AFRAAT EL PERSA
Sobre la Persecución

I

He oído una afrenta que me ha entristecido mucho. Los impíos dicen que este pueblo, que se ha reunido de todas las naciones, no tiene Dios. Y así dicen los impíos: Si tienen un Dios, ¿por qué no venga a su pueblo? Y las tinieblas se han espesado sobre mí más que nunca, porque los judíos también nos injurian y se ensalzan sobre los hijos de nuestro pueblo. Sucedió un día que un hombre, que es llamado sabio entre los judíos, me preguntó, diciendo: Jesús, a quien llaman vuestro Maestro, os escribió que si hay en vosotros fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Quítate, y se apartará de delante de vosotros; o también: Levántate y échate al mar, y te obedecerá. Así que, al parecer, no hay en todo vuestro pueblo un solo hombre sabio cuya oración sea escuchada y que pida a Dios que vuestros perseguidores se aparten de vosotros. Porque está escrito claramente para vosotros en aquel pasaje: No hay nada que no podáis hacer.

II

Cuando vi que blasfemaba y hablaba mucho contra el camino (la religión cristiana), mi mente se turbó, y comprendí que no admitiría la interpretación de las palabras que me citó. Entonces también le pregunté sobre dichos de la ley y de los profetas, y le dije: ¿Confías en que incluso cuando estés disperso, Dios está con vosotros? Y él me confesó: Dios está con nosotros, porque Dios dijo a Israel: "Incluso en las tierras de sus enemigos, no los abandoné, ni anulé mi pacto con ellos" (Lv 26,44). En respuesta le dije: Muy bueno es esto que he oído de ti, que Dios está con vosotros. Contra tus palabras también te hablaré. Porque dije que el Profeta dijo a Israel, como de la boca de Dios: "Si pasas por el mar, yo estaré contigo, y los ríos no te anegarán; y si anduvieres sobre el fuego, no te quemarás, ni la llama te abrasará; porque el Señor tu Dios estará contigo" (Is 43,2-3). Así que no hay hombre justo, ni bueno, ni sabio de todo tu pueblo, que pase por el mar y viva, y no se ahogue; ni por el río, sin que le anegue; ni que ande sobre el fuego, y vea si no se quema, y si la llama no le abrasa. Y si me presentáis una explicación, no me convenceréis, como tampoco aceptáis de mí la interpretación de las palabras acerca de las cuales me habéis preguntado.

III

Le pregunté además acerca de otra palabra que está escrita en Ezequiel, que dice a Jerusalén: "Sodoma y sus hijas serán edificadas como al principio, y tú y tus hijas seréis como al principio" (Ez 16,55). Y él me declaró esta palabra, y comenzó a hacer su defensa, y me dijo: En cuanto a lo que Dios dijo a Jerusalén por medio del profeta ("Sodoma y sus hijas serán edificadas como al principio, y tú y tus hijas seréis como al principio"), este es el significado: que Sodoma y sus hijas estarán en su lugar como al principio, y serán sujetas a Israel; y Jerusalén y sus hijas estarán en el esplendor de la realeza como al principio. Cuando oí esta defensa de él, me pareció muy despreciable, y le dije: Puesto que las palabras del profeta fueron dichas con ira, ¿es todo el pasaje airado, o es una parte airada y otra amable? Él respondió: Un pasaje airado es todo ira, y no hay paz en él. Y le dije: Ya que me has instruido que no hay paz en ese pasaje airado, escucha sin contienda y no blasfemes, y yo te instruiré acerca de esta palabra. Porque de arriba abajo todo el pasaje está dicho con ira. Porque dijo a Jerusalén: "Por mi vida, dice el Señor Dios, Sodoma y sus hijas no hicieron en absoluto como tú y tus hijas habéis hecho" (Ez 16,48). Y él le dijo a ella (Jerusalén): "Avergüénzate y acepta tu vergüenza, que has vencido a tus hermanas en tus pecados, y ellas son justificadas antes que tú" (Ez 16,52). Puesto que él dice que Sodoma y sus hijas fueron justificadas antes que Jerusalén y sus hijas, y que Jerusalén venció a Sodoma en sus pecados, es justo que cuando Israel sea reunido, su sede esté en Sodoma y Gomorra. Porque su vid es de la vid de Sodoma, y del plantío de Gomorra. Sus uvas son amargas y sus racimos les hielan (Dt 32,32). Y también los llama Isaías gobernantes de Sodoma, y habitantes de Gomorra (Is 1,10). Porque si Israel se reúne, en Sodoma y Gomorra se reunirá.¿Debían ellos morar con los príncipes de Sodoma y con los hijos de Gomorra, y sobre la vid de Sodoma y sobre el plantío de Gomorra, comer uvas amargas, y recoger racimos de hiel, y comer huevos de basilisco, y vestirse con telarañas (Is 59,5), ser usados con uvas silvestres de la viña (Is 5,2), y ser convertidos en plata reprobada (Jer 6,30). Y Sodoma y sus hijas, que fueron justificadas antes que Jerusalén, serán reedificadas como al principio; y Jerusalén, que sobrepasó a Sodoma en sus pecados, continuará en sus pecados, y quedará en desolación hasta el cumplimiento de las cosas determinadas para siempre (Dn 9,27).

