AFRAAT EL PERSA
Sobre la Muerte y el Más Allá
I
Los rectos, los justos, los buenos y los sabios no temen ni tiemblan ante la muerte, a causa de la gran esperanza que les espera. Y en todo momento tienen presente la muerte, su éxodo y el último día en el que serán juzgados los hijos de Adán. Saben que por la sentencia del juicio la muerte ha recaído, porque Adán trasgredió el mandamiento, como dijo el apóstol: "La muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso sobre los que no pecaron", de modo que también sobre todos los hijos de Adán, tal como pasó sobre Adán. ¿Y cómo reinó la muerte desde Adán hasta Moisés? Claramente, cuando Dios estableció el mandamiento para Adán, le advirtió y dijo: "El día que comas del árbol del conocimiento del bien y del mal, morirás" (Gn 2,17). Así que cuando transgredió el mandamiento y comió del árbol, la muerte reinó sobre él y sobre toda su descendencia. Aun sobre aquellos que no habían pecado, aun sobre ellos reinó la muerte por la trasgresión del mandamiento por parte de Adán.
II
¿Por qué dijo "desde Adán hasta Moisés reinó la muerte"? ¿Y quién es tan inexperto como para pensar que sólo desde Adán hasta Moisés la muerte ha tenido dominio? Pero que entienda por esto que dijo: "Pasó a todos los hombres". Así, pasó a todos los hombres desde Moisés hasta el fin del mundo. Sin embargo, Moisés predicó que su reino se anularía. Porque cuando Adán trasgredió el mandamiento por el cual se dictó sentencia de muerte sobre su progenie, la muerte esperaba atar firmemente a todos los hijos de los hombres y ser rey sobre ellos para siempre. Pero cuando Moisés vino, proclamó la resurrección, y la muerte supo que su reino se anularía. Porque Moisés dijo: "Rubén vivirá y no morirá, y será numeroso" (Dt 33,6). Y cuando el Santo llamó a Moisés desde la zarza, le dijo así: "Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob" (Ex 3,6). Cuando la muerte oyó estas palabras, tembló y temió y se turbó, y supo que no había llegado a ser rey para siempre sobre los hijos de Adán. Desde el momento en que oyó a Dios decir a Moisés "Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob", la muerte se golpeó las manos, porque aprendió que Dios es rey de los muertos y de los vivos, y que está destinado a los hijos de Adán salir de sus tinieblas y resucitar con sus cuerpos. Y observemos que nuestro redentor Jesús también, cuando repitió estas palabras a los saduceos, cuando disputaban con él sobre la resurrección de los muertos, dijo así: "Dios no es Dios de los muertos, porque todos están vivos para él" (Lc 20,38).
III
Para que Dios hiciese saber a la muerte que su autoridad no es eterna sobre toda la progenie del mundo, trasladó a Enoc a sí mismo, porque le agradó, y lo hizo inmortal. Y de nuevo llevó a Elías al cielo, y la muerte no tuvo dominio sobre él. Y Ana dijo: "El Señor hace morir y da vida; hace descender al Seol y levanta" (1Sm 2,6). Además dijo Moisés como de la boca de Dios: "Yo hago morir y hago vivir" (Dt 32,39). También dijo el profeta Isaías: "Tus muertos vivirán, y sus cadáveres resucitarán; y los que duermen en el polvo serán despertados, y te glorificarán" (Is 26,19). Cuando la muerte oyó todas estas cosas, se apoderó de ella el asombro, y se sentó en duelo.
IV
Cuando Jesús, el destructor de la muerte, vino, se revistió de un cuerpo de la descendencia de Adán, y fue crucificado en su cuerpo, y probó la muerte; y cuando la muerte percibió que había descendido a él, se sacudió de su lugar y se agitó al ver a Jesús; y cerró sus puertas y no quiso recibirlo. Entonces rompió sus puertas, y entró en él, y comenzó a despojarlo de todas sus posesiones. Pero cuando los muertos vieron la luz en la oscuridad, levantaron sus cabezas de la esclavitud de la muerte, y miraron hacia adelante, y vieron el esplendor del Mesías. Entonces los poderes de la oscuridad de la muerte se sentaron de luto, porque él fue degradado de su autoridad. La muerte probó la medicina que era mortal para ella, y sus manos cayeron, y aprendió que los muertos vivirán y escaparán de su dominio. Y cuando Jesús hubo afligido a la muerte despojándola de sus bienes, gimió y gritó con amargura y dijo: Sal de mi reino y no entres en él. ¿Quién es, pues, éste que entra vivo en mi reino? Y mientras la muerte gritaba de terror (pues vio que sus tinieblas comenzaban a desaparecer y algunos de los justos que dormían se levantaban para ascender con ella), entonces le hizo saber que cuando venga en la plenitud de los tiempos, sacará a todos los prisioneros de su poder, y saldrán a ver la luz. Entonces, cuando Jesús hubo cumplido su ministerio entre los muertos, la muerte lo expulsó de su reino y no le permitió permanecer allí. Y devorarlo como a todos los muertos, no lo consideró un placer. No tenía poder sobre el Santo, ni fue entregado a la corrupción.
