EUSEBIO DE CESAREA
Preparación al Evangelio

LIBRO XII

Nuestro libro XII de la Preparación al Evangelio suplirá ahora, a partir de ahora, lo que faltaba en el libro precedente, como prueba de la conformidad de Platón con los oráculos hebreos, como la armonía de una lira bien afinada. Comenzaremos con una defensa de nuestra fe, que es vilipendiada entre la multitud.

I
La vida sencilla de los hebreos, según Platón

Dice Platón que sería otra cuestión si uno tiene razón o no al criticar las constituciones de Lacedemonia y Creta. Sin embargo, tal vez yo sea más capaz que cualquiera para decir lo que la mayoría de la gente dice de ellas. Porque si sus leyes están, aunque sea medianamente, bien redactadas, una de las mejores debe ser una ley que no permita a ningún joven preguntar qué es lo que está bien o mal en ellas, sino que ordene a todos con una sola voz y una sola voz que todo está bien resuelto por designación de los dioses. Y si alguien dice lo contrario, no deben soportar escucharlo en absoluto. Pero si un anciano observa algún defecto en sus leyes, puede discutir tales asuntos con un gobernante y alguien de su misma edad, sin que esté presente ningún joven.

Con razón, pues, las Escrituras hebreas, en un tiempo anterior, exigían la fe antes de la comprensión o del examen de las Sagradas Escrituras, donde dice: "Si no creéis, no entenderéis", y otra vez: "Creí, y por eso hablé".

Por esta razón, también entre nosotros, a los recién admitidos y de un estado inmaduro, como si fueran niños de alma, se les enseña la lectura de las Sagradas Escrituras de una manera muy sencilla, con el mandato de que deben creer lo que se les presenta como palabras de Dios. Pero a los que están en un estado más avanzado y como si estuvieran encanecidos de mente, se les permite sumergirse en las profundidades y comprobar el significado de las palabras. De hecho, a estos los hebreos solían llamarlos deuterotistas, como intérpretes y expositores del significado de las Escrituras.

II
La fe, según Platón

Dice Platón que un hombre fiel vale su peso en plata y en oro, tras lo cual continúa diciendo:

"Decimos, pues, que un hombre así es mucho más valiente que otro en una guerra más dura, casi tanto como la justicia, la templanza y la sabiduría unidas al valor son mejores que el valor por sí solo. Porque nunca se encontraría a un hombre fiel y leal en las guerras civiles sin poseer todas las virtudes. Pero hay muchísimos mercenarios que están dispuestos a morir en la guerra, manteniéndose firmes y luchando, como dice Tirteo, la mayor parte de los cuales, con muy pocas excepciones, son violentos, injustos, insolentes y los más insensatos de la humanidad".

¿A qué conclusión nos lleva entonces nuestro razonamiento actual? ¿Y qué pretende dejar claro con estas afirmaciones? Evidentemente, esto: que ante todo, tanto el legislador enviado por el cielo en este país como en cualquier otro de la menor utilidad, promulgará siempre sus leyes con vistas principalmente a la mayor virtud: y esta es, como dice Teognis, la fidelidad en los peligros, que se podría llamar justicia perfecta.

Entre nosotros, también la Palabra de salvación, uniendo la sabiduría a la fe, alaba al hombre que está adornado con ambas, diciendo, en sus propias palabras: "¿Quién es, pues, el mayordomo fiel y prudente?", y otra vez: "Bien, siervo bueno y fiel, sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré". Ciertamente, en estos pasajes muestra claramente que aprueba no la fe irracional, sino la que se combina con las mayores virtudes, que son ciertamente la sabiduría y la bondad.

III
El alma, según Platón

Dice Platón que "en nuestros argumentos anteriores afirmamos oportunamente que las almas de los muertos tienen cierto poder después de la muerte y se interesan en los asuntos humanos".

En efecto, hay historias que tratan de estos asuntos, que son tediosas aunque verdaderas. Pero en estos temas, además de los otros informes que debemos creer, por ser tan numerosos y tan antiguos, también debemos creer a los legisladores que dicen que estas cosas son verdaderas, a menos que se demuestre que son completamente tontos.

En el libro de los Macabeos se dice también que el profeta Jeremías, después de morir, fue visto orando por el pueblo, como quien se preocupaba por los hombres de la tierra. Y Platón dice que debemos creer en estas historias.

IV
La enseñanza infantil, según Platón

Dice Platón que hay dos tipos de historias, una verdadera y otra falsa. Tras lo cual se pregunta: "¿Y debemos instruir a los niños en ambas cosas, o primero en lo falso?

