GREGORIO DE NACIANZO
Sobre la Pascua
DISCURSO II
I
"Estaré de guardia", dice el venerable Habacuc (Hab 2,1), y hoy me pondré a su lado con la autoridad y la observación que me dio el Espíritu; y observaré atentamente lo que se me diga. Pues bien, me he puesto de pie y he observado, y he aquí "un hombre cabalgando sobre las nubes, muy alto, y su rostro como el de un ángel" (Jc 13,6), y su vestidura como el resplandor de un relámpago penetrante; y alza su mano hacia el este y clama a gran voz. Su voz es como el sonido de una trompeta; y a su alrededor hay como una multitud de las huestes celestiales; y dice: "Hoy ha llegado la salvación al mundo, a lo visible y a lo invisible. Cristo ha resucitado de entre los muertos, así que resucitad con él. Cristo ha regresado a sí mismo, así que volved. Cristo ha sido liberado de la tumba, así que sed liberados de las ataduras del pecado". Las puertas del infierno se abren, la muerte es destruida, el viejo Adán es desechado y el nuevo Adán se cumple. Si alguno está en Cristo, es una nueva criatura (2Cor 5,17) y será renovado. Así habla él, y los demás cantan (como hicieron antes cuando Cristo se manifestó a nosotros, por su nacimiento en la tierra) su gloria a Dios en las alturas y en la tierra, deseando paz y buena voluntad entre los hombres. Y con ellos también pronuncio las mismas palabras entre ustedes. Y quisiera recibir una voz que se alzara como la del ángel, y que resonara por todos los confines de la tierra.
II
La Pascua del Señor es la Pascua en honor de la Trinidad, y para nosotros la fiesta de las fiestas y la solemnidad de las solemnidades, tan exaltada por encima de todas las demás (no sólo las que son meramente humanas y se arrastran por la tierra, sino incluso las que son de Cristo mismo y se celebran en su honor) como el sol lo es por encima de las estrellas. Hermoso fue, en verdad, nuestro espléndido atuendo y nuestra iluminación, en la que, tanto en público como en privado, nos asociamos, toda clase de hombres y casi todas las clases sociales, iluminando la noche con nuestras multitudinarias hogueras, formadas a la manera de esa gran luz, tanto la que ilumina el cielo sobre nosotros, como la que está sobre los cielos, entre los ángeles (la primera naturaleza luminosa, junto a la primera naturaleza de todas, porque surge directamente de ella), y la que está en la Trinidad, de la que toda luz deriva su ser, separada de la luz indivisa y honrada. El día de hoy es más hermoso y más ilustre; pues la luz de ayer predijo el surgimiento de la gran luz, y fue como una especie de regocijo en preparación para la fiesta. Hoy celebramos la resurrección misma, ya no como un objeto de expectativa, sino como algo ya realizado, reuniendo al mundo entero en torno a sí. Que diferentes personas produzcan frutos diferentes, y ofrezcan diferentes ofrendas en esta época, pequeñas o grandes ofrendas espirituales que Dios aprecia según su poder. Pues apenas los mismos ángeles podrían ofrecer dones dignos de su rango, esos seres primeros, intelectuales y puros, que también son testigos oculares de la gloria que está en lo alto; si incluso estos pueden alcanzar la plenitud de la alabanza. Por nuestra parte, ofreceremos un discurso, lo mejor y más preciado que tenemos, especialmente al alabar a la Palabra por la bendición que ha otorgado a la creación racional. Comenzaré desde este punto. Pues no puedo soportar, al ofrecer el sacrificio de los labios en relación con el gran sacrificio y el más grande de los días, no recurrir a Dios y partir de él. Por lo tanto, les ruego que purifiquen su mente, oídos y pensamientos, todos los que se deleitan en tales temas, ya que el discurso tratará sobre Dios y será divino; para que puedan partir llenos de deleites que no se desvanecen en la nada. Y será a la vez muy completo y conciso, de modo que no los aflija por sus deficiencias ni los desagrade por la saciedad.
III
Dios siempre fue, siempre es y siempre será. Fue y será son fragmentos de nuestro tiempo y de naturaleza cambiante. Pero él es el Ser eterno, y éste es el nombre que se da a sí mismo al dar los oráculos a Moisés en el monte. Porque en sí mismo él resume y contiene todo ser, sin tener principio en el pasado ni fin en el futuro como un gran mar de ser, ilimitado e ilimitado, trascendiendo toda concepción de tiempo y naturaleza, sólo esbozado por la mente, y eso muy tenue y escasamente no por sus esenciales sino por su entorno, una imagen siendo obtenida de una fuente y otra de otra, y combinada en una especie de presentación de la verdad, que se nos escapa antes de que la hayamos captado, y que emprende el vuelo antes de que la hayamos concebido, brillando sobre nuestra parte maestra, incluso cuando ésta se limpia, como el relámpago que no detiene su curso lo hace sobre nuestra vista para, como yo lo concibo, por esa parte de ella que podemos comprender para atraernos hacia sí misma (porque aquello que es completamente incomprensible está fuera de los límites de la esperanza, y no dentro del ámbito del esfuerzo); y por esa parte de ella que no podemos comprender para conmover nuestra maravilla; y como un objeto de maravilla para convertirse más en un objeto de deseo; y siendo deseado, para purificarnos; y purificando para hacernos como Dios. De este modo, cuando seamos como él, Dios pueda, por usar una expresión atrevida, conversar con nosotros como Dios; estando unido a nosotros y conocido por nosotros; y eso quizás en la misma medida en que ya conoce a quienes le son conocidos. La naturaleza divina, entonces, es ilimitada y difícil de entender, y todo lo que podemos comprender de él es su inmensidad (aunque uno pueda concebir que, por ser de una naturaleza simple, sea completamente incomprensible o perfectamente comprensible). Investiguemos además qué implica es de una naturaleza simple. Porque es bastante cierto que esta simplicidad no es en sí misma su naturaleza, así como la composición no es por sí misma la esencia de los seres compuestos.
