HILARIO
DE POITIERS
Sobre el Pentateuco
I
Hay muchas
maneras de interpretar la Escritura. Así, mientras que nosotros tratamos de
comprender aquellas
mismas figuras en sus acontecimientos, a otros les basta con acomodarse
a alguna especie de vana semejanza, cuando la comparación no sólo debe recibir
su pleno cumplimiento de los acontecimientos posteriores, sino que además debe
venir exigida sólidamente por los hechos que se exponen. Por ello, hay que
saber que cualquiera de las
obras contenidas en las Sagradas Escrituras anuncia con palabras, describe con
hechos, y confirma con figuras, la venida de nuestro Señor Jesucristo, el cual
fue enviado por el Padre y se hizo hombre de la Virgen María, por el Espíritu
Santo. A lo largo de toda la historia, mediante prefiguraciones verdaderas y
claras, Jesucristo engendra, lava, santifica, elige, separa o redime a través del sueño de Adán,
diluvio de Noé, bendición de Melquisedec, justificación de Abraham, nacimiento de
Isaac o servidumbre de Jacob. En suma, todas las profecías, y la misma realización del misterio,
se han concedido a lo largo del tiempo para el conocimiento de la encarnación.
En este librito, pues, me ha parecido conveniente mostrar cómo en cada
uno de los personajes, épocas y acontecimientos, se manifiesta, como en un
espejo, la imagen de su venida, predicación, pasión y resurrección, así como
de la Iglesia. No me limitaré a recordar algunos de
pasada, sino que trataré de todos a su debido tiempo, comenzando por Adán, a
partir del cual nos es posible conocer al género humano, y para que se
sepa que también él, ya desde el inicio del mundo, prefiguró al Señor.
A
Adán y Eva
II
Adán, por su mismo nombre, prefigura el nacimiento del Señor, pues el término hebreo Adán, que en griego se traduce como gepyrra, significa en latín "tierra de color fuego", y la Escritura acostumbra a dar el término tierra a la carne del cuerpo humano. Esta carne, que, en el Señor, nació de la Virgen por el Espíritu, transformada en una forma nueva y extraña a sí misma, ha sido hecha conforme a la gloria espiritual, según el apóstol: "El segundo hombre viene del cielo, y es el Adán celeste, porque el Adán terrestre es imagen del que había de venir". Así pues, con una autoridad tan segura ni siquiera, el nombre de Adán lo asumimos sin considerar de alguna manera el Adán que había de venir.
a.2. La creación de Eva y el misterio Cristo-Iglesia
III
Viene después la creación de Eva a partir del costado y de un hueso de Adán dormido. Al despertar éste, tuvo lugar la siguiente profecía: "Ahora esto es hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta se llamará mujer porque ha sido tomada del varón, y serán dos en una sola carne". Aquí nada impide mi tarea, pues el apóstol, tras recordar esta misma profecía, dice: "Este misterio es grande; lo digo de Cristo y la Iglesia". Leemos, sin embargo, que sólo fue sacado un hueso de Adán. ¿Cómo se dice entonces carne de mi carne? Esto podrá referirse, sin duda, a la realidad de los acontecimientos que se exponen, porque el hueso, que Dios todopoderoso arrancó del costado de Adán para formar el cuerpo femenino, lo ha vestido de carne, porque ese hueso arrancado de la carne y vestido nuevamente de carne ha venido a ser un cuerpo, de manera que, así como es hueso de hueso, también es carne de carne. Con todo, el Señor, en los evangelios, como los judíos lo pusiesen a prueba a propósito del derecho de divorcio, muestra que aquellas palabras fueron pronunciadas así más por él mismo que por Adán, pues dice: "¿No habéis leído que el Creador, desde el principio, los creó varón y mujer. Por ello dejará el hombre a su padre y a su madre, y serán dos en una sola carne?". Esto viene a continuación de la expresión carne de mi carne. Por tanto la profecía fue una consecuencia de lo que se realizaba en Adán. Pues, cuando el Señor, que creó al varón y a la mujer, dijo que el hueso era de su hueso y la carne de su misma carne, él mismo hablaba por Adán todo lo que había hecho en el mismo Adán. No quitó realidad a los acontecimientos y mostró que lo que acontecía en otro era una prefiguración que tenía en él su origen. Puesto que el Verbo se ha hecho carne y la Iglesia es miembro de Cristo (ella que de su costado ha nacido por el agua y ha sido vivificada por la sangre), puesto que, por otro lado, la carne, en la que ha nacido el Verbo, subsistente antes de los siglos en cuanto Hijo de Dios, permanece entre nosotros por el sacramento, enseñó claramente que en Adán y Eva se contenía la figura de su propia persona y de la Iglesia, pues da a conocer que, tras el sueño de su muerte, aquélla ha sido santificada por la comunión de su carne. Él mismo nos habla también por medio del apóstol: "Adán no pecó, sino que la mujer, al pecar, cayó en la trasgresión. Sin embargo se salvará por la procreación de sus hijos si permanecen en la fe". Así pues, la Iglesia está formada de publícanos, pecadores y gentiles. Mientras sólo su segundo y celeste Adán no cometió pecado, ella misma es pecadora y se salvará por la generación de sus hijos en la fe. Por lo demás, no conviene entender que la mujer no haya sido redimida de su pecado por el Señor, ni que será bautizada en vano por el hecho de que sea liberada más bien por el mérito del parto. Tampoco estará segura por la misma generación de sus hijos, porque no se salva si los que ha engendrado no permanecen fieles. Y no sé cómo pueda ser justo hacer a alguien culpable o inocente por el pecado o el mérito ajenos.
IV
Si comparamos las realidades espirituales con las espirituales, con seguridad comprenderemos muy bien al apóstol cuando proclama que él refiere a Cristo y a la Iglesia los hechos del gran misterio prefigurado en Adán y Eva. Ciertamente, nos conviene pensar que esto fue dicho por él en sentido espiritual, aunque estas palabras hayan de referirse a la enseñanza expuesta y a la formación de aquellos a los que amonestaba. Pues el apóstol, que en la Carta I a los Corintios proclamó la rica misericordia de Dios cuando santifica a los infieles por los matrimonios con fieles, también enseñó aquí que una santificación de este tipo se dispensaría por la procreación de los hijos con tal de que sean creyentes, para que, así como la unión de un solo fiel beneficia al infiel por el matrimonio, también la procreación de hijos fieles auxilie a padres infieles.
a.3. El sueño de Adán, la creación de Eva y la resurrección de los cuerpos
V
En el sueño de Adán y en la creación de Eva hay que considerar además el sacramento del misterio oculto en Cristo y en la Iglesia, pues en él se contiene un motivo de fe y una razón de la resurrección de los cuerpos. En efecto, en la creación de la mujer no se toma barro, ni se describe cómo se le da forma a la tierra, ni la materia inanimada se pone en movimiento por el soplo de Dios para convertirse en alma viviente, sino que la carne crece a partir del hueso, la perfección del cuerpo es otorgada a la carne, y el vigor espiritual sigue a la perfección corporal. Dios habló por medio de Ezequiel de este proceso de la resurrección, manifestando el poder de su fuerza en lo que había de realizar en el futuro. En efecto, allí concurren todos los elementos: la carne (que está presente) y el espíritu (que para Dios no pierde ninguna de sus obras), pues para la creación del cuerpo humano (que es obra suya) hizo presentes aquellos elementos que no existían. Según el apóstol, éste es el sacramento escondido en Dios desde siglos: "que los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y copartícipes de su promesa en Cristo", el cual "tiene poder para hacer nuestro humilde cuerpo conforme a su cuerpo glorioso". Así pues, tras el sueño de su pasión, el Adán celeste, como ve que la Iglesia resucita, reconoce su hueso, su carne, que ya no es creada del barro, ni es vivificada por el soplo, sino que crece sobre el hueso y a partir de un cuerpo se perfecciona en cuerpo por el vuelo del Espíritu. En efecto, "los que están en Cristo resucitarán a la manera de Cristo", en el que ya se ha consumado la resurrección de toda carne, porque él mismo "nació en nuestra carne por la fuerza de Dios, en la que fue engendrado por el Padre antes de los siglos". En definitiva, "el judío y el griego, el bárbaro y el escita, el esclavo y el libre, el varón y la mujer, son todos una sola cosa en Cristo", puesto que se ha reconocido que la carne procede de la carne, puesto que la Iglesia es el cuerpo de Cristo y puesto que el misterio, que se encerraba en Adán y Eva, preanunciaba a Cristo y a la Iglesia, resulta que ya en Adán y Eva, en el inicio del mundo, se cumplió lo que Cristo prepara a la Iglesia en la consumación de los tiempos.
