NILO DE ANCIRA
Sobre la Oración
A
Exordio
Al llegarme tu carta llena de amor a Dios, como es tu costumbre, me has restablecido cuando estaba con la fiebre y las llamas de las pasiones impuras. Has consolado mi intelecto fatigado por las cosas más turbias, y has imitado felizmente al gran Guía y maestro.
Realmente no hay por qué maravillarse de ello, ya que siempre están contigo, como con el bendito Jacob, las ovejas señaladas. Habiendo sido servido por Raquel, y habiendo recibido a Lía, también ahora busca a la deseada, como el que ciertamente cumplió 7 años de servicio también para ésta.
Tras haber estado trabajando fatigosamente toda la noche, yo no había pescado nada. Siguiendo tu palabra volví a echar las redes, y he pescado una cantidad de peces, que no diría que son muy gruesos, pero sí que llegan al número de 153. Te los envío dentro del canasto de la caridad, mediante un número similar de máximas, cumpliendo así la orden establecida.
Te admiro en tu amor por los capítulos sobre la oración, y mucho envidio tu noble propósito. De hecho, no sólo amas estos escritos hechos con tinta sobre el papel, sino aquellos que la caridad y la ausencia de resentimiento hacen permanecer en la mente. Puesto que todas las cosas vienen en pareja, una frente a la otra (Eclo 42,24), según el sapientísimo Jesús, acoge el don además de la carta, y mantenlo en tu espíritu.
Se dice que la mente precede siempre a la carta, y que de no existir esto tampoco existirá la carta. Por tanto, también el modo de la oración tiene que ser doble, uno activo y otro contemplativo. Respecto del número, lo inmediato es la cantidad, pero el significado es la calidad.
He compuesto el discurso sobre la oración en 153 máximas, y te lo envío para tú encuentres en él la dulzura del número simbólico, y la figura triangular y hexagonal que indica el adorable conocimiento de la Trinidad junto a la descripción del presente orden mundano.
El número 100 por sí mismo es cuadrangular, y el 53 triangular y esférico, así como el 28 es por sí mismo triangular y el 25 es esférico (pues 5 da 25). Por lo tanto, no sólo tienes una figura cuadrangular (es decir, el cuaternario de las virtudes), sino que también tienes el sabio conocimiento de este siglo en el número 25 (a causa del decurso circular del tiempo).
En cuanto al tiempo, éste discurre de semana en semana, de mes a mes, de un año a otro, de estación sobre estación, por medio del movimiento de sol y de la luna, y de la sucesión de la primavera y del verano.
En cuanto al número, el triángulo suele significar el conocimiento de la Santísima Trinidad. Así, si tomas al número 153 como si fuera triangular, verás en él los tres grandes grupos de estudio (la práctica, la física y la teología) junto a otro grupo triangular más pequeñito (la fe, la esperanza, la caridad, a forma de oro, incienso y mirra).
Frente a la pobreza de las máximas, como el que sabe saciarse y permanecer en la necesidad, no te llenes de soberbia. Recuerda a Aquel que no despreció las dos monedas dé la viuda, sino que las aceptó más que la riqueza de muchos otros.
Sabiendo custodiar el fruto de la benevolencia y de la caridad por tus sinceros hermanos, reza también por este enfermo, para que se mejore y en el futuro pueda caminar con su cama en la mano, por la gracia de Cristo.
B
Máximas de la Oración
1. Si uno quiere preparar un perfume con un buen aroma, pondrá por partes iguales, según la ley, incienso puro, canela, ónix y mirra. Éstos corresponden a las cuatro virtudes de la oración. Si éstas están puestas en cantidades iguales y por partes iguales, el intelecto no será entregado al enemigo.
2. El alma purificada por el cumplimiento de los mandamientos hace que la condición del intelecto se mantenga firme, y sea capaz de recibir el estado deseado.
3. La oración es la unión del intelecto con Dios. ¿En qué estado necesita el intelecto encontrarse, por tanto, para poder tender hacia el Señor, sin darse la vuelta y conversando con él sin ningún intermediario?
4. Moisés, tratando de acercarse a los arbustos que ardían, no consiguió su objetivo hasta que no se hubo quitado el calzado de los pies. Así que tú ¿quieres ver a Aquel que supera todo sentido y todo pensamiento, y conversar con él, sin desprenderte de todo pensamiento pasional?
5. Ruega. antes que nada, para que puedas obtener lágrimas, para que puedas ablandar con tu luto la dureza que se halla en tu alma. Luego, tras contra ti mismo tus iniquidades al Señor, ruega por la obtención de su perdón.