"No entiendo", le dijo su interlocutor. Tras lo cual, dijo Platón: "¿No comprendes que lo primero que les contamos a los niños es una fábula? Y supongo que esto es, en general, una ficción, aunque también hay algo de verdad en ello. Y utilizamos las fábulas con los niños antes que con la gimnasia".

Así escribe Platón. Entre los hebreos, también es costumbre enseñar a los niños de alma las historias de las Sagradas Escrituras de una manera muy sencilla, como si fueran fábulas. Pero a los que tienen un hábito mental entrenado se les enseñan los puntos de vista más profundos y doctrinales de las historias mediante la llamada deuterosis y la explicación de los pensamientos que son desconocidos para la multitud.

V
Más sobre la enseñanza infantil, según Platón

Pregunta Platón a su interlocutor: "¿No sabéis entonces que el comienzo es la parte principal de toda obra, especialmente para cualquier mente joven y tierna? Porque a esa edad cualquier carácter que uno quiera imprimir en cada uno se forma e imparte con mayor facilidad".

"Así es", le responde éste.

¿Y debemos entonces permitir sin más que nuestros hijos escuchen fábulas casuales (compuestas por personas casuales) y que reciban en sus almas opiniones en su mayor parte opuestas a las que, cuando sean mayores, pensaremos que deben mantener?

"No debemos permitirlo de ninguna manera", le responde su interlocutor. Tras lo cual, concluye Platón:

"En primer lugar, pues, parece que debemos supervisar a los escritores de fábulas y aprobar cualquier buena fábula que puedan componer y rechazar cualquier otra que no lo sea. Y debemos persuadir a las nodrizas y a las madres para que les cuenten a sus hijos las que sean aprobadas y para que formen sus almas con las fábulas con mucho más cuidado que sus cuerpos con las manos. Pero la mayor parte de los cuentos que les cuentan ahora deben ser rechazados".

Los hebreos, antes de Platón, también habían tomado estas precauciones, pues quienes tenían un espíritu divino apto para discernir espíritus, aprobaban lo que se decía o escribía correctamente con la ayuda del Espíritu Santo. Y rechazaban lo contrario, como rechazaban las palabras de los falsos profetas. Además, era costumbre de los padres y las nodrizas calmar a sus hijos pequeños cantándoles los relatos más edificantes de las Sagradas Escrituras, como si fueran fábulas, con el fin de prepararlos de antemano para la religión que iban a aprender cuando se acercaran a la edad adulta.

VI
La convicción religiosa, según Platón

Cuenta Platón una historia muy bonita, que muchos considerarán un mito, pero yo una historia verdadera, pues lo que voy a decir os lo diré como si fuera verdad. Oigámosla:

"Había una ley que establecía que quien hubiera vivido una vida justa y santa debía partir después de la muerte a las Islas de los Bienaventurados, y vivir en perfecta felicidad, más allá del alcance de todos los males. Pero el hombre que había vivido una vida injusta e impía debía ir a la prisión de la venganza y el castigo, que ellos llaman tártaro".

Y de nuevo dice, un poco más adelante:

"Luego deben ser despojados de todas estas envolturas y juzgados de esta manera, porque su juicio debe ser después de la muerte. El juez también debe estar desnudo, es decir, muerto, examinando con su propia alma el alma misma de cada uno inmediatamente después de la muerte, cuando se haya despojado de todos sus parientes y haya dejado todas esas vestiduras atrás en la tierra, para que el juicio sea justo".

Y después añade:

"Esto, Calicles, es lo que he oído y creo que es verdad, y de estas historias deduzco la siguiente conclusión: la muerte, según me parece, no es otra cosa que la separación entre sí de dos cosas, el alma y el cuerpo. Y después de que se separan, cada uno de ellos conserva su propia condición casi igual a la que tenía cuando el hombre estaba vivo, el cuerpo tiene su propia naturaleza y los resultados de su tratamiento y sufrimientos son claramente visibles. Por ejemplo, si el cuerpo de un hombre era grande, ya sea por naturaleza o por entrenamiento o por ambas cosas mientras estaba vivo, su cadáver también será grande después de la muerte; y si era gordo, también lo será después de la muerte, y así sucesivamente".

Además, si era su costumbre llevar el pelo largo, su cadáver también tendrá el pelo largo. O si un hombre fue azotado a menudo y mostró rastros de las rayas en cicatrices en su cuerpo, ya sea por azotes o por heridas de otro tipo, cuando estaba vivo, su cuerpo después de la muerte puede verse con estas marcas. O si los miembros de un hombre se rompieron o deformaron durante la vida, lo mismo será visible también después de la muerte. En una palabra, cualquiera que fuera la condición del cuerpo de un hombre durante la vida, las mismas condiciones también son claramente visibles después de la muerte, ya sea todas o la mayoría de ellas durante un cierto tiempo.