IV

Dijo Ezequiel: "Esta es la maldad de Sodoma y de sus hijas, que no tomaron de la mano al pobre y al necesitado; por eso vi en ellas estas cosas, y las destruí" (Ez 16,49). Y considera y ve que desde el tiempo que Sodoma fue destruida hasta que Jerusalén fue reedificada, hubo ochocientos noventa y seis años. Desde el tiempo que Dios hizo saber a Abraham por medio del ángel que "por este tiempo el año que viene volveré a ti, y Sara tu mujer tendrá un hijo" (Gn 18,14), Desde entonces hasta que Jacob entró en Egipto, fueron ciento noventa y un años; y los hijos de Jacob estuvieron en Egipto doscientos veinticinco años. De manera que todos los años desde el tiempo que Isaac fue concebido y Sodoma fue destruida fueron cuatrocientos dieciséis años; y desde la salida de Israel de Egipto hasta que Salomón edificó el gran edificio de Jerusalén, y se edificó el templo, hubo cuatrocientos ochenta años. Así que, desde la concepción de Isaac y la destrucción de Sodoma hasta la gran reconstrucción de Jerusalén, transcurrieron ochocientos noventa y seis años. Y desde la gran reconstrucción de Jerusalén hasta la destrucción de Jerusalén, cuatrocientos veinticinco años. La suma de todos los años desde la destrucción de Sodoma hasta la devastación de Jerusalén fue de mil trescientos veintiuno. Éstos son todos los años en que Sodoma y sus hijas fueron devastadas delante de Jerusalén. Y la que era más justa que Jerusalén aún no está habitada. Así que, la suma total de los años desde la destrucción de Sodoma hasta el año seiscientos cincuenta y cinco del reino de Alejandro, hijo de Filipo de Macedonia, es de dos mil doscientos setenta y seis años. Y desde el tiempo en que Jerusalén fue devastada por los babilonios hasta el tiempo presente, son novecientos cincuenta y cinco años. Y Jerusalén ha estado habitada, después de que los babilonios la devastaron, durante aquellas setenta semanas acerca de las cuales testificó Daniel. Luego fue devastada en su última destrucción por los romanos, y nunca más será habitada, porque "permanece en desolación hasta el cumplimiento de las cosas determinadas" (Dn 9,27). De manera que todos los años de la primera y la última desolación de Jerusalén fueron cuatrocientos sesenta y cinco años, y si se deducen de ellos los setenta años de Babilonia, ya han pasado trescientos noventa y cinco años.

V

Os he escrito todo esto porque los judíos se enorgullecen, diciendo: Se nos ha convenido que seremos reunidos. Porque si Sodoma, cuya iniquidad no fue tan grande como la de Jerusalén, no está habitada todavía, y si decimos así, que no será restaurada para siempre, ¿cómo será restaurada Jerusalén, cuya iniquidad es mayor que la de Sodoma y sus hijas? En cuanto a Sodoma, Dios no ha tenido misericordia de ella durante dos mil doscientos setenta y seis años; ¿y diremos que tendrá misericordia de Jerusalén? Porque hasta el presente no hay más que trescientos noventa y cinco años desde el día en que fue devastada, según el cómputo que se ha escrito arriba. Pero en cuanto a esto de que dijo: "Sodoma y sus hijas serán poseídas como antaño" (Ez 16,55), y con respecto a Jerusalén dijo: "Tú y tus hijas seréis como antaño, éste es el significado del pasaje: que no serán habitadas para siempre" (Dt 29,23). Por tanto, ten por cierto, oh oyente, que Sodoma y sus hijas no serán habitadas para siempre, sino que serán como en el tiempo en que aún no estaban habitadas, y como en el tiempo en que el Señor se enojó contra ellas, y no se apaciguó con ellas. Y Jerusalén y sus hijas serán como en el tiempo pasado, cuando el monte del amorreo estaba desolado, sobre el cual edificó Abraham el altar, y ató sobre él a Isaac su hijo; y como estaba desolada cuando David compró la era a Arauna el jebuseo, y edificó allí el altar. Considerad y ved que este monte sobre el cual Abraham ofreció a su hijo es el monte Jebús, que es Jerusalén. Y este lugar de la era que David compró a Arauna es aquel sobre el cual fue edificado el templo. Así Jerusalén quedará en desolación como antaño. Y considerad que cuando Ezequiel profetizó este pasaje, Jerusalén todavía estaba sentada en su grandeza, y los que estaban en ella se rebelaban contra el rey de Babilonia. Y lo que el profeta dijo, lo dijo con ira y reproche contra Jerusalén.