6. Usa las lágrimas para que todos tus pedidos sean escuchados, porque el Soberano se alegra si ruegas con lágrimas.
7. Si derramas fuentes de lágrimas cuando rezas, no te exaltes a ti mismo, como si fueras superior a los otros. Tu oración obtuvo ayuda para que tú puedas confesar voluntariamente tus pecados, y hacer que el Soberano se torne benévolo con tus lágrimas. No dirijas a tu pasión el antídoto de las pasiones, de modo que Aquel que te dio la gracia se enoje aún más.
8. Muchos, llorando sus pecados, olvidaron el motivo de sus lágrimas y, habiendo enloquecido, se desbandaron.
9. Resiste pacientemente y reza intensamente. Rechaza los ataques de los cuidados y los pensamientos que te turban y agitan, para quitarte la fuerza.
10. Cuando los demonios te ven lleno de ardor por la verdadera oración, insinúan pensamientos de ciertos objetos, como si fueran necesarios, y en breve exaltan su recuerdo, moviendo al intelecto en su búsqueda. Al no encontrarlos, tu intelecto se desanima y se entristece mucho. Cuando el intelecto se halla en oración, los objetos de su búsqueda y de sus recuerdos lo reclaman, para que, inducido a conocerlos, pierda la oración fructuosa.
11. Lucha por mantener sordo y mudo tu intelecto en el tiempo de la oración, y así podrás rezar.
12. Cuando tienes una prueba, o una contradicción, tu ánimo te pone en contra de quien tienes frente a ti, o te hace irrumpir en un grito desconsiderado. Recuerda la oración y el juicio sobre la misma, y pronto se tranquilizará dentro de ti el movimiento desordenado.
13. Si por tu ánimo pasa vengarte de un hermano que te ha ofendido, toco te servirá de tropiezo en tiempo de oración.
14. La oración brota de la humildad y de la ausencia de cólera.
15. La oración es fruto de la alegría y gratitud.
16. La oración defiende contra la tristeza y el desánimo.
17. Observa lo que posees y "dáselo a los pobres" (Mt 19,21), "toma la cruz y reniega de ti mismo" (Mt 16,24). Entonces podrás rezar sin distracciones.
18. Si quieres rezar dignamente, reniega de ti mismo en todo momento. Si tuvieras que sufrir algún tipo de mal, acéptalo con sabiduría, por amor a la oración.
19. De toda dificultad, que sabrás soportar sabiamente, encontrarás el fruto en tiempo de oración.
20. Si deseas rezar como se debe, no entristezcas a nadie. De otro modo, correrás en vano.
21. "Deposita tu ofrenda delante del altar, y ve antes a reconciliarte con tu hermano" (Mt 5, 23-24). Entonces verás claro y rezarás sin turbarte. El resentimiento ciega la potencia del alma de quien ora, y oscurece sus oraciones.
22. Aquellos que acumulan tristezas y resentimientos se asemejan, cuando rezan, a las personas que acarrean agua en un balde perforado.
23. Si te acostumbras a soportarlo todo, rezarás siempre con alegría.
24. Si rezas como conviene, sucederán cosas tales por las que creerás que es injusto enojarse. No es justa la ira contra el prójimo, pues es posible que el problema se arregle sin ira. Busca todo medio a tu alcance, a fin de que la ira no irrumpa en tu oración.
25. Mientras crees que curas a otro, trata de no ser tú un incurable obstáculo, obstaculizando así tu oración.
26. Si evitas la cólera te mostrarás cauto y sabio, y te encontrarás entre el número de los que rezan.
27. El que se arma contra la ira no da pie a la concupiscencia. Ésta da materia a la ira, turbando el ojo espiritual y corrompiendo el estado de oración.
28. No reces sólo en las formas exteriores, sino dirige tu intelecto al conocimiento de la oración interior, con gran temor.
29. A veces te irá bien nada más ponerte a rezar. Otras, aun empeñándote mucho, no alcanzarás tu objetivo. Esto sucede con el fin de que te empeñes aun más y, tras haber obtenido el resultado, lo mantengas seguro.
30. Cuando se acerca un ángel, de inmediato se alejan aquellos que nos molestan, y el intelecto encuentra gran alivio y reza correctamente. Cuando enfrentamos un combate espiritual, el intelecto lucha a puñetazos, sin lograr levantar la cabeza. ¿Por qué? Porque se han impreso en él distintas pasiones. De todos modos, si insistes en tu búsqueda, encontrarás, pues "al que llama se le abre" (Mt 7,8).