IV
Cuando se considera la infinitud desde dos puntos de vista, principio y fin (pues lo que está más allá de estos y no está limitado por ellos es infinitud), cuando la mente mira hacia las profundidades superiores, sin tener dónde pararse, y se apoya en los fenómenos para formarse una idea de Dios, llama a lo infinito e inaccesible que encuentra allí con el nombre de no-originado. Y cuando mira hacia las profundidades inferiores y al futuro, lo llama imperecedero e inmortal. Y cuando extrae una conclusión del todo, lo llama eterno. Porque la eternidad no es tiempo ni parte del tiempo; pues no puede medirse. Pero lo que el tiempo medido por el curso del sol es para nosotros, eso es la eternidad para lo eterno; es decir, una especie de movimiento e intervalo temporal, coextensivo con su existencia. Sin embargo, esto es todo lo que debo decir ahora de Dios; porque el presente no es un momento adecuado, ya que mi tema actual no es la doctrina de Dios, sino la de la encarnación. Y cuando digo Dios, me refiero al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo; pues la divinidad no se extiende más allá de estos, como para introducir una multitud de dioses, ni se limita a un ámbito más reducido que estos, como para condenarnos por una concepción pobre de la deidad, ya sea judaizando para salvar la monarquía, o cayendo en el paganismo por la multitud de nuestros dioses. Pues el mal en ambos lados es el mismo, aunque se encuentra en direcciones opuestas. Así pues, es el Santo de los santos, que está oculto incluso a los serafines, y es glorificado con una santa reunión tres veces repetida en una sola atribución del título de Señor y Dios, como uno de nuestros predecesores lo explicó con la más hermosa y sublime razón.
V
Como este movimiento de auto-contemplación por sí solo no podía satisfacer la bondad, sino que el bien debía fluir y trascenderlo para multiplicar los objetos de su beneficencia (pues esto era esencial para la bondad suprema), él concibió primero los poderes angélicos y celestiales. Y esta concepción fue una obra cumplida por su Palabra y perfeccionada por su Espíritu. Y así surgieron los esplendores secundarios, como ministros del esplendor primario (ya sea que los concibamos como espíritus inteligentes, como fuego de tipo inmaterial e incorpóreo, o como alguna otra naturaleza que se acercara a este lo más posible). Quisiera decir que son incapaces de moverse en la dirección del mal, y susceptibles sólo del movimiento del bien, por estar alrededor de Dios e iluminados con los primeros rayos de Dios (porque los seres terrenales sólo tienen la segunda iluminación), pero estoy obligado a detenerme antes de decir que son inamovibles, y a concebirlos y hablar de ellos sólo como difíciles de mover, a causa de aquel que por su esplendor fue llamado Lucifer, pero se convirtió y es llamado oscuridad por su orgullo; y las huestes apóstatas que están sujetas a él, creadores del mal por su revuelta contra el bien, y nuestros incitadores.
VI
Por estas razones, Dios dio existencia al mundo del pensamiento, hasta donde puedo razonar sobre estos asuntos y apreciar grandes cosas en mi propio y pobre lenguaje. Luego, cuando su primera creación estuvo en orden, él concibió un segundo mundo, material y visible; y este un sistema de tierra y cielo y todo lo que hay en medio de ellos; una creación admirable, sin duda, cuando observamos la hermosa forma de cada parte, pero aún más digna de admiración cuando consideramos la armonía y la unidad del todo, y cómo cada parte encaja con todas las demás en un orden justo, y todas con el todo, tendiendo a la perfecta completitud del mundo como una unidad. Esto era para demostrar que él podía crear no solo una naturaleza afín a él, sino también una completamente ajena a él. Pues afines a la deidad son aquellas naturalezas que son intelectuales y sólo pueden ser comprendidas por la mente; pero todas las que los sentidos pueden conocer le son completamente ajenas. Y de éstos los más alejados de él son todos aquellos que están completamente desprovistos de alma y de poder de movimiento.
VII
Mente y sentido, así distinguidos entre sí, permanecieron dentro de sus propios límites y llevaron en sí mismos la magnificencia del Verbo creador, silenciosos alabadores y emocionantes heraldos de su poderosa obra. Aún no había mezcla de ambos, ni de estos opuestos, señales de una mayor sabiduría y generosidad en la creación de las naturalezas; ni se habían dado a conocer aún todas las riquezas de la bondad. Ahora bien, el Verbo creador, determinado a exhibir esto y a producir un solo ser vivo de ambos (me refiero a la creación invisible y visible), moldea al hombre; y tomando un cuerpo de materia ya existente, y colocando en él un aliento tomado de sí mismo (que el Verbo sabía que era un alma inteligente y la imagen de Dios), como una especie de segundo mundo, grande en su pequeñez, lo colocó en la tierra, un nuevo ángel, un adorador mixto, plenamente iniciado en la creación visible, pero sólo parcialmente en la intelectual; rey de todo en la tierra, pero sujeto al Rey de lo alto; terrenal sin dejar de ser celestial; temporal y sin embargo inmortal; visible y sin embargo intelectual; a medio camino entre la grandeza y la bajeza; en una persona combinando espíritu y carne; espíritu por el favor que le fue concedido, carne por la altura a la que había sido elevado; el uno para que pudiera continuar viviendo y glorificar a su bienhechor, el otro para que pudiera sufrir, y por el sufrimiento ser recordado y ser corregido si se enorgullecía de su grandeza; una criatura viviente, entrenada aquí y luego trasladada a otra parte; y para completar el misterio, deificado por su inclinación a Dios porque a esto, creo, tiende esa luz de la verdad que aquí poseemos pero en medida; para que veamos y experimentemos el esplendor de Dios, que es digno de Aquel que nos hizo, y nos disolverá y nos rehará de una manera más elevada.
VIII
A este ser lo colocó Dios en el paraíso, cualquiera que fuese ese paraíso (habiéndolo honrado con el don del libre albedrío, para que el bien le perteneciera como resultado de su elección, no menos que a Aquel que había implantado las semillas del mismo), para cultivar las plantas inmortales, con lo cual quizás se refiere a las concepciones divinas, tanto las más simples como las más perfectas; desnudo en su simplicidad y vida inartificial; y sin ninguna cubierta o pantalla; pues era apropiado que él que era desde el principio fuera así. Y le dio una ley, como material para que su libre albedrío actuara según ella. Esta ley era un mandamiento sobre qué plantas podía comer y cuáles no podía tocar. Este último era el árbol del conocimiento; no, sin embargo, porque fuera malo desde el principio cuando fue plantado; ni fue prohibido porque Dios se lo reprochara a los hombres (¡que los enemigos de Dios no meneen la lengua en esa dirección, ni imiten a la serpiente!). Pero habría sido bueno si se hubiera comido de él en el momento adecuado, pues el árbol era, según mi teoría, la contemplación, a la que solo pueden acceder con seguridad quienes han alcanzado la madurez del hábito; pero que no es buena para quienes aún son algo ingenuos y codiciosos; así como tampoco lo es la comida sólida para quienes aún son tiernos y necesitan leche. Pero cuando, por la malicia del diablo y el capricho de la mujer (Sb 2,24), sucumbió por ser la más tierna, y la ejerció sobre el hombre, pues era más propensa a persuadirlo (¡ay de mi debilidad, pues la de mi primer padre era mía!), él olvidó el mandamiento que le había sido dado y cedió al fruto nefasto; y por su pecado fue desterrado de inmediato del árbol de la vida, del paraíso y de Dios; y se vistió con pieles, es decir, quizás, la carne más áspera, mortal y contradictoria. Y esto fue lo primero que aprendió (su propia vergüenza) y se ocultó de Dios. Sin embargo, también aquí obtiene una ganancia, a saber, la muerte y la erradicación del pecado, para que el mal no sea inmortal. Así, su castigo se transforma en misericordia, pues estoy convencido de que es en la misericordia que Dios inflige el castigo.