VI

Considera y observa, mi oyente, que si Dios hubiera dado una esperanza a Sodoma y a sus semejantes, no los habría derribado con fuego y azufre, la señal del último día del mundo, sino que los habría entregado a uno de los reinos para ser castigados. Como está escrito que cuando Jeremías hizo beber a las naciones y a los reinos la copa de la ira, dijo acerca de cada una de las ciudades, que después de que beban la copa, haré volver a la cautividad de Elam, de Tiro, de Sidón, de los hijos de Amón, de Moab y de Edom. Con respecto a cada uno de estos reinos dijo: En los últimos días haré volver a su cautividad. Ahora vemos que Tiro estaba habitada y era opulenta después de haber vagado setenta años, y después de haber recibido la recompensa de sus prostituciones y después de haber cometido fornicación con todos los reinos. Y tomó el arpa, y la tocó dulcemente, y multiplicó su música. Y también la región de Elam está habitada y es opulenta. Y con respecto a Babilonia dijo Jeremías: "Babilonia caerá, y no se levantará" (Jer 51,64). Y he aquí que hasta hoy continúa en desolación, y así para siempre. Y también acerca de Jerusalén dijo: "La virgen de Israel caerá, y no volverá a levantarse; está abandonada en tierra y no hay quien la levante" (Am 5,1-2). Porque si es verdadera la profecía que habló Jeremías acerca de Babilonia, también es verdadera y digna de fe la que habló acerca de Jerusalén. Y dijo Isaías a Jerusalén: "No volveré a enojarme con tigo, ni te reprenderé" (Is 54,9). Ciertamente, no volverá a enojarse con ella, ni la reprenderá para siempre; porque no reprenderá a la desolada, ni ella lo provocará a ira.

VII

En cuanto a los que nos reprochan diciendo: Sois perseguidos y no habéis sido librados, que se avergüencen ellos mismos, de que en todo tiempo han sido perseguidos, incluso por muchos años antes de ser librados. Fueron hechos servir en Egipto doscientos veinticinco años. Y los madianitas hicieron servir a Israel en los días de Barac y Débora (Jc 4,2). Los moabitas gobernaron sobre ellos en los días de Aod (Jc 3,12), los amonitas en los días de Jefté (Jc 11,5), los filisteos en los días de Sansón (Jc 13,1-24), y también en los días de Elí y del profeta Samuel (1Sm 4,1), los edomitas en los días de Acab; los asirios en los días de Ezequías (1Re 20,11). El rey de Babilonia los arrancó de su lugar y los dispersó; y después de haberlos probado y perseguido mucho, no se enmendaron, como les dijo: "En vano he herido a vuestros hijos, porque no aceptaron el castigo" (Jer 2,30). Y otra vez dijo: "He destruido a los profetas, y los he matado con la palabra de mi boca" (Os 6,5). Y a Jerusalén dijo: "Con tribulaciones y azotes sé castigada, oh Jerusalén, para que no se aparte de ti tu vida" (Jer 6,7-8). Pero ellos le abandonaron, y adoraron a los ídolos, como dijo Jeremías acerca de ellos: "Id a las costas lejanas, y enviad a Cedar, y considerad bien y ved si ha habido algo como esto, si las naciones cambian sus dioses, los que no son dioses. Pero mi pueblo ha cambiado mi honra por lo que no es de provecho. Sorprendeos, cielos, de esto; y temblad y temblad en gran manera, dice el Señor; porque dos maldades ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua de vida, y fueron y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua" (Jer 2,10-13). Porque las cisternas rotas son el temor de las imágenes y de los ídolos. Y llama a los cielos al asombro, por cuanto adoraron a los ejércitos de los cielos. Y los cielos recibirán como castigo, que serán enrollados como un pergamino, y todo el ejército de ellos caerá (Is 34,4).

VIII

Todo este discurso que os he escrito, amados míos, desde el principio, fue porque el judío reprochaba a los hijos de nuestro pueblo; pero ahora, hasta donde puedo comprender, os instruiré acerca de los perseguidos, que han recibido una gran recompensa, mientras que los perseguidores han llegado al escarnio y al desprecio.