B
Caín, Abel y Set
b.1. Caín y Abel, prefiguración de dos pueblos: el judío y el cristiano
VI
A la primera prefiguración de Cristo y de la Iglesia siguen los sucesos de Caín y Abel que prefiguran en sí mismos la diversidad de dos pueblos e indican en sus mismos nombres y oficios las costumbres y afanes de ambos. En efecto, Caín cultivaba la tierra, y Abel apacentaba ovejas. Cada uno presentó a Dios una ofrenda de los frutos de su trabajo, pero las ofrendas de Abel son miradas atentamente, no así las de Caín. Ahora bien, el día y el lugar del sacrificio no es diferente, y para Dios que todo lo ve, ¿cómo lo uno cae bajo su mirada, y lo otro, no? Por esta expresión se enseña que la mirada de Dios es el signo de las cosas que le agradan y que, a pesar de que todas las cosas le han sido sometidas. Sin embargo su mirada se dirige a aquellas que son dignas. Pero nada se había dicho antes de las costumbres de Caín para que su sacrificio no fuese grato. Sin embargo en los acontecimientos que siguieron, se aprecia la presciencia de Dios que no acepta los sacrificios del que iba a atacar a su hermano. En efecto, en Dios, el conocimiento del futuro es la realidad del hecho, pues quien va a matar no es digno de la mirada de Dios; es como si ya hubiese matado. Por otra parte, en el cultivo de la tierra se contiene la significación de las obras carnales, y todo el fruto de la carne está en los vicios que, al ser detestados por Dios, apartan de ellos mismos la mirada de Aquél. No se pone, pues, la mirada en el sacrificio que procede de las obras de la tierra; en cambio, sólo las primicias de las ovejas, en sus partes grasas, agradan (es decir, deleitan los sacrificios del fruto interno y de nuestra propia conciencia), pues cualquier cosa agradable entre las primicias de las ovejas atrae hacia sí la mirada de la voluntad divina. Puesto que Cristo es las primicias, el primogénito de las criaturas, el primogénito de entre los muertos, el príncipe de los sacerdotes, para que tenga el primado sobre todas las cosas, oveja él mismo y una de las ovejas según su nacimiento corporal, el sacrificio de Abel es ya estimable en cuanto figura de la Iglesia que a continuación había de ofrecer el sacrificio del cuerpo santo, tomado de las primicias de las ovejas. Y así, el que no ha agradado a Dios envidia al que ha agradado y, en contra de la orden de Dios que le amonestaba a calmarse, el apreciado es asesinado por el no apreciado. Es interrogado como reo, para que haga confesión de su arrepentimiento. No obstante, agravando su crimen, niega. Desesperando de la resurrección, piensa que él será aniquilado con la muerte, pero gimiendo y temblando es reservado para el juicio de una séptuple venganza y es maldito por toda la tierra, que recoge la sangre de su hermano. Ahora bien, el significado del término Caín es risa, y el de Abel es llanto.
VII
¿Acaso estos hechos pasados no se cumplen en los pueblos? La ofrenda del más joven ha sido grata; el pueblo judío envidia al cristiano. Advertido en vano por los profetas, se irritó para destruirlo. Ni siquiera busca el perdón mediante la confesión misma que conduce al arrepentimiento, sino que, osado con Dios, niega el crimen cometido. Desesperando de la gloria de la resurrección y sometido al poder de los dominadores tras la caída de Jerusalén, gimiendo y temblando, es reservado al juicio de la venganza, separado de los santos por los mismos significados de los nombres, pues el Señor dice: "¡Ay de aquellos que ríen, porque llorarán!", y: "Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados". Para enseñar que todo esto conviene a la prefiguración de uno y otro pueblo, el Señor dijo: "Yo os envío profetas, sabios y escribas; pero a unos los mataréis en la sinagogas, a otros los perseguiréis de ciudad en ciudad, de manera que caiga sobre vosotros toda la sangre inocente, que ha sido derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel a la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, a quien matasteis entre el templo y el altar". Así pues, la sangre de Abel ha sido reclamada a aquél que, según la prefiguración de Caín, persiguió a los justos y fue maldecido por la tierra que, abriendo su boca, tomó la sangre de su hermano. En efecto, la carne y la posteridad entera de aquéllos asume la sangre de todos los justos en el cuerpo de Cristo, en el que están los apóstoles y la Iglesia, cuando aquéllos mismos gritan: "Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos".
VIII
La realidad de lo acaecido continúa con los acontecimientos narrados en la historia de Caín, y en la de aquellos a los que alcanza la venganza de su crimen (los cuales no pueden ser separados del ejemplo de la prefiguración). También en el dicho "¿no es verdad que, si ofreces rectamente pero no divides rectamente, has pecado?" se contiene además de la realidad presente el tipo del futuro, pues a Dios no le agrada sino la comunión, la participación y la amistad. Así pues, el pueblo que aguarda mediante la ley las promesas de Dios, aunque ofrezca a Dios rectamente la observancia de los mandamientos, si no pone en común con el conjunto de los pueblos esa misma ley de Dios, que es sombra de los bienes futuros, ha pecado. Al no dividir rectamente es retenido en su pecado. Así pues, Caín, al envidiar a su hermano, no había participado de la gracia del sacrificio que había atraído la mirada de Dios y fue constituido pecador por no haber dividido rectamente. Conforme a este ejemplo, si los que están bajo la ley no comparten los sacrificios agradables a Dios que ofrecen los fieles procedentes de la gentilidad, están en pecado, aunque cumplan rectamente la ley.
b.2. Set, prefiguración de Pedro
IX
Más adelante, nace Set, y con él se inicia otra posteridad (en lugar del asesinado Abel), según lo que había dicho Eva: "Dios ha suscitado para mí otra descendencia, en lugar de Abel al que mató Caín". El significado del término Set es "fundamento de la fe". Y como Abel es el justo y Set ha sido engendrado en el lugar del justo, se comprende que la generación de los santos, siempre preservada por Dios y renovada a lo largo del tiempo, ha de sustentar en la Iglesia la fe por los firmes fundamentos que tiene en Pedro.