V
Cuando lo envió con avidez y lo hizo salir de su reino, le dejó, como un veneno, la promesa de vida, para que poco a poco su poder fuera abolido. Así como cuando un hombre ha tomado un veneno en la comida que se le da para el sustento de la vida, cuando percibe en sí mismo que ha recibido veneno en la comida, entonces vomita de nuevo de su vientre la comida en la que estaba mezclado el veneno; pero la droga deja su poder en sus miembros, de modo que poco a poco la estructura de su cuerpo se disuelve y se corrompe. Así Jesús muerto fue el que trajo la muerte a la nada; porque por medio de él se hace reinar la vida, y por medio de él se abolió la muerte, a la que se le dijo: "Oh muerte, ¿dónde está tu victoria?" (1Cor 15,55).
VI
Vosotros, hijos de Adán, todos vosotros sobre los que la muerte ha reinado, tened presente la muerte y acordaos de la vida; y no trasgredáis el mandamiento como lo hizo vuestro primer padre. Oh reyes, coronados con la diadema, acordaos de la muerte, que os quitará las diademas que están puestas sobre vuestras cabezas, y ella reinará sobre vosotros hasta el tiempo en que os levantéis de nuevo para el juicio. Oh vosotros, altivos, enaltecidos y orgullosos, acordaos de la muerte, que destruirá vuestra altivez, y disolverá los miembros, y separará las articulaciones, y el cuerpo y sus formas serán entregados a la corrupción. Los altivos serán humillados por la muerte, y los fieros y severos serán sepultados en su oscuridad. Él quitará todo orgullo, y ellos se corromperán y se convertirán en polvo, hasta el juicio. Oh vosotros, ricos, acordaos de la muerte; porque cuando llegue el tiempo en que os acerquéis a ella allí, no haréis uso de vuestras riquezas y posesiones. No os ofrecerá manjares exquisitos ni os preparará un rico banquete. Allí se corromperá el cuerpo de los glotones que vivían delicadamente. Dejarán de vivir en el lujo y no se acordarán de él. Allí el gusano consumirá sus cuerpos y se vestirán de oscuridad sobre sus hermosos vestidos. No recuerdan el fin de este mundo, que la muerte los confundirá cuando desciendan a él. Así que se sentarán en la opresión y en la sombra de la muerte, y no recordarán este mundo, hasta que llegue el fin y se levanten de nuevo para el juicio. ¡Oh rapaces, extorsionadores y saqueadores de vuestros semejantes! Acordaos de la muerte y no multipliquéis vuestros pecados; porque en ese lugar los pecadores no se arrepienten; y el que ha saqueado los bienes de sus semejantes no poseerá los suyos, sino que irá al lugar donde el hombre no hará uso de la riqueza. Y se reducirá a la nada y pasará de su honor, pero sus pecados serán acumulados para el día del juicio.
VII
¡Oh vosotros que confiáis en este mundo! ¡Que este mundo sea despreciado a vuestros ojos! Sois peregrinos y extranjeros en medio de él, y no sabéis el día en que seréis sacados de él. De repente vendrá la muerte, y separará y alejará a los hijos amados de sus padres, y a los padres de sus queridos hijos. Se llevará para sí a los preciosos hijos unigénitos, y sus padres se verán privados de ellos y caerán en el desprecio. Apartará para sí a los amigos preciosos, y sus amados llorarán por ellos lamentablemente. Se llevará y tomará prisioneros para sí a los deseados por su belleza, para avergonzar sus formas y corromperlos. Y a los que son gloriosos en aspecto los llevará para sí, y se convertirán en polvo hasta el juicio. Separará a las doncellas desposadas de sus esposos, y las ata cautivas en su cámara nupcial, en su lugar de oscuridad. Él separa a los esposos desposados de las vírgenes que fueron designadas para ellos y desposadas en su nombre; y éstas se sentarán en amargo duelo por ellas. Él separa y separa para sí a todos los hermosos jóvenes que suponían que incluso en la vejez no verían la muerte. Él separa y reúne para sí a los amados infantes de días, con quienes sus padres no estaban saciados. Él separa para sí a los ricos, a los hijos del lujo, los cuales abandonarán sus posesiones como las olas del mar (Eclo 29,18). Él separa para sí a los hábiles artífices, que estaban levantando el mundo con sus obras maravillosas. Él separa para sí a los sutiles y sabios, y se vuelven simples, sin distinguir el bien del mal. Él separa para sí a los ricamente dotados de este mundo, y sus dotes son destruidas y no serán establecidas para siempre. Él separa para sí a los poderosos y a los grandes, y su poder es reducido y debilitado, y llega a su fin. Los que confiaban en que su poder no sería reducido, en el día de la muerte, hombres de menor rango que ellos juntan sus cuerpos. Los que confían en que en su muerte serán enterrados con honor, les sucede que los perros los devoran. Y los que confían en que serán