31. No reces para que tu voluntad sea cumplida, ya que posiblemente no concuerde del todo con la voluntad de Dios. Debes rezar tal como te fuera enseñado, diciendo: "Hágase tu voluntad" (Mt 9,10) en mí. En toda situación pide siempre esto mismo: que se haga su voluntad. Dios quiere el bien y lo que beneficia a tu alma. Tú, sin embargo, no deseas esto para nada.
32. A menudo, rezando, yo mismo pedí que me sucediera lo que me parecía bien, insistiendo en mi pedido tontamente, ejerciendo violencia sobre la voluntad de Dios, y no permitiendo que él me administrara lo que sabía que era bueno para mí. Después de haber obtenido lo que yo deseaba, tuve que sobrellevar lo recibido con mucha pena, pues no había pedido que se hiciera la voluntad de Dios. En efecto, lo que me sucedió, no fue como yo lo hube pensado.
33. ¿Qué otro bien existe, sino Dios? Dejémosle a él todo lo que nos concierne, y eso estará bien para nosotros, pues Aquel que es absolutamente bueno también nos provee de buenos regalos.
34. No te sientas dolorido si no recibes de Dios, enseguida, lo que le pides. Él te quiere hacer un bien aun más grande, al tiempo que tú aprendes a perseverar y a permanecer junto a él en oración. En efecto, ¿que hay más alto que conversar con Dios y estar abstraído del resto, al estar en su compañía?
35. La oración sin distracción es la más alta inteligencia del intelecto.
36. La oración es la ascensión del intelecto hacia Dios.
37. Si deseas orar, renuncia a todo para obtenerlo todo.
38. Antes que nada, reza para ser purificado de las pasiones. En segundo lugar, reza para ser liberado de la ignorancia y del olvido. En tercer lugar, reza para vencer toda tentación y abandono por parte de Dios.
39. En tu oración busca solamente la justicia y el Reino (es decir, la virtud y el conocimiento). Todas las demás cosas "te serán dadas por añadidura" (Mt 6,33).
40. Es justo rezar no sólo por tu propia purificación, sino por la purificación de tus semejantes, a fin de imitar a los ángeles.
41. Observa si en tu oración estás verdaderamente frente a Dios, o si bien te dejas vencer por las humanas alabanzas y te sientes inducido a perseguirlas, cubriéndote con un velo mientras prolongas tu oración.
42. Ya sea en la oración con los hermanos, como en la que hacemos en soledad, lucha por orar, y no con la costumbre sino con el sentido.
43. El sentido que tiene una oración es meditar con temor, compunción y dolor del alma en la confesión de los pecados. Consiste en meditar con gemidos secretos.
44. Si tu mente se deja sorprender justo cuando estás orando, se mantiene mundana y su intención es embellecer tan sólo la parte exterior de su tienda.
45. Cuando ores vela con fuerza sobre tu memoria (a fin de que no te sugiera sus recuerdos) y muévela hacia el conocimiento del servicio divino. Ten presente que el intelecto está demasiado dispuesto a dejarse depredar por la memoria, en tiempo de oración.
46. Mientras rezas, la memoria suscita en ti fantasías de cosas pasadas, o preocupaciones nuevas, o las facciones de quien te ha entristecido.
47. El demonio es muy envidioso del hombre que reza, y por eso usa todo medio a su alcance para destruir su objetivo. En concreto, Satanás no cesa de remover los pensamientos de cosas pasadas mediante la memoria, y de levantar todas las pasiones de la carne para impedir su nobilísima carrera y exilio en Dios.
48. Cuando el demonio no puede impedir la oración del justo, disminuye su marcha y luego se venga de él, una vez que aquel hubo rezado. En concreto, o lo enciende con ira (borrándole el estado excelente en que la oración lo dejó) o lo excita mediante un placer irracional (manchando su intelecto).
49. Cuando hayas rezado lo debido, espera lo que no te es debido, y custodia valerosamente su fruto. Ten presente que, desde un principio, has sido destinado a esto: trabajar y custodiar. Que no suceda, por tanto, que después de haber trabajado dejes sin custodia tu trabajo, pues de nada te habrá servido.
50. Todo combate mantenido, entre nosotros y los demonios impuros, no se debe a otra cosa que a la oración espiritual. Para éstos la oración les es sumamente enemiga y odiosa; para nosotros, saludable y dulcísima.
51. ¿Qué quieren los demonios obrar en nosotros? Esto mismo: la gula, fornicación, avaricia, ira, rencor y todas las demás pasiones. De sucumbir a ellas, la mente quedará obnubilada, y en adelante no podrá rezar como es debido. ¿Por qué? Porque cuando las pasiones dominan la parte irracional, no le permiten moverse racionalmente.