C
Lamek
c.1. La profecía de Lamek
X
En la historia de Lamek, los sucesos no acaecen al margen de la prefiguración del futuro. Se narra que fue el marido de dos esposas, a cuyos nombres se añade el nombre de una tercera mujer, libre sin embargo del lazo conyugal, y está escrito que el mismo Lamek dijo esto a sus mujeres, Ada y Silla: "Oíd mi voz, mujeres de Lamek, prestad atención a mis palabras, porque maté a un hombre por una herida que me hizo, un joven por mi contusión, puesto que siete veces será vengado Caín, Lamek lo será setenta veces siete". ¿Quién es este más justo que el justo Abel, cuya muerte ha de ser vengada con un castigo tanto más grande? Se calla el nombre del que fue asesinado; la herida no se refiere al asesinado, sino al asesino, y la contusión parece ser más bien del asesino que de la víctima. El asesinato del joven se anuncia a las esposas. Aunque se conserven los nombres de tres mujeres, el mensaje es sólo para dos. Por el asesinato que cometió, el impío profetiza y acumula una venganza superior al castigo de Caín.
c.2. Interpretación de la profecía
XI
Estas cosas no deben ser oídas a la ligera, sino que en ellas debe investigarse la prefiguración del futuro. Lamek es figura del príncipe de los sacerdotes que, con el consentimiento de los judíos y de los gentiles, clavó al Señor en la cruz. En efecto, el Señor fue conducido de la casa del príncipe de los sacerdotes a Herodes, sin que el pueblo de los creyentes tuviese parte en el crimen, y, por ello, el príncipe de los sacerdotes se gloría del asesinato del joven ante dos, por así decirlo, compañeras y esposas. Y puesto que el castigo de aquél no tenía sentido alguno, el sumo sacerdote recibió en sí no sólo las heridas sino también la contusión de la injuria y el asesinato. Por inspiración profética también habló, y profetizó sin saberlo, tal como está escrito en los evangelios, que un tal Caifás, sumo sacerdote aquel año, dijo: "Vosotros no sabéis nada, ni os dais cuenta que nos conviene que muera un hombre por el pueblo y no que perezca todo el pueblo". Esto no lo dijo por sí mismo, sino que, "como aquel año era sumo sacerdote, profetizó". Así pues, todo coincide con las personas, hechos y efecto, y la realidad de los acontecimientos abarca la prefiguración del futuro. El número del castigo contra Caín y Lamek tampoco se consigna por escrito sin significado alguno. Puesto que, según los profetas, estaba en vigor un castigo séptuple contra los injustos, Pedro, sobre el que el Señor edificaba la Iglesia como fundamento vivo, le pregunta si al que peca contra él ha de perdonarlo siete veces en conformidad con la ley. El Señor le responde que perdone setenta veces siete, enseñando por esta expresión que el mismo castigo de su pasión se les perdonaría a los que creyesen, porque en la medida que se multiplicase su pecado, en esa medida abundaría el perdón.
D
Noé
d.1. Historia y prefiguración de Noé
XII
Respecto a la historia de Noé, no puede negarse que está llena de manifestaciones del poder de Dios y de prefiguraciones del futuro. En efecto, por más débil que sea el talento o por más enemiga de la verdad que sea la voluntad, hay aquí palabras y acciones que provocan el sentido de la verdad incluso a los que la rechazan. Para que en cada uno de los acontecimientos se comprenda su fuerza profética, hay que poner en claro cada uno de los términos de la comparación. En efecto, Noé prefigura al hombre que el Señor asumió de la Virgen. No obstante, para que se conozca esto mismo por las mismas palabras de la Escritura, hay que conocer de qué modo su padre Lamek profetizó acerca de él. En efecto, Lamek engendró un hijo, y le puso por nombre Noé, diciendo: "Éste hará que descansemos de nuestros trabajos, de las fatigas de nuestras manos y de la tierra que maldijo el Señor Dios". A mi parecer, estas cosas no pueden convenir plenamente a aquel Noé del que se habla. En efecto, ¿qué descanso aportó al género humano o de qué trabajos hizo que cesase? Es más, durante su vida la humanidad es destruida, es derramado el diluvio, la tierra apenas es restituida a su mirada, y después vive en medio de vicisitudes aun más penosas. ¿Dónde se otorga el descanso prometido por medio de Noé? En cambio, en aquél, que iba a hacer el descanso, es indicada la potestad de hacerlo. Además, ni conviene a la naturaleza humana, ni se lee en escrito alguno, ni por la realidad misma se conoce que Noé haya hecho ninguna de esas cosas, sino que la Escritura manifestó sencillamente la mayor parte de los hechos propios de Noé. Es decir, cómo éste es grato a Dios, cómo es encontrado justo, cómo se le manda construir el arca, cómo entra en ella, cómo deja salir un cuervo, cómo recibe y vuelve a enviar la paloma, cómo sale del arca, cómo planta una viña, cómo se emborracha con su fruto y se desnuda, cómo es ridiculizado por Cam, cómo es cubierto por Sem y Jafet, cómo determina una maldición para el primero así como el orden y la manera de la bendición para los otros dos. Esto ha de ser entendido tal como fue llevado a cabo por él.
d.2. Noé, prototipo de Cristo
XIII
En estos hechos se contiene un gran sacramento del futuro, pero trataremos de cada uno de ellos en su lugar, desde el momento en que es necesario compararlos a su vez con acontecimientos y personas. Así pues, se establecerá una comparación entre este Noé y nuestro Señor, el Verbo hecho carne que dice en los evangelios: "Venid a mí todos los que estáis fatigados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Pues mi yugo es suave y mi carga ligera". Así pues, Cristo hace descansar, comunica el descanso a las almas, y a causa del juicio inminente guarda en el arca de su doctrina y de su Iglesia a sus hijos (los engendrados y los adoptados). También otorga el Espíritu Santo, muere, resucita y establece para el género humano el castigo y la santificación de las acciones buenas o malas. Cuando se manda a Noé que entre o salga del arca, hay que considerar la figura de la santificación de la Iglesia. En efecto, está escrito: "Entrarás en el arca tú y tus hijos, tu esposa y las esposas de tus hijos", y a la inversa: "Sal del arca tú y tu esposa, tus hijos y las esposas de tus hijos". El sexo de los que entran en el arca se agrupa alternativamente, los hombres con el hombre, las mujeres con la mujer, significando la necesidad de que los que vayan a entrar en la Iglesia sean continentes. Después, recibirá cada uno la facultad de casarse.
d.3. Los siguientes envíos de la paloma
XIV
No hay duda de lo que significa el siguiente envío de la paloma. En efecto, cuando regresa con una rama verde de olivo, ya no hay que recogerla con la mano, sino que vuelve volando. Esto se cumplió cuando, tras recibir el Espíritu Santo, los setenta discípulos enviados a predicar el evangelio regresan con la gloria de los que han sometido a los espíritus inmundos, pues el Espíritu Santo les proporcionaba el fruto de la misericordia de Dios, significado por el olivo. En cambio, cuando abandonaron después al Señor, no les fue concedido descanso alguno. La paloma regresó volando a Noé con fruto, significando por ello, en este segundo regreso, el fruto del Espíritu Santo una vez sometidos los demonios y la falta de descanso para los discípulos desde el momento en que abandonan al Señor. El tercer envío y vuelo prefigura su inhabitación en el creyente, porque, enviado el Espíritu Santo, permanece para siempre en las almas de los fieles.
d.4. La embriaguez de Noé y la pasión de Cristo
XV
Por otra parte, la embriaguez de Noé causada por el fruto de la viña que él mismo plantó, es figura de la pasión. El Señor trasladó una viña de Egipto y la plantó, y sobre ello dice la Escritura: "La viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel". En efecto, su pasión fue causada por las obras del pueblo que él trasladó y plantó. Si alguno piensa que la embriaguez de Noé no tiene relación con la prefiguración de la muerte del Señor, se convencerá por los acontecimientos que siguieron, porque en los evangelios el cáliz bebido por el Señor manifiesta la muerte que había de padecer. Como eran tres hijos, la desnudez del padre sirve de burla a uno, mientras que los otros dos la esconden. Aunque los dos lo han cubierto, tras la maldición del tercero, la bendición es distinta para cada uno de los otros dos, a pesar de que habían realizado una misma obra. Bajo la imagen de estos tres hijos se manifiesta la humanidad entera (es decir, los que viven bajo la ley, los que viven bajo la gracia y los gentiles). De éstos, los gentiles se burlan de la muerte del Señor y del cuerpo desnudo de Dios, pero en los que ocultan la desnudez se contiene la prefiguración de la ley y la gracia (es decir, Jafet y Sem).