enterrados en el lugar donde nacieron, no saben que en la tierra de su cautiverio serán reunidos con insultos. A los que confiaron en sus posesiones para dárselas en herencia a sus hijos, se les oculta que serán saqueados por sus enemigos. La muerte se lleva consigo a los valientes y guerreros que pensaron en devastar el gran mundo. La muerte se lleva a los que se adornan con todo lo agradable, y el entierro de un asno les sucede cuando son enterrados. La muerte gobierna a los no nacidos y los lleva cautivos antes de que nazcan. La muerte se lleva consigo a los que son honrados con pompas, y son despreciados cuando descienden a ella, al reino de las tinieblas, donde no hay luz. No se avergüenza ante los reyes que están coronados con la diadema. No se avergüenza ante los altivos y los feroces que devastan las tierras. La muerte no respeta a las personas de los honorables, ni acepta soborno de los ricos. La muerte no desprecia al pobre, ni su alma desprecia al que no tiene nada. La muerte no honra a los que viven en magnificencia, ni con ella se distinguen los buenos de los malos. No tiene en cuenta a los ancianos, más que a los niños en cuanto a honor. A los señores de la prudencia los hace sin entendimiento, y a los que solían apresurarse y fastidiarse, para adquirir posesiones allí con él, estos son despojados de sus ganancias. Lleva consigo a los esclavos y a sus amos; y allí los amos no son honrados más que sus siervos. Pequeños y grandes están allí, y no escuchan la voz del opresor. El esclavo que es liberado de su amo allí no presta atención a quien solía oprimirlo. La muerte ata y hace cautivos a los guardianes de los prisioneros, y a los prisioneros que estaban encerrados. Por medio de la muerte los prisioneros son liberados, y no temen nuevamente a causa de sus opresores.
VIII
Los que viven en la delicadeza temen la muerte, pero los afligidos esperan con esperanza que pronto les será arrebatada. Todos los ricos tiemblan ante la muerte, pero los pobres la desean para descansar de sus trabajos. La muerte aterroriza a los poderosos cuando se acuerdan de ella, pero los enfermos la esperan con esperanza para que por medio de ella puedan olvidar sus dolores. También los niños pequeños temen la muerte, porque cuando les sobrevenga abandonarán sus placeres, pero los ancianos avanzados en años la piden en oración, los que tienen necesidad del pan de cada día.
IX
Los hijos de la paz recuerdan la muerte, y abandonan y alejan de ellos la ira y la enemistad. Como peregrinos, habitan en este mundo y se preparan un sustento para el viaje que les espera. En lo que está arriba fijan sus pensamientos, en lo que está arriba meditan; y desprecian lo que está debajo de sus ojos. Envían sus tesoros al lugar donde no hay peligro, el lugar donde no hay polilla ni ladrones. Permanecen en el mundo como extranjeros, hijos de una tierra lejana; y esperan ser enviados fuera de este mundo y venir a la ciudad, el lugar de los justos. Se afligen en el lugar de su peregrinación; y no están enredados ni ocupados en la casa de su destierro. Cada día sus rostros están puestos hacia arriba, para ir al reposo de sus padres. Como prisioneros son en este mundo, y como rehenes del Rey son mantenidos. En este mundo no tienen descanso, ni tienen esperanza de que dure eternamente. Quienes adquieren bienes no se alegran de ello, y quienes engendran hijos, la muerte los llena de tristeza. Quienes construyen ciudades no serán abandonados en ellas; y quienes se apresuran y se afanan por algo no se diferencian en nada de los necios. ¡Oh hombre sin sentido, quienquiera que seas cuya confianza esté en este mundo!
X
Acuérdate, amado mío, y compara y considera en tu mente, ¿quién de las generaciones anteriores ha quedado en este mundo para continuar eternamente? La muerte se llevó a las generaciones anteriores, a los grandes, a los poderosos y a los sutiles. ¿Quién hay que haya adquirido grandes posesiones, y al partir se las haya llevado consigo? Lo que fue recogido de la tierra vuelve a su seno; y desnudo se va el hombre de sus posesiones. Los sabios, cuando adquieren bienes, envían algunos de ellos delante de ellos, como dijo Job: "Mis testigos son el cielo"; y también: "Mis hermanos y mis amantes están con Dios". Y nuestro Señor ordenó a los que adquieren posesiones que se hagan amigos en el cielo, y también que acumulen allí tesoros.
XI
Acuérdate también de la muerte, oh sabio escriba, para que tu corazón no se enaltezca y olvides la sentencia del juicio. La muerte no deja de lado a los sabios ni respeta a los sutiles. La muerte conduce hacia sí a los sabios escribas, para que olviden lo que han aprendido, hasta que llegue el tiempo en que todos los justos resuciten.
