamos con él allí, aunque estemos aquí. Pues tal es el poder del amor, que suele unir y unir a quienes están separados por una gran distancia. En cualquier caso, si amamos a alguien que pasa tiempo en un lugar extraño y separado de nosotros por vastos mares, lo imaginamos a diario; por lo tanto, cuando nos sentimos mal por alguien, tampoco nos parece bien verlo a menudo cerca. Así, cuando hay amor, no hay daño en la división del lugar, pero cuando el amor está ausente, no hay ganancia en la cercanía del lugar. Últimamente, cuando alabamos al bienaventurado Pablo, ustedes se pavoneaban como si lo vieran presente; aunque su cuerpo yace en la regia Roma, pero su alma está en manos de Dios: Porque las almas de los justos están en manos de Dios, y el tormento nunca las alcanzará. Sin embargo, el poder del amor lo puso ante sus ojos. Y planeaba abordar el mismo tema hoy, pero el mensaje nos lleva a otras cosas que nos apremian: los pecados cometidos hoy por toda la ciudad. Pues quienes escuchan las alabanzas de Pablo deberían haber sido primero émulos de la virtud de Pablo y dignos de tal sermón. Ya que el Padre no está presente con nosotros, vengan; aferrémonos a su enseñanza, confiando en sus oraciones. Porque incluso Moisés, no estando presente en el cuerpo con los combatientes, contribuyó a esa batalla, no menos que los combatientes, sino mucho más, impulsando las acciones de sus hombres con la extensión de sus manos y haciéndolos temibles para sus oponentes. Porque así como el poder del amor no se separa por una división de lugar, tampoco lo hace la eficacia de la oración, sino que así como el primero une a los que están alejados, también el segundo puede beneficiar enormemente a los que están lejos.
II
Prosigamos, pues, con confianza. Porque la guerra ha comenzado para nosotros, no con la llegada de los amalecitas, como entonces, ni con otros bárbaros invasores, sino con demonios que encabezan una procesión en el foro. Las diabólicas festividades nocturnas que hoy se celebran, las bromas, los insultos y los bailes nocturnos, y esta comedia, absurda y peor que cualquier enemigo, han cautivado a nuestra ciudad; y es necesario contenerse en estos asuntos, lamentar, avergonzarse, tanto los que han pecado como los que no, aquellos por quienes pecaron, y aquellos por quienes vieron a sus hermanos cometer actos vergonzosos; y nuestra ciudad se ha vuelto sumamente alegre y gozosa, y coronada, como una mujer aficionada a los adornos y a la extravagancia, así el foro se ha engalanado hoy con lujo, luciendo oro, ropas extravagantes, sandalias y otras cosas similares, como las de quienes trabajan, cada uno, al exhibir sus propias obras, superando en rivalidad a su compañero de trabajo. Pero esto es ambición, aunque infantil, y no se imagine nada grande ni elevado, pero sin embargo no atrae tal daño, sino un afán irreflexivo que derrama risas sobre quienes anhelan tales cosas. Pues si uno desea adornarse, que no sea el taller, sino su propia alma; no el foro, sino el intelecto; para que los ángeles se maravillen, los arcángeles aprueben el asunto, y el Maestro de los ángeles te recompense con dones de su parte; pues el ejemplo mismo, ahora el acontecimiento, trae risas y celos, risas del entendimiento de los más elevados, celos y mucha envidia de quienes sufren lo mismo.