XVI
Puesto que Jafet es situado en las moradas de Sem, se muestra como figura de los gentiles que son introducidos en la fe. En cambio, Sem desempeña el papel del pueblo israelita...
E
Abraham
e.1. El sacrificio de Isaac
XVII
Sara es figura de la Iglesia, Agar de la sinagoga... Y todo ello muestra que Cristo es la descendencia prometida a Isaac. En éste, además, se manifiesta una prefiguración de la pasión cuando es llamado por su padre para el sacrificio, cuando carga los leños del sacrificio, cuando se presenta un carnero para la consumación del sacrificio...
e.2. Los nombres Abraham y Sara
XVIII
La letra añadida al nombre de Abraham es el número uno, y la añadida al nombre de Sara representa el cien. De igual manera, el Salvador, dejando las noventa y nueve ovejas en el monte, partió a buscar a la que se había extraviado. Así pues, el número uno se añade en la letra al nombre de Abraham. En efecto, uno es el Señor Jesucristo, nacido de la Virgen, y él solo ha purificado todos los pecados de los creyentes. En Abraham se prefigura lo que había de cumplirse por él. Aquél, por la adición del número uno, es proclamado padre de los pueblos. Éste, al asumir la unidad, es constituido padre y redentor de los pueblos por haber devuelto la oveja número cien a Sara (es decir, a la Iglesia, primicia de la Jerusalén celeste).
F
Isaac
f.1. Rebeca, figura de la Iglesia
XIX
Rebeca porta en sí una doble prefiguración, la de su matrimonio y la del parto. En su matrimonio manifiesta el prototipo de la Iglesia. Además, ella abreva a los camellos (es decir, a los pueblos sometidos a Cristo), y por los pendientes enseña la escucha de la fe, y en los brazaletes de sus manos manifiesta el adorno de las buenas obras. Al ser preguntada por el matrimonio, ella responde a la manera de los que se unen a Cristo para llegar a la visión. También sale de la casa de su padre mostrando que, si alguien no renuncia a los vicios y las concupiscencias, no puede ser siervo de Cristo. Finalmente, ella prefigura dos naciones y de dos pueblos.
G
Jacob
g.1. La primogenitura de Esaú y la elección de Israel
XX
En cuanto a Esaú, la Escritura interpreta con propiedad su nombre, cuando Esaú dijo a Jacob: "Dame a comer de ese guisado porque desfallezco". Por ello se llamó Edom. Después vendió su primogenitura por la comida diciendo: "He aquí que yo me muero. ¿De qué me sirve esta primogenitura?". Entre los antiguos, la dignidad de la primogenitura comportaba la obtención de la casa paterna como herencia, mientras que los hermanos menores le quedaban sometidos. Así pues, como, para los que viven en el cuerpo, la dignidad de la primogenitura que Esaú, como prefiguración del pueblo infiel, vendía por los deseos carnales, se refiere a esta vida, no desespera ciertamente del honor presente de la primogenitura, al decir: "He aquí que yo me muero. ¿De qué me sirve esta primogenitura?". Y es que ese primado, que era humano, lo experimentó antes de la muerte. Por el contrario, desesperó porque él mismo, primogénito según la ley y llevando en sí la prefiguración de un pueblo (en efecto, este pueblo había sido elegido el primero para heredad de Dios), perdió la esperanza de la resurrección y de la gloria de Dios. Absorto por los deseos corporales daba a conocer que él desesperaba del honor que como primogénito le convenía esperar después de la muerte.
g.2. Jacob es bendecido por su padre
XXI
Al desesperar Esaú de su primogenitura, lo demás acontece según la realidad de los hechos y según la fuerza de la prefiguración. Isaac tenía una vista débil. Según la costumbre, avisa a Esaú para que le prepare un guiso de caza y sea bendecido por él antes de su muerte. Al saberlo Rebeca, exhorta a Jacob para que prepare a su padre más aprisa una comida con dos cabritos y se vista con la ropa de Esaú. Como sus manos y nuca no tenían vello, lo simula con las pieles unidas de los cabritos. De esta manera, consiguió la bendición que había sido preparada para Esaú. Después, es bendecido con estas palabras: "He aquí el olor de mi hijo, como olor de campo fértil que el Señor ha bendecido. ¡El Señor te dé del rocío del cielo y de la fecundidad de la tierra abundancia de trigo y de vino! ¡Que te sirvan los pueblos, que te adoren los príncipes, que seas el señor de tu hermano y que te adoren los hijos de tu padre! El que te maldiga será maldito, y el que te bendiga será bendecido".
g.3. La bendición sobre Jacob se realiza en la Iglesia
XXII
Ciertamente, el acontecimiento sucede según el efecto visible en Esaú y Jacob, pero la prefiguración espiritual conserva su lugar. Llevado de sus deseos corporales, el mayor había vendido su primado al perder la esperanza del honor futuro por el bienestar presente; y el pequeño lo compró a costa de la renuncia de los bienes presentes. ¿Acaso lo que se ha de llevar a cabo espiritualmente no sigue a las acciones realizadas corporalmente? Los infieles piensan que todo bien reside en el placer, y el primer pueblo perdió el honor de la resurrección a causa de los deseos carnales. En cambio, los creyentes renuncian a los deleites presentes, colocando toda su esperanza en los bienes futuros. Y por ella, al ser continentes en el corazón y en el cuerpo, obtienen los bienes que estaban destinados al mayor. En efecto, Jacob se viste con la ropa de Esaú, que suele señalarse como el vestido de la inmortalidad incluso en el evangelio, donde el hermano menor, el mismo que había dilapidado el patrimonio recibido, recibe el vestido del primogénito. Y porque había de pasar del pecado al brillo de la inocencia, Jacob se viste con las pieles de los cabritos. Pero porque de pecador había de pasar a tener la dignidad de la bendición a la que se había anticipado, adopta la forma de pecador con las pieles de animales muertos.
XXIII
La consideración misma de la bendición y la fuerza de las palabras demuestran que nada de lo que allí sucede ha de ser comprendido conforme a los hechos que se narran. En efecto, Jacob es bendecido para que abunde en vino y trigo procedente del rocío del cielo y de la fertilidad de la tierra. Por el contrario, experimentó incluso el hambre y compró trigo de Egipto. Las naciones se le someten en esclavitud. Pero no. Más bien él mismo con toda su familia se entregó al poder del faraón. Se dice que ha de ser adorado por los príncipes, pero más bien soportó la esclavitud mucho tiempo bajo el dominio de Labán. Es constituido señor de su hermano, mas ¿por qué adoró a su hermano como a un señor? Así pues, puesto que la Escritura no corre peligro de mentir, aunque esto haya sido dicho a Jacob, su anuncio y cumplimiento concierne al pueblo que prefiguraba. En efecto, todo esto, conforme a las promesas de los profetas y del evangelio, se reserva a los fieles que ciertamente han de juzgar al mundo y a los ángeles, y están destinados a la comunión del reino celeste.