Pues bien, esto es lo que, a juicio de Platón, sucede con el alma, pues "cuando está desprovista del cuerpo, en ella se ven todas las cosas, tanto las cualidades naturales como los efectos debidos a los hábitos de todo tipo que el hombre ha contraído en su alma". Oigamos el ejemplo que pone:

"Cuando los de Asia han comparecido ante el juez, los de Radamanto los detiene y examina el alma de cada uno, sin saber de quién es. Pero a menudo, cuando ha puesto las manos sobre el gran rey o algún otro rey o potentado, discierne que su alma no tiene parte sana, sino que está marcada con azotes y llena de cicatrices por perjurios e injusticias, de las cuales las acciones de cada hombre han dejado la huella en su alma, y toda torcida por la falsedad y la impostura, sin nada recto, porque ha sido criada sin sentido de la verdad, y por el poder, el lujo, la insolencia y la intemperancia de conducta ve el alma llena de deformidad y fealdad; a la vista de lo cual la envía directamente a la prisión en desgracia, donde a su llegada tendrá que soportar los castigos apropiados".

Ahora bien, todo hombre que está bajo castigo, si es castigado justamente por otro, debe o bien volverse mejor y aprovecharse de ello, o bien ser un ejemplo para los demás, para que los demás, al ver los sufrimientos que él soporta, puedan ser llevados por el terror a enmendarse. Es lo que explica Platón:

"Los que reciben beneficio cuando son castigados por los dioses y los hombres son aquellos cuyos pecados son remediables; pero, sin embargo, es mediante el dolor y el sufrimiento que reciben el beneficio tanto aquí como en el hades, porque de ninguna otra manera es posible liberarse de la iniquidad. Pero si algunos han sido culpables de los peores crímenes y se han vuelto incurables a causa de tales iniquidades, de ellos se hacen los ejemplos; y en la medida en que son incurables, ya no pueden recibir ningún beneficio para sí mismos, pero otros se benefician, que los ven soportar para siempre los mayores y más dolorosos y terribles sufrimientos por sus pecados, colgados allí en la prisión de hades como ejemplos señalados, un espectáculo y una advertencia para los malvados que de vez en cuando llegan allí. Y si lo que dice Polo es verdad, predigo que Arquelao será uno de ellos, y todos los demás tiranos que son como él".

Supongo que la mayoría de estos ejemplos han sido tomados de entre tiranos, reyes y potentados, y aquellos que han manejado los asuntos de los estados; porque éstos, a causa de su poder, cometen los crímenes más grandes e impíos.

Homero también da testimonio de esto, pues ha representado a los que sufren castigos eternos en el hades como reyes y soberanos, un Tántalo, un Sísifo y un Ticio. Pero a Tersites, o a cualquier otro villano común, ningún poeta lo ha representado como sujeto a castigos extremos como incurable; porque, supongo, no tenía el poder, y por lo tanto era más feliz que los que lo tenían. En realidad, los hombres que se vuelven excesivamente malvados son de la clase de los que tienen poder.

Sin embargo, nada impide que se encuentren hombres buenos incluso entre ellos, y los que se encuentran así son muy dignos de admiración. Porque es una cosa difícil, y muy loable, que un hombre que tiene gran poder para hacer el mal viva siempre una vida justa, y son pocos los de esta clase. Algunos los ha habido aquí y en otras partes, y no dudo que habrá otros, dotados de esta virtud de administrar con justicia todo lo que se les encomiende; y uno ha sido muy célebre en toda Grecia, Arístides hijo de Lisímaco; sin embargo, en su mayor parte, mi buen amigo, los hombres en el poder resultan malos.

Como decía, pues, cuando Radamanto se apodera de un hombre así, no sabe nada más sobre él, ni quién es ni de qué familia, sino sólo que es un villano; y al ver esto, lo envía al tártaro, con una insignia para mostrar si parece curable o incurable; y al llegar allí se somete al tratamiento adecuado a su caso.

A veces, después de ver otra alma que ha vivido una vida santa en compañía de la verdad, la de un hombre particular o la de cualquier otro (muy probablemente, me atrevo a decir, la de Calicles, el alma de un filósofo que se ocupó de su propio trabajo y no se ocupó de asuntos durante su vida), se alegra y la envía a las Islas de los Bienaventurados.

Éaco también hace lo mismo, y cada uno de estos dos se sienta a juzgar con una vara en la mano. Pero Minos, como supervisor, se sienta solo y sostiene un cetro de oro, como Ulises en Homero dice que lo vio, "sosteniendo un cetro de oro, mientras pronuncia el juicio de los muertos".