IX

Jacob fue perseguido, y Esaú fue su perseguidor. Jacob recibió las bendiciones y la primogenitura, mientras que Esaú fue expulsado de ambas. José fue perseguido, y sus hermanos fueron perseguidores; José fue exaltado y sus perseguidores se inclinaron ante él, y así sus sueños y sus visiones se cumplieron. José, que fue perseguido, fue un tipo de Jesús perseguido. Su padre vistió a José con una túnica de varios colores; y su Padre vistió a Jesús con un cuerpo tomado de la Virgen. Su padre amaba a José más que a sus hermanos, y Jesús es el querido y amado de su Padre. José vio visiones y soñó sueños, y Jesús cumplió las visiones y los profetas. José fue un pastor con sus hermanos, y Jesús es el jefe de los pastores. Cuando su padre envió a José a visitar a sus hermanos, lo vieron venir y conspiraron para matarlo; y cuando su Padre envió a Jesús a visitar a sus hermanos, dijeron: "Éste es el heredero; venid, matémosle" (Mt 21,38). Sus hermanos arrojaron a José al pozo; y sus hermanos bajaron a Jesús al lugar de los muertos. José ascendió del pozo y Jesús se levantó del lugar de los muertos. José, después de levantarse del pozo, tenía autoridad sobre sus hermanos; y después de que Jesús se levantó del lugar de los muertos, su Padre le dio un nombre grande y excelente (Flp 2,9), para que sus hermanos le sirvieran, y sus enemigos fueran puestos por estrado de sus pies. Después que José fue dado a conocer a sus hermanos, se avergonzaron y temieron y se maravillaron de su grandeza; y cuando Jesús venga en el último tiempo, cuando se revele en su majestad, sus hermanos se avergonzarán y temerán y se consternarán ante él, porque lo crucificaron. Además, José, por consejo de Judá, fue vendido a Egipto; y Jesús, por mano de Judas Iscariote, fue entregado a los judíos. Cuando vendieron a José, él no respondió nada a sus hermanos. Jesús tampoco habló ni dio respuesta a los jueces que lo juzgaron. Su amo entregó injustamente a José a la cárcel; y sus compatriotas condenaron injustamente a Jesús. José entregó sus dos vestidos, uno en manos de sus hermanos, y el otro en manos de la esposa de su amo; y Jesús fue entregado a los judíos. José, a los treinta años, se presentó ante el faraón y se convirtió en señor de Egipto; y Jesús, a los treinta años, fue al Jordán para ser bautizado, recibió el Espíritu y salió a predicar. José alimentó a Egipto con pan; y Jesús alimentó al mundo entero con el pan de vida. José tomó por esposa a la hija del sacerdote malvado e impuro; y Jesús se desposó con la Iglesia tomada de entre los gentiles impuros. José murió y fue sepultado en Egipto; y Jesús murió y fue sepultado en Jerusalén. Sus hermanos trajeron los huesos de José de Egipto; y Jesús, su Padre, resucitó de la morada de los muertos y llevó consigo su cuerpo al cielo incorrupto.

X

Moisés también fue perseguido, como lo fue Jesús. Cuando Moisés nació, lo ocultaron para que no fuera asesinado por sus perseguidores. Cuando Jesús nació, lo llevaron huyendo a Egipto para que Herodes, su perseguidor, no lo matara. En los días en que nació Moisés, los niños solían ser ahogados en el río; y en el nacimiento de Jesús, los niños de Belén y sus alrededores fueron asesinados. A Moisés Dios dijo: "Han muerto los hombres que buscaban tu vida" (Ex 4,10), y a José el ángel le dijo en Egipto: "Levántate, toma al niño y vete a la tierra de Israel, porque han muerto los que buscaban la vida del niño para quitársela" (Mt 2,20). Moisés sacó a su pueblo del servicio del faraón; y Jesús libró a todas las naciones del servicio de Satanás. Moisés creció en la casa del faraón; y Jesús creció en Egipto cuando José lo trajo allí huyendo. Miriam estaba de pie en la orilla del río cuando Moisés flotaba en el agua; y María dio a luz a Jesús, después de que el ángel Gabriel le había hecho la anunciación. Cuando Moisés sacrificó el cordero, los primogénitos de Egipto fueron asesinados; y cuando crucificaron a Jesús el verdadero Cordero, el pueblo que lo mató pereció por su muerte. Moisés trajo el maná para su pueblo; y Jesús dio su cuerpo a las naciones. Moisés endulzó las aguas amargas con la madera; y Jesús endulzó nuestra amargura con su cruz, con la madera del árbol de su crucifixión. Moisés trajo la ley a su pueblo; y Jesús dio sus pactos a las naciones. Moisés conquistó a Amalec extendiendo sus manos; y Jesús conquistó a Satanás con la señal de su cruz. Moisés hizo brotar agua de la roca para su pueblo; y Jesús envió a Simón Cefas para llevar su doctrina entre las naciones. Moisés levantó el velo de su rostro y habló con Dios. Y Jesús levantó el velo de delante de las naciones, para que oyeran y recibieran su doctrina. Moisés puso su mano sobre sus mensajeros, y ellos recibieron el sacerdocio; y Jesús puso su mano sobre sus apóstoles, y ellos recibieron el Espíritu Santo. Moisés subió a la montaña y murió allí; y Jesús ascendió al cielo y se sentó a la diestra de su Padre.