52. Persigamos las virtudes antes de orar, teniendo presente las razones de las cosas creadas y el Logos que las ha creado, para que él se manifieste a continuación en el estado de oración.
53. El estado de oración es un hábito impasible que secuestra al intelecto enamorado de la sabiduría hacia las alturas intelectuales, con amor excelso.
54. El que quiera rezar verdaderamente, no sólo debe dominar la ira y la concupiscencia, sino que debe abandonar todo pensamiento pasional.
55. El que ama a Dios conversa siempre con él como con un padre, rechazando todo pensamiento pasional.
56. No es cierto que reza aquel que ha alcanzado la impasibilidad, pues puede detenerse en simples pensamientos, o distraerse en sus investigaciones, y eso es signo de estar todavía lejos de Dios.
57. No es cierto que la mente pueda ocupar el lugar de la oración, pues sólo se embarca en simples pensamientos a propósito de objetos. Podrá detenerse en la contemplación de dichos objetos y meditar sus razones, pero éstas serán siempre simples expresiones, y consideraciones a propósito de los objetos, que dejan una impronta y una forma en la mente muy alejada de Dios.
58. Si el intelecto no llega más allá de la contemplación de la naturaleza corpórea, no ha visto perfectamente aún el lugar de Dios. Podrá detenerse frente al conocimiento de lo ininteligible, y tan sólo participar en su multiplicidad.
59. Si quieres orar, necesitas a Dios, que es quien "dona la plegaria a quien ora" (1Sm 2,9). Invoca a Dios, por tanto, y di: "Santificado sea tu nombre, venga tu reino" (Mt 6,9), esto es: el Espíritu Santo y tu Hijo unigénito. Así fue enseñado por Jesús, cuando dijo que debemos "adorar al Padre en espíritu y verdad" (Jn 4,4).
60. Aquel que ruega "en espíritu y verdad" no celebra más al Creador con motivo de sus criaturas, sino que lo alaba por él mismo.
61. Si eres teólogo, orarás verdaderamente. Y si oras verdaderamente serás teólogo.
62. Si tu intelecto, teniendo un gran deseo de Dios, poco a poco sale de la carne (por así decirlo) y echa todos los pensamientos de la sensibilidad, del recuerdo y del temperamento, y al mismo tiempo se llena de temor y de alegría, entonces se va acercando a los confines de la oración.
63. El Espíritu Santo, que se compadece de nuestra debilidad, viene a visitarnos incluso cuando no hemos sido purificados. Si encuentra un intelecto que le ruega con el deseo de verdad, baja sobre él y hace desaparecer la falange de los razonamientos y pensamientos que lo asedian, empujándolo hacia el amor a la oración espiritual.
64. Mientras los otros obran en el intelecto razonamientos o pensamientos, mediante la alteración del cuerpo, el Señor hace todo lo contrario. Él viene directamente al intelecto y pone allí el conocimiento de lo que quiere, y por medio del intelecto calma la falta de templanza del cuerpo.
65. Nadie que, habiendo amado la verdadera oración, se enoja o siente rencor, está exento de reproche, pues es parecido a aquel que quiere tener la vista aguda y confunde los propios ojos.
66. Si sientes el deseo de rezar, no hagas ninguna cosa contraria a la oración. Así Dios podrá acercarse y caminar junto a ti.
67. No des forma a la divinidad en ti mismo cuando ores, ni permitas que tu mente reciba la impresión de una forma cualquiera. Acércate inmaterialmente a lo inmaterial, y lo comprenderás.
68. Guárdate de los lazos de los adversarios, sobre todo cuando rezas con pureza y sin turbación. Ellos presentan ante ti formas desconocidas y extrañas, para inducirte a la presunción de localizar en ella a la divinidad, y te convencen de que la divinidad es eso que te ha sido revelado imprevistamente. Sin embargo, la divinidad no tiene forma.
69. Cuando el envidioso demonio no puede mover la memoria durante la oración, ejerce violencia sobre el equilibrio del cuerpo para producir una fantasía extraña al intelecto, y por medio de ella le da forma.
70. Quien tenga la costumbre de detenerse en sus pensamientos, se doblará con facilidad ante el demonio. El que aspire al conocimiento inmaterial e invisible se dejará engañar, y tomará humo por luz.
71. Permanece firme en tu lugar de custodia, custodiando tu intelecto de los pensamientos durante el tiempo de la oración. Atente a lo que pides y mantente fijo en la tranquilidad. Así, Aquel que se compadece de los ignorantes, te visitará también a ti, y recibirás el don gloriosísimo de la oración.