IX
Habiendo sido castigado por muchos medios, debido a sus numerosos pecados, cuya raíz del mal surgió por diversas causas y en diversas ocasiones: por la palabra, por la ley, por los profetas, por beneficios, por amenazas, por plagas, por aguas, por incendios, por guerras, por victorias, por derrotas, por señales en el cielo, en el aire, en la tierra y en el mar; por cambios inesperados de hombres, ciudades y naciones (cuyo objetivo era la destrucción de la maldad), finalmente necesitó un remedio más fuerte, pues sus enfermedades empeoraban: matanzas mutuas, adulterios, perjurios, crímenes contra la naturaleza, y el primero y último de todos los males, la idolatría, y la transferencia del culto del Creador a las criaturas. Como estos requerían una mayor ayuda, también la obtuvieron. Y eso fue que la palabra de Dios mismo, Quien es antes de todos los mundos, el Invisible, el Incomprensible, el sin-cuerpo, el principio sin principio, la imagen inmutable, la definición y palabra del Padre, vino a su propia imagen, y tomó carne por el bien de nuestra carne, y se mezcló con un alma inteligente por el bien de mi alma, purificando lo similar por lo similar; y en todos los puntos excepto el pecado se hizo hombre; concebido por la Virgen, quien primero en cuerpo y alma fue purificada por el Espíritu Santo, porque era necesario que tanto la maternidad fuera honrada como que la virginidad recibiera un honor mayor. Él salió entonces, como Dios, con Eso que había asumido; una Persona en dos naturalezas, carne y Espíritu, de los cuales el último deificó al primero. ¡Oh nueva mezcla! ¡Oh extraña conjunción! El Autoexistente surge, lo increado es creado. Lo incontenible es contenido por la intervención de un alma intelectual que media entre la deidad y la corporeidad de la carne. Y quien da riquezas se empobrece; pues asume la pobreza de mi carne para que yo asuma las riquezas de su divinidad. Quien está lleno se vacía; pues se vacía de su gloria por un breve tiempo, para que yo pueda participar de su plenitud. ¿Qué son las riquezas de su bondad? ¿Qué es este misterio que me rodea? Yo participé de la Imagen y no la conservé; él participa de mi carne para salvar la imagen y hacer la carne inmortal. Él comunica una segunda comunión, mucho más maravillosa que la primera, pues entonces impartió la mejor naturaleza, pero ahora asume la peor. Esto es más divino que la acción anterior; es más sublime a los ojos de todos los hombres de entendimiento.
X
Quizás haya algún impulsivos que me diga: ¿Qué tiene todo esto que ver con nosotros? ¡Acelere el paso hacia la meta! Háblenos de la fiesta y de las razones de nuestra presencia hoy aquí. Sí, esto es lo que voy a hacer, aunque he comenzado en un punto algo anterior, obligado por las necesidades de mi argumento. No perjudicará a los eruditos y amantes de la belleza que digamos algunas palabras sobre la palabra Pascua, pues tal añadido no les resultará inútil. Esta gran y venerable Pascua es llamada Phaska por los hebreos en su propia lengua; la palabra significa "pasar al otro lado". Históricamente, de su huida y migración de Egipto a la tierra de Canaán; espiritualmente, del progreso y ascenso de lo bajo a lo alto y a la Tierra Prometida. Y observamos que algo que a menudo encontramos en las Escrituras, el cambio de ciertos sustantivos de un sentido incierto a uno más claro, o de uno más burdo a uno más refinado, ha ocurrido en este caso. Algunos, suponiendo que este era el nombre de la sagrada pasión, y en consecuencia, grecizando la palabra cambiando phi y kappa por pi y chi, la llamaron Pascua. Y la costumbre la recogió y confirmó la palabra, con la ayuda de los oídos de la mayoría, para quienes tenía un sonido más piadoso.
XI
Antes de nuestro tiempo el santo apóstol declaró que la ley era sólo una sombra de las cosas por venir (Hb 10,1), que son concebidas por el pensamiento. Y Dios también, quien en tiempos aún más antiguos dio oráculos a Moisés, dijo al dar leyes acerca de estas cosas: "Haz todas las cosas según el modelo que te fue mostrado en el monte" (Ex 25,40), cuando él le mostró las cosas visibles como una prefiguración y diseño para las cosas que son invisibles. Y estoy persuadido de que ninguna de estas cosas ha sido ordenada en vano, ninguna sin una razón, ninguna de manera servil o indigna de la legislación de Dios y el ministerio de Moisés, aunque sea difícil en cada tipo encontrar una teoría que descienda a los detalles más delicados, a cada punto acerca del tabernáculo mismo, y sus medidas y materiales, y los levitas y sacerdotes que los portaban, y todos los detalles que se promulgaron acerca de los sacrificios y las purificaciones y las ofrendas; y aunque estos sólo pueden ser comprendidos por quienes se sitúan con Moisés en virtud, o se han acercado lo más posible a su erudición. Pues en ese mismo monte, Dios es visto por los hombres; por un lado, a través de su propio descenso desde su elevada morada, por otro, a través de su ascensión desde nuestra humillación terrenal, para que lo incomprensible pueda ser en algún grado, y en la medida de lo posible, comprendido por una naturaleza mortal. Pues de ninguna otra manera es posible que la densidad de un cuerpo material y una mente aprisionada lleguen a la conciencia de Dios, excepto con su ayuda. Entonces, por lo tanto, no todos los hombres parecen haber sido considerados dignos del mismo rango y posición; sino unos de un lugar y otros de otro, cada uno, creo, según la medida de su propia purificación. Algunos incluso han sido completamente expulsados, y sólo se les ha permitido escuchar la voz de lo alto, a saber, aquellos cuyas disposiciones son completamente como bestias salvajes, y que son indignos de los misterios divinos.