III
La ambición, en sí misma, no merece tales acusaciones. En cambio, quienes hoy juegan en las tabernas sí que causan especial dolor, y están llenos de prodigalidad e impiedad. Están llenos de impiedad, porque quienes hacen estas cosas observan días, consultan augurios y creen que si uno celebra la luna nueva de este mes con placer y felicidad, entonces todo el año se mantendrá igual; de prodigalidad, porque hombres y mujeres, habiendo llenado cuencos y copas, beben vino puro hasta el amanecer. Estas cosas son indignas de nuestra filosofía, ya sea que las hagas o permitas que otros las hagan, ya sean sirvientes, amigos o vecinos. ¿No habéis oído a Pablo decir "guardáis días, meses, estaciones y años, y temo haber trabajado en vano por vosotros"? De lo contrario, es una locura extrema esperar esto de un solo día, si es afortunado, de todo el año; Pero no es sólo una necedad, sino el juicio de la actividad diabólica: no confiar las cosas de nuestra vida a nuestra prisa y afán, sino a los ciclos de los días. Todo el año será afortunado para ti, no si te emborrachas en luna nueva, sino si tanto en la luna nueva como cada día haces lo que Dios aprueba. Porque los días vienen malos y buenos, no por su propia naturaleza; pues un día no difiere en nada de otro, sino por nuestro celo y pereza. Si practicáis la justicia, el día os será bueno. Si cometéis pecado, será malo y lleno de retribución. Si contempláis estas cosas y estáis dispuestos a ello, consideraréis todo el año favorable, realizando oraciones y caridad todos los días. Si descuidáis la virtud para vosotros mismo, y confiáis la satisfacción de vuestra alma al comienzo de los meses y al número de días, os veréis desolados de todo lo bueno. Lo cual, percibiendo entonces el diablo y apresurándose a acabar con nuestros esfuerzos en la virtud y a extinguir nuestra disposición mental, enseñó que los éxitos y los fracasos se inscriben en los días. Quien se convence de que un día es malo y bueno, no se preocupará por las buenas obras en el día malo, como si todo fuera en vano y no se beneficiara de nada debido a la necesidad del día; ni tampoco lo hará en el día bueno, como si su propia ociosidad no causara daño, sino por la buena fortuna del día; y así, de cada uno, promueve su propio bienestar; y a veces haciendo cosas inútiles, a veces superfluas, pasará su vida en el ocio y la maldad. Sabiendo esto, debe huir de las asechanzas del diablo, desechar esta influencia del pensamiento y no observar los días, ni para odiar ni para amar a nadie. Porque ese demonio maligno trama estas cosas, no sólo para echarnos a la ociosidad, sino también para vilipendiar las obras de Dios, queriendo arrastrar nuestras almas a la impiedad y a la ociosidad al mismo tiempo.
IV
Hermanos, estamos obligados a resistir, y a saber claramente que nada es malo excepto el pecado, y nada bueno excepto la virtud y agradar siempre a Dios. La bebida fuerte no produce deleite, sino una oración espiritual; no el vino, sino una palabra erudita. El vino causa tormenta, pero la Palabra produce calma; la primera transporta en un alboroto, la segunda expulsa la perturbación; la primera oscurece el entendimiento, la segunda ilumina lo oscurecido; la primera importa desalientos que son inexistentes, la segunda aleja los que había. Nada está tan acostumbrado a producir contentamiento y deleite, como las enseñanzas de nuestra filosofía, que es despreciar los asuntos presentes, anhelar las cosas por venir, no considerar nada de los asuntos humanos como seguro, y si ves a un hombre rico no ser mordido por la envidia, y si caes en la pobreza no ser abatido por esa pobreza. Así siempre puedes celebrar festividades. Porque el cristiano debe celebrar fiestas no por meses, ni lunas nuevas, ni domingos, sino continuamente a lo largo de su vida para celebrar una fiesta que le sea propia. ¿Cuál es la fiesta que nos conviene? Ésta misma, que nos describe Pablo: "Celebremos la fiesta, mas no con la vieja levadura, ni con la levadura de maldad y perversidad, sino con el pan sin levadura de sinceridad y verdad". Si tenéis la conciencia limpia, celebraréis fiestas continuamente, alimentado con buenas esperanzas y deleitándote en el deleite de los bienes venideros. Entonces, como si os comportarais sin valentía y estuvierais expuestos a muchos pecados, y si hubieran diez mil fiestas y días festivos, no estaríais en mejor estado que aquellos que están de duelo. En efecto, ¿de qué me sirven los días brillantes si mi alma está entenebrecida en su conciencia? Si alguien desea obtener algún beneficio de la luna nueva, que haga esto: cuando vea que el año termina, que dé gracias al Señor por haberle guiado a este ciclo de años. Apuñala el corazón, calcula el tiempo de tu vida, dite a ti mismo: Los días corren y pasan, los años se llenan, hemos avanzado mucho en el camino, mas ¿qué bien nos queda? ¿No nos iremos de aquí, vacíos y desiertos de toda justicia, con el juicio a las puertas, el resto de la vida nos conduce a la vejez?