Por mi parte, me convencen estas historias, y pienso en cómo presentar mi alma ante el juez en la mejor condición posible. Así, renunciando a lo que la mayoría de los hombres consideran honores, intentaré, practicando realmente la verdad, vivir la mejor vida que pueda y, así, cuando llegue la muerte, morir. En ese sentido, sigo la línea de Platón, cuando dice:

"Exhorto a todos los hombres, en la medida de mis posibilidades, y a vosotros especialmente, a entrar en este modo de vida y en este conflicto, que declaro que vale más que todos los demás conflictos aquí en la tierra. Y os reprocho que no seáis capaces de ayudaros a vosotros mismos cuando os sobrevenga el proceso y el juicio de los que os he hablado hace un momento. Pero cuando os presentéis ante ese juez, el hijo de Egina, cuando os agarre y os lleve adelante, os quedaréis boquiabiertos y os quedaréis mareados allí, como yo aquí. Y quizá alguien os golpee en la mejilla hasta la vergüenza y os insulte de todas las maneras posibles".

Tal vez esto te parezca una fábula, como un cuento de viejas, y por eso lo desprecias. Y no habría nada extraño en despreciarlo, si mediante alguna búsqueda pudiéramos encontrar algo mejor y más verdadero.

Pero, como veis, aunque seáis los más sabios de los griegos, no sois capaces de demostrar que debamos vivir de otra manera que ésta, que parece ser también provechosa en el otro mundo. Pero, entre tantos argumentos, aunque todo lo demás haya sido refutado, sólo esto permanece inamovible: que hay que evitar con más cuidado hacer el mal que sufrirlo y, sobre todo, hay que esforzarse en no parecer bueno, sino en serlo , tanto en la vida privada como en la pública.

Así pues, Platón supuso que Éaco, Minos y Radamanto serían jueces de los muertos. A este respecto, la palabra de Dios dice que "todos deben comparecer ante el tribunal de Dios, para que cada uno reciba las cosas hechas mientras estaba en el cuerpo, según lo que haya hecho, sea bueno o malo". Y otra vez dice:

"En el día en que Dios juzgará los secretos de los hombres, quien pagará a cada uno conforme a sus obras. A los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, habrá vida eterna. Y a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia, habrá ira e indignación, tribulación y angustia sobre toda alma humana que obra lo malo, del judío primeramente, y también del griego, porque no hay diferencia".

VII
La prudencia religiosa, según Platón

Dice Platón que tengamos cuidado de que estas cosas no lleguen al conocimiento de los hombres sin educación, pues "no hay cuentos más ridículos que éstos para la multitud, ni más admirables e inspiradores para los bien dispuestos". Y es que, "aunque se repitan a menudo y se escuchen constantemente incluso durante muchos años, como el oro difícilmente se purifican por completo, con mucho tratamiento cuidadoso".

A este respecto, también entre nosotros dice la Palabra de salvación: "No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos". Y otra vez: "El hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura".

VIII
Los gobernantes, según Platón

Tilda Platón de locura en el individuo cuando "las buenas razones que hay en su alma no producen ningún efecto bueno, sino lo que es totalmente contrario a ellas". Todas estas cosas las clasificaría como las peores clases de ignorancia, tanto en un estado como en cada ciudadano individual, y no como la ignorancia de los artesanos, si entendéis, extranjeros, lo que quiero decir.

Quede, pues, establecido de esta manera, como acordado y declarado, que nada relacionado con el gobierno debe confiarse a aquellos ciudadanos que ignoran estas cosas, y se les debe reprochar su ignorancia, aunque sean muy hábiles en la argumentación y estén completamente entrenados en todas las habilidades y en todo lo que naturalmente tiende a la rapidez de entendimiento; mientras que aquellos que son de carácter opuesto a ellos deben ser llamados sabios, aunque, según el proverbio, no sepan leer ni nadar; y se les deben dar cargos de autoridad como a hombres sensatos.

Escuchemos, a este respecto, las propias palabras de Platón:

"Amigos míos, ¿cómo puede haber la más mínima sabiduría sin armonía? No es posible. Pero la más bella y la más grande de las armonías puede llamarse con toda justicia la más grande sabiduría; y de ésta participa el hombre que vive según la razón, mientras que el que carece de sabiduría es la ruina de su familia y de ningún modo un salvador para el estado, sino que, por el contrario, siempre se le considerará ignorante en tales asuntos".