XII
Nosotros, a medio camino entre aquellos cuyas mentes son completamente densas por un lado, y por el otro aquellos que son muy contemplativos y exaltados, para no permanecer completamente ociosos e inamovibles, ni estar más ocupados de lo que deberíamos, y quedarnos cortos y alejarnos de nuestro propósito (pues el primer camino es judío y muy bajo, y el segundo solo es apto para el adivino de sueños, y ambos por igual deben ser condenados), digamos nuestra opinión sobre estos asuntos, en la medida en que esté a nuestro alcance y no sea muy absurdo, ni expuesto al ridículo de la multitud. Nuestra creencia es que, ya que era necesario que nosotros, que habíamos caído como consecuencia del pecado original y habíamos sido arrastrados por el placer, incluso hasta la idolatría y el derramamiento de sangre ilícito, fuéramos llamados y elevados de nuevo a nuestra posición original por la tierna misericordia de Dios nuestro Padre, quien no pudo soportar que una obra tan noble de sus propias manos como el hombre se perdiera para él. El método de nuestra nueva creación, y de lo que debía hacerse, era este: que todos los remedios violentos eran desaprobados, por no ser propensos a persuadirnos y por ser muy posiblemente tendientes a agravar la plaga, debido a nuestro orgullo crónico; pero que Dios dispuso las cosas para nuestra restauración mediante un método de curación suave y bondadoso. Porque un retoño torcido no soportará una curvatura repentina hacia el otro lado, ni la violencia de la mano que lo endereza, sino que se romperá más rápidamente que se enderezará; y un caballo de temperamento iracundo y mayor de cierta edad no soportará la tiranía del freno sin algún tipo de persuasión y estímulo. Por lo tanto, la ley se nos da como una ayuda, como un muro divisorio entre Dios y los ídolos, alejándonos de uno y acercándonos al otro. Y concede un poco al principio, para poder recibir lo que es mayor. Concede los sacrificios por un tiempo, para que pueda establecer a Dios en nosotros, y luego, cuando llegue el momento oportuno, puede abolirlos también. Así, pues, cambiando sabiamente nuestras mentes mediante mudanzas graduales, y llevándonos al evangelio cuando ya hemos sido entrenados para una pronta obediencia.
XIII
Por esta causa entró la ley escrita, reuniéndonos en Cristo; y este es el relato de los sacrificios tal como los relaciono. Y para que no ignoréis la profundidad de su sabiduría ni la riqueza de sus juicios inescrutables (Rm 11,33). No dejó ni siquiera estos impíos del todo, ni inútiles, ni con nada en ellos excepto mera sangre. Pero esa gran víctima, y si se me permite decirlo, en su primera naturaleza insacrificable, se entremezcló con los sacrificios de la ley, y fue una purificación, no para una parte del mundo, ni por un corto tiempo, sino para todo el mundo y para siempre. Por esta razón se eligió un cordero por su inocencia y su vestidura de la desnudez original. Porque tal es la víctima que se ofreció por nosotros, que es tanto de nombre como de hecho la vestidura de la incorrupción. Y él fue una víctima perfecta no solo por causa de su divinidad, que nada es más perfecto; sino también por causa de lo que él asumió habiendo sido ungido con deidad, y habiéndose hecho uno con aquello que lo ungió, y me atrevo a decir, hecho igual a Dios. Un varón, porque fue ofrecido por Adán; o más bien el más fuerte por los fuertes, cuando el primer hombre cayó bajo el pecado; y principalmente porque no hay en él nada femenino, nada impropio de un hombre; pero él irrumpió de las ataduras del vientre de la Virgen María con mucho poder, y un varón fue engendrado por la virgen (Is 13,3), como Isaías declara las buenas nuevas. Y de un año, porque él es el Sol de Justicia (Mal 4,2) saliendo del cielo, y circunscrito por su naturaleza visible, y regresando a sí mismo. Y la bendita corona de bondad, siendo en todos lados igual a él mismo e igual. Y no sólo esto, sino también como vivificador de todo el círculo de las virtudes, suavemente mezcladas y entremezcladas entre sí, según la ley del amor y el orden. Inmaculado e inocente, como sanador de las faltas, y de los defectos y manchas que provienen del pecado. Porque aunque tomó sobre sí nuestros pecados y cargó con nuestras enfermedades (Is 53,4), sin embargo, él mismo no sufrió nada que necesitara sanación. Porque fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado (Hb 4,15). Porque el que persiguió a la Luz que brilla en las tinieblas no pudo alcanzarlo.
XIV
¿Qué más? Se introduce el primer mes, o mejor dicho, el comienzo de los meses, ya sea que fuera así entre los hebreos desde el principio, o que se hiciera así posteriormente por este motivo, y se convirtiera en el primero como consecuencia del misterio; y el día 10 del mes, pues este es el número más completo de unidades, la primera unidad perfecta, y el padre de la perfección. Y se conserva hasta el día 5, quizás porque la víctima, de la que hablo, purifica los cinco sentidos, de los cuales proviene la caída en el pecado, y alrededor de los cuales se desata la guerra, ya que están expuestos a las incitaciones al pecado. Y fue escogido, no sólo entre los corderos, sino también entre las especies inferiores, que se colocan a la izquierda (Mt 25,33): los cabritos. En efecto, él es sacrificado no sólo por los justos, sino también por los pecadores; y quizás aún más por estos, ya que tenemos mayor necesidad de su misericordia. No debe sorprendernos que se requiera un cordero para una casa como la mejor opción; pero si no fuera posible, se podría obtener uno mediante contribuciones (debido a la pobreza) para las casas de una familia; porque es claramente mejor que cada individuo se abastezca de lo necesario para su propio perfeccionamiento y ofrezca su propio sacrificio vivo, santo a Dios que lo llamó, siendo consagrado en todo momento y en todos los aspectos. Pero si esto no es posible, entonces se debe recurrir a quienes sean afines en virtud y disposición similar como ayudantes. Pues creo que esta disposición significa que debemos compartir el sacrificio con los más cercanos, si es necesario.
XV
Entonces llega la noche sagrada, el aniversario de la confusa oscuridad de la vida presente, en la que se disuelve la oscuridad primigenia, y todo cobra vida, rango y forma, y lo que era caos se reduce al orden. Entonces huimos de Egipto (es decir, del pecado lúgubre y perseguidor), y del faraón (el tirano invisible), y de los severos capataces, trasladando nuestro refugio al mundo superior. Y somos liberados del barro y la fabricación de ladrillos, y de las cáscaras y peligros de esta condición carnal, que para la mayoría de los hombres sólo no se vence con meros cálculos superficiales. Entonces el cordero es inmolado, y la acción y la palabra son selladas con la preciosa sangre (es decir, hábito y acción, los pilares de nuestras puertas). Me refiero, por supuesto, a los movimientos de la mente y la opinión, que se abren y cierran correctamente mediante la contemplación, ya que incluso los pensamientos tienen un límite. Entonces la última y más grave plaga sobre los perseguidores, verdaderamente digna de la noche; Egipto llora al primogénito de sus propios razonamientos y acciones, también llamado en la Escritura "simiente de los caldeos" (Jdt 5,6), y los hijos de Babilonia se estrellaron contra las rocas y fueron destruidos; y todo el aire se llena del clamor de los egipcios; y entonces su destructor se retirará de nosotros en reverencia a la unción. Luego, la remoción de la levadura; es decir, de la antigua y amarga maldad, no de la que vivifica y produce pan; durante 7 días, un número que es de lo más místico, y está coordinado con este mundo presente, para que no podamos abastecernos de ninguna masa egipcia, ni reliquia de enseñanza farisaica o impía.