72. No podrás orar con pureza si te encuentras inmiscuido en los asuntos de cosas materiales, o agitado por las continuas preocupaciones, pues la oración es la remoción de los pensamientos.
73. El que se encuentra atado no puede correr. De igual manera, el intelecto es esclavo de la pasión y ni siquiera puede ver el lugar de la oración espiritual. En efecto, el intelecto es arrastrado y llevado lejos por el pensamiento pasional, y no proporciona estabilidad sino sacudidas.
74. Si el intelecto ora con pureza y sin pasión, los demonios no lo cercarán desde la izquierda, sino desde la derecha. Así, se le insinuarán bajo la apariencia ilusoria de Dios. Lo harán en cualquier figura que sea grata a los sentidos, de modo que el intelecto crea haber alcanzarlo perfectamente el objetivo de su oración. Todo esto es obra de la pasión de la vanagloria, que es lo que el demonio inocula en el punto interesado del cerebro.
75. Yo creo que el demonio, tocando el punto que he mencionado, maneja la luz que rodea al intelecto, y pone en marcha en ella la pasión de la vanagloria. Yo creo que él lanza pensamientos que inducen al intelecto a localizar, con ligereza, el divino y esencial conocimiento.
76. Cuando el intelecto no es molestado por las pasiones carnales e impuras, y cree que se encuentra en un estado de pureza, supone que no se ejerce en él ninguna otra energía contraria, y que este estado (producido en él por el demonio) es divino. El demonio usa esta enorme habilidad por medio del cerebro, distorsionando la luz que esta unida al intelecto y dirigiéndola al error.
77. El ángel de Dios es capaz de hacer cesar, si se acerca a nosotros, y con una sola palabra, toda obra del demonio, y de reconducir la luz del intelecto a obrar sin desviaciones.
78. Lo que se dice en el Apocalipsis, respecto del ángel que "traía el incienso para ponerlo en las oraciones de los santos" (Ap 8,3-4), se refiere a esta gracia obrada por medio del ángel. En efecto, este ángel produce el conocimiento de la verdadera oración, y mantiene firme el intelecto, y lo aleja de toda sacudida, pereza o descuido.
79. Se dice que "las copas portadoras de incienso son las oraciones de los santos, que son llevadas por los veinticuatro ancianos" (Ap 5,8). A este respecto, debemos entender que la copa significa nuestra amistad con Dios, la caridad espiritual y la perfecta oración que es accionada en lo íntimo, en espíritu y verdad.
80. Cuando te parezca que no necesitas derramar lágrimas por tus pecados, en tu oración, considera cuán lejos estás de Dios, y cuánto deberías haber estado siempre con él. Entonces llorarás más abundantemente.
81. Si reconoces tus límites, y te llamas a ti mismo infeliz, harás todo esto más fácilmente. Es lo que hizo Isaías, cuando se consideró "un hombre impuro en medio de un pueblo impuro" (es decir, lleno de adversarios) y no se atrevió a presentarse ante el Señor de los ejércitos (Is 6,5).
82. Si rezas con espíritu veraz encontrarás certezas plenas, y los ángeles te acompañaran como a Daniel, y te iluminarán a propósito de la razón de ser.
83. Debes saber que los ángeles nos guían en nuestra oración, y que nos asisten. Ellos se alegran con nosotros, y rezan por nosotros. Si somos negligentes, o acogemos pensamientos extraños, ellos se irritan mucho. Ellos luchan por nosotros, aun cuando nosotros no queramos ni siquiera implorar a Dios por nosotros mismos, o despreciamos su servicio, o abandonamos al soberano Dios, o nos entretenemos con los demonios impuros.
84. Ora convenientemente y sin turbación, salmodiando con inteligencia y con ritmo. De hacerlo, serás como un nacido de águila, y volarás hacia lo alto.
85. La salmodia calma las pasiones, aplaca la intemperancia del cuerpo, ejercita el intelecto en la operación que le es propia.
86. La oración es una operación que dignifica el intelecto, mejora su uso y lo hace más auténtico.
87. La salmodia pertenece a la sabiduría múltiple, y es el preludio del conocimiento inmaterial y simple.
88. El conocimiento espiritual es un excelente cooperador de la oración, al despertar la potencia espiritual del intelecto y llevarla a la contemplación del conocimiento divino.
89. Si aún no has recibido el don de la oración, o de la salmodia, persiste en tal espera y lo recibirás.
90. Jesucristo dijo que es necesario "orar siempre y no cansarse nunca" (Lc 18,1). Por tanto, no te canses ni pierdas el ánimo, y ten por cierto que, si aun no lo has recibido, lo recibirás pronto. Decía el juez de la parábola lo siguiente: "Aunque no temo a Dios, ni me importa el hombre, esta viuda persiste en fastidiarme, y por eso le haré justicia" (Lc 18,4-5). De modo semejante, también Dios "vengará a aquellos que le imploran noche y día" (Lc 18,7). Ten un buen ánimo, por tanto, y persevera en la fatiga de la santa oración.