Baste con esto para mi cita de las Leyes, pero en el Político el mismo autor también habla de lo siguiente sobre el tema de no estar en absoluto ansioso por nombres y frases: "Muy bien, Sócrates; y si continúas cuidándote de no preocuparte por los nombres, resultarás más rico en sabiduría en tu vejez".

IX
Los cargos públicos, según Platón

La Escritura hebrea presenta a Moisés en un primer momento como alguien que menosprecia el liderazgo del pueblo, por lo que le dijo a Aquel que conversaba con él: "Te ruego, Señor, que designes a otro que sea capaz, a quien tú envíes". Y después representa a Saúl ocultándose para evitar asumir el reino, y al profeta Jeremías como alguien que menosprecia humildemente su misión.

Ahora bien, escuchemos cómo Platón también confirma la razonabilidad de declinar el cargo, hablando de la siguiente manera:

"Esto, pues, oh Trasímaco, ahora está claro: ningún arte ni gobierno busca su propio beneficio, sino que, como dije antes, busca y ordena lo que es provechoso para el gobernado, teniendo en cuenta su ventaja, aunque sea el más débil, y no la del más fuerte. Por estas razones, querido Trasímaco, acabo de decir que nadie está dispuesto a aceptar un cargo por su propia voluntad y a encargarse de los problemas de los demás para enmendar los errores de los demás, sino que todos exigen una recompensa, porque quien pretende hacer justicia a su arte nunca practica ni ordena lo que es mejor para sí mismo, si sigue las reglas del arte, sino lo que es mejor para los gobernados. Por estas razones, según parece, debe haber un pago para aquellos que se supone que están dispuestos a aceptar el cargo, ya sea dinero u honor, o una multa si se niegan a hacerlo".

X
La justicia, según Platón

Considerando que los oráculos de los hebreos enseñan que sus profetas y hombres justos soportaron con valentía los más extremos insultos y ultrajes y toda clase de peligros, puedes aprender la concordancia de la opinión de Platón sobre este punto también de estas palabras suyas, que ha puesto en el libro II de la República:

"Siendo tal, pues, nuestra representación del hombre injusto, pongamos ahora en nuestro argumento al lado de él, en su nobleza y sencillez, un hombre, como dice Esquilo, cuya voluntad no es parecer bueno, sino serlo. Hay que quitarle la apariencia, porque si ha de parecer justo, recibirá honores y premios por parecerlo, y entonces será incierto si es justo por causa de la justicia o por causa de los premios y honores. Debemos despojarlo entonces de todo excepto de la justicia y hacer que su condición sea la inversa de la anterior. Aunque nunca haya cometido un mal, debe tener la reputación de haber cometido el peor de los delitos, para que su justicia pueda ser puesta a prueba estrictamente por su imperfección contra la infamia y sus consecuencias; y debe ser inquebrantablemente firme incluso hasta la muerte, siendo en realidad justo pero "con una reputación de injusto durante toda su vida".

Y poco después, añade:

"Déjame, pues, describirlo. Y Sócrates, si mi discurso es algo grosero, imagina que el que habla no soy yo, sino aquellos que alaban la injusticia por encima de la justicia. Y te dirán lo siguiente: en estas circunstancias, el hombre justo será azotado, torturado, encadenado, le arrancarán los dos ojos y, por último, después de sufrir toda clase de torturas, será crucificado y aprenderá que el hombre no debe desear ser justo, sino parecer justo".

Tal es la descripción que hace Platón con sus palabras, pero se dice que los justos y profetas entre los hebreos sufrieron en la práctica todo lo que él describe mucho antes. Porque, aunque eran los más justos, como si fueran los más injustos "fueron apedreados, aserrados, muertos a espada, vagaban con pieles de oveja y de cabra, desamparados, afligidos, atormentados, vagando por desiertos, montañas, cuevas y agujeros de la tierra, de los cuales el mundo no era digno".

Los apóstoles de nuestro Salvador, aunque seguían el camino más alto de la justicia y la piedad, fueron envueltos por la multitud en la reputación de injusticia, y lo que sufrieron lo podemos aprender de ellos mismos cuando dicen:

"Hemos sido hechos un espectáculo para el mundo, tanto para los ángeles como para los hombres. Y hasta esta hora presente tenemos hambre y sed, estamos desnudos, somos abofeteados y no tenemos morada segura; somos injuriados, bendecimos; somos perseguidos, sufrimos; somos difamados, rogamos: somos hechos como la escoria del mundo".