XXIV
Finalmente, el comienzo mismo de la bendición no expresa los acontecimientos presentes sino los llevados a término en el futuro. En efecto, Isaac dice "he aquí el olor de mi hijo", como "olor de campo fértil" que el Señor ha bendecido. El olor es la presciencia del Espíritu, y el "campo fértil" es la perfección de los frutos. El campo, como enseñan los evangelios, designa el mundo. Ahora bien, hay que pensar que se significa un mundo bendecido, no ciertamente el que se ha de disolver y no existir, sino uno que es eterno y fértil en frutos perfectos. Así pues, como el olor de Jacob es el mismo que el de un campo fértil, como, por otro lado, el olor es la presciencia del espíritu según la naturaleza de las cosas, como el ser de cada cosa se percibe al oler, Isaac indica que él ha reconocido por el olor. Es decir, que ha conocido de antemano en Espíritu, la bendición del pueblo más joven y la futura bendición del mundo eterno destinada no sólo al mundo eterno, sino también a aquel que eternamente disfrute de él.
XXV
Para que reconociésemos la abundante misericordia de Dios al prefigurar los acontecimientos futuros bajo los presentes, todo ha sido manifestado y puesto por escrito con tanta diligencia que un único y mismo orden histórico corresponde a la realidad presente y a la esperanza futura. En efecto, Isaac, cuando iba a bendecir a Jacob por Esaú, se inquietó por si era engañado de alguna manera, y no era su hijo Esaú el bendecido. Por eso Jacob, aunque se había vestido con la túnica de Esaú, y había imitado su apariencia con las pieles, no sin desconfianza es palpado por el ciego. En efecto, después de haberlo palpado, dice: "La voz es ciertamente la voz de Jacob, pero las manos son las manos de Esaú". Por esto, pues, se enseña que el ánimo de Isaac andaba preocupado por Esaú. Cuando éste, poco después, regresa del campo y de la caza y se presenta ante su padre para que lo bendiga como primogénito, Isaac no se turba a pesar de descubrir que la bendición había sido usurpada. Más aún, se muestra pertinaz en confirmar la bendición que él mismo ha concedido a Jacob, diciendo: Si lo he constituido tu señor, si he constituido a todos sus hermanos siervos, si lo he consolidado en trigo y vino, ¿qué haré por ti, hijo? Mas como Esaú, con llanto y lágrimas, le suplicaba que lo bendijera, dice: "Tu morada estará lejos de la abundancia de la tierra y del rocío del cielo, vivirás de tu espada y servirás a tu hermano. Pero vendrán tiempos en que quitarás de tu cuello su yugo".
XXVI
De todo lo expuesto, ¿de dónde procede este cambio de voluntad? ¿Y por qué el ánimo de un hombre disiente de sí mismo, si no es porque el lenguaje de la Escritura es apto no sólo para expresar la realidad de los acontecimientos, sino también lo que aguarda la esperanza? Isaac, por el afecto paterno, se inquietó por el que le solicitaba la bendición, mas por un conocimiento espiritual se negó a cambiar la bendición. Allí realizó una obra natural; aquí se atuvo a la regla de la prefiguración. Allí el padre se inquietó por la santificación de su primogénito; aquí, bajo la inspiración del espíritu profético, persiste en la bendición del pueblo más joven. La historia narra el hecho acontecido, y su orden no descuida la esperanza prefigurada. Pero el designio profético no cesó ciertamente en él. Más aún, el pueblo pecador y primogénito podía esperar bendición del pueblo más joven con tal de que creyese. En efecto, el acceso a la salvación está abierto a todos, y el camino de la vida no es difícil a causa de sus dificultades, que ciertamente no existen, sino a causa de la facultad de nuestro albedrío. La tardanza, pues, en conseguir la misericordia de Dios procede de la voluntad humana, lo cual se da a conocer por las palabras mismas pronunciadas a propósito de Esaú. En efecto, había pedido ser bendecido, pero el padre, inducido por un movimiento espiritual, lo abandonó al mundo, le permitió el uso de la espada y lo destinó al servicio de su hermano. Sin embargo, para que no se pensase que estas decisiones eran para siempre, sin posibilidad de arrepentimiento, aplazó la bendición que pedía para el tiempo en que quitase de su cuello el yugo del hermano que le había de dominar. Así pues, queda libre para quitarse de encima el yugo, porque para acceder a la fe cada uno goza de la libre facultad de la voluntad propia y es digno de bendición en el momento en que cambia de la esclavitud de la irreligiosidad a la libertad de la fe.
H
Moisés
h.1. Los hechos de los patriarcas, imitación de la vida de Cristo
XXVII
La narración de la historia de Moisés se atuvo también al orden de la prefiguración iniciado ya desde Adán. En ese sentido. es digno de la misericordia de Dios que las acciones de todos sus patriarcas reproduzcan de alguna manera la perfección de lo que se había de consumar en nuestro Señor. En efecto, a partir de cualquiera de los patriarcas se prefigura por medio de tipos, épocas y generaciones lo que había de cumplirse en él solo y por medio de él solo. En efecto, aunque la imitación de tantos siglos no ha podido conseguir la verdad que existe en él solo, en cualquier caso todo se ha realizado en ellos o por medio de ellos de modo que los sucesos, que después se iban consumar por medio de él y en él, aluden de cerca a la misma imitación de los hechos que se narran ahora.
h.2. La infancia de Moisés, prefiguración de Cristo
XXVIII
Moisés, que había nacido en el tiempo en que el faraón había ordenado dar muerte a todos los recién nacidos de sexo masculino, al flotar sobre las aguas gracias a un leño es salvado para ser jefe de un pueblo. En el tiempo en que nuestro Señor nació en cuanto hombre, ¿acaso no se inflamó de manera análoga e igual el odio y el miedo del rey contra el hombre, idéntico a nosotros, que nuestro Señor asumió en sí y para sí, por el misterio del leño y del agua, cuando estaba destinado a la gloria celeste y a ser constituido rey de los pueblos? Después, la hija del faraón, cuando se bañaba en el río, lo tomó a su cargo. Como la hermana del niño estaba allí cerca, procuró una nodriza de entre los hebreos. Presentó enseguida a su madre. Ésta lo tomó para criarlo, y después lo devolvió a la hija del faraón, que lo adoptó como hijo.
XXIX
Amigos míos, relacionad personas, comparad los hechos, contemplad los acontecimientos, y encontraréis en la imitación de los hechos que se exponen la verdad de los acontecimientos futuros. Bajo la figura de la hermana de Moisés, en fecto, la ley ha acompañado a Cristo hasta el misterio del leño y el agua. Figura de las naciones es la hija del faraón, que a pesar de no haber visto más que un niño conforme a la realidad de la historia, adquirió por ese mismo hecho valor de profecía. En efecto, la ley entregó a la Iglesia, como a la hija del faraón, la Sinagoga como nodriza y madre del niño, y así se conservó el orden espiritual en tales acontecimientos. Convino que Cristo, según la carne, se alimentase de esta ley, como ésta misma enseña. Es necesario que la Iglesia lo adopte. Moisés, hecho grande, busca a sus hermanos retenidos en esclavitud. Luego mata a un egipcio que avasallaba y maltrataba a uno de ellos, y a continuación es acusado por aquel mismo al que había vengado del egipcio. ¿Acaso Cristo, cuando cumplió la edad adulta, no visita a su pueblo, a los que eran sus hermanos según la carne? En efecto, vino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. ¿Acaso no abatió y venció al diablo que los avasallaba? Pues nadie saquea el ajuar del fuerte si antes no ha encadenado al fuerte. ¿Acaso no es acusado por aquellos mismos a los que él había vengado del diablo y había liberado de la esclavitud? De esta manera, lo que es imitación en el que propuso la ley alcanza la consumación en el Dios de la gracia.
h.3. La zarza ardiente, prefiguración de la Iglesia
XXX
La zarza arde ante la mirada de Moisés, pero no se consume. O sea, que la Iglesia es incendiada por las llamas de las persecuciones y los ataques de los pecadores, tal como dice el apóstol: "Aunque sufrimos angustia y soportamos necesidad, no somos abandonados. Somos abatidos, pero no aniquilados, llevando siempre en el cuerpo los padecimientos de Jesús para que también se manifieste en nuestro cuerpo la vida de Jesucristo". De esta manera, los incendios de todas las iniquidades se ensañan en nosotros, pero no nos queman.