XVI
Nosotros nos alimentaremos del Cordero hacia la tarde. De hecho, la pasión de Cristo fue en la consumación de los siglos; porque también él comunicó a sus discípulos en la tarde con su sacramento, destruyendo la oscuridad del pecado; y no empapado, sino asado. Lo haremos para que nuestra palabra no contenga nada que sea irreflexivo o aguado, o fácil de desechar; sino que sea enteramente consistente y sólida, y libre de todo lo que es impuro y de toda vanidad. Y ayúdenos las buenas brasas (Is 6,6), encendiendo y purificando nuestras mentes de Aquel que viene a enviar fuego sobre la tierra (Lc 12,49), que destruirá todos los malos hábitos y acelerará su encendido. Todo lo que haya, entonces, de sólido y nutritivo en la Palabra, será comido con las partes internas y las cosas ocultas de la mente, y será consumido y entregado a la digestión espiritual. Sí, de pies a cabeza, es decir, desde las primeras contemplaciones de la divinidad hasta los últimos pensamientos sobre la encarnación. No llevemos nada de esto fuera, ni lo dejemos para la mañana; porque la mayoría de nuestros misterios no pueden llevarse a cabo para quienes están fuera, ni hay más purificación después de esta noche; y la dilación no es digna de crédito para quienes participan en la Palabra. Porque así como es bueno y agradable a Dios no dejar que la ira dure todo el día (Ef 4,26), sino deshacerse de ella antes del atardecer, ya sea que se tome esto en sentido temporal o místico, pues no es seguro para nosotros que el Sol de Justicia se ponga sobre nuestra ira; así también no debemos dejar que tal alimento permanezca toda la noche, ni posponerlo para mañana. Pero todo lo que sea de naturaleza ósea, no apto para el alimento y difícil incluso para nosotros de entender, no debe romperse; es decir, mal adivinada y mal concebida (no necesito decir que en la historia ni un hueso de Jesús fue roto, aun cuando su muerte fue apresurada por sus crucificadores a causa del sabath); ni debe ser despojado y tirado, para que lo que es santo no sea dado a los perros (Mt 7,6), es decir, a los malos oyentes de la Palabra; así como la gloriosa perla de la Palabra no debe ser echada delante de los cerdos, sino que será consumida con el fuego con el cual también se consumen los holocaustos, siendo refinada y preservada por el Espíritu que escudriña y sabe todas las cosas, no destruida en las aguas, ni esparcida como la cabeza del becerro que fue hecha apresuradamente por Israel por Moisés (Ex 32,20), para reproche por la dureza de su corazón.
XVII
Tampoco sería correcto que pasáramos por alto la manera de comer, pues la ley no lo hace, sino que lleva su obra mística hasta este punto en su promulgación literal. Consumamos la víctima apresuradamente, comiéndola con pan sin levadura, con hierbas amargas, ceñidos los lomos, calzados los pies y apoyados en bastones como ancianos; con prisa, para no caer en la falta que le fue prohibida a Lot (Gn 19,17) por el mandamiento: no mirar alrededor ni permanecer en esos alrededores, sino escapar al monte, para no ser alcanzados por el fuego extraño de Sodoma ni quedarnos congelados en una columna de sal por volver a la maldad; pues esto es resultado de la demora. Con hierbas amargas, pues una vida conforme a la voluntad de Dios es amarga y ardua, especialmente para los principiantes, y superior a los placeres. Pues aunque el nuevo yugo es suave y la carga ligera (Mt 11,20), esto se debe a la esperanza y la recompensa, que son mucho más abundantes que las dificultades de esta vida. Si no fuera así, ¿quién no diría que el evangelio está más lleno de trabajo y dificultades que las promulgaciones de la ley? Pues, si bien la ley prohíbe solo los actos consumados de pecado, también se nos condena por las causas, casi como si fueran actos. La ley dice "no cometerás adulterio", pero ni siquiera puedes desear, encendiendo la pasión con miradas curiosas y sinceras. "No matarás", dice la ley; pero ni siquiera debes devolver el golpe, sino que, por el contrario, debes ofrecerte al que te golpea. ¡Cuánto más ascético es el evangelio que la ley! "No te abjurarás" es lo que prescribe la ley, pero no debes jurar en absoluto, ni un juramento mayor ni menor, porque un juramento es padre del perjurio. No juntarás casa con casa, ni heredad con heredad, oprimiendo al pobre (Is 5,8); sino que voluntariamente dejarás lo justo, y te despojarás por los pobres, para que sin carga tomes la cruz (Mc 10,21), y te enriquezcas con las riquezas que no se ven.
XVIII
Sobre que los lomos de los animales irracionales sean desatados y sueltos (pues carecen del don de la razón que puede vencer el placer), no es necesario decir que incluso ellos conocen el límite del movimiento natural. Pero que esa parte de tu ser que es el asiento de la pasión, y que relincha (Jer 5,8), como lo llama la Sagrada Escritura, al barrer esta vergonzosa pasión, sea restringida por un cinturón de continencia, para que puedas comer la Pascua puramente, habiendo mortificado tus miembros que están sobre la tierra (Col 3,5), e imitando el cinturón de Juan el Ermitaño (Mt 3,4), precursor y gran heraldo de la verdad. Otro cinturón que conozco, el militar y varonil, me refiero, del cual los euzoni de Siria y ciertos monozoni toman su nombre. Y es con respecto a esto también que Dios dice en un oráculo a Job: "No, sino ciñe tus lomos como un hombre, y da una respuesta varonil" (Job 38,3). Con esto también el santo David se jacta de estar ceñido con la fuerza de Dios, y habla de Dios mismo como revestido de fuerza y ceñido con poder (contra los impíos, por supuesto) aunque quizás algunos prefieran ver en esto una declaración de la abundancia de su poder, y, por así decirlo, su restricción, así como también él se viste de luz como con una vestidura. Porque ¿quién soportará su poder y luz desenfrenados? ¿Pregunto qué tienen en común los lomos y la verdad? ¿Cuál es entonces el significado para San Pablo de la expresión "estad firmes, teniendo vuestros lomos ceñidos con la verdad"? (Ef 5,14). ¿Será acaso que la contemplación es para restringir la concupiscencia, y no para permitir que sea llevada en otra dirección? Porque aquello que está dispuesto a amar en una dirección particular no tendrá el mismo poder hacia otros placeres.