Hasta el día de hoy, los nobles testigos de nuestro Salvador en todo el mundo habitado por los hombres, mientras se esforzaban por "no parecer justos y piadosos, sino serlo", han soportado todos los sufrimientos que enumera Platón. Es decir, fueron azotados, soportaron cadenas y tormentos, e incluso les arrancaron los ojos y, finalmente, después de sufrir todos los terribles tormentos, fueron crucificados. No encontrarás a nadie como ellos si buscas entre los griegos, de modo que se puede decir naturalmente que el filósofo no hizo nada menos que profetizar con estas palabras acerca de aquellos que entre nosotros se distinguieron por la piedad y la verdadera justicia.

XI
Sobre el paraíso bíblico

Con palabras místicas, dice Moisés que al principio de la constitución del mundo había existido un cierto paraíso de Dios, y que en él el hombre había sido engañado por la serpiente a través de la mujer. Pues bien, escucha ahora lo que Platón, traduciendo casi directamente las palabras y hablando también alegóricamente, escribió en el Banquete.

En lugar del paraíso de Dios, Platón habla del "jardín de Zeus". Y en lugar de la serpiente y el engaño obrado por ella, supuso que "Penia (la pobreza) era la trama". Y en lugar del primer hombre, a quien el consejo y la providencia de Dios habían dispuesto como para su hijo recién nacido, Platón habló de "un hijo de Metis (el consejo) llamado Poros (la abundancia)". Y en lugar de decir "cuando este mundo estaba siendo constituido", Platón dijo "cuando nació Afrodita", hablando de esta manera alegórica del mundo, debido a la belleza con la que está revestido. Sin embargo, habla palabra por palabra de la siguiente manera:

"Cuando nació Afrodita, los dioses estaban celebrando un banquete, y entre los demás estaba Poros, hijo de Metis. Y después de la cena, Penia, como había un banquete, vino a mendigar y se quedó a la puerta. Así que Poros, ebrio de néctar, pues aún no había vino, fue al jardín de Zeus, donde estaba abrumado por el sueño. Entonces Penia, para aliviar su indigencia, planeó tener un hijo con Poros, y se acostó a su lado, y concibió a Eros".

Tales eran, pues, los pensamientos que en este pasaje también Platón insinuó oscuramente, imitando a Moisés.

XII
Sobre la creación del hombre y la mujer

Moisés dijo que Dios "para Adán no se encontró ayuda idónea para él". Entonces Dios "hizo que Adán cayera en un estado de éxtasis y lo dejó caer en un sueño profundo". Luego "tomó una de sus costillas y rellenó su lugar con carne". Y de la costilla que había tomado de Adán, el Señor Dios "formó una mujer".

Aunque Platón no comprendía en qué sentido se narraba la historia, evidentemente no la ignoraba,, y la presenta en el Banquete hablando de esta manera:

"Es necesario que conozcas la naturaleza humana y sus afectos. Pues nuestra naturaleza original de antaño no era la misma que ahora, sino de un tipo diferente. En primer lugar, los sexos de la humanidad eran tres, no dos como ahora, masculino y femenino, sino que había también un tercero que los combinaba a ambos, del cual el nombre permanece ahora, pero la cosa misma ha desaparecido. Pues Hermafrodita era entonces a la vez una forma real y un nombre combinado de ambos, el masculino y el femenino".

Más adelante, tras sus sarcasmos habituales, añade:

"Después de estas palabras, Zeus procedió a cortar a los hombres en dos, como quien corta manzanas para encurtir o huevos con pelos. Y de cada uno de los que cortó, le ordenó a Apolo que girara la cara y la mitad del cuello hacia el corte, para que al contemplar la sección de sí mismo, el hombre pudiera ser más obediente a la orden; también le ordenó que curara las otras partes".

XIII
Sobre la primitiva humanidad

Moisés describió la vida original de los nacidos en la tierra como una vida que transcurrió en el paraíso de Dios, y que Dios los guió en un curso de vida sin dinero ni posesiones, y que todas las cosas crecieron para ellos sin sembrar ni arar, y que ellos mismos estaban desprovistos de la ropa que adoptaron después.

Ahora bien, escuchemos al filósofo que está traduciendo estas mismas declaraciones al idioma griego. Dice, pues, Platón:

"Dios mismo era su pastor y guardián, así como ahora el hombre, siendo otro animal de naturaleza más divina, cuida de otras especies inferiores a él. Y mientras Dios era su gobernante, no había estados ni posesiones de esposas e hijos; porque todos surgieron de la tierra a una nueva vida sin recuerdo de su estado anterior; y no había cosas de esta clase actual, pero tenían frutos en abundancia tanto de árboles como de muchas plantas diversas, que no crecían de cultivo, sino que brotaban espontáneamente de la tierra. Vivían la mayor parte del tiempo al aire libre, sin ropa ni cama, porque sus estaciones estaban templadas de tal manera que no les causaban molestias, y tenían lechos mullidos, donde la hierba crecía en abundancia de la tierra. La vida de la que hablo, Sócrates, era la de la época de Cronos; pero la vida actual, que se dice que es en el reinado de Zeus, la conoces por tu propia experiencia".