h.4. Otras prefiguraciones acaecidas en el Sinaí
XXXI
Más adelante, se dispone como signo de la fe el cayado transformado en serpiente, y la serpiente convertida de nuevo en cayado. Pero esta transformación se dirige a consolidar la fe, no a cambiar la naturaleza. Y puesto que en la vara se representa el poder real y en la serpiente se significa al diablo, somos amonestados a creer en Aquel que, a pesar de ser el Dios de los siglos, fue considerado Beelzebú y que, después de ser llamado y considerado Beelzebú, fue reconocido por la transformación de la resurrección como el Dios de los siglos, lo que era. El siguiente signo, bajo especie de imitación, consumó la fe en esa realidad, satisfaciendo a la esperanza y al presente. En efecto, cuando la mano, que había metido en su seno, tomó la blancura de la nieve, significa que nosotros hemos de ser iluminados cuando descansemos en el seno paterno (esto es, en el seno de Abraham, Isaac y Jacob), una vez que la naturaleza de nuestro cuerpo sea absorbida en figura de gloria y honor. Cuando la mano, que había metido en su seno, vuelve a su estado anterior, se enseña que lo prefigurado en el signo, no existe todavía en este tiempo. Por otra parte, cuando en el signo tercero el agua tomada del río y derramada en la tierra se convierte en sangre, una consideración sacramental se une a estos hechos en cuanto que los purificados por el agua han de pasar al conocimiento de la sangre.
h.5. La prefiguración no atenta contra la realidad histórica
XXXII
Es notable que en los acontecimientos que tuvieron lugar en tiempos de los patriarcas se contengan acciones tales que en nada disientan de lo que luego había de cumplirse en el Señor, ni por el lugar, ni por el tiempo, ni por la disposición. En efecto, la imitación previa alcanza en él la forma de la verdad absoluta y se dispone como imagen de la figura que trata de emular. Los acontecimientos, pues, tienen ciertamente su propia realidad (se realizaban conforme a acciones corporales), pero aquella misma realidad de las acciones humanas era imitación de una obra divina, y se realizaba así para instrucción de nuestra esperanza y fe porque en las obras de Dios no se halla nada que no se manifieste como previsto antes en las mismas épocas, costumbres y acciones de los hombres. Por toda la disertación anterior, se ha mostrado que, hasta la salida del pueblo de Egipto, las acciones de Moisés convenían con las acciones llevadas a cabo en el Señor o por medio del Señor. Sin embargo, ahora, incluso la imitación espiritual va unida a la realidad corporal.
h.6. Prefiguraciones de la cruz
XXXIII
El pueblo tiene sed en el desierto, el agua es amarga, se murmura contra el jefe, se muestra un madero, y a su contacto el agua se hace dulce. En estos hechos se disponen la justificación, los juicios y la tentación. Y de allí el pueblo viene a parar a las doce fuentes de agua y a las setenta palmeras y se detiene junto al agua. Aunque los afanes de nuestros enemigos desvíen sus mentes y el error de los infieles obture el sentido de su inteligencia por el escollo de la desobediencia, no pudieron ignorar el poder de tal obra. ¿Qué poder tenía aquel leño en sí o qué eficacia contenía en sí la materia inerte para eliminar el amargor, crear la dulzura, para ocasionar o hacer desaparecer la naturaleza, pues se apreciaba dulce lo que se rechazaba por amargo? Y puesto que en este acontecimiento la eficacia procede del poder de Dios, que cambia la naturaleza de una cosa en otra, no hay que pensar que tuvo necesidad de servirse del leño, como si no hubiese podido producir la transformación del agua sin su mediación.
XXXIV
Puesto que Dios lo puede todo, él construye en el presente la obra misteriosa reservada para los tiempos futuros. Para el pueblo que moraba en el desierto el agua era inútil, y ciertamente encontramos que los pueblos son a menudo designados por las aguas cuando se dice: "Las aguas te vieron, oh Dios, y te temieron", y: "Todas las aguas, batid palmas". Por el misterio del leño, pues, se transforma en dulce tanto la naturaleza amarga (de las aguas amargas) como la amargura del pueblo (que permanecía en el desierto, y que todavía no iba a alcanzar la tierra prometida a causa de la murmuración nacida de su contumacia). No sólo cesó en lo que era, sino que se transforma en algo mejor y más allá del uso necesario. No sólo dejó de ser amarga, sino que se volvió dulce. Así pues, el leño actúa de inmediato en el agua y por el misterio de su fuerza es útil en los pueblos designados bajo el nombre de agua.
XXXV
Según Moisés, en este leño está colgada la vida de todos, cuando dice: "Veréis que vuestra vida cuelga ante vuestros ojos día y noche, temeréis y no creeréis en vuestra vida". Este leño, en el libro de Jeremías, es puesto en el pan, cuando dice: "Ellos planearon sobre mí diciendo: Venid, pongamos un leño en su pan". De esa misma materia es el cayado que vence a los magos, que amedrenta al faraón, que asola Egipto, que divide el mar, que hace volver las aguas a su lugar, que hace brotar una fuente, que elimina el amargor y otorga la dulzura. En efecto, por el misterio de este leño se ablandan los corazones de los fieles, y del amargor de los pecados y de la impiedad son llevados a la dulzura de la fe. Y para que todos los acontecimientos que entonces se llevaron a cabo convengan con la eficacia del sacramento oculto, la Escritura añade: "Allí puso Dios justificaciones y juicios, y allí lo tentó". Cuando dice allí, no indica un lugar sino un hecho. En efecto, no encontramos que en aquel lugar existiese disposición alguna de justificaciones, juicios y tentaciones.
XXXVI
En el misterio del leño, en el que el Señor estuvo colgado, y en el que clavó con él todo lo que se oponía a la salvación del género humano, está presente la justificación (porque "el justo lo es por la fe"), los juicios (porque "quien no cree ya está juzgado") y la tentación (porque "la salvación procede del escándalo de la cruz"). En efecto, la cruz es "necedad para los que se pierden, pero fuerza salvadora de Dios para los que creen". Así pues, puesto que el oprobio de la cruz es tentación de la fe, y puesto que la infidelidad es causa de juicio, y puesto que la fe es la recompensa de la justificación, con razón se contienen la justificación, los juicios y la tentación en el sacramento del leño que convierte el amargor del agua en dulzura.
h.7. Las doce fuentes y las setenta palmeras
XXXVII
Llegados a Elim, había allí "doce fuentes de agua y setenta palmeras", y "acamparon allí, junto al agua". La economía espiritual se consuma en los acontecimientos futuros. Pues de Mará, lugar de amargura, se llega a Elim, donde había doce fuentes de agua y setenta palmeras. Tras el conocimiento del misterio del leño, se desea el asentamiento de la fe apostólica y de la predicación evangélica en los setenta predicadores que ofrecen una sombra temporal y en los doce apóstoles, fuentes que fluyen eternamente. Puesto que los setenta predicadores elegidos en el evangelio, después de haber llevado el fruto de la fe (al some ter a los espíritus inmundos) fueron encontrados infieles, mientras que los apóstoles perseveraron en la predicación de la fe... según el testimonio de la Escritura sólo se descansa en el asentamiento de las aguas, aunque se haga mención de los setenta árboles junto a las doce fuentes.
h.8. Prefiguraciones a propósito del maná
XXXVIII
¡Cuánta y qué acabada consideración de la realidad espiritual hay en la carne de las codornices y el alimento del maná! El pueblo, que había sido sacado de Egipto, murmura contra los jefes, y echa de menos las carnes con las que se solía alimentar en Egipto. Por la tarde, una bandada de codornices vuela y cubre el campamento, y el pueblo se alimenta con su carne. Por la mañana, también se encuentra el maná. Sin distinción de edad o de sexo, se asigna a cada uno la misma medida: al que recoge más no le sobra, al que se queda atrás no le falta. En aquello que no era necesario pululaban los gusanos. El resto del maná que se dejaba en el campo se consumía por el calor del sol. El día sexto se recoge el doble y no se corrompe, mientras que el día séptimo el mana no aparecía, aunque algunos lo esperaban en vano. Finalmente, un gomor, la medida destinada a cada uno, se conserva para testimonio de la generación futura, guardado en una vasija de oro.