XIX
En cuanto al calzado, que quien vaya a pisar la tierra santa, pisoteada por Dios, se lo quite, como hizo Moisés en el monte (Ex 3,5), para que no lleve allí nada muerto; nada que se interponga entre el hombre y Dios. Así también, si algún discípulo es enviado a predicar el evangelio, que vaya con espíritu de filosofía y sin excesos, pues además de estar sin dinero, sin bastón y con una sola túnica, debe ir descalzo (Mt 10,9), para que los pies de quienes predican el evangelio de la paz y de todo bien parezcan hermosos (Is 52,7). Pero quien huya de Egipto y de sus bienes debe calzarse por seguridad, especialmente por los escorpiones y serpientes que abundan en Egipto, para no ser herido por quienes vigilan el talón (Gn 3,15), que también se nos ordena pisotear (Lc 10,19). Y en cuanto al bastón y su significado, creo que es lo siguiente. Hay uno que conozco en el cual apoyarme, y otro que pertenece a los pastores y maestros, y que corrige a las ovejas humanas. Ahora bien, la ley os prescribe el bastón en el cual apoyaros, para que no os desmoronéis al oír hablar de la sangre de Dios, de su pasión y de su muerte; y para que no os dejéis llevar por la herejía en vuestra defensa de Dios; sino que, sin vergüenza y sin duda, podáis comer la carne y beber la sangre, si deseáis la vida verdadera, sin descreer de sus palabras sobre su carne ni ofenderos por las de su pasión. Apóyense en esto y manténganse firmes y fuertes, sin dejarse conmover por los adversarios ni dejarse llevar por la verosimilitud de sus argumentos. Permaneced en vuestro lugar alto; en los atrios de Jerusalén, poned vuestros pies; apoyaos en la roca, para que vuestros pasos en Dios no tambaleen.
XX
Así le ha placido a Dios que salgas de Egipto, el horno de hierro: abandonando la idolatría de ese país y dejándote guiar por Moisés, su legislación y su gobierno militar. Te doy un consejo que no es mío, o mejor dicho, que sí lo es, si lo consideras espiritualmente. Pide prestado a los egipcios vasos de oro y plata (Ex 11,2); con ellos emprende tu viaje; aprovéchate para el camino con bienes ajenos, o mejor dicho, con los tuyos. Se te debe dinero, el salario de tu servidumbre y de tu fabricación de ladrillos; sé astuto al pedir venganza; sé un ladrón honesto. Sufriste allí injusticia mientras luchabas con el barro (es decir, este cuerpo problemático e inmundo) y construías ciudades extranjeras e inseguras, cuyo monumento perece con un clamor. ¿Qué, entonces? ¿Sales sin nada y sin salario? Pero ¿por qué dejaréis en manos de los egipcios y de las potencias de vuestros adversarios lo que han ganado con maldad y que gastarán con aún mayor maldad? No les pertenece: lo han saqueado y lo han tomado sacrílegamente como botín de Aquel que dice: "La plata es mía y el oro es mío" (Ag 2,8), y a quien quiero se lo doy. Ayer era suyo, porque así se permitió; hoy el Maestro os lo quita y os lo da (Mt 20,14) para que le deis un buen uso y os salve. Hagámonos amigos de las riquezas de la injusticia (Lc 16,9), para que, cuando fracasemos, nos reciban en el tiempo del juicio.
XXI
Si eres una Raquel o una Lea, un alma patriarcal y grande, roba todos los ídolos de tu padre que puedas encontrar (Gn 31,19); no para quedártelos, sino para destruirlos; y si eres un israelita sabio, llévalos a la Tierra Prometida, y deja que el perseguidor se aflija por la pérdida de ellos, y aprenda al ser burlado que fue en vano para él tiranizar y mantener en esclavitud a hombres mejores que él. Si haces esto, y sales de Egipto así, sé bien que serás guiado por la columna de fuego y nube de día y de noche (Ex 13,20). El desierto será domado para ti, y el mar dividido, y el faraón se ahogará (Ex 14,28); lloverá pan: la roca se convertirá en una fuente; Amalec será conquistado, no sólo con armas, sino con la mano hostil de los justos formando oraciones y el trofeo invencible de la Cruz; el Río será cortado; el sol se detendrá; y la luna será restringida (Jos 3,15-16); los muros serán derribados incluso sin máquinas; enjambres de avispas irán delante de ti para abrir camino a Israel y mantener a raya a los gentiles; y todos los demás eventos que se cuentan en la historia después de estos y con estos (para no hacer una larga historia) te serán dados por Dios. Tal es la fiesta que estás celebrando hoy; y de esta manera quisiera que celebraras tanto el cumpleaños como el entierro de Aquel que nació por ti y sufrió por ti. Tal es el misterio de la Pascua. Tales son los misterios trazados por la ley y cumplidos por Cristo, abolidor de la letra, consumador del Espíritu, que con su pasión nos enseñó a sufrir y con su glorificación nos concede ser glorificados con él.
XXII
Ahora vamos a examinar otro hecho y dogma, descuidado por la mayoría de la gente, pero a mi juicio que bien vale la pena investigar. ¿A quién se ofreció esa sangre que fue derramada por nosotros, y por qué fue derramada? Me refiero a la preciosa y famosa sangre de nuestro Dios y sumo sacerdote y sacrificio. Fuimos retenidos en esclavitud por el Maligno, vendidos bajo pecado y recibiendo placer a cambio de maldad. Ahora bien, puesto que un rescate pertenece solo a quien mantiene en esclavitud, pregunto ¿a quién se ofreció esto, y por qué causa? Si fue al Maligno, ¡maldita sea la atrocidad!, porque es el ladrón quien recibe rescate, y no sólo de Dios, sino en Dios mismo, y tiene un pago tan ilustre por su tiranía, un pago por cuya causa habría sido justo que nos hubiera dejado solos por completo. Pero si al Padre, pregunto primero, ¿cómo? Porque no era por él que estábamos siendo oprimidos; y luego, ¿Bajo qué principio la sangre de su Hijo unigénito deleitó al Padre, quien no recibió ni siquiera a Isaac, cuando estaba siendo ofrecido por su Padre, sino que cambió el sacrificio, poniendo un carnero en el lugar de la víctima humana? ¿No es evidente que el Padre lo acepta, pero ni lo pidió ni lo exigió; sino a causa de la encarnación, y porque la humanidad debe ser santificada por la humanidad de Dios, para que él pudiera liberarnos a sí mismo, y vencer al tirano, y atraernos a sí mismo por la mediación de su Hijo, quien también dispuso esto para honra del Padre, a quien es manifiesto que obedece en todas las cosas? Tanto hemos dicho de Cristo; la mayor parte de lo que podríamos decir será reverenciado en silencio. Pero esa serpiente de bronce (Nm 21,9) fue colgada como un remedio para las serpientes mordedoras, no como un tipo de Aquel que sufrió por nosotros, sino como un contraste. Y salvó a quienes la contemplaron, no porque creyeran que vivía, sino porque fue muerta, y con ella mató a los poderes que le estaban sujetos, siendo destruida como merecía. ¿Y cuál es el epitafio adecuado para ella de parte nuestra? Oh muerte, ¿dónde está tu aguijón? Oh tumba, ¿dónde está tu victoria? Has sido derribada por la cruz; has sido inmolada por Aquel que es el dador de la vida; estás sin aliento, muerta, inmóvil, aunque conservas la forma de una serpiente alzada en un asta.