XII
En ese lugar olvidarán este mundo. Allí no tendrán necesidad; y se amarán unos a otros con un amor abundante. En sus cuerpos no habrá pesadumbre, y ligeros volarán como palomas a sus ventanas (Is 60,8). En sus pensamientos no se acordarán de la maldad en absoluto, ni nada de inmundicia surgirá en su corazón. En ese lugar no habrá deseo natural, porque allí serán destetados de todos los apetitos. No surgirá en su corazón ira ni lascivia; también eliminarán de ellos todo lo que engendra pecados. Ferviente en su corazón será el amor mutuo; y el odio no se fijará en ellos en absoluto. No tendrán necesidad allí de construir casas, porque morarán en la luz, en las mansiones de los santos. No tendrán necesidad de vestidos tejidos, porque estarán vestidos de luz eterna. No tendrán necesidad de alimento, porque se sentarán a su mesa y serán nutridos para siempre. El aire de esa región es agradable y glorioso, y su luz brilla, y es agradable y alegre. Allí están plantados hermosos árboles, cuyos frutos nunca fallan, y cuyas hojas no caen. Sus ramas son gloriosas, su perfume delicioso, y de su sabor nadie se cansará para siempre. Amplia es la región, pero no es limitada; sin embargo, sus habitantes verán su distancia como lo que está cerca. Allí la herencia no será dividida, y nadie dirá a su prójimo: "Esto es mío y aquello es tuyo". No estarán atados allí por el deseo de la codicia, ni se extraviarán allí en cuanto al recuerdo. Allí nadie amará a su prójimo con especial reverencia, sino que todos se amarán abundantemente de una manera. No se casarán allí con esposas, ni engendrarán hijos; allí no se distinguirá al varón de la mujer; sino que todos serán hijos de su Padre que está en el cielo, como dijo el profeta: "¿No hay un Padre de todos nosotros? ¿No hay un Dios que nos creó?" (Mal 2,10).
XIII
En cuanto a lo que dije (que allí no tomarán esposas, ni se distinguirá varón de mujer), nuestro Señor y sus apóstoles nos lo han enseñado. Porque nuestro Señor dijo: "Los que sean dignos de ese mundo, y de esa resurrección de entre los muertos, no tomarán esposas, ni las mujeres se convertirán en esposas de hombres; porque no pueden morir; sino que son como los ángeles en el cielo, y son hijos de Dios" (Lc 20,35-36). Y el apóstol dijo: "No hay varón ni mujer, ni esclavo ni libre; sino que todos sois uno en Jesucristo" (Gál 3,28). Porque, en cuanto a Eva, para propagar la generación, Dios la sacó de Adán, para que fuera la madre de todos los vivientes. Sin embargo, en ese mundo no hay mujer, así como en el cielo tampoco hay mujer, ni generación, ni uso de la concupiscencia. En ese lugar no hay deficiencia, sino plenitud y perfección. Los ancianos no morirán y los jóvenes no envejecerán. Y es en espera de envejecer y morir que los jóvenes toman esposas y engendran hijos, para que cuando los padres hayan muerto, los hijos puedan levantarse en su lugar. Ahora bien, todas estas cosas tienen su utilidad solo en este mundo, porque en ese lugar no hay necesidad, ni deficiencia, ni concupiscencia, ni generación, ni fin, ni fracaso, ni muerte, ni terminación, ni vejez. No hay odio, ni ira, ni envidia, ni cansancio, ni trabajo, ni oscuridad, ni noche, ni falsedad. En ese lugar no hay ninguna necesidad en absoluto; sino que está lleno de luz, y vida, y gracia, y plenitud, y satisfacción y renovación, y amor, y todas las buenas promesas que están escritas pero aún no selladas. Porque hay allí lo que ojo no ha visto ni oído ha oído, y que no ha subido al corazón del hombre (1Cor 2,9), lo que es inefable y que un hombre no puede expresar. Y el apóstol dijo: "Lo que Dios ha preparado para los que le aman" (1Cor 2,9). Aunque los hombres hablen mucho, no podrán expresarlo. Lo que el ojo no ha visto, no lo pueden relatar; y lo que el oído no ha oído, no es correcto hablar de ello de tal manera que se compare con algo que el oído ha oído y el ojo ha visto. Y de lo que no ha subido al corazón, ¿quién se atreve a hablar de ello, como si fuera algo que ha subido al corazón? Pero esto es correcto para un orador, comparar y llamar a ese lugar la morada de Dios, y el lugar de la vida, el lugar perfecto, el lugar de la luz, el lugar de la gloria, el sábado de Dios, el día de descanso, el reposo de los justos, el gozo de los justos, la morada y habitación de los justos y los santos, el lugar de nuestra esperanza, la morada segura de nuestra confianza, el lugar de nuestro tesoro, el lugar que aliviará nuestro cansancio y quitará nuestras aflicciones y calmará nuestros suspiros. A estas cosas es correcto que comparemos y llamemos así a ese lugar.