91. No quieras que tus cosas vayan como te parece bien a ti, sino como gustan a Dios. De hacerlo, en tu oración te encontrarás sin turbación y lleno de gratitud.
92. Aunque te parezca que estás unido a Dios, cuídate del demonio de la fornicación, que es sumamente engañador y muy envidioso, y pretende estar más presto en el movimiento y en la vigilancia que tu intelecto. Además, él es experto en alejar de Dios a aquel que se encuentra en la piedad y el temor.
93. Si cultivas la oración, prepárate para los asaltos de los demonios, y soporta con fortaleza sus golpes. Ellos se echarán sobre ti como fieras salvajes, y maltratarán todo tu cuerpo.
94. Prepárate ante los demonios como un luchador experto, y si ves de repente una imagen ¡no vaciles!. Aunque fuera una espada desenvainada contra ti, o una lámpara que golpea tu cara, no te turbes.
95. Si alguna cosa repugnante o sangrante se te viene a la mente, no pierdas tu coraje de ninguna manera. Permanece de pie y haz tu confesión de fe como corresponde, y así soportarás más fácilmente a tus enemigos.
96. Aquel que soporta las aflicciones, también obtendrá las consolaciones. El que persevera en las cosas desagradables, también será incluido en las agradables.
97. Procura que los salvajes demonios no te engañen mediante una visión cualquiera. Cuando eso suceda, permanece atento e invoca a Dios. Si tu pensamiento está con él, él mismo te iluminará. Y si no, rápidamente alejará de ti al seductor.
98. No olvides que los perros del diablo no permanecerán de pie, si tú has hecho con ardor tu súplica a Dios. Más bien, serán vencidos de inmediato por dicha súplica, y a escondidas escaparán de la potencia de Dios.
99. No olvides que los demonios se disfrazan, y que se te pueden presentar con aspecto angélico. Evita que tu conocimiento sea engañado por ellos, pensando que son verdaderamente ángeles.
100. Cultiva la humildad, y el coraje de los demonios no podrá atacar tu alma, ni el flagelo se acercará a tu tienda, porque por ti Dios "ordenará a sus ángeles que te custodien" (Sal 90,10, y éstos alejarán de ti toda la operación del demonio.
101. El que cultiva una oración pura oirá estrépitos, ruidos, voces e insultos de los demonios. Que en ese momento no ceda al razonamiento, sino que diga a Dios: "No temeré ningún mal, porque tu estás conmigo" (Sal 22,4), y cosas similares.
102. Mientras duran estas tentaciones, usa una oración breve e intensa.
103. Si los demonios amenazan con aparecer de improviso desde el aire, y abatir y depredar tu mente, no te dejes aterrorizar por ellos ni te preocupes por sus amenazas. Ellos te asustan con el miedo, para ver si les prestas atención o los has despreciado del todo.
104. Si en la oración estás delante del Dios omnipotente, que todo lo ha creado y todo lo provee, ¿por qué te asustas con los mosquitos y cucarachas? ¿No has oído eso de "temerás sólo al Señor tu Dios" (Dt 6,13), o eso de "Aquel ante cuya potencia se aterrorizan y tiemblan las cosas" (Job 4,14)?
105. Así como el pan es la nutrición para el cuerpo, y la virtud para el alma, así la oración espiritual es la nutrición para el intelecto.
106. En el lugar sagrado de la oración, ora no como lo haría el fariseo, sino como lo hizo el publicano, para que tú también puedas ser justificado por el Señor.
107. Lucha por no rezar en contra de alguien, de modo que tú no destruyas lo que construyes, tornando tu oración abominable.
108. Que el deudor de diez mil talentos te sirva de lección, porque si no perdonas a tu deudor, tampoco tú obtendrás el perdón. En efecto, nos dice el evangelio que el amo lo entregó a los torturadores.
109. No tengas en cuenta las exigencias del cuerpo en el momento de la oración, de tal modo que la mordedura de una pulga o de un piojo, o la picadura de un mosquito o de una mosca, te hagan perder la más grande ganancia de tu oración.
110. Hemos oído decir que el demonio combatió tanto a un santo que se encontraba en oración que, mientras éste tendía sus brazos, aquel adoptó la forma de un león y, levantando sus patas anteriores para mantenerse erecto, simulaba clavar sus garras en ambos lados del luchador, no alejándose mientras éste no bajara sus brazos. No obstante, el santo no los bajó, hasta que no hubo terminado con sus oraciones de costumbre.