XIV
Más sobre la primitiva humanidad

Moisés registró que "la serpiente era más astuta que todas las bestias", y cómo la serpiente habló a la mujer y la mujer a la serpiente.

Pues bien, esto es lo que ha expuesto Platón, sobre las persuasiones utilizadas por la serpiente:

"Si los hijos de Cronos, que tenían tanto tiempo libre y tanta habilidad para comunicarse con palabras no sólo con los hombres sino también con los animales, usaban todas estas ventajas con un gusto filosófico, conversando con los animales así como entre ellos y preguntando a toda naturaleza que, por la posesión de alguna facultad especial, discernía algo diferente de lo demás para añadir al acervo de sabiduría, es fácil decidir que los hombres de esa época eran diez mil veces mejores que los actuales en lo que se refiere a la felicidad. Pero si, llenándose hasta el tope de comida y bebida, hablaban entre ellos y con los animales de fábulas como las que ahora se cuentan de sí mismos, esto también, para expresar simplemente mi propia opinión, es muy fácil de decidir. Sin embargo, dejemos estas cuestiones hasta que aparezca algún informador competente que nos diga en qué dirección se inclinaban los hombres de esa época con respecto al conocimiento y al uso del lenguaje".

XV
Sobre el diluvio bíblico

Cuando Moisés hubo establecido un plan de legislación para los hombres, pensó que debía tener en su prefacio un relato de los tiempos antiguos. Y hace mención del diluvio y de la vida subsiguiente de la humanidad. También describe la vida social de los hombres de antaño entre los hebreos que eran amigos de Dios, y la de aquellos que demostraron lo contrario en sus ofensas, porque consideró que la narración de estas cosas sería un paralelo a su legislación.

De la misma manera, Platón, cuando se pone a escribir las leyes, sigue el mismo método que Moisés. En el prefacio de las Leyes, por ejemplo, se sirve de su relato de los tiempos antiguos, haciendo mención de un diluvio y del modo de vida después del diluvio. Escuchemos al menos lo que dice al comienzo del libro III de las Leyes:

—¿Crees entonces que hay alguna verdad en las antiguas tradiciones?
—¿Qué tradiciones?
—Que la humanidad ha sido destruida a menudo por inundaciones y enfermedades y muchas otras calamidades, en las que sólo quedó una pequeña porción de la raza humana.
—Ciertamente, todo el mundo piensa que todo esto es muy probable.
—Vamos, pues, a considerar una de las muchas destrucciones, a saber, la que fue causada por el diluvio.
—¿Qué punto debemos observar a este respecto?
—Que aquellos que escaparan de la destrucción en ese tiempo serían principalmente pastores de montaña, pequeñas chispas de la raza humana preservadas en las cimas de las colinas.
—Evidentemente.
—Además, estos hombres necesariamente deben desconocer tanto las otras artes como, especialmente, las artimañas de los hombres en las ciudades entre sí con respecto a la ventaja egoísta y la rivalidad, y todas las demás acciones malas que traman unos contra otros.
—Ciertamente es probable.
—Supongamos entonces que las ciudades asentadas en las llanuras y junto al mar fueran completamente destruidas en esa época. ¿No debemos decir entonces que se perdieron todos los instrumentos y que todo invento excelente relacionado con el arte, ya fuera político o de cualquier otro tipo, debió haber perecido en ese momento?

Y más adelante dice: "Digamos, pues, que en el tiempo en que la destrucción acababa de tener lugar, la condición de la humanidad era ésta: una desolación ilimitada y terrible, y una extensión muy grande de tierra fértil".

Después de estas y otras afirmaciones similares, continúa describiendo Platón la vida de la humanidad después del diluvio. Y luego, así como Moisés añade a la historia después del diluvio el estado civil de los piadosos hebreos de la antigüedad, de la misma manera Platón también, junto a las vidas de los que siguieron al diluvio, intenta describir los tiempos antiguos de la historia griega, como Moisés lo hace con los hebreos, mencionando la guerra de Troya, la primera constitución de Lacedemonia, los persas y los que habían vivido entre estos eventos, ya sea bien o mal: y luego, después de la narración de estas cosas, comienza su disposición de las leyes, siguiendo a Moisés en esto también.

