BASILIO DE CESAREA
Sobre la Justicia

I

Oh hombre, imita a la tierra y produce fruto igual que ella, no sea que parezcas peor que ella. La tierra produce frutos que ella no va a gozar, sino que están destinados a tu provecho. En cambio, los frutos de beneficencia que tú produces los recolectas en provecho propio, ya que la recompensa de las buenas obras revierte en beneficio de los que las hacen. Cuando das al necesitado, lo que le das se convierte en algo tuyo, y se te devuelve acrecentado. Del mismo modo que el grano de trigo, al caer en tierra, cede en provecho del que lo ha sembrado, así también el pan que tú das al pobre te proporcionará en el futuro una ganancia no pequeña. Procura, pues, que el fin de tus trabajos sea el comienzo de la siembra celestial. Como dice la Escritura, "sembrad para vosotros mismos, en justicia".

II

Tus riquezas, oh hombre, tendrás que dejarlas aquí, lo quieras o no. Por el contrario, la gloria que hayas adquirido con tus buenas obras la llevarás hasta el Señor. Entonces, rodeado de los elegidos, y ante el Juez universal, todos proclamarán tu generosidad, tu largueza y tus beneficios, atribuyéndote todos los apelativos indicadores de tu humanidad y benignidad. ¿Es que no ves cómo muchos dilapidan su dinero en los teatros, en los juegos atléticos, en las pantomimas, en las luchas entre hombres y fieras? Este solo espectáculo repugna de por sí, y todo por una gloria momentánea, por el estrépito y por un aplauso del pueblo.

III

Oh hombre, ¿serás avaro a la hora de gastar algo que ha de redundar en gloria para ti? De haberlo gastado, recibirás la aprobación del mismo Dios, y los ángeles te alabarán, y todos los hombres que existen desde el origen del mundo te proclamarán bienaventurado. Lo harán en recompensa por haber administrado tú rectamente los bienes corruptibles, y tú recibirás la gloria eterna, la corona de justicia, el reino de los cielos. No obstante, todo esto te tiene a ti sin cuidado, y por el afán de los bienes presentes menosprecias aquellos bienes que son el objeto de esta esperanza. Ea, pues, ¡reparte tus riquezas según convenga, sé liberal y espléndido en dar a los pobres! Ojalá pueda decirse también de ti lo que recuerda la Escritura: "Reparte limosna a los pobres, su caridad es constante".

IV

Deberías estar agradecido, oh hombre, y contento y feliz, por el honor que se te ha concedido, al no ser tú quien ha de importunar a la puerta de los demás, sino que los demás son quienes tienen que acudir a la tuya. En cambio, tú te retraes y te haces inaccesible, y rehúyes el encuentro con los demás para no verte obligado a soltar ni una pequeña dádiva. Sólo sabes decir "no tengo nada que dar". En verdad, eres pobre, y estás privado de bienes. Sobre todo, privado del bien del amor, y pobre en humanidad. Eres pobre en Dios, y estarás privado de la esperanza eterna.