111. Otro santo fue, como sabemos, Juan el Pequeño (o para decirlo mejor, un grandísimo cristiano), que llevó una vida solitaria en un foso. Debido a su gran unión con Dios, permaneció inmóvil mientras el demonio, bajo la forma de una serpiente, lo enroscaba, comiéndole las carnes y vomitándole en la cara.
112. Has leído también, supongo, la vida de los monjes de Tabenna. Se narra que, mientras el abad Teodoro decía unas palabras a los hermanos, se acercaron dos víboras a sus pies. El santo abad, sin turbarse, y haciendo con los pies una especie de hueco, allí las mantuvo hasta que no cesó de hablar. A continuación las mostró a los hermanos, y contó el hecho.
113. De otro hermano espiritual hemos leído que, mientras oraba, una víbora entró y lo atacó en un pie. No obstante, él no bajó las manos hasta que no hubo terminado su oración habitual, y no recibió ningún daño, ya que amaba a Dios más que a sí mismo.
114. No tengas tu mirada distraída durante la oración. Más bien, renegando de tu carne y de tu alma, vive según tu intelecto.
115. Otro santo oraba intensamente, llevando una vida solitaria en el desierto. Cierto día fue asaltado por los demonios, que por dos semanas lo tiraban, uno a otro, y como si fuera una pelota, al aire, dejándolo caer sobre una estera. Sin embargo, no lograron que el intelecto del santo abandonara su ardiente oración.
116. Otro amigo de Dios se encontraba sumergido con su pensamiento en la oración, mientras caminaba por el desierto. Se acercaron dos ángeles para acompañarlo en su caminar, flanqueándolo a ambos lados. No obstante, él no les prestó atención, a fin de no perderse lo mejor. Con ello avaló la palabra del apóstol que dice: "Ni los ángeles ni los principados, ni las potestades, podrán separarnos del amor de Cristo" (Rm 8,38-39).
117. El cristiano, mediante la oración, es igual a los ángeles, al desear ver el rostro del Padre que está en los cielos.
118. No trates de aceptar ninguna forma o figura, mientras estás en tiempo de oración.
119. No desees ver ni siquiera a los ángeles, ni las potencias, ni a Cristo en forma sensible, para no perder completamente tu juicio. De hacerlo, habrás recibido al lobo y no al pastor, y te estarás postrando ante los demonios enemigos.
120. La vanagloria es el principio de la ilusión del intelecto, porque es ella la que empuja al intelecto a tratar de circunscribir a la divinidad en formas o figuras.
121. Te diré lo que pienso, cosa que ya he transmitido a los más jóvenes: bendito el intelecto que, en el tiempo de oración, ha adquirido una perfecta ausencia de formas.
122. Bendito sea el intelecto que, orando sin distracciones, adquiere un creciente deseo de Dios. Bendito sea el intelecto que, en tiempo de oración, se torna inmaterial y se desnuda de todo. Bendito sea el intelecto que, estando en tiempo de oración, ha adquirido una perfecta insensibilidad.
123. Bendito el cristiano que, después de Dios, considera a todos los hombres como a Dios. Bendito el cristiano que considera como cosa propia, y con alegría plena, la salvación y el progreso de todos.
124. Cumple perfectamente con la oración aquel que convierte en fruto para Dios, en cualquier situación, todas las primicias de su pensamiento.
125. Evita toda mentira y todo juramento, si deseas orar como un cristiano. De otro modo, fingirás en vano lo que te es extraño.
126. Si deseas orar en espíritu, no busques nada en la carne. Así no tendrás nubes que te nublen en tiempo de oración.
127. Confía a Dios las necesidades de tu cuerpo, y dejarás claro que a él también confías las de tu espíritu.
128. Si obtienes las promesas, reinarás. Por lo tanto, ten éstas como objetivo, y podrás sobrellevar fácilmente la presente pobreza.
129. No rechaces la pobreza ni las tribulaciones, porque la materia de la oración es liviana.
130. Que las virtudes del cuerpo te sirvan de base para las del alma, y las virtudes del alma para aquellas que son espirituales, y éstas para el inmaterial y esencial conocimiento.
131. Si luchas contra el pensamiento, y éste disiente fácilmente, examina de dónde surge esto, ya que puede que seas acechado y, al ser engañado, te entregues a ti mismo.
132. A veces sucede que los demonios te sugieren pensamientos y te inducen a que reces, como es natural, en contra de ellos, para que los contradigas. Entonces ellos se retiran súbitamente, a fin de que tú te engañes y creas que has empezado a vencer tus pensamientos.