V
Hermanos, contemplad estas cosas desde la luna nueva, y recordadlas desde el ciclo de los años. Calculemos el día futuro, y no algo que ya nos fue dicho en el pasado, recordando en esto lo que ya recordó el profeta a los judíos: "Vuestros días transcurren en vanidad, y vuestros años con prisa". Ésta es la fiesta que mencioné: la fiesta continua, la que no se retrasa con el paso de los años, la que no se limita a los días, la que tanto ricos como pobres podrán celebrar de la misma manera. En esta fiesta continua y eterna no faltan ni faltarán riquezas ni provisiones, sino solo virtud. ¿No tienes riquezas? Bien, pero tienes el temor de Dios, y un tesoro más fructífero que toda riqueza, inagotable, inmutable, inagotable. Mira al cielo, y al cielo de los cielos, la tierra, el mar, el aire, las especies de animales, las múltiples plantas, toda la naturaleza humana; considera a los ángeles, arcángeles, los poderes de lo alto; recuerda que todos estos son creaciones de tu Maestro. Así pues, no es pobreza ser esclavo del Maestro providencial, si lo tienes como tu Señor propicio. La observancia de los días no es de filosofía cristiana, sino de error helénico. En la ciudad de arriba estás inscrito, en la comunidad allí eres contado, te mezclarás con los ángeles; donde la luz no da paso a la oscuridad, ni el día a la noche, sino que siempre es día, siempre luz. A estas fiestas, pues, miremos continuamente, "buscando las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios". No tienes nada en común con la tierra, donde están los cursos del sol, sus circuitos y los días; pero si vives rectamente, la noche será día para ti; así como para quienes viven en el libertinaje, la embriaguez y la intemperancia, su día se convierte en la oscuridad de la noche, no por la extinción del sol, sino por el oscurecimiento de su mente por la ebriedad. Apasionarse por estos días, disfrutarlos más, encender luces en el foro y tejer coronas, es una locura infantil. Hermanos, vosotros habéis sido liberados de esta debilidad, y habéis llegado a la edad adulta, y habéis sido inscritos en la política celestial. Por tanto, no encended el fuego de los sentidos en el foro, sino la luz espiritual en vuestra mente. Con ello, "llevad vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre celestial". Esta luz y esta fiesta es la que les traerá gran recompensa. No coronéis la puerta de vuestra casa, sino mostrad vuestro propio estilo de vida, para que con ello recibáis la corona de justicia de la mano de Cristo. Que nada se haga precipitadamente, sino todo ordenadamente y para la gloria de Dios. Como dice el apóstol, "ya sea que comáis o bebáis, hacedlo todo para la gloria de Dios". ¿Y qué es "comer y beber para la gloria de Dios"? Esto mismo: compartir vuestra comida y bebida con el. De hacerlo, habréis hecho a Cristo participe de vuestra mesa, y comeréis y beberéis para gloria de Dios.