XXIII
Participaremos de una Pascua que sigue siendo típica; aunque es más clara que la antigua. Porque siempre es nuevo lo que ahora se está dando a conocer. Es nuestro aprender qué es esa bebida y ese disfrute, y suyo enseñar y comunicar la palabra a sus discípulos. Porque la enseñanza es alimento, incluso para el dador de alimento. Venid aquí, entonces, y participemos de la ley, pero a la manera del evangelio, no de una manera literal; de manera perfecta, no imperfecta; eternamente, no temporalmente. Hagamos nuestra Cabeza, no la Jerusalén terrenal, sino la ciudad celestial (Hb 12,22); no la que ahora es pisoteada por ejércitos (Lc 21,20-24), sino la que es glorificada por los ángeles. No sacrifiquemos terneros jóvenes, ni corderos que presenten cuernos y pezuñas, en los que muchas partes estén desprovistas de vida y sentimiento; sino sacrifiquemos a Dios el sacrificio de alabanza sobre el altar celestial, con las danzas celestiales; Apartemos el primer velo; acerquémonos al segundo y contemplemos el Santo de los santos. ¿Diré algo aún más grande? Sacrifiquémonos a Dios; o mejor aún, sigamos sacrificándonos cada día y a cada momento. Aceptémoslo todo por amor a la Palabra. Con el sufrimiento, imitemos su pasión; con nuestra sangre, reverenciemos su sangre; subamos con alegría a la cruz. Dulces son los clavos, aunque muy dolorosos. Porque sufrir con Cristo y por Cristo es mejor que una vida cómoda con otros.
XXIV
Si eres un Simón de Cirene (Mc 15,21); toma la cruz y síguelo. Si estás crucificado con él como un ladrón (Lc 23,42), reconoce a Dios como un ladrón penitente. Si incluso él fue contado entre los trasgresores (Is 53,12) por ti y tu pecado, vuélvete respetuoso de la ley por su causa. Adóralo a quien fue colgado por ti, incluso si tú mismo estás colgado; obtén alguna ganancia incluso de tu maldad; compra la salvación con tu muerte; entra con Jesús en el paraíso (Lc 23,43), para que puedas aprender de lo que has caído (Ap 2,5). Contempla las glorias que están allí; deja que el asesino muera afuera con sus blasfemias; y si eres un José de Arimatea (Lc 23,52), ruega por el cuerpo del que lo crucificó, haz tuyo lo que purifica al mundo (1Jn 1,7). Si eres un Nicodemo, el adorador de Dios por la noche, entiérralo con especias (Jn 19,39). Si eres una María, u otra María, o una Salomé, o una Juana, llora en la madrugada. Sé el primero en ver cómo quitan la piedra, y tal vez veas a los ángeles y al mismo Jesús. Di algo, y escucha su voz. Si él te dice "no me toques, mantente lejos", reverencia la Palabra, pero no te aflijas; porque él conoce a quienes se aparece primero. Celebra la fiesta de la resurrección; acude en ayuda de Eva, que fue la primera en caer, de aquella que primero abrazó a Cristo y lo dio a conocer a los discípulos. Sé un Pedro o un Juan; apresúrate al sepulcro, corriendo juntos, corriendo uno contra el otro, compitiendo en la noble carrera. E incluso si eres derrotado en la velocidad, gana la victoria del celo; No mirando dentro del sepulcro, sino entrando. Y si, como Tomás, te quedaste fuera cuando los discípulos se reunieron a quienes Cristo se manifestó, cuando lo veas, no seas infiel; y si no crees, cree a quienes te lo dicen; y si tampoco puedes creerles, confía en la señal de los clavos. Si él descendió al infierno (1Pe 3,19), desciende con él. Aprende a conocer los misterios de Cristo allí también, cuál es el propósito providencial del doble descenso: salvar a todos los hombres absolutamente por su manifestación, o también allí solo a los que creen.
XXV
Si él asciende al Cielo (Lc 24,51), asciende tú con él. Sé uno de esos ángeles que lo escoltan, o uno de los que lo reciben. Pide que las puertas se levanten, o se hagan más altas, para que puedan recibirlo, exaltado después de su pasión. Responde a los que dudan que él lleva consigo su cuerpo y las señales de su pasión (que no tenía cuando descendió), y a los que preguntan "¿quién es este Rey de gloria?" diles que es el Señor fuerte y poderoso, en todas las cosas que ha hecho y que hace, en su batalla y triunfo por el bien de la humanidad. Da a los que dudan de la pregunta la doble respuesta. Y si se maravillan y dicen como en el drama de Isaías ¿Quién es este que viene de Edom y de las cosas de la tierra? O ¿Cómo son rojas las vestiduras de Aquel que no tiene sangre ni cuerpo, como de uno que pisa en el lagar lleno (Is 63,1), y expone la belleza de la disposición del cuerpo que sufrió, adornado por la pasión y hecho espléndido por la deidad, que nada puede ser más hermoso ni más bello?