XIV
La muerte también se lleva consigo a los reyes, fundadores de ciudades, que se fortalecen en el esplendor, y no deja de lado a los señores de los países. La muerte se lleva y se lleva consigo a los avaros que no están satisfechos ni dicen basta, y los codicia con una codicia mayor que la de ellos. La muerte se lleva consigo a los despojadores que no fueron reprimidos por su gracia de despojar a sus semejantes. La muerte se lleva consigo a los opresores, y por medio de la muerte ellos son reprimidos de la iniquidad. La muerte se lleva consigo a los perseguidores, y los perseguidos descansan hasta que van a ella. La muerte se lleva consigo a los que devoran a sus semejantes, y los oprimidos y pisoteados descansan un poco hasta que ellos también son llevados y van allí. La muerte se lleva consigo a los que abundan en meditaciones, y todo lo que han pensado se disuelve y se reduce a nada. Los hombres meditan sobre muchas cosas, y la muerte les sobreviene de repente, y son arrastrados; y después de eso no recuerdan nada de lo que han pensado. Hay quien hace planes para muchos años, y el conocimiento se le niega de que no sobrevivirá mañana. Un hijo de Adán se enaltece y se jacta de sí mismo sobre su prójimo; y la muerte le sobreviene y anula su jactancia. El hombre rico planea aumentar sus posesiones, pero no sabe que no continuará poseyendo incluso lo que ha adquirido. La muerte se lleva consigo a todos los hijos de los hombres, y los encadena firmemente en su morada hasta el juicio. También sobre aquellos que no han pecado es rey, a causa de la sentencia de juicio que Adán recibió por sus pecados.
XV
Vendrá el dador de vida, el destructor de la muerte, y aniquilará su poder, tanto sobre los justos como sobre los malvados. Los muertos se levantarán con un grito poderoso, y la muerte será vaciada y despojada de toda cautividad. Y para el juicio serán reunidos todos los hijos de Adán, y cada uno irá al lugar preparado para él. Los resucitados de los justos irán a la vida, y los resucitados de los pecadores serán entregados a la muerte. Los justos que guardaron el mandamiento irán, y no se acercarán al juicio en el día en que resuciten, como pidió David: "No lleves a tu siervo a juicio, ni su Señor los aterrorizará en ese día".
XVI
Recuerda que el apóstol también dijo: "Juzgaremos a los ángeles" (1Cor 6,3). Y nuestro Señor dijo a sus discípulos: "Os sentaréis sobre doce tronos, y juzgaréis a las doce tribus de la casa de Israel". Y Ezequiel dijo acerca de los justos que ellos juzgarán a Ahola y Aholibah (Ez 23,24-25). Entonces, puesto que los justos han de juzgar a los malvados, él ha dejado en claro acerca de ellos que no vendrán a juicio. Y en cuanto a lo que dicen los apóstoles, que juzgaremos a los ángeles, escuchad, y os instruiré. Los ángeles que serán juzgados por los apóstoles son los sacerdotes que han violado la ley, como dijo el profeta: "Los labios del sacerdote guardarán el conocimiento, y la ley indagarán de su boca; porque él es el ángel del Señor, el más poderoso "(Mal 2,7). Los ángeles que son los sacerdotes, de cuya boca se indaga la ley, cuando trasgreden la ley, serán juzgados al final por los apóstoles y los sacerdotes que observan la ley.
XVII
No se levantarán los malos en el juicio, ni los pecadores en la congregación de los justos. Y así como los justos que son perfectos en buenas obras no vendrán al juicio para ser juzgados, así también los malvados cuyos pecados son muchos, y la medida de cuyas transgresiones rebosa, no será necesario que se acerquen al juicio, sino que cuando hayan resucitado volverán al sheol, como dijo David: "Los malvados volverán al sheol", y todas las naciones que se olvidan de Dios. E Isaías dijo: "Todas las naciones son como una gota de un balde, y como el giro de una balanza. Y las islas como un grano de arena serán arrojadas, y todas las naciones son estimadas como nada por él. Por destrucción y por espada son estimadas por él". Aprended, pues, y estad seguros de que todas las naciones que no conocen a Dios su hacedor, son consideradas por Dios como nada, y no vendrán al juicio, sino que tan pronto como hayan resucitado, volverán al sheol.
XVIII
Todo el resto del mundo, que se llama pecadores, comparecerá ante el juicio y será reprendido. A aquellos en quienes haya un pequeño defecto, el juez los reprenderá y les hará saber que han ofendido. Y les dará la herencia de la vida después del juicio. Y entiendan que nuestro Señor nos ha dado a conocer en su evangelio que cada uno recibirá su recompensa según su trabajo. El que recibió dinero, mostró el aumento de él. El que cuya mina o talento produjo diez veces, recibió la vida, perfecta, sin faltarle nada. El que cuya mina o talento produjo cinco veces, recibió la mitad de diez. A uno se le dio una autoridad diez veces mayor y a otro, cinco veces mayor. Ahora consideren y vean que el aumento de cinco es menor que el de diez; y los trabajadores que exigen la recompensa superan a los que la recibieron en silencio. Los que trabajaron todo el día, con cara de valiente reciben la recompensa y la exigen, confiando en que él les agregará más. Mientras que los que trabajaron una hora la reciben en silencio, y saben que por gracia reciben misericordia y vida. Los pecadores cuyos pecados son muchos serán condenados por el lugar del juicio e irán a tormentos. Y desde ese momento en adelante, el juicio gobernará sobre ellos.