VI
Hermanos, ya sea ir al foro, o quedarnos en casa, que ambas cosas se hagan por amor a Dios. ¿Cómo se deben hacer ambas cosas por amor a Dios? Siempre que entras a la iglesia, siempre que participas de la oración, siempre que recibes enseñanza espiritual, el progreso se ha producido para la gloria de Dios. De nuevo, es quedarse en casa por amor a Dios. ¿Y cómo esto? Siempre que oigas disturbios, procesiones desordenadas y diabólicas, el foro lleno de hombres malvados e indisciplinados, quédate en casa, libre de este desorden, y permaneces para la gloria de Dios. Así como pasar tiempo en casa y salir se puede hacer por amor a Dios, también lo es la alabanza y la censura. ¿Y qué es alabar algo para la gloria de Dios, o acusar? Te lo voy a explicar, oh hermano. Con frecuencia, hermano, tú te sientas en lugares de trabajo, y ves pasar a hombres malvados y perversos, con las cejas levantadas, engreídos y avaros, arrastrando a muchos parásitos y aduladores, vistiendo ropa cara, rodeados de cierta mística y diciendo: ¿No es envidiable todo esto? Cuando veas a estas personas, hermano, repréndelas, acúsalas, siléncialas, llora por ellas y censúralas por amor a Dios. ¿Por qué? Porque la censura es una enseñanza filosófica para quienes se reúnen, y es tan fuerte en virtud que ya no anhela las cosas de la vida cotidiana. Además, no vendrá mal que les digas: ¿Por qué ha de ser envidiable tu estilo de vida? ¿Por qué ha de ser envidiable tener un caballo maravilloso, y una brida de oro, y poseer muchos sirvientes, y vestir ropas brillantes, y estallar cada día en borracheras y lujos? ¿No es más bien todo esto miserable y maldito, y digno de mil lágrimas? Además de decirlo esto, no alabes nada de él, y recuérdale que todo eso (el caballo, la brida, la ropa) no es para nada suyo. Además, dile esto: ¿Qué es más lamentable que tener caballo, y la brida del caballo, y la belleza de ropas, y el vigor de los sirvientes, y tú pasar desapercibido? ¿Quién podría ser más pobre que este hombre, sin poseer bienes propios ni nada que pueda llevarse de aquí, sino adornado enteramente con cosas externas? Pues los adornos y las riquezas son propiamente nuestros, no los sirvientes, la ropa ni los caballos, sino la virtud del alma, la riqueza de las buenas obras y la confianza en Dios.
VII
Hermano, si ves a un pobre, rechazado, despreciado, viviendo en la pobreza y la virtud, considéralo infeliz por sus compañeros y alábalo, y dicha alabanza se convertirá en una exhortación para los demás, para que lleven una vida útil y buena. Si ellos dicen que es desdichado y miserable, tú di que éste es el más bendecido de todos, pues tiene a Dios como amigo, vive en la virtud, posee una riqueza inagotable y tiene una conciencia limpia. Pues ¿qué daño le puede hacer la falta de posesiones, si va a heredar el cielo y los bienes celestiales? Y si tú mismo filosofas de esta manera e instruyes a otros, recibirás una gran recompensa tanto de la censura como de las alabanzas, haciendo ambas cosas para la gloria de Dios. Y no os engaño diciendo estas cosas en vano, sino que existe cierta gran recompensa con el Dios de todas las cosas para aquellos cuyo intelecto está así dispuesto, y que la cosa ha sido considerada una cierta virtud. Es decir, el resolverse a hacer tales cosas, escuchad lo que dice el profeta acerca de los que viven así, y cómo coloca las cosas en un orden de perfecciones, el menosprecio de los que hacen maldad y la glorificación de los que temen a Dios. Pues después de mencionar la otra virtud de quien será honrado por Dios, también dice qué clase de persona debe ser para morar en el tabernáculo santo: intachable, practicante de la justicia y libre de maldad. Y añade: "Quien no engañó con su lengua ni hizo daño a su prójimo", y: "El que obra el mal es despreciado ante él, pero glorifica a los que temen al Señor". En efecto, ésta es la mayor de las perfecciones: despreciar al malvado, y alabar y bendecir al bueno. Como recuerda la Escritura, "tus amigos me fueron sumamente honorables, Señor, y sus comienzos se hicieron muy fuertes".
