METODIO DE OLIMPIA
Homilía sobre Jonás

I

La historia de Jonás encierra un gran misterio. Parece que la ballena representa el tiempo, que nunca se detiene, sino que siempre sigue su curso y consume las cosas que se hacen por intervalos largos y cortos. Pero Jonás, que huyó de la presencia de Dios, es el primer hombre que, habiendo transgredido la ley, huyó de ser visto desnudo de inmortalidad, habiendo perdido por el pecado su confianza en la Deidad.

El barco en el que se embarcó, y que fue sacudido por la tempestad, es esta breve y dura vida en el tiempo presente; tal como si nos hubiéramos alejado y nos hubiéramos alejado de esa vida bendita y segura, a la que era más tempestuosa e inestable, como de la tierra firme a un barco. Porque lo que un barco es a la tierra, lo que nuestra vida presente es a lo que es inmortal.

La tormenta y las tempestades que nos azotan son las tentaciones de esta vida, que en el mundo, como en un mar tempestuoso, no nos permiten tener un viaje tranquilo y libre de dolor, en un mar tranquilo y libre de males.

Arrojar a Jonás del barco al mar significa la caída del primer hombre de la vida a la muerte, quien recibió esa sentencia porque, por haber pecado, cayó de la justicia: "Polvo eres, y al polvo volverás" (Gn 3,19).

Ser tragado por la ballena significa nuestra inevitable eliminación por el tiempo. Porque el vientre en el que Jonás, cuando fue tragado, estaba oculto, es la tierra que todo lo recibe, que recibe todas las cosas que son consumidas por el tiempo.

II

Así como Jonás pasó tres días y otras tantas noches en el vientre de la ballena y fue resucitado sano, así también nosotros, que hemos pasado por las tres etapas de nuestra vida presente en la tierra, es decir, el principio, el medio y el fin, de los cuales se compone todo este tiempo presente, resucitaremos. Porque en total hay tres intervalos de tiempo: el pasado, el futuro y el presente. Y por eso el Señor pasó tantos días en la tierra simbólicamente, enseñando con ello claramente que cuando se hayan cumplido los intervalos de tiempo antes mencionados, entonces vendrá nuestra resurrección, que es el principio de la era futura y el fin de ésta. Porque en esa era no hay pasado ni futuro, sino sólo presente.

Jonás, por haber pasado tres días y tres noches en el vientre de la ballena, no fue destruido por la disolución de su carne, como sucede con la descomposición natural que se produce en el vientre, en el caso de las carnes que entran en él, a causa del mayor calor de los líquidos, para que se pudiera demostrar que estos cuerpos nuestros pueden permanecer indestructibles. Pues considera que Dios hizo imágenes de sí mismo como de oro (es decir, de una sustancia espiritual más pura, como los ángeles), y otras de barro o bronce (como nosotros). Unió el alma, que fue hecha a imagen de Dios, con la que era terrena.

Así como aquí debemos honrar a todas las imágenes de un rey, a causa de la forma que hay en ellas, así también es increíble que nosotros, que somos imágenes de Dios, seamos destruidos por completo por no tener honor. Por lo que también el Verbo descendió a nuestro mundo y se encarnó de nuestro cuerpo, para que, habiéndolo modelado a una imagen más divina, pudiera resucitarlo incorrupto, aunque se hubiera disuelto por el tiempo. Y de hecho, cuando rastreamos la dispensación que fue expuesta figurativamente por el profeta, encontraremos que todo el discurso se extiende visiblemente a esto.