XXXIX
Además, hay que considerar que el maná es dado para someterlos a prueba. Por su observancia, en efecto, cada uno era probado, para ver si se adecuaba a los mandamientos de Dios. De hecho, está escrito que el Señor dijo a Moisés: "Yo haré llover sobre vosotros panes del cielo, y el pueblo saldrá y recogerá cada día su ración, con el fin de probarlos y ver si caminan o no por mi ley". Sobre la carne, también se se dice así: "Por la tarde comeréis carne, y por la mañana os hartaréis de pan". Por la tarde, la comida se significa en las codornices, y por la mañana en el maná. Lo concerniente a la carne significa que el pueblo, que permanece en el desierto, es retenido por el deseo de las costumbres anteriores, pues deseaba las carnes de Egipto. Las tomó "por la tarde" significa que el pueblo, infiel a Dios e impaciente por la realización de sus promesas, habrá usado hasta la consumación del mundo, significada en la tarde. De hecho, los deseos mundanos suelen ser significados bajo el nombre de Egipto. Finalmente, el pueblo tuvo esta carne tan solo una vez para que aprendiese que no le era dada para un uso necesario, sino para significar una prefiguración. Por otro lado, en el maná está la tentación, pues por medio de él el pueblo es tentado, para saber si había de ser obediente a Dios (es decir, para saber si eran dignos de tomar el verdadero pan del cielo). La razón de esta tentación ha de procurarse en lo que sigue.
XL
El maná es encontrado "por la mañana", pues el tiempo del alimento celeste es el día de la resurrección del Señor. Se fija la misma cantidad para toda edad y sexo. Según la naturaleza humana sucede lo contrario (pues ¿cuándo es necesaria la misma cantidad de alimento para un niño y para un hombre?), pero según la prefiguración espiritual es muy conveniente impartir a todos por igual el alimento celestial cuya eficacia no se divide en partes (hablamos a quienes están instruidos sobre el sacramento). A ninguno de los mayores le sobra y a ninguno de los más pequeños le falta (es decir, todos son satisfechos por igual por aquello que se ha tomado dividido en partes). Ahora bien, lo que se ha recogido por encima de la ración y sobra por la mañana, lo que es gusano y putrefacción, no es oscuro para aquellos que hayan acumulado cosas superfluas más allá del don celeste y de la doctrina espiritual. Se trata esto último de aquellas cosas malolientes al sentido, que se descarrían de la verdad, que bullen en los vicios de los demonios, que son agitadas por los gusanos y que, en algún momento, habrán de consumirse a causa del calor del sol (es decir, de Cristo, que es el sol de justicia, cuando vuelva para el juicio).
XLI
En la recogida doble del maná del día sexto, que tenía lugar a causa del descanso del día séptimo, se recuerda que la preparación de obras espirituales se acumula para los que han de gozar de los bienes dispuestos, cuando llegue el tiempo del descanso. En fin, lo que sobra del día sexto no se corrompe, mientras que hiede lo que supera la ración de los restantes días. Así, también la corrupción se ha representado de antemano para lo que está fuera de lo prescrito. Así pues, a lo largo de nuestra vida hay que actuar de modo que podamos disfrutar en el descanso. El tiempo de este sexto milenio es el significado bajo el número del día sexto cuando dice el profeta: "Ante la mirada del Señor, mil años son como un día". Así pues, el pueblo se alimenta en el día séptimo (esto es, en el descanso del Señor), con alimentos preparados el día antes y usa lo que había sido preparado anteriormente porque en el día séptimo no encontrará con qué poder alimentarse, aunque muchos saldrán al campo pero no encontrarán nada. En definitiva, una vez acabado el tiempo del mundo, nada encontraremos para uso de nuestro descanso que antes no hayamos preparado y sazonado nosotros mismos.
XLII
Más adelante, se ordena que un gomor de maná sea guardado en presencia del Señor en un vaso de oro para las generaciones futuras. Pero ¿dónde está ese vaso, dónde está el maná que fue guardado en él después de los frecuentes cautiverios del pueblo? Después de la doble destrucción de la ciudad y del templo no existe lo que allí fue depositado. ¿Y qué? ¿Pensamos por ello que Dios ignoraba que el maná no podía ser conservado para las generaciones futuras? Ciertamente, no se debe creer que lo haya ignorado quien prevé los planes futuros de los hombres, sino que por medio de la figura del vaso de oro y del maná (colocado en presencia de Dios, y conservado para las generaciones futuras) se avisa que, quien haya guardado en su cuerpo el maná recibido como en un vaso de oro, será valioso y eterno para Dios (el cual pone atención a la custodia incontaminada, de este alimento espiritual que se nos ha dado).
I
Josué
i.1. El nombre Josué
XLIII
Después que Dios hablase largamente a Moisés y tras haberle dicho que en la tierra lo hiciese todo conforme a la imagen que había visto en el monte, dio el nombre de Josué al que antes se llamaba Ausés, para que fuese jefe del pueblo que había de recorrer el camino hasta la tierra prometida. Moisés, tras recibir la orden de disponer todo a imagen de la visión celeste, impone al futuro jefe aquel nombre que ya había sido preparado en los designios celestes para el jefe eterno.
i.2 Las acciones de Josué prefiguran las de Cristo
XLIV
Así como Josué era jefe de la sinagoga, Jesús fue jefe de la Iglesia. Así como uno era jefe para obtener la tierra prometida, el otro era jefe para heredar aquella tierra de la que dice el Señor: "Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra". Así como el uno vino después de Moisés, el otro vino después de la ley. Así como a uno se le ordenó que reanudase la circuncisión con un cuchillo de piedra, la circuncisión del corazón fue renovada espiritualmente por el Señor que es la Palabra aguda que penetra hasta la división del alma y la piedra angular. Así como el uno divide las aguas, el otro divide a los pueblos, pues dice: "No he venido a traer la paz, sino la división". Así como el uno colocó doce piedras para testimonio eterno, las sacó del fondo del Jordán a la tierra y de la tierra las volvió a colocar en el fondo, de la misma manera el otro hizo salir de la sinagoga la doctrina apostólica y la dejó en la sinagoga por si ésta todavía ahora la quisiera usar, porque en las doce piedras colocadas como testimonio eterno se había manifestado la doctrina apostólica sacada de la ley y sin embargo se encontraba en la ley.
XLV
¡Qué evidente y perfecta resulta la división misma de las aguas! Una parte, íntegra y plenamente, se detuvo y la otra fluía toda al mar por lo que el lecho del río quedaba seco. Entretanto el arca del Señor, junto con los sacerdotes, permanecía en medio. Por esta prefiguración se comprende que en la venida del arca de Dios (es decir, en su venida corporal), una parte del pueblo se apartará del curso de los pecadores y de su muerte, mientras que la otra parte fluirá al mar (esto es, a la condenación de este mundo y a la participación en ella).