VIII
A quien Dios alaba, no lo censures. Alaba al que vive en justicia, aunque sea pobre. A quien Dios rechaza, no lo alabes: rechaza al que vive en la maldad, aunque esté rodeado de mucha riqueza. Si alabas o si censuras, haz ambas cosas como Dios quiere. Porque incluso hay acusación para la gloria de Dios. ¿Cómo? Con frecuencia nos enojamos con nuestros siervos. ¿Cómo, entonces, hay acusación por amor a Dios? Si ves a alguien borracho o robando, ya sea siervo, amigo o algún otro pariente tuyo, ya sea corriendo al teatro, o sin preocuparse por su alma, o jurando, o perjurando, o mintiendo... enójate, castígalo, repréndelo, corrígelo, y hazlo por amor a Dios. Y si ves a alguien pecar contra ti y omitir algo de su servicio hacia ti, perdónalo, y serás perdonado por amor a Dios. Pero ahora muchos hacen lo contrario, tanto con sus amigos como con sus sirvientes. Porque cuando pecan contra ellos, se convierten en jueces amargados e implacables; pero cuando insultan a Dios y arruinan sus propias almas, no presentan argumentos. Además, ¿es necesario hacer amigos? Hazlos, por amor a Dios. ¿Es necesario hacer enemigos? Hazlos, por amor a Dios. ¿Y cómo se hacen amigos y enemigos por amor a Dios? Si no atraemos a esos amigos, de quienes se obtiene dinero, de quienes se comparte la mesa, de quienes se obtiene patrocinio humano, sino que buscamos y hacemos esos amigos, aquellos capaces de siempre ordenar nuestra alma, aconsejar en las necesidades, reprender a los pecadores, exponer a los transgresores, restaurar a los caídos y ayudar con el consejo y las oraciones a conducirnos a Dios. Además, está permitido hacerse enemigos por causa de Dios. Si ves a alguien indisciplinado, abominable, lleno de maldad, repleto de enseñanzas impuras, que te hace tropezar y te perjudica, apártate y aléjate, tal como Cristo también ordenó: "Si tu ojo derecho te hace tropezar, sácatelo y échalo de ti". Aleja y expulsa de ti, lo más lejos que puedas, a esos amigos que te perjudican para la salvación del alma. Si participas en sus reuniones y prolongas tu discurso, hazlo también por amor a Dios, y si guardas silencio, hazlo por amor a Dios.
IX
Si estás sentado con alguien, no hables de asuntos cotidianos, ni de cosas sencillas, ni siquiera vanas, ni de lo que te concierne, sino de nuestra filosofía, del infierno, del Reino de los Cielos, pero no de cosas superfluas ni inútiles, como: ¿Quién asumió la autoridad? ¿Quién perdió el poder? ¿Por qué se vio perjudicado fulano? ¿De dónde sacó provecho y mejoró fulano? ¿Qué dejó fulano al morir a fulano? ¿Cómo se perdió fulano, esperando ser uno de los primeros herederos? Y muchas otras cosas por el estilo. No discutamos, pues, estas cosas ni permitamos que otros las discutan; más bien, consideremos qué hacer o decir es agradar a Dios. De nuevo, es guardar silencio por amor a Dios, siendo maltratado, abusado, sufriendo mil males, si los soportas con nobleza y no emites palabras blasfemas contra quien te hace estas cosas. No sólo alabar y censurar, ni quedarte en casa y salir, ni hablar y callar, sino también llorar y lamentarse, y disfrutar y deleitarse es para la gloria de Dios. Porque cuando ves a un hermano pecar, o a ti mismo caer en alguna trasgresión, si entonces gimes y te lamentas, entonces obtienes de la tristeza una salvación sin remordimiento, tal como dice Pablo: "La tristeza según Dios produce una salvación sin remordimiento". Si ves a otra persona siendo estimada, entonces no la menosprecies, sino en cuanto a tus propios bienes da gracias a Dios, a quien hizo ilustre a tu hermano, y recibirás una gran recompensa por este gozo.
