EFRÉN DE NÍSIBE
Obispos de Nísibe
I
Gloria a ti, Señor, que los elegiste
1. Tres ilustres sacerdotes, a la manera de las dos grandes lumbreras, se han transmitido y transmitido el uno al otro la sede, la mano y el rebaño. Para nosotros, cuyo ascenso fue grande para los dos, esto último es todo un consuelo.
2. Aquel que creó las dos grandes luces, eligió para sí estas tres luces y las puso en las tres oscuras estaciones de asedio que han existido. Cuando ese par de luces se apagó, la otra brilló plenamente.
3. Estos tres sacerdotes eran tesoros, que guardaron en su fidelidad la llave de la Trinidad. Tres puertas nos abrieron, y cada uno de ellos con su llave abrió su puerta.
4. En el primero se abrió la puerta para el castigo que nos sobrevino. En el segundo se abrió la puerta para el poder del Rey que descendió sobre nosotros. En el último se abrió la puerta para las buenas nuevas que subieron para nosotros.
5. En el primero se abrió la puerta para la batalla entre dos ejércitos. En el siguiente se abrieron las puertas para los reyes de ambos vientos. En el último se abrió la puerta para los embajadores de ambos lados.
6. En el primero se abrió la puerta para la batalla a causa de las fechorías. En el segundo se abrió la puerta para los reyes a causa de las contiendas. En el último se abrió la puerta para los embajadores a causa de las misericordias.
7. ¡Mirad! En estas tres sucesiones, como en un misterio y una figura, la ira se asemeja al sol: comenzó bajo el primero, se hizo fuerte bajo el siguiente, se hundió y se extinguió bajo el último.
8. El sol también muestra tres figuras en los tres cuartos: su salida es aguda y brillante, su meridiano fuerte y abrumador, y como una antorcha que se apaga, su puesta es suave y agradable.
9. Pequeño pero brillante es su amanecer, cuando viene a despertar a los durmientes. Cálido y abrumador su meridiano, cuando viene a madurar los frutos. Tierno y agradable su ocaso, cuando llega a su consumación.
10. ¿Quién es esta hija nacida de votos, envidiable entre todas las mujeres, cuyas sucesiones así proceden, y sus rangos son tan múltiples, y sus grados así ascienden, y sus maestros así sobresalen?
11. ¿Acaso estas semejanzas pertenecen sólo a la hija de Abraham, o también a ti, hija nacida de votos, cuyo adorno es según tu belleza? Pues como tu ocasión, así fue tu ayuda, y como tu ayuda, así fue su ministro.
12. Conforme a la medida de su necesidad, le llegó la provisión de lo que necesitaba. Sus padres fueron como su nacimiento, sus maestros fueron como su entendimiento, su educación como su crecimiento, su vestimenta como su estatura.
13. La gracia le pesó y le dio todas estas cosas como en una balanza. Las puso en su balanza, para que de ellas pudiera haber ganancia. Y las colocó en sucesión, para que de ellas pudiera haber perfección.
14. En los días del primero, la paz abundaba y la paz se desvanecía. En los días del siguiente, los reyes descendían y los reyes se retiraban. Mas en los días del último, los ejércitos atacaban y los ejércitos se retiraban.
15. Por el primero entró la orden, entró con él y salió con él. Por el siguiente, la diadema que alegraba nuestras iglesias, vino cerca y se retiró lejos. Por el último amaneció sobre nosotros, gracia que no fue recibida con agradecimiento.
16. Contra la ira primera luchó el trabajo de la primera. Contra el calor del mediodía se levantó la sombra de la segunda. Contra la paz ingrata, multiplicaron las advertencias la última.
17. El primer invasor de la tierra fue el primer e ilustre sacerdote. El segundo invasor de la tierra fue el segundo y misericordioso sacerdote. Mas las oraciones de aquel que fue el último repararon nuestras brechas en secreto.
18. Nísibe está asentada sobre aguas, aguas secretas y abiertas. Hay corrientes vivas en su interior, y un río noble en su exterior. El río exterior la engañó, mas la fuente interior la salvó.
19. El primer sacerdote fue su viñador, e hizo que sus ramas crecieran hasta el cielo. ¡He aquí! Estando muerto y sepultado dentro de ella, se ha convertido en fruto en medio de su seno, y cuando vinieron los podadores, el fruto que estaba en medio de ella la preservó.
20. Llegó el tiempo de su poda; entró y le arrebató a su viñador, para que no hubiera quien orara por ella. Se apresuró en su astucia: puso en su seno a su viñador, para que ella fuera librada por su viñador.
21. Sed sabias como Nísibe, oh hijas de Nísibe, pues ella puso el cuerpo dentro de sí, y se convirtió en una pared fuera de ella. ¡Colocad dentro de vosotroas el cuerpo viviente, para que sea una pared para sus vidas!