XI

Josué, hijo de Nun, también fue perseguido, como lo fue Jesús, nuestro Redentor. Josué, hijo de Nun, fue perseguido por las naciones inmundas; y Jesús, nuestro Redentor, fue perseguido por el pueblo necio. Josué, hijo de Nun, tomó la herencia de sus perseguidores y se la dio a su pueblo; y Jesús, nuestro Redentor, tomó la herencia de sus perseguidores y se la dio a naciones extrañas. Josué, hijo de Nun, hizo que el sol se detuviera en los cielos, y se vengó de las naciones que lo perseguían; y Jesús, nuestro Redentor, hizo que el sol se pusiera en medio del día, para que el pueblo perseguidor que lo crucificó se avergonzara. Josué, hijo de Nun, repartió la herencia a su pueblo; y Jesús, nuestro Redentor, ha prometido dar a las naciones la tierra de la vida. Josué, hijo de Nun, hizo que Rahab, la ramera, viviera; y Jesús nuestro Redentor reunió y dio vida a la Iglesia, aunque contaminada por la idolatría. Josué, el hijo de Nun, en el séptimo día derribó y derribó los muros de Jericó; y Jesús nuestro Redentor, en su séptimo día, en el sábado del descanso de Dios, este mundo se disolverá y caerá. Josué, el hijo de Nun, apedreó a Acor, porque robó de la cosa maldita; y Jesús nuestro Redentor separó a Judas de los discípulos, sus amigos, porque robó del dinero de los pobres. Josué, el hijo de Nun, cuando estaba muriendo, dejó un testimonio entre su pueblo; y Jesús nuestro Redentor, cuando fue llevado arriba, dejó un testimonio entre sus apóstoles.

XII

Jefté también fue perseguido, como lo fue Jesús. Jefté, sus hermanos fueron expulsados de la casa de su padre; y Jesús, sus hermanos fueron expulsados, levantados y crucificados. Jefté, aunque perseguido, se levantó como líder de su pueblo; Jesús, aunque perseguido, se levantó y se convirtió en rey de las naciones. Jefté hizo un voto y ofreció a su hija primogénita como sacrificio; y Jesús fue levantado como sacrificio a su Padre por todos los gentiles.

XIII

David también fue perseguido, como lo fue Jesús. David fue ungido por Samuel para ser rey en lugar de Saúl, que había pecado; y Jesús fue ungido por Juan para ser sumo sacerdote en lugar de los sacerdotes, los ministros de la ley. David fue perseguido después de su unción; y Jesús fue perseguido después de su unción. David reinó primero sobre una sola tribu, y después sobre todo Israel; y Jesús reinó desde el principio sobre los pocos que creyeron en él, y al final reinará sobre todo el mundo. Samuel ungió a David cuando tenía treinta años; y Jesús, cuando tenía unos treinta años, recibió la imposición de la mano de Juan. David se casó con dos hijas del rey; y Jesús se casó con dos hijas de reyes, la congregación del pueblo y la congregación de los gentiles. David pagó con el bien a Saúl su enemigo; y Jesús enseñó: "Orad por vuestros enemigos" (Lc 6,28). David era apto el corazón de Dios (1Sm 13,14), y Jesús era el Hijo de Dios. David recibió el reino de Saúl su perseguidor; y Jesús recibió el reino de Israel su perseguidor. David lloró con endechas por Saúl su enemigo cuando murió; y Jesús lloró por Jerusalén, su perseguidor, que iba a ser devastada. David entregó el reino a Salomón, y fue reunido con su pueblo; y Jesús entregó las llaves a Simón, y ascendió y regresó a Aquel que lo envió. Por causa de David, los pecados fueron perdonados a su posteridad; y por causa de Jesús, los pecados son perdonados a las naciones.

XIV

Elías también fue perseguido, como lo fue Jesús. Jezabel, la asesina, persiguió a Elías; y la congregación persecutoria y asesina persiguió a Jesús. Elías impidió que los cielos llovieran a causa de los pecados de Israel; y Jesús, con su venida, impidió que el Espíritu cayera sobre los profetas, a causa de los pecados del pueblo. Elías destruyó a los siervos de Baal; y Jesús pisoteó a Satanás y sus huestes. Elías resucitó al hijo de la viuda; y Jesús resucitó al hijo de la viuda, así como a Lázaro y a la hija del jefe de la sinagoga. Elías sustentó a la viuda con un poco de pan; y Jesús satisfizo a miles con un poco de pan. Elías fue llevado en un carro al cielo; y nuestro Redentor ascendió y se sentó a la diestra de su Padre. Eliseo recibió el espíritu de Elías; y Jesús sopló sobre los rostros de sus apóstoles.

XV

Eliseo también fue perseguido, como lo fue Jesús. Eliseo fue perseguido por el hijo de Acab, el hijo del asesino; y Jesús fue perseguido por el pueblo asesino. Eliseo profetizó, y hubo abundancia en Samaria; y Jesús dijo: El que come de mi cuerpo y bebe de mi sangre, vivirá eternamente. Eliseo satisfizo a cien hombres con un poco de pan; y Jesús satisfizo a cuatro mil hombres, además de mujeres y niños, con cinco panes. Eliseo hizo aceite del agua; y Jesús hizo vino del agua. Eliseo libró a la viuda de su acreedor; y Jesús libró a las naciones endeudadas. Eliseo hizo que el hierro flotara y que la madera se hundiera; y Jesús levantó lo que estaba hundido en nosotros, y hundió lo que era liviano. Un hombre puesto sobre los huesos de Eliseo recobró la vida; y todas las naciones, que estaban muertas en sus pecados, fueron arrojadas sobre los huesos de Jesús y recobraron la vida.