X
¿Qué es más digno de lástima que un envidioso, que no se regocija ni aprovecha de la alegría, y prefiere lamentarse por las ventajas ajenas, y con el dolor atrae el castigo de Dios y una retribución insoportable? ¿Qué necesidad hay de hablar de alabanza, de censura, de dolor y de alegría, cuando incluso de las cosas más insignificantes y de los acontecimientos más insignificantes se pueden sacar los mayores provechos, si los hacemos por amor a Dios? ¿Qué hay más bajo que ser rapado? Pero incluso esto debe hacerse por amor a Dios. Porque cuando no te arreglas el cabello, ni te adornas, ni te adornas para seducir y engañar a los espectadores, sino que simplemente, como sucede y según lo exige la necesidad, lo haces por amor a Dios, tendrás tu recompensa, por haber reprimido el mal deseo y haber moldeado la ambición inoportuna. Pues si quien da solo un vaso de agua por amor a Dios heredará el Reino de los Cielos, que quien hace todo por amor a Dios considere cuán grande será la recompensa que disfrutará. También hay que andar por amor a Dios y buscarlo. ¿Qué es buscarlo y andar? Cuando no corres hacia la maldad, cuando no te preocupas por la belleza ajena, cuando ves a una mujer por casualidad, refrenas tu mirada, fortaleces tu rostro con el temor de Dios, entonces lo has hecho por amor a Dios; cuando la ropa no sea extravagante ni te suavice, sino capaz de cubrirte, usemos solo esto. Y esta ley nos lleva incluso al calzado.
XI
Muchos han caído en la dejadez y el despilfarro, hasta el punto de adornar sus zapatos y embellecerlos por todos lados, no menos que otros sus rostros (lo cual es propio de un alma impura y corrupta). Si esto parece poco, es evidencia y prueba de gran ruina, tanto en hombres como en mujeres. Por lo tanto, es lícito incluso usar zapatos por amor a Dios, cuando buscamos su uso en todas partes y hacemos de esto la medida de su empleo. Y que tanto al andar como al vestir debemos glorificar a Dios, escucha lo que dice un sabio: "La vestimenta de un hombre, la risa de sus dientes, y el paso de sus pies, declaran cómo es él". Pues cuando nos presentamos vestidos y augustos, llenos de reverencia y mostrando mucha castidad por todos lados, el incrédulo, el licencioso y el tumultuoso, al ver esto, se asombrará, incluso si no lo sabe todo. Y si nos casamos con una mujer, hagámoslo por amor a Dios, para ser castos, no para adquirir una propiedad más rica, sino para buscar la nobleza de alma, no la abundancia de posesiones ni la distinción de antepasados, sino la excelencia y la sensatez de costumbres. Tomemos una compañera para toda la vida, no un socio de negocios. ¿Y por qué es necesario relatar todo en detalle? Pues, finalmente, les es lícito, a partir de lo dicho, analizar metódicamente cada cosa que ocurre o se hace, y actuar por amor a Dios. Así como los mercaderes que navegan por el mar y fondean en las ciudades, no abandonan la costa ni suben al mercado hasta que se dan cuenta de que hay algún beneficio en lo que allí se guarda, así también vosotros no hagáis ni digáis nada que no sea provechoso para Dios. Y no me digáis que no es posible hacerlo todo por amor a Dios, porque el vestirse, el peinado, la vestimenta, los viajes, la apariencia, las palabras, las reuniones, las entradas y salidas, las burlas y alabanzas, las censuras y aprobaciones, las amistades y enemistades, todas ellas pueden suceder por amor a Dios. En efecto, ¿qué queda que no pueda suceder por amor a Dios, si lo deseamos? ¿Qué es peor que un carcelero? ¿Acaso no parece esa vida la peor de todas? Pero se le permite a quien desea sacar provecho incluso de ella, cuando perdona a los encadenados, cuando cuida de los injustamente encarcelados, cuando no se aprovecha de las desgracias ajenas, cuando establece un umbral común para todos los prisioneros. Así se salvó el carcelero, en el caso de Pablo: De lo cual es evidente que en todo, si lo deseamos, podemos ser provechosos.