XLVI
En tiempos de Josué es donde hay que considerar las acciones realizadas por Rajab. En efecto, dos exploradores fueron enviados por Josué a explorar la tierra, y se hospedaron en la casa de esta prostituta llamada Rajab, en Jericó. Ella los acoge y oculta. Como el rey le pide que los entregue, ella miente diciendo que han regresado. Más tarde, a aquellos que estaban escondidos en su casa, ella les dice saber que el Señor les entregará toda la ciudad y que su Dios está arriba en el cielo y abajo en la tierra. Les ruega que, cuando conquisten la ciudad, protejan no sólo a ella sino a toda su familia. Los exploradores le prometen que todo lo que sea encontrado dentro de su casa, permanecerá incólume, pero todo el que haya salido fuera de la casa se hará reo. Establecen un signo de cuerda escarlata colgada de la ventana y comunican todo el asunto a Jesús. Luego se acercan a la ciudad. A ésta la rodean los sacerdotes con el arca durante seis días, pero al séptimo día, cuando dan siete vueltas alrededor de la ciudad, al sonido de la trompeta se derrumbaron los muros de la ciudad y, a pesar de que fueron masacrados todos los que estaban en la ciudad, Josué sólo respeta a Rajab junto a toda su familia.
XLVII
Esta sucesión de hechos está asociada a los grandes sacramentos de lo que se había de realizar espiritualmente. La meretriz recibe en su casa a los dos exploradores de la tierra enviados por Josué. Es decir, la Iglesia pecadora (fam. Rajab), que confiesa que Dios está arriba en el cielo y abajo en la tierra, recibe a la ley y a la profecía para examinar la fe de los hombres. Después de la generación espiritual del Verbo, ella conoció su nacimiento corporal atestiguado en las siguientes palabras: "Después de esto, se manifestó en la tierra y convivió entre los hombres". De aquellos exploradores recibió un signo de salvación de color escarlata (es decir, el color regio en razón de la dignidad, y el color sangre en función de la corporeidad, pues ambas cosas convinieron en su pasión porque tal fue el vestido del Señor y porque de su costado fluyó sangre). También Manases recibió el color escarlata como signo. Y en Egipto, las casas marcadas con la sangre estuvieron seguras, y con ella fue rociado el libro de la alianza y con ella fue santificado el pueblo. Cualquier miembro de la familia que fue encontrado fuera de la casa se constituyó en reo, enseñándoles que los que estuviesen fuera de la Iglesia serían causa de su propia muerte.
XLVIII
Durante seis días fue rodeada Jericó, establecida como imagen de este mundo. Al séptimo día, se derrumbó al sonido de la trompeta, y la casa de Rajab se conservó íntegra, gracias a Josué. Los seis días representan los seis milenios en que se andará errante en torno al mundo, y se girará en torno a la sucesión de las generaciones. En el séptimo milenio, al sonido de la trompeta, este mismo mundo será destruido, y sólo la Iglesia con toda su familia se salvará por haber acogido a los exploradores, por haber confesado la encarnación de Dios, por el signo escarlata que Jesús le asignó.
J
Conclusión
XLIX
He advertido frecuentemente que es necesario aplicar a la lectura de las Sagradas Escrituras aquella diligencia que pueda discernir con solícito examen y juicio no vano cuándo hay que comprender el recuerdo de los acontecimientos históricos en un sentido literal o en uno típico, para que, si usamos cualquier de los dos sentidos de una manera imprudente y torpe, no causemos en los oyentes la impresión de que ambos son inútiles, si el conocimiento de los simples hechos se echa a perder con una afirmación poco fundada de las prefiguraciones o si bajo los simples hechos se ignora la fuerza de las prefiguraciones, aunque la Sagrada Escritura se expresa de tal manera que no se manifiesta nada que nuestra inteligencia no deba indagar con discernimiento a fin de que allí no haya nada vano ni sin causa.
L
Por ejemplo, cuando se refiere la creación del mundo, Dios es conocido al crear; cuando se oye el traslado de Henoc, se comprende que el hombre es inmortal; cuando Lot es protegido en el incendio de las cinco ciudades, aprendemos que Dios tiene cuidado de los inocentes. Cuando su esposa mira hacia atrás contra la orden de Dios, y se convierte en columna de sal, por el temor a este ejemplo somos instruidos en la obediencia a las disposiciones de Dios. Cuando se espera a que los pecados de los amorreos lleguen al colmo, conocemos la misericordia y la justicia de Dios, porque con su espera prorroga el tiempo para que dejemos de pecar. y determina que el castigo de nuestros crímenes se difiera hasta que llegue la consumación.
LI
Por otra parte, la sucesión de las generaciones, la elección de Abraham, la procreación de los patriarcas, la esclavitud del pueblo, las plagas de los egipcios, la división del mar, la aparición del maná como si fuese rocío, el establecimiento de la ley, la diferenciación de los sacrificios, el tiempo de los jueces, el conocimiento de los reyes, el destierro del pueblo al cautiverio, la visión de los santos, la advertencia de los profetas... ¡qué necesarios son para nuestro conocimiento! En efecto, en todos los acontecimientos recordados anteriormente se conoce a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Hijo procedente de Dios Padre y a Jesucristo, Dios y hombre. Por ejemplo, cuando en la creación del mundo Dios ordena y Dios ejecuta. O cuando el hombre es formado según el modelo de una imagen común. O cuando el Señor hace llover de parte del Señor azufre y fuego (pues nadie se daría una orden a sí mismo para hacer algo, ni estando solo extendería su comunión a otro, ni se daría algo a sí mismo, ni recibiría algo de sí mismo). O cuando un hombre es visto por Abraham y, sin embargo, es adorado Dios. O cuando, en la lucha de Jacob, Dios es visto por un hombre. O cuando Jacob, a pesar de sujetar un hombre, pide ser bendecido por el Señor. O cuando Nabucodonosor, a pesar de que sólo habían sido echados al horno tres jóvenes, ve un cuarto semejante al Hijo de Dios. O cuando la Virgen da a luz al Enmanuel, que significa "Dios con nosotros".
LII
Así pues, convino que lo significado por todas estas cosas, conocido y consumado en Aquél solo, se conservase para recuerdo en escritos y volúmenes acreditados de autenticidad, a fin de que las generaciones futuras sean instruidas en los acontecimientos anteriores, e incluso se contemplen los hechos presentes en los pasados, y también ahora lo pasado se venere en lo presente. En efecto, como el conocimiento de la verdad es en él mismo perfecto incluso si la verdad es conocida a partir de prefiguraciones (pues todo fue escrito para nuestro conocimiento y para fortalecer firmemente la fe de nuestro juicio), estos sucesos, que fueron narrados en libros por voluntad de Dios, no necesitaban del conocimiento de las generaciones posteriores. Sin embargo, la posteridad tenía necesidad del conocimiento de las Escrituras para conocer la verdad, para tomar la doctrina de la verdad a partir de la prefiguración, para seguir el desarrollo de la ciencia de la vida desde su misma cuna. Es decir, para no discutir que Dios procede de Dios cuando el Señor hace llover de parte de Dios, para no ignorar que Dios es uno e inengendrado cuando Dios ordena, para no desconocer que Dios es unigénito cuando Dios actúa, para no discutir que los dos son uno cuando en el hombre se ha establecido el modelo único de la imagen común, para no negar que Dios para el hombre.
LIII
Pablo se gloriaba de ser israelita, "procedente de hebreos, de la tribu de Benjamín". Por tanto, puesto que la misión de Elías es "convertir el corazón de los padres hacia los hijos", fue reservado para Jesucristo el ministerio de la predicación perfecta, con el fin de que convierta a los padres a aquella fe que el Espíritu de la misma profecía confirmó en los hijos.