II
Bendito sea Aquel que elegió a estos tres
1. Bajo los tres pastores había muchos pastores, y la madre que estaba en la ciudad tenía hijas en todas las regiones. Y puesto que la ira había destruido sus moradas, la paz edificará sus iglesias.
2. El trabajo bondadoso del primero salvó la tierra de su aflicción. El pan y el vino del siguiente sanaron la ciudad cuando el terreno estaba destruido. Las dulces palabras del último endulzaron nuestra amargura en la aflicción.
3. El primero labró la tierra con su trabajo, arrancó de ella las zarzas y los espinos. El siguiente la cercó en derredor, con los que se salvaron, hizo un seto. El último abrió el granero de su Señor, y sembró en ella las palabras de su Señor.
4. El primer sacerdote, mediante un ayuno, cerraba las puertas de la boca de los hombres. El segundo sacerdote, para los cautivos, abría las bocas de la bolsa. El último perforaba las orejas, y fijaba en ellas el adorno de la vida.
5. Aarón se quitó las orejas y los zarcillos, e hizo un becerro. Aquel becerro sin vida, en secreto, traspasó y degolló al campamento. A los que habían formado sus cuernos, los desgarró con sus cuernos.
6. Nuestro sacerdote, que era el tercero, atravesó las orejas del corazón, y colocó allí los aretes que había hecho con los clavos que estaban fijados en la cruz, en la que su Señor fue crucificado y dio vida a sus semejantes.
7. Un hijo le dio el fuego a la muerte (la muerte, que se alimenta de todos los cuerpos). Así, el hijo de la muerte superó a la muerte, y se alimentó de las almas de los hombres. El ternero abandonó su forraje, pues las mentes de los hombres eran su alimento.
8. Al primer árbol que mató, la gracia le engendró un hijo. ¡Oh cruz, vástago del árbol, que luchó contra tu padre! El árbol era fuente de muerte, la cruz era fuente de vida.
9. El hijo que nació de la muerte, todas las bocas se abrieron para maldecirlo. Devoró cuerpos y almas, y multiplicó la desgracia de su padre. Mas la cruz hizo desaparecer la reprensión de su padre, aquel primer árbol.
10. Los dos hijos eran iguales a las dos madres que los dieron a luz. El becerro que el fuego produjo, el fuego lo consumió en medio del pueblo. La cruz, fruto de la gracia, repartió buenos dones a toda la creación.
11. ¡Oh, lengua mía, calla y guarda silencio sobre las historias de la cruz que apremian por ser contadas! Porque mi mente de repente ha concebido y, oh dolores de parto que la golpean, ha concebido a estos entre los últimos, y se esfuerzan por convertirse en los primogénitos.
12. Los niños se esforzaban en el vientre. El mayor se apresuraba a salir; el menor, deseando la primogenitura, puso su mano sobre su talón, y lo que no obtuvo por nacimiento lo obtuvo por el plato de lentejas.
13. De la misma manera, las historias posteriores se burlan de las anteriores para poder salir y tomar la primogenitura. Traigamos a colación la historia de nuestros padres, pues las historias de la cruz son las primogénitas de todas las criaturas.
14. Si aquello que no tiene principio es lo primero de todas las cosas creadas, también sus historias son las primogénitas, pues son más antiguas que todas las criaturas. ¡Que tus historias, oh mi Señor, den paso, para que podamos contarlas a tus ministros!
15. Del primero en grado de doctrina, su elocuencia era como su grado. Del siguiente y segundo en grado, su interpretación ascendía a la altura de su grado. Del último, que era tercero en grado, su elocuencia era grande como él era.
16. El primero, con sus sencillas palabras, dio leche a sus infantes. El siguiente, con sus dichos claros, dio alimento a sus hijos. El tercero, con sus dichos perfectos, dio alimento a los que eran de edad perfecta.
17. Ella también, hija de la instrucción, ascendió de grado en grado junto con sus maestros y padres. Con el primero era una niña; con el siguiente, una simple doncella; en el tercero llegó a la edad perfecta.
18. El primero la trató como a una niña, la amó y le enseñó a temer. El segundo, como a una doncella, la reprendió y la alegró. El tercero, como a una persona plenamente instruida, fue para ella un consuelo de agrado.
19. El Altísimo, con la hija de Jacob, le dio halagos y vara en su infancia. Mas en su perversidad y madurez le dio parte en la espada y en la ley, hasta que, conforme a su disciplina e instrucción, viniera a ella con mansedumbre y agrado.
20. El primero que engendró el rebaño, su seno llevó su infancia. El siguiente, de rostro alegre, alegró con canciones su niñez. El último sepulcro, ¡mira!, guarda su castidad en su juventud.