133. Si oras contra la pasión, o contra un demonio inoportuno, recuerda a Aquel que dice: "Perseguiré a mis enemigos y los agarraré, y no retornaré hasta que se dobleguen. Los aplastaré y no podrán permanecer derechos, cayendo bajo mis pies" (Sal 17,38-39).
134. Oportunamente dirás estas cosas, armándote en contra de los adversarios.
135. No pienses que tienes ya la virtud, si antes no has combatido por ella "hasta llegar a la sangre" (Hb 12,4).
136. Debemos resistir hasta la muerte contra el pecado, ardorosa e irreprensiblemente, según el precepto del apóstol.
137. Si has sido de utilidad para alguno, recibirás daño de otro. Lo recibirás para que, sintiéndote ofendido, digas o hagas algo malo, y se pierda malamente lo que habías bien recogido. Éste es, de hecho, el objetivo de los demonios malignos. Por tanto, cuidemos el buen criterio.
138. Presta atención a los ímpetus embravecidos de los demonios, preocupándote de cómo huir a su esclavitud.
139. De noche los demonios malignos se presentan ante el maestro espiritual, para turbarlo personalmente. De día se sirven de los hombres para rodearlo de dificultades, de calumnias y de peligros.
140. No evites a las lavanderas. Si al batir y tironear, te golpean y friegan, tus vestiduras se tornarán resplandecientes.
141. Mientras no hayas renunciado a las pasiones, y tu intelecto se haya rendido a las virtudes y a la verdad, no encontrarás perfume de incienso en tu oración.
142. ¿Deseas rezar? Transfiérete de las cosas de aquí abajo, y conserva continuamente la ciudadanía de los cielos. Haz esto no solamente de palabra, sino también con la práctica y la ciencia divina.
143. Si recuerdas cuán terrible e imparcial es el juez en tus aflicciones, no has aprendido todavía a servir al Señor en el temor, y a exultar delante de él en el temblor. Debes saber que, aun en los alivios y en el relajamiento espiritual, debemos servirle aún con mayor respeto.
144. Es un hombre con criterio aquel que, antes de una perfecta conversión, no cesa de recordar con tristeza sus pecados, y la justa pena que ellos le depararán en el fuego eterno.
145. Aquel que se detiene en los pecados y en los accesos de cólera, y osa imprudentemente acercarse a la ciencia de las cosas divinas, y hasta entrar en la oración inmaterial, es digno del reproche del apóstol, según el cual "no está exento de peligro el orar con la cabeza descubierta". Respecto a ese tal, nos dice San Pablo que "un alma tal debe tener la señal de un poder sobre su cabeza, a causa de los ángeles" (1Cor 11,10), rodeándose del pudor y de la humildad convenientes.
146. Así como no es bueno para un enfermo de la vista mirar al sol en pleno mediodía (pues tendrá una imagen fortísima y abrasante, develada e intensa), así al intelecto pasional e impuro, y arrebatado por la pasión, tampoco le beneficia la imitación de la oración plena en espíritu y verdad, terrible y maravillosa. Por el contrario, suscitará en él el desdén de la divinidad, y acabará contra de ella.
147. Nuestro perfecto e incorruptible Señor no recibió al que se acercó al altar con su ofrenda, hasta que no se hubo reconciliado con su prójimo (Mt 5,23-24). Por tanto, considera tú cuánta custodia y discreción se necesita para ofrecer a Dios, sobre el altar espiritual, el incienso que a él le es grato.
148. No seas como esos que se gozan del hablar y de la gloria, pues no sobre tus espaldas, sino sobre tu cara, fabricarán los pecadores su blasfemia. De ser así, serás para ellos objeto de alegría maligna, y te adularán con pensamientos extraños.
149. La atención que busca oración encontrará oración. En efecto, ninguna otra cosa sigue a la oración más que la atención. Por ello, siempre debemos estar vigilantes.
150. Así como la vista es el mejor de todos los sentidos, así la oración es la más divina de todas las virtudes.
151. La excelencia de la oración no consiste en la cantidad, sino en su calidad. Lo demuestran aquellos que "suben al templo y no desperdician mis palabras" (Mt 6,7).
152. Si te dedicas a atender la conveniencia de tu cuerpo, y tu inteligencia se interesa por las cosas de tu tienda, no habrás ubicado aún el lugar para la oración, y la vía bendita de ésta se encontrará aún lejana de ti.
153. Si cuando oras te hallas por encima de toda otra alegría, lo que sucede es que has alcanzando verdaderamente la oración.
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