XVI

Ezequías también fue perseguido, como lo fue Jesús. Ezequías fue perseguido y fue vituperado por Senaquerib su enemigo. Jesús también fue vituperado por el pueblo necio. Ezequías oró y venció a su adversario; y por la crucifixión de Jesús fue vencido nuestro adversario. Ezequías fue rey de todo Israel; y Jesús es rey de todas las naciones. Debido a que Ezequías estaba enfermo, el sol se volvió hacia atrás; y debido a que Jesús sufrió, el sol se oscureció y perdió su luz. Los enemigos de Ezequías se convirtieron en cadáveres; y Jesús, sus enemigos, serán arrojados bajo sus pies. Ezequías era de la familia de la casa de David; y Jesús era, en la carne, el hijo de David. Ezequías dijo: "Paz y verdad habrá en mis días" (2Re 20,19), y Jesús dijo a sus discípulos: "Mi paz os dejo" (Jn 14,27). Ezequías oró, y fue sanado de su enfermedad; Jesús oró, y se levantó de entre los muertos. Ezequías, después de levantarse de su enfermedad, aumentó sus años; y Jesús, después de su resurrección, recibió gran gloria. Ezequías, después de la prolongación de su vida, la muerte recibió dominio sobre él; pero Jesús, después de que resucitó, la muerte no volverá a tener dominio sobre él para siempre.

XVII

Josías también fue perseguido, como Jesús fue perseguido. Josías fue perseguido, y el faraón lo mató (2Re 23,29), y Jesús fue perseguido, y el pueblo que estaba cojo por sus pecados lo mató. Josías limpió la tierra de Israel de inmundicia; y Jesús limpió e hizo desaparecer la inmundicia de toda la tierra. Josías santificó y glorificó el nombre de su Dios; y Jesús dijo: "He glorificado y glorificaré su nombre" (Jn 12,28) Josías a causa de la iniquidad de Israel rasgó sus vestidos (2Re 22,11), y Jesús a causa de la iniquidad del pueblo rasgó el velo del santo templo (Mt 27,51). Josías dijo: "Grande es la ira que vendrá sobre este pueblo", y Jesús dijo: "Vendrá la ira sobre este pueblo, y caerán a filo de espada" (Lc 21,23-24). Josías echó fuera la inmundicia del santo templo; y Jesús echó fuera a los comerciantes inmundos de la casa de su Padre. Por Josías las hijas de Israel lloraron y se lamentaron, como dijo Jeremías: Oh hijas de Israel, llorad a Josías; y por Jesús lloraron y se lamentaron las hijas de Israel, como dijo Zacarías: La tierra estará de luto, familia sobre familia.

XVIII

Daniel también fue perseguido, como lo fue Jesús. Daniel fue perseguido por los caldeos, la congregación de los paganos. Jesús también fue perseguido por los judíos, la congregación de los malvados. Los caldeos acusaron a Daniel; y los judíos acusaron a Jesús ante el gobernador. A Daniel lo arrojaron al foso de los leones, y fue librado y salió de en medio ileso; y a Jesús lo hicieron descender al foso de la morada de los muertos, y ascendió, y la muerte no tuvo dominio sobre él. En cuanto a Daniel esperaban que cuando hubiera caído en el foso no volvería a subir; y en cuanto a Jesús dijeron: Puesto que ha caído, no volverá a levantarse. De hacer daño a Daniel se cerró la boca de los leones rapaces y destructores; y de hacer daño a Jesús se cerró la boca de la muerte, aunque rapaz y destructora de formas vivientes. Sellaron el foso de Daniel y lo guardaron con diligencia; y guardaron con diligencia el sepulcro de Jesús, como habían dicho: "Poned guardas para vigilar todo el sepulcro" (Mt 27,64). Cuando Daniel subió, sus acusadores se avergonzaron; y cuando Jesús resucitó, todos los que le habían crucificado se avergonzaron. El rey que juzgaba a Daniel se entristeció mucho (Dn 6,14) por la maldad de sus acusadores, los caldeos; y Pilato, que juzgaba a Jesús, se entristeció mucho porque sabía que los judíos le acusaban de malicia (Mt 28,18). Por la oración de Daniel, la cautividad de su pueblo subió de Babilonia; y Jesús por su oración hizo volver la cautividad de todas las naciones, Daniel interpretó las visiones y los sueños de Nabucodonosor; y Jesús explicó e interpretó las visiones de la ley y de los profetas. Cuando Daniel explicó la visión de Beltsasar, recibió autoridad sobre la tercera parte del reino; y cuando Jesús cumplió las visiones y los profetas, su Padre le entregó toda autoridad en el cielo y en la tierra. Daniel vio maravillas y pronunció secretos; y Jesús reveló secretos y cumplió lo que está escrito. Daniel fue llevado entre los rehenes en favor de su pueblo; y el cuerpo de Jesús fue un rehén en favor de todas las naciones. Por causa de Daniel, la ira del rey se apaciguó de los caldeos, de modo que no fueron asesinados; y por causa de Jesús, la ira del rey se aplacó. La ira de su Padre se aplacó de todas las naciones, para que no fueran asesinadas ni murieran a causa de sus pecados. Daniel rogó al rey, y él dio a sus hermanos, sus discípulos, autoridad sobre Satanás y su ejército. Daniel dijo acerca de Jerusalén, que hasta que las cosas fueran determinadas, ella permanecería en desolación; y Jesús dijo acerca de Jerusalén: "No quedará en ella piedra sobre piedra, por cuanto no conoció el día de su grandeza" (Lc 19,44). Daniel previó las semanas que quedarían para su pueblo; y Jesús vino y las cumplió.