21. El primer sacerdote que la engendró le dio leche a su infancia, el siguiente sacerdote interpretó y le dio víveres a su niñez, Y el tercer sacerdote la alimentó y le dio alimento a su edad perfecta.
22. El padre rico, que fue el primero, acumuló tesoros para su infancia. El siguiente, para su madurez multiplicó provisiones para su viaje. Y el tercero, el hermoso olivo, multiplicó el aceite en sus vasijas.
23. Cuando ella venga ante Aquel que es rico, mostrará el tesoro del primero. Cuando ella venga ante el Salvador, mostrará a los salvos del siguiente. Cuando ella salga al encuentro del Esposo, mostrará el aceite de sus lámparas.
24. Ante Aquel que recompensa a los fatigados y cansados, ella ofrecerá el trabajo del primero. Ante Aquel que ama a los dadores alegres, mostrará la limosna del siguiente. Y ante Aquel que juzga las doctrinas, ofrecerá el discurso del último.
25. Y yo, el pecador que me he esforzado por ser discípulo de estos tres, a ellos tres les pido, cuando le vean a la puerta de su cámara, ¡que le rueguen por mí, y que mantengan la puerta abierta un poco para mí!
26. ¡Que el pecador se apresure y entre regocijado y temeroso de contemplar! ¡Que los tres maestros llamen al único discípulo en su gracia! ¡Que los tres recojan debajo de la mesa las migajas que están llenas de vida!
III
Bendito sea Aquel que te eligió, orgullo de nuestro pueblo
1. Si la cabeza no hubiera estado recta, tal vez los miembros hubieran murmurado; porque cuando a causa de una cabeza perversa se desvía el curso de los miembros, suelen echar la culpa a la cabeza.
2. Si a uno, que es todo bondad, lo odiamos, ¡cuánto más si lo odiamos! Aun Dios, aunque es bondadoso, los hombres amargados se quejan de él.
3. ¡Oh vosotros, miembros, sed como la cabeza! ¡Encontrad reposo en su pureza, y agrado en su tranquilidad, en su santidad, renombre y en su sabiduría, erudición!
4. ¡Obtengamos discernimiento en su mansedumbre, castidad en su gravedad y generosidad en su pobreza! Como él es completamente justo, ¡seamos completamente justos con él!
5. ¡Mirad cuán medidas y ponderadas son sus palabras y sus acciones! ¡Observad cómo sus pasos guardan la medida de la paz! Con todas sus fuerzas sostiene él mismo el freno de todo.
6. Él era dueño de su juventud, la ató con el yugo de la castidad; sus miembros no fueron seducidos por la lujuria, pues estaban bajo la vara; tenía su voluntad en sujeción.
7. Él estaba preparado de antemano para su grado, como lo estaba de antemano en su conversación, al poner sus fundamentos con seguridad. Llegó a ser cabeza en su juventud, cuando lo hicieron predicador del pueblo.
8. Él era excelente entre los predicadores, erudito entre los eruditos, entendido entre los sabios, casto entre sus hermanos y serio entre sus amigos familiares.
9. En dos moradas estuvo él: un solitario recluso desde sus primeros días, pues era santo dentro de su cuerpo, y solitario dentro de su morada: abierta y secretamente era casto.
10. Aunque nosotros, mis hermanos, hemos desviado esas medidas y hemos perdido ese sabor, nos hemos convertido en maestros de nosotros mismos para alcanzar la perfección que nos llamó.
11. Sin embargo, esa medida de la verdad se conserva en su recipiente. La Verdad la eligió porque vio que la había elegido a ella, y ha conservado en ella su fragancia y su sabor, desde el principio hasta el fin.
12. La Cabeza casta y grave, que no fue airada ni dura, ni trasgredió como nosotros, fijó y mantuvo sus propias medidas y puso freno a sus pensamientos.
13. Él dio ejemplo en su persona: que así como él guardaba la medida de su tiempo, así también era conveniente que nosotros conociéramos nuestro tiempo. Nos hemos vuelto extraños a nuestro tiempo, porque hemos sido necios en el tiempo del discernimiento.
14. Al principio, el soplo del viento, con su fuerza, castiga el fruto, mas luego, el poder del sol pasa con su fuerza, y al fin se recoge su dulzura.
15. A nosotros, los primeros nos castigaron, y también los que vinieron después nos reprendieron, mas los últimos nos añadieron dulzura, Más adelante, cuando llegó el momento de probarnos, grande fue su sinsabor.
16. Nosotros llegamos a la madurez, para apartar a los niños de la libertinaje y conducirlos a la seriedad. Mas nuestra vejez nos hizo necesario ser reprendidos, como a muchachos.
17. Con bondad, él soportó y no usó de la fuerza, para aumentar el honor de nuestra vejez. Y aunque no conociera su grado, ¡sea engrandecido aquel que conoció su tiempo!