XIX
Escuchad, además, al apóstol que dijo: "Cada uno recibirá su recompensa conforme a su trabajo" (1Cor 3,8). El que trabajó poco, recibirá conforme a su negligencia; y el que trabajó mucho, será recompensado conforme a su diligencia. Y Job también dijo: "Lejos esté de Dios hacer iniquidad, y lejos esté de él cometer pecado. Porque él pagará a cada uno conforme a sus obras, y cada uno recibirá conforme a sus caminos" (Job 34,10-11). Y también el apóstol dijo: "Una estrella supera a otra en brillo. Así también es la resurrección de los muertos" (1Cor 15,41-42). Por tanto, sabed que, aun cuando los hombres entren en la vida, el galardón superará al galardón, y la gloria superará a la gloria, y la recompensa superará a la recompensa. Un grado es más alto que otro grado; y la luz es más hermosa que la luz en aspecto. El sol supera a la luna, y la luna es mayor que las estrellas que están con ella. Y observa que la luna y las estrellas también están bajo el poder del sol, y su luz es absorbida por el esplendor del sol. Y el sol tiene poder junto con la luna y las estrellas, para no abolir la noche que ha sido separada del día. Y cuando el sol fue creado, fue llamado luminaria. Y observa que el sol y la luna y las estrellas son todos llamados luminarias; pero la luminaria supera a la luminaria. El sol oscurece la luz de la luna, y la luna oscurece asimismo la luz de las estrellas; y la estrella supera a la estrella en su luz.
XX
Entended bien esto: este mundo es de los que trabajan con esfuerzo, y de los jornaleros que trabajan con sus compañeros. Hay quienes contratan a sus compañeros por jornal y ellos reciben el salario de su trabajo; y hay quienes son contratados por un mes y calculan y reciben el salario por el tiempo, en el momento convenido. Y el jornal diario se distingue del jornal mensual, y el jornal anual excede al jornal mensual.
XXI
Captad también la autoridad que hay en este mundo. Hay algunos que agradan al rey con su actividad, y reciben honor de los que están en autoridad. Uno recibe una corona del rey, para ser gobernador de uno de los países. Y bajo la autoridad de otro, el rey establece ciudades; y también aventaja a sus inferiores en su atuendo. Algunos reciben presentes y regalos, y un honor se distingue de otro. Hay uno a quien el rey da el honor de ser administrador de todo el tesoro. Otro, según su condición inferior, sirve al rey, y su autoridad es sólo para proporcionar el alimento diario.
XXII
En cuanto a la pena, digo que no todos son iguales. El que ha hecho gran maldad es muy atormentado. Y el que no ha ofendido tanto es menos atormentado. Unos irán a las tinieblas de afuera, donde habrá llanto y crujir de dientes (Mt 7,12). Otros serán arrojados al fuego, según lo que merezcan; porque no está escrito que crujirán los dientes, ni que allí haya tinieblas. Algunos serán arrojados a otro lugar, un lugar donde su gusano no morirá, y su fuego no se apagará, y serán un asombro para toda carne (Is 66,24). En los rostros de los demás se cerrará la puerta y el Juez les dirá: "No os conozco" (Mt 25,12). Y considera que, como la recompensa por las buenas obras no es igual para todos los hombres, así también lo es para las malas obras. No serán juzgados los hombres de una sola manera, sino que cada uno recibirá su recompensa según sus obras, porque el Juez se viste de justicia y no tiene en cuenta las personas de los hombres.
XXIII
Así como os he mostrado acerca del mundo, cómo un honor supera a otro, de los que los reyes y gobernantes de este mundo dan a los que están por debajo de ellos, también os he mostrado acerca de esto, que así como los reyes tienen buenos regalos para aquellos a quienes honran, así también tienen prisiones, cadenas y grillos, que son diversas clases de ataduras. Uno ofende al rey con una ofensa grave, y sin investigación es entregado a muerte. Otro ofende, pero no es digno de muerte; es puesto en cadenas hasta que es juzgado; y es castigado, y el rey perdona su ofensa. Hay otro a quien el rey ha tenido en cuenta; y fuera de la prisión es mantenido en libertad, sin cadenas y sin ataduras. El que es condenado a muerte se distingue del que está atado; y el castigo de uno excede al de otro, según el mérito de su ofensa. Pero vengamos a nuestro Redentor, que dijo: "Muchas son las moradas en la casa de mi Padre" (Jn 14,2).