XIX

Hananías y sus hermanos también fueron perseguidos, como lo fue Jesús. Hananías y sus hermanos fueron perseguidos por Nabucodonosor; y Jesús, el pueblo de los judíos, fue perseguido. Hananías y sus hermanos fueron arrojados al horno de fuego, y estaba frío como el rocío sobre los justos. Jesús también descendió al lugar de las tinieblas, y rompió sus puertas y sacó a sus prisioneros. Hananías y sus hermanos salieron del horno de fuego, y la llama quemó a sus acusadores; y Jesús revivió y salió de en medio de las tinieblas, y sus acusadores y los que lo crucificaron serán quemados en las llamas al final. Cuando Hananías y sus hermanos salieron del horno, Nabucodonosor el rey tembló y se asombró; y cuando Jesús se levantó de la morada de los muertos, el pueblo que lo crucificó estaba aterrorizado y tembló. Hananías y sus hermanos no adoraron la imagen del rey de Babilonia; y Jesús impidió que las naciones adoraran imágenes muertas. Por causa de Hananías y sus hermanos, las naciones y las lenguas glorificaron a Dios que los había librado del fuego (Dn 3,28-29), y por causa de Jesús, las naciones y las lenguas glorificarán a Dios que entregó a su Hijo, para que no viera corrupción. Sobre las vestiduras de Hananías y sus hermanos el fuego no tuvo poder; y sobre los cuerpos de los justos, que han creído en Jesús, el fuego no tendrá poder al final.

XX

Mardoqueo también fue perseguido, como Jesús fue perseguido. Mardoqueo fue perseguido por el malvado Amán; y Jesús fue perseguido por el pueblo rebelde. Mardoqueo por su oración liberó a su pueblo de las manos de Amán; y Jesús por su oración liberó a su pueblo de las manos de Satanás. Mardoqueo fue liberado de las manos de su perseguidor; y Jesús fue rescatado de las manos de sus perseguidores. Porque Mardoqueo se sentó y se vistió de cilicio, salvó a Ester y a su pueblo de la espada; y porque Jesús se vistió de un cuerpo y fue iluminado, salvó a la Iglesia y a sus hijos de la muerte. Por causa de Mardoqueo, Ester agradó al rey, y entró y se sentó en lugar de Vasti, que no hizo su voluntad; y por causa de Jesús, la Iglesia es agradable a Dios, y ha entrado al rey, en lugar de la congregación que no hizo su voluntad. Mardoqueo amonestó a Ester que ella debía ayunar con sus doncellas, para que ella y su pueblo pudieran ser librados de las manos de Amán; y Jesús amonestó a la Iglesia y a sus hijos a ayunar, para que ella y sus hijos pudieran ser librados de la ira. Mardoqueo recibió el honor de Amán, su perseguidor; y Jesús recibió gran gloria de su Padre, en lugar de sus perseguidores que eran del pueblo necio. Mardoqueo pisó el cuello de Amán, su perseguidor; y en cuanto a Jesús, sus enemigos serán puestos debajo de sus pies. Delante de Mardoqueo, Amán proclamó: "Así se hará al hombre, en honra a quien el rey se agradare" (Est 6,11), y en cuanto a Jesús, sus predicadores salieron del pueblo que lo perseguía, y dijeron: "Éste es Jesús, el Hijo de Dios" (Mt 27,54). La sangre de Mardoqueo fue demandada de la mano de Amán y sus hijos; y la sangre de Jesús, sus perseguidores la tomaron sobre sí mismos y sobre sus hijos (Mt 27,25).