XII
¿Qué es peor que el asesinato? Por supuesto, casi nada, excepto que se haga como única forma de mantener una justicia mayor. Los madianitas, por ejemplo, queriendo provocar a los judíos a una guerra, embellecieron a sus jóvenes y las presentaron ante el campamento judío, para seducirlos y llevarlos a la fornicación, y de ahí a la impiedad. Finés, al ver esto, empuñando una espada, agarró a dos personas que fornicaban, las atravesó en su pecado y frenó la ira de Dios de su juicio. Y lo que ocurrió fue asesinato, pero el resultado fue la salvación de todos los que estaban siendo destruidos, lo que también trajo justicia al que lo cometió. Y no solo no manchó sus manos, sino que ese asesinato las purificó aún más, y con toda razón: pues no odiando a los que mató, sino perdonando al resto, hizo esto: mató a los dos y salvó a innumerables personas. Pues, tal como hacen los médicos, cortando las partes podridas de los miembros, salvan el cuerpo entero y sano; así también lo hizo él. Por esta razón, el salmista dice que "Finés se puso de pie y propició la guerra, y la matanza cesó, y le fue contado por justicia de generación en generación, hasta la eternidad". Inmortal permanece entonces el recuerdo de la acción bien realizada. ¡Qué gran cosa es no hacer algo por amor a Dios! Así como Finés, al cometer asesinato, fue aprobado por Dios, así también el fariseo fue reprobado, y no por su oración, sino por la disposición con la que oraba. Cuando algo no se hace por amor a Dios, incluso aunque sea un asunto espiritual, causa gran daño. Cuando algo se hace por amor a Dios, aunque sea algo carnal, beneficia enormemente a quien lo hace, por la disposición con que ama a Dios. En definitiva, ¿qué es peor y más cruel que el asesinato? Casi nada, mas a veces obtiene la justificación.
XIII
¿Qué defensa tendremos, diciendo que no es posible obtener ganancias en todo, y hacer todo por amor a Dios, cuando incluso el asesinato tuvo algún beneficio? Si queremos prestar atención, nos aprovecharemos de este beneficio espiritual en toda la vida, ya sea comprando algo o necesitando vender. Por ejemplo, cuando no pedimos más del precio habitual, o cuando no consideramos los tiempos difíciles y luego damos una parte a los necesitados. Dice el refrán que "el que sube el precio del grano es maldecido por el pueblo", y con toda razón. Además, ¿qué necesidad hay de revisar cada uno, de extraer todo de un solo ejemplo? Porque así como los constructores, cuando están a punto de levantar un muro, extienden una pequeña cuerda de esquina a esquina, así construyen el edificio, de modo que su apariencia no sea desigual; así también nosotros, en lugar de una pequeña cuerda, extendiendo esta palabra que se dijo: "Ya sea que comáis, ya sea que bebáis, ya sea que hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios". Si oramos, si ayunamos, si acusamos, si perdonamos, si alabamos, si censuramos, si entramos, si salimos, si vendemos, si compramos, si callamos, si conversamos, si hacemos cualquier otra cosa, hagámoslo todo para la gloria de Dios, y si algo no es para la gloria de Dios, que no se haga ni se diga por nosotros; sino que en lugar de un gran bastón, en lugar de armas y salvaguardia, en lugar de tesoros inefables, dondequiera que estemos, llevemos esta palabra con nosotros, habiéndola grabado en nuestro entendimiento, para que haciendo, hablando y traficando todo para la gloria de Dios, obtengamos la gloria que proviene de él tanto en este mundo como después del viaje aquí. Dice Jesucristo que, "a los que me glorificaron, yo los glorificaré". Glorifiquemos a Cristo en todo, hermanos, tanto en los días normales como en los días de fiesta. Así seremos glorificados por Dios, por medio de su Hijo Jesucristo.
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