XXIV
Amados míos, hombres inferiores en entendimiento, disputáis acerca de esto que os escribo, y decís: ¿Cuál es el lugar donde los justos recibirán una buena recompensa, y cuál es el lugar donde hay tormentos, en el cual los malvados recibirán el castigo de sus obras? Oh hombre que así piensas, yo te preguntaré, y dime: ¿Por qué la muerte se llama muerte, y por qué el sheol se llama sheol? Porque está escrito que cuando Coré y sus compañeros hicieron una división contra Moisés, la tierra abrió su boca y los tragó, y descendieron vivos al sheol (Nm 16,32-33). Por tanto, aquella fue la boca del sheol que se abrió en el desierto. David también dijo: "Los malvados volverán al sheol". Nosotros decimos que al sheol, en el cual fueron tragados Coré y sus compañeros, allí serán devueltos los malvados. Porque Dios tiene poder, si quiere, para dar herencia de vida en el cielo, y si le place, en la tierra. Jesús nuestro Señor dijo: "Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos" (Mt 5,3). Y a uno de los que fueron crucificados con él, que creyó en él, le juró: "Estarás conmigo hoy en el huerto de Edén" (Lc 23,43). Y el apóstol dijo: "Cuando los justos resuciten, volarán hacia arriba para recibir a nuestro Redentor" (1Ts 4,17). Sin embargo, decimos esto: lo que nuestro Redentor nos dijo es verdad: "El cielo y la tierra pasarán" (Mt 24,35). Además, el apóstol dijo: "La esperanza que se ve no es esperanza" (Rm 8,24). Y el profeta dijo: "Los cielos pasarán como humo, y la tierra se gastará como un manto; y sus moradores serán como ella" (Is 51,6). Y Job dijo acerca de los que duermen: "Hasta que los cielos se consuman, no se despertarán, ni despertarán de su sueño" (Job 14,12). Por estas cosas, estad persuadidos de que esta tierra, en la que son sembrados los hijos de Adán, y el firmamento que está sobre los hombres, aun ese firmamento que está puesto para separar los cielos superiores de la tierra y esta vida, pasarán, se desgastarán y serán destruidos. Y Dios hará algo nuevo para los hijos de Adán, y heredarán herencias en el reino de los cielos. Si él les da herencia en la tierra, se llamará a la tierra "reino de los cielos". Y si está en el cielo, le es fácil hacerlo. Porque también con los reyes de la tierra, aunque cada uno de ellos habita en su propio lugar, sin embargo, todo lugar al que se extiende su autoridad, se llama su reino. Así, el sol es una luminaria puesta en el cielo, sin embargo, para cualquier lugar al que se extiendan sus rayos, su autoridad es suficiente, ya sea en el mar o en la tierra. Y observe que también los príncipes del mundo tienen banquetes y deleites, y en cualquier lugar o estado al que van, sus banquetes están con ellos; y en cualquier lugar que les plazca, hacen una prisión. Porque el sol en doce horas gira, de este a oeste; y cuando ha completado su curso, su luz se oculta en la noche, y la noche no es perturbada por su poder. Y en las horas de la noche, el sol gira en su rápido curso, y girando comienza a correr en su camino acostumbrado. En cuanto al sol que está contigo, oh hombre sabio, desde tu infancia hasta la consumación de tu vejez, no sabes por dónde corre de noche, para dar vueltas hasta el lugar de su curso. ¿Es necesario que investigues esas cosas que están ocultas para ti?
XXV
He escrito estos memoriales para nuestros hermanos y amados, los hijos de la Iglesia de Dios, para que cuando lleguen a sus manos en varios lugares, y cuando lean en ellos, también recuerden mi insignificancia en sus oraciones, y sepan que también soy un pecador, y que me quedo corto; pero que ésta es mi fe, que he expuesto desde el principio y escrito, en estos capítulos escritos por mí. La fe es el fundamento, y sobre la fe descansan las obras que la conforman. Y después de escribir Sobre la Fe escribí que hay dos mandamientos de amor. Y después de escribir Sobre el Amor, he escrito Sobre el Ayuno, en su demostración también junto con sus obras. Y después del ayuno, escribí Sobre la Oración en su fruto y en sus obras. Y después de la oración, he escrito Sobre la Guerra y sobre lo que Daniel escribió sobre los reinos. Y después de la guerra, he escrito una exhortación Sobre los Monjes. Y después de los monjes, he escrito Sobre el Arrepentimiento. Y después del arrepentimiento, he escrito Sobre la Resurrección de los muertos. Y después de la resurrección de los muertos, he escrito Sobre la Humildad. Y después de la humildad, he escrito Sobre los Sacerdotes y maestros. Y después de los pastores, he escrito Sobre la Circuncisión en la que se enorgullece el pueblo de los judíos. Y después de la circuncisión, he escrito Sobre la Pascua, y sobre el día catorce. Y después de la Pascua, he escrito Sobre el Sábado, en el que los judíos se envanecen. Y después del Sábado, he escrito una Exhortación a las Iglesias, a causa de la disensión que sucedió en nuestros días. Y después de la dicha exhortación, he escrito Sobre las Carnes, aquellas que los judíos consideran inmundas. Y después de las carnes, he escrito Sobre los Gentiles, que han entrado y se han convertido en herederos en lugar del pueblo original. Y después de los gentiles, he escrito y he demostrado que Dios tiene un Hijo. Y después de escribir Sobre Jesucristo Hijo de Dios, he escrito Contra los Judíos, que hablan injuriosamente sobre la virginidad. Y después de la apología Sobre la Virginidad, he escrito de nuevo contra los judíos, que dicen: Está establecido que nos reunamos. Y después de esa defensa, he escrito Sobre los Pobres y su merecida limosna. Y después de los pobres, he escrito una demostración Sobre los Perseguidos. Y después de los perseguidos, he escrito al final Sobre la Muerte y los últimos tiempos. Estos veintidós discursos los he escrito según las veintidós letras del alfabeto. Los primeros diez los escribí en el año seiscientos cuarenta y ocho del reino de Alejandro, hijo de Filipo el Macedonio, como está escrito al final de ellos. Y estos doce últimos los escribí en el año seiscientos cincuenta y cinco del reino de los griegos y de los romanos, que es el reino de Alejandro, y en el año treinta y cinco del rey persa.