XXI

Estos memoriales que os he escrito, amados míos, acerca de Jesús que fue perseguido, y de los justos que fueron perseguidos, son para que los que hoy son perseguidos por causa de Jesús perseguido, puedan ser consolados, porque él escribió para nosotros y él mismo nos consoló; porque él dijo: "Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán. Y por esto os perseguirán, porque no sois del mundo, como tampoco yo fui de él. Porque él escribió antes para nosotros: Vuestros padres, vuestros hermanos y vuestra familia os entregarán, y todos os odiarán por causa de mi nombre" (Lc 21,16-17). Y otra vez nos enseñó: Cuando os lleven ante gobernantes, ante magistrados y ante reyes que gobiernan el mundo, no penséis de antemano qué habréis de decir ni cómo os defenderéis; y os daré boca y sabiduría, para que vuestros enemigos no os puedan vencer; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo de vuestro Padre; él hablará en vosotros. Este es el espíritu que habló por boca de Jacob a Esaú, su perseguidor; y el espíritu de sabiduría que habló delante del faraón por boca de José, el perseguido; y el espíritu que habló por boca de Moisés en todos los prodigios que hizo en la tierra de Egipto; y el espíritu de conocimiento que fue dado a Josué hijo de Nun, cuando Moisés puso su mano sobre él, y las naciones que le perseguían fueron destruidas por completo delante de él; y el espíritu que pronunció salmos por boca de David, el perseguido, con el cual solía cantar salmos y calmar a Saúl, su perseguidor, del espíritu malo; y el espíritu que se vistió sobre Elías, y por medio de él reprendió a Jezabel y a Acab, su perseguidor; y el espíritu que habló en Eliseo, y profetizó, y dio a conocer al rey su perseguidor todo lo que había de acontecer en lo sucesivo; y el espíritu que ardía en la boca de Micaías cuando reprendió a Acab su perseguidor, diciendo: "Si te volvieres, el Señor no ha hablado por mí" (1Re 22,28), y el espíritu que fortaleció a Jeremías, para que se mantuviera firme, y con él reprendió a Sedequías; y el espíritu que preservó a Daniel y a sus hermanos en la tierra de Babilonia; y el espíritu que liberó a Mardoqueo y a Ester en el lugar de su cautiverio.

XXII

Escucha, amado mío, estos nombres de mártires, de confesores y de perseguidos. Abel fue asesinado, y su sangre clamó desde la tierra. Jacob fue perseguido , y huyó y se convirtió en un exiliado. José fue perseguido, y vendido y arrojado a la cisterna. Moisés fue perseguido, y huyó a Madián. Josué, el hijo de Nun, fue perseguido, e hizo la guerra. Jefté, Sansón, Gedeón y Barac, también fueron perseguidos. Estos son aquellos de quienes el bendito apóstol dijo: "Me falta tiempo para narrar sus victorias" (Hb 11,32), David también fue perseguido a manos de Saúl, y anduvo en las montañas, en las guaridas y en las cuevas (Hb 11,38). Samuel también fue perseguido, y lloró por Saúl. Además, Ezequías fue perseguido y atado en aflicción. Elías fue perseguido y caminó por el desierto. Eliseo fue perseguido y se convirtió en un exiliado; y Micaías fue perseguido y arrojado a la cárcel. Jeremías fue perseguido y lo arrojaron al pozo de lodo. Daniel fue perseguido y arrojado al foso de los leones. Ananías también y sus hermanos fueron perseguidos y arrojados al horno de fuego. Mardoqueo y Ester y los hijos de su pueblo fueron perseguidos a manos de Amán. Judas Macabeo y sus hermanos fueron perseguidos y también soportaron oprobio. Los siete hermanos, hijos de la bendita mujer, soportaron tormentos con amargos azotes (2Mac 7,1), y fueron confesores y verdaderos mártires, y Eleazar, anciano y avanzado en años como era, demostró ser un noble ejemplo e hizo su confesión y se convirtió en un verdadero mártir (2Mac 6,18).

XXIII

Grande y excelente es el martirio de Jesús. Él superó en aflicción y en confesión a todos los que lo precedieron o lo siguieron. Y después de él vino el fiel mártir Esteban, a quien los judíos apedrearon. Simón Pedro y Pablo también fueron mártires perfectos. Y Santiago y Juan siguieron los pasos de su maestro Jesucristo. También otros de los apóstoles después en varios lugares confesaron y demostraron ser verdaderos mártires. Y también en lo que respecta a nuestros hermanos que están en Occidente, en los días de Diocleciano vino gran aflicción y persecución a toda la Iglesia de Dios, que estaba en toda su región. Las Iglesias fueron derribadas y desarraigadas, y muchos confesores y mártires hicieron confesión. Y el Señor se volvió con misericordia hacia ellos después de que fueron perseguidos. Y también en nuestros días estas cosas nos sucedieron también a causa de nuestros pecados; pero también para que se cumpliera lo que está escrito, tal como dijo nuestro Redentor: "Estas cosas deben suceder". El apóstol también dijo: "También sobre nosotros está puesta esta nube de confesión" (Hb 11,1), que es nuestro honor, en la cual muchos confiesan y son muertos.