18. Si alguien dice que para la multitud debe gobernarse con fuerza y vara, así como para el ladrón con temor, y para el saqueador con amenazas, y para los necios con abierta humillación.
19. Si, habiendo sido la cabeza la primera, los miembros se hubieran apresurado a moverse en segundo lugar, habrían sacado lo tercero, y todo el cuerpo, desde el extremo, los habría seguido.
20. Los segundos despreciaron a los primeros, y los terceros a los segundos: los grados fueron despreciados unos por otros. Mientras que los de dentro se despreciaban unos a otros, también eran pisoteados por los de fuera.
IV
Bendito sea Aquel que pulió nuestro espejo
1. Hay que censurar a un espejo si su claridad se oscurece porque hay manchas en su sustancia, pues la suciedad que hay en él se convierte en una cubierta ante quienes lo miran.
2. Si en ella no se adorna la hermosura, ni se muestran en ella los defectos, es totalmente un daño a las cosas bellas, pues su hermosura no obtiene adornos como su beneficio.
3. Los defectos no son erradicados por ella de la misma manera, y los adornos no son multiplicados por ella. Un defecto que permanece es como una pérdida, y el que no haya adorno es un defecto. La pérdida se encuentra junto con el defecto.
4. Si nuestro espejo es oscuridad, es pura alegría para los odiosos, porque sus defectos no son reprobados; pero si está pulido y brillante, es nuestra libertad la que se adorna.
5. Doble es la pérdida por defecto: para los odiosos y para los buenos, pues los buenos no obtienen corona, y los odiosos no obtienen adorno. El espejo divide la pérdida.
6. El espejo nunca obliga a quien se mira en él a mirarse. Así también, la gracia que siguió a la justicia de la ley no posee la obligación de la ley.
7. La rectitud fue para la niñez su adorno por compulsión, pues cuando la humanidad estaba en la niñez, ella la adornó por compulsión, sin privarla de su libertad.
8. La justicia usó la adulación, y la vara para tratar con la niñez. Cuando la golpeó, la despertó. Su vara refrenó la perversidad, su adulación ablandó las mentes.
9. Si uno se aparta del evangelio, con el que hoy estamos adornados, hermanos míos, para pasar a otro evangelio es un niño. En un tiempo de grandeza de entendimiento, se ha vuelto sin entendimiento.
10. En la madurez ha descendido a la niñez, y ama la ley de los siervos, la cual, cuando está confiado, lo hiere, y cuando se alegra, lo abofetea.
11. Todo adorno que sea obligatorio no es verdadero, sino prestado. Esto es algo grande a los ojos de Dios: que el hombre se adorne por sí mismo. Por eso quitó la obligación.
12. Así como su prudencia en su momento empleó la compulsión, así también su prudencia la quitó en un momento en que se deseaba la mansedumbre en su lugar.
13. Así como es propio de la juventud que se la obligue a apresurarse bajo la vara, así también es muy aborrecible que bajo la vara se obligue a la sabiduría a servir, para que la compulsión se enseñoree de ella.
14. He aquí, pues, cómo, de la misma manera, Dios ha ordenado mis sucesiones en los pastores que he tenido, y en los maestros que me ha dado, y en los padres que me ha contado.
15. Las ayudas de sus cualidades fueron sopesadas según sus tiempos, a saber: en quien era necesario, temor; en quien era provechoso, aliento; y en quien era conveniente, mansedumbre.
16. Con medida, pues, Dios hizo avanzar mis pasos. A mi niñez asignó el terror, a mi juventud, el temor; a mi edad de sabiduría y prudencia, asignó y dio mansedumbre.
17. En la perversidad de la niñez, mi instructor me infundía temor. Su vara me impedía hacer travesuras, y me aterrorizaba y me impedía temerle.
18. Otro padre le dio Dios a mi juventud. Lo que había en mí de infantil, eso había en él como dureza; lo que había en mí de maduro, eso había en él como mansedumbre.
19. Cuando me levanté de los grados de la niñez y de la juventud, pasó el terror primero; pasó el miedo segundo, y Dios me dio un pastor bondadoso.
20. ¡Mirad! Dios proveyó para mi madurez su alimento, y para mi sabiduría sus interpretaciones, y para mi paz su mansedumbre, y para mi reposo su bondad, y para mi castidad su gravedad.
21. Bendito sea Aquel que, como en la balanza, me pesó y me dio padres. Según mis tiempos, ellos fueron mis auxilios, y según mis enfermedades mis medicinas, y conforme a mi hermosura mis adornos.
22. Somos nosotros, pues, los que hemos perturbado la sucesión y el orden justo, pues en un tiempo de apacibilidad, ¡he aquí!, anhelamos la dureza, ¡para que nos reprendas como si fuéramos niños!