XXVI
He escrito estas cosas según lo que he podido comprender. Pero si alguien lee estos discursos y encuentra palabras que no concuerdan con su pensamiento, no debe despreciarlos; porque todo lo que está escrito en estos capítulos no fue escrito según el pensamiento de un hombre, ni para la persuasión de un lector, sino según el pensamiento de toda la Iglesia y para la persuasión de toda la fe. Si lee y escucha con persuasión, está bien; y si no, me corresponde decir que escribí para aquellos abiertos a la persuasión y no para los burladores. Y si a su vez algún lector encuentra palabras dichas por nosotros de una manera, y por otro sabio de otra manera, que no se perturbe por esto; porque cada hombre habla a sus oyentes según lo que puede comprender. Así que yo, que he escrito estas cosas, incluso si algunas de las palabras no concuerdan con lo que otros oradores han dicho, sin embargo digo esto: que aquellos sabios han hablado bien, sin embargo, me pareció bien hablar así. Y si alguien me habla y me demuestra sobre cualquier asunto, recibiré instrucción de él sin disputa. Todo aquel que lea las Sagradas Escrituras, tanto las antiguas como las posteriores, en ambos pactos, y las lea con persuasión, aprenderá y enseñará. Pero si se esfuerza por algo que no entiende, su mente no recibe la enseñanza. Pero si encuentra palabras que son demasiado difíciles para él, y no entiende su fuerza, que diga así: Todo lo que está escrito está bien escrito, pero no he alcanzado la comprensión de ello. Y si pregunta sobre asuntos que son demasiado difíciles para él a hombres sabios y perspicaces que indagan sobre la doctrina, entonces, cuando diez sabios le hablen de diez maneras diferentes sobre un asunto, que acepte lo que le agrade; y si algo no le agrada, que no desprecie a los sabios; porque la palabra de Dios es como una perla, que tiene una apariencia hermosa por cualquier lado que la mires. Y recuerda, oh discípulo, lo que dijo David: "De todos mis maestros he aprendido." Y el apóstol dijo: "Leed toda la Escritura que esté en el Espíritu de Dios, y examinadlo todo; retened lo que es bueno; y huid de todo lo malo". Porque si los días de un hombre fueran tantos como todos los días del mundo desde Adán hasta el fin de los siglos, y se sentara a meditar sobre las Sagradas Escrituras, no comprendería toda la fuerza de la profundidad de las palabras. Y el hombre no puede elevarse a la sabiduría de Dios; como he escrito en el décimo discurso. Sin embargo, las palabras de todos los oradores que no toman del gran tesoro, son malditas y despreciables. Porque la imagen del rey es aceptada dondequiera que va; pero la moneda en la que hay metal vil, es rechazada y no es recibida. Y si alguien dijere: Estos discursos fueron pronunciados por tal persona; que aprenda cuidadosamente que no se le ordena tener cuidado de indagar acerca del orador. También yo, según mi insignificancia, he escrito estas cosas, un hombre surgido de Adán, y formado por las manos de Dios, un discípulo de las Sagradas Escrituras. Porque nuestro Señor dijo: "Todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá" (Mt 7,8). Y el profeta dijo: "Derramaré mi espíritu sobre toda carne en los últimos días, y profetizarán" (Jl 2,28). Por tanto, cualquiera que lea algo de lo que he escrito arriba, léalo con persuasión, y ore por el autor como un hermano del cuerpo, para que por la petición de toda la Iglesia de Dios, sus pecados le sean perdonados. Y el que lee, entienda lo que está escrito: "El que oye la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que le hace oír" (Gál 6,6). Y otra vez está escrito: "El que sembrará y el segador se regocijarán juntos" (Jn 4,36), y: "Cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor" (1Cor 3,8), y: "No hay nada oculto que no haya de ser revelado a todo hombre" (Mt 10,26).