XXVI
¿Qué dirán a esto esos caviladores, esos amargos razonadores sobre la divinidad, esos detractores de todo lo que es digno de alabanza, esos oscurecedores de la luz, incultos en cuanto a la sabiduría, por quienes Cristo murió en vano, criaturas ingratas, obra del Maligno? ¿Convierten este beneficio en un reproche para Dios? Lo considerarán pequeño por esto, porque se humilló por vosotros, y porque para buscar lo que se había extraviado el buen pastor, Aquel que da su vida por las ovejas (Jn 10,11), llegó a los montes y colinas sobre los que solían sacrificar (Jn 5,35), y encontró a la errante; y habiéndola encontrado, la cargó sobre sus hombros (Os 4,13), sobre la cual también llevó la leña; y habiéndola llevado, la devolvió a la vida celestial; y habiéndola devuelto, la contó entre los que nunca se han extraviado. Que él encendió una vela (Lc 15,4-5), su propia carne, y barrió la casa, limpiando el pecado del mundo, y buscó la moneda, la imagen real que estaba toda cubierta de pasiones, y llama a sus amigos, los poderes angélicos, al encontrar la moneda, y los hace partícipes de su gozo, como antes los había hecho partícipes del secreto de su encarnación? Así, el precursor de la Palabra, y el amigo del Esposo, preparó para el Señor un pueblo peculiar y lo limpió con el agua (Mt 3,11) en preparación para el Espíritu. ¿Reprochas a Dios con esto? ¿Lo concibes como menos porque se ciñe con una toalla y lava a sus discípulos (Jn 13,4-5), y muestra que la humillación es el mejor camino a la exaltación (Mt 23,12); porque se humilla por amor al alma abatida, para exaltar consigo mismo al que está doblegado por el peso del pecado. ¿Cómo es que no le atribuís también un delito el comer con publicanos (Mc 2,15-16) y en las mesas de los publicanos, y hacer discípulos de ellos (Lc 15,2) para obtener alguna ganancia? ¿Y qué ganancia? La salvación de los pecadores. Si es así, hay que culpar al médico por inclinarse ante el sufrimiento y soportar malos olores para dar salud a los enfermos; y también al que se inclina sobre la zanja para, según la ley, salvar a la bestia que ha caído en ella.
XXVII
Cristo fue enviado, pero enviado según su humanidad (pues poseía dos naturalezas), pues tenía hambre, sed y cansancio, y estaba angustiado y lloraba, según las leyes de la naturaleza humana. Pero incluso si también fuera enviado como Dios, ¿qué importa? Considerad la misión como la voluntad del Padre, a la cual él atribuye todo lo que le concierne, tanto para honrar el principio eterno como para evitar la apariencia de ser un Dios rival. Pues se dice, por un lado, que fue traicionado, y por otro, que se entregó a sí mismo; y también que fue resucitado y llevado por el Padre, y que por su propio poder ascendió. Lo primero pertenece a la voluntad, lo segundo a su propia autoridad; pero vosotros o detenéis en todo lo que lo disminuye, mientras ignoráis todo lo que lo exalta. Por ejemplo, atribuyen que sufrió, pero no le añaden su propia voluntad. ¡Ah, cuánto tiene que sufrir el Verbo incluso ahora! Algunos lo honran como Dios, pero lo confunden con el Padre; otros lo deshonran como carne y lo separan de Dios. ¿Con quién se enojará más, o mejor dicho, con quién perdonará: con quienes lo contratan falsamente o con quienes lo dividen? Porque los primeros deberían haber hecho una distinción, y los segundos una unión, uno en número, el otro en deidad. ¿Tropiezas con su carne? También lo hicieron los judíos. ¿Lo llamas samaritano (Jn 8,48) y el resto que no diré? Esto ni siquiera lo hicieron los demonios, oh hombre, más incrédulo que los demonios y más estúpido que los judíos. Los judíos reconocieron el título de Hijo como expresión de igual rango; y los demonios sabían que Aquel que los expulsó era Dios, pues estaban persuadidos por su propia experiencia. Pero tú no admitirás la igualdad ni confesarás la deidad. Habría sido mejor para ti estar circuncidado y ser endemoniado (para reducir el asunto al absurdo) que, incircunciso y con una salud robusta, estar así de enfermo y con una disposición impía. Pero en cuanto a nuestra guerra contra tales hombres, que termine con su sano juicio, aunque sea tarde, si así lo desean; o si no, que se posponga para otra ocasión, si continúan como están. En cualquier caso, no temeremos al luchar por la Trinidad con la ayuda de la Trinidad.
XXVIII
Resumiré mi discurso de la siguiente manera: fuimos creados para que pudiéramos ser felices, y fuimos hechos felices cuando fuimos creados. Se nos confió el paraíso para que pudiéramos disfrutar de la vida. Recibimos un mandamiento para que pudiéramos obtener una buena reputación al guardarlo; no porque Dios no supiera lo que sucedería, sino porque él había establecido la ley del libre albedrío. Fuimos engañados porque fuimos objeto de envidia. Fuimos expulsados porque trasgredimos. Ayunamos porque nos negamos a ayunar, siendo dominados por el árbol del conocimiento. Porque el mandamiento era antiguo, contemporáneo con nosotros mismos, y era una especie de educación de nuestras almas y freno del lujo, al que razonablemente se nos sometió, para que pudiéramos recuperar al guardarlo lo que habíamos perdido al no guardarlo. Necesitábamos un Dios encarnado, un Dios condenado a muerte, para que pudiéramos vivir. Fuimos condenados a muerte junto con él, para que pudiéramos ser purificados; resucitamos con él, porque con él morimos; con él somos glorificados, porque con él resucitamos.
XXIX
Numerosos son, en verdad, los milagros de aquella época: Dios crucificado; el sol oscurecido y reavivado, pues era propio que las criaturas sufrieran con su Creador; el velo rasgado; la sangre y el agua derramadas de su costado; una como de un hombre, la otra como sobre el hombre; las rocas rasgadas por amor a la Roca; los muertos resucitados como prenda de la resurrección final de todos los hombres; las señales en el sepulcro y después del sepulcro, que nadie puede celebrar dignamente; y sin embargo, ninguna de ellas iguala al milagro de mi salvación. Unas pocas gotas de sangre recrean el mundo entero y se convierten para todos los hombres en lo que el cuajo es para la leche, uniéndonos y comprimiéndonos en unidad.
XXX
Oh Pascua, grande y santa, purificadora del mundo entero (pues te hablaré como a una persona viva), oh palabra de Dios, luz, vida, sabiduría y poder (pues me regocijo en todos tus nombres), oh descendencia, expresión y sello de la gran Mente; oh Palabra concebida y hombre contemplado, que sustentas todas las cosas, uniéndolas con la Palabra de tu poder; recibe este discurso, no ahora como primicias, sino quizás como la culminación de mis ofrendas, una acción de gracias y a la vez una súplica, para que no suframos más mal que los cuidados necesarios y sagrados en los que hemos transcurrido nuestra vida; y detén la tiranía del cuerpo sobre nosotros (ves, oh Señor, cuán grande es y cómo me oprime) o tu propia sentencia, si hemos de ser condenados por ti. Pero si hemos de ser liberados, conforme a nuestro deseo, y recibidos en el tabernáculo celestial, allí también podremos ofrecerte sacrificios aceptables sobre tu altar, al Padre, al Verbo y al Espíritu Santo.