GREGORIO DE NACIANZO
Sobre la Pascua
DISCURSO I
I
Es el día de la resurrección, y mi comienzo tiene buenos auspicios. Celebremos la fiesta, pues, con esplendor (Is 66,5), y abracémonos unos a otros. Digamos hermanos incluso a quienes nos odian, y mucho más a quienes han hecho o sufrido algo por amor a nosotros. Perdonemos todas las ofensas por causa de la resurrección. Perdonémonos mutuamente, yo por la noble tiranía que he sufrido (que ahora puedo llamar noble) y vosotros que la ejercitasteis (si tuvisteis motivos para culpar mi tardanza, pues tal vez esta tardanza sea más preciosa a los ojos de Dios que la prisa de otros). Es bueno apartarse de Dios por un momento, como hizo el gran Moisés de la antigüedad (Ex 4,10), y correr prontamente a él cuando él llama, como hizo Aarón (Ex 4,27) e Isaías (Is 1,6). En esto último, ambos lo hicieron con un espíritu obediente; el primero debido a su propia falta de fuerza; el último debido al poder de Aquel que llama.
II
Un misterio me ungió, y por eso me retiré un rato en un misterio, lo necesario para examinarme. Ahora vengo con un misterio, trayendo conmigo al día como buen defensor de mi cobardía y debilidad. Lo hago para que Aquel que hoy resucitó de entre los muertos me renueve también por su Espíritu; y revistiéndome con el hombre nuevo, me entregue a su nueva creación, a los engendrados según Dios, como buen modelo y maestro de Cristo, muriendo y resucitando voluntariamente con él.
III
Ayer se inmoló el cordero y se ungieron los postes de las puertas, y Egipto lloró a su primogénito, y el destructor nos pasó por alto, y el sello fue terrible y reverente, y fuimos amurallados con la preciosa sangre. Hoy hemos escapado completamente de Egipto y del faraón, y nadie nos impide celebrar una fiesta en honor del Señor nuestro Dios, la fiesta de nuestra partida, ni celebrarla no con la vieja levadura de malicia y maldad, sino con el pan sin levadura de sinceridad y verdad (1Cor 5,8), sin llevar con nosotros nada de la levadura impía y egipcia.
IV
Ayer fui crucificado con él, mas hoy soy glorificado con él; ayer morí con él, mas hoy soy vivificado con él; ayer fui sepultado con él, mas hoy resucito con él. Ofrezcamos a Aquel que sufrió y resucitó por nosotros. Pensaréis quizás que voy a decir oro, o plata, o tejidos, o piedras transparentes y costosas (la mera materia pasajera de la tierra que permanece aquí abajo, y que en su mayor parte siempre está en posesión de hombres malvados, esclavos del mundo y del príncipe del mundo). ¡No! Ofrezcámonos nosotros mismos, que somos la posesión más preciosa y más apropiada para Dios. Devolvamos a la Imagen lo que está hecho a su imagen. Reconozcamos nuestra dignidad, honremos nuestro Arquetipo, conozcamos el poder del misterio por el que Cristo murió.
V
Seamos como Cristo, ya que Cristo se hizo como nosotros. Seamos de Dios por él, ya que él por nosotros se hizo Hombre. Él asumió lo peor para darnos lo mejor, y se hizo pobre para que nosotros por su pobreza fuéramos ricos (2Cor 8,9). Tomó forma de siervo para que recibiéramos de vuelta nuestra libertad; descendió para que fuéramos exaltados; fue tentado para que venciéramos; fue deshonrado para glorificarnos; murió para salvarnos; ascendió para atraer hacia sí a quienes estábamos postrados en la caída del pecado. Demos todo, ofrezcamos todo, a Aquel que se dio a sí mismo como rescate y reconciliación por nosotros. Pero uno no puede dar nada como uno mismo, entendiendo el misterio y convirtiéndose por él en todo lo que él se convirtió por nosotros.
VI
Como veis, él os ofrece un pastor; pues esto es lo que vuestro buen Pastor, que da su vida por sus ovejas, espera y ruega, y te pide sus súbditos. Y os da el doble en lugar de uno solo, y hace del bastón de su vejez un bastón para vuestro espíritu. Y añade al templo inanimado uno vivo (a ese santuario sumamente hermoso y celestial) este pobre y pequeño (para él de gran valor), construido con mucho sudor y muchos trabajos. Ojalá pudiera decir que es digno de sus trabajos. Él pone a vuestra disposición todo lo que le pertenece (¡oh gran generosidad, oh amor paternal!): sus canas, su juventud, el templo, el sumo sacerdote, el testador, el heredero, los discursos que anhelabais. De estos, no los vanos y los que se derraman en el aire, y que no llegan más allá del oído externo, sino las que el Espíritu escribe y graba en tablas de piedra o de carne, no meramente grabadas superficialmente, ni fácilmente borrables, sino marcadas muy profundamente, no con tinta, sino con gracia.
VII
Estos son los dones que os dio el augusto Abraham, esta honorable y reverendo cabeza, este patriarca, este lugar de reposo de todo bien, este modelo de virtud, esta perfección del sacerdocio, que hoy trae al Señor con su sacrificio voluntario, su único Hijo, el de la promesa. ¿Ofreces tú por tu parte a Dios y a nosotros obediencia a tus pastores, morando en un lugar de herbazales y siendo alimentado con agua de refrigerio; conociendo bien a tu Pastor y siendo conocido por él (Jn 10,14); y siguiéndolo cuando te llama como un pastor francamente a través de la puerta; pero no siguiendo a un extraño que sube al rebaño como un ladrón y un traidor; ni escuchando una voz extraña cuando tal te llevaría sigilosamente y te dispersaría de la verdad en las montañas (Ez 34,6), y en desiertos, y trampas, y lugares que el Señor no visita. Y los alejaría de la sólida fe en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, el único poder y deidad, cuya voz mis ovejas siempre oyeron (y que siempre la oigan), pero con palabras engañosas y corruptas las separaría de su verdadero pastor. De lo cual, pastor y rebaño, seamos guardados como de un pasto venenoso y mortal; guiándonos y siendo guiados lejos de él, para que todos seamos uno en Cristo Jesús, nuestro Señor, ahora y hasta el descanso celestial.