XVI
Las cosas divinas y humanas, según Platón

Moisés hizo depender toda su legislación y la constitución de su estado de la piedad hacia el Dios del universo, e inauguró su legislación con el Creador de todo, y luego enseñó que del bien que es divino procede todo bien para el hombre, y remitió lo divino al espíritu gobernante del mundo, es decir, al mismo Dios de todo.

Veamos, pues, cómo también nuestro filósofo, siguiendo los mismos pasos, critica a los legisladores de los cretenses y lacedemonios, y enseña en toda la ley aprobada por Moisés, diciendo lo siguiente:

—¿Puedo entonces explicar cómo me hubiera gustado que definieras el asunto con más detalle?
—Por supuesto, extraño.
—Debías haber hablado así: No sin razón las leyes de los cretenses son especialmente celebradas entre todos los griegos, pues están correctamente redactadas, ya que hacen felices a quienes las usan, pues les proporcionan todos los bienes.

Ahora bien, añade Platón, los bienes son de dos clases: unos humanos y otros divinos. Los primeros dependen de los divinos; y si una ciudad acepta los mayores, gana también los menores; pero en caso contrario, se ve privada de ambos. Ahora bien, están en primer lugar los bienes menores, de los cuales el principal es la salud, y en segundo lugar la belleza, y en tercer lugar la fuerza del cuerpo para correr y todos los demás movimientos, y en cuarto lugar la riqueza, no la riqueza ciega, sino la de la vista aguda, si va acompañada de sabiduría.

En efecto, el primero y principal de los bienes divinos es la sabiduría, y después el hábito moderado del alma unido a la inteligencia; de éstos, unidos al valor, un tercer bien sería la justicia, y un cuarto el valor. Ahora bien, todos éstos están por naturaleza en un rango superior a los bienes corporales, y el legislador también debe darles este rango.

A continuación debe ordenar que todas las demás ordenanzas para sus ciudadanos sean consideradas por ellos como orientadas hacia estos bienes, y entre estos, lo humano debe mirar hacia lo divino, y todo lo divino hacia la mente gobernante.

En lo que respecta a los contratos mutuos de matrimonio, y luego en la procreación y crianza de los hijos, tanto varones como mujeres, debe cuidar de sus ciudadanos en la juventud y en los años maduros hasta la vejez, otorgándoles el honor o la deshonra correspondientemente, y después de haber observado y vigilado sus dolores, placeres y deseos en todos estos tipos de relaciones, y su búsqueda del amor de todo tipo, debe distribuir correctamente elogios o censuras por medio de las leyes mismas.

Después de una cuidadosa observación, el legislador designará guardianes sobre todos estos asuntos, algunos guiando su curso con sabiduría y otros con verdadera opinión, de modo que la inteligencia pueda unir todas estas ordenanzas y hacerlas subordinadas a la templanza y la justicia, no a la riqueza o la ambición.

Tras lo cual, concluye diciendo Platón:

"Es de esta manera que yo, oh extranjeros, hubiera deseado, y aún deseo, que describierais cómo en las llamadas leyes de Zeus y en las de Apolo Pitio, que promulgaron Minos y Licurgo, se contienen todas estas disposiciones, y qué ordenamiento en ellas es discernible para quien por habilidad y hábitos tiene experiencia en leyes, aunque para el resto de nosotros esto no está en absoluto claro".

Entre nosotros, también se dice: "Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas". Pero mucho antes de esto, Moisés también, habiendo comenzado con la doctrina acerca de Dios, y habiendo adaptado luego a ella su constitución del estado, y las reglas sobre los contratos, y las costumbres de la vida social... nombra como gobernantes y guardianes sobre ellos a todos aquellos que están consagrados a Dios, como hombres justos, odiadores de la arrogancia, "algunos guiando su curso por la sabiduría y algunos por la verdadera opinión".

XVII
La educación religiosa, según Platón

Dice Platón que el hombre que ha de sobresalir en algo debe practicar eso mismo desde su más tierna infancia, tanto en el deporte como en la seriedad, en cada particular perteneciente a la materia. Y pone algún ejemplo:

"Tomemos, por ejemplo, al hombre que ha de ser un buen agricultor o un constructor de algún tipo; uno debe jugar a construir casas para los niños, y el otro a labrar la tierra, y quien críe a cualquiera de ellos debe proporcionarle pequeñas copias de las verdaderas herramientas; y cualquier rama del conocimiento que se deba aprender de antemano, los niños deben comenzar a aprenderla; el carpintero, por ejemplo, debe aprender a medir con una regla o una cuerda, y el soldado a jugar a montar o a algún otro ejercicio similar; y mediante sus deportes el maestro debe tratar de llevar los placeres y deseos de los niños al punto que deben alcanzar para alcanzar su fin en la vida".

El punto principal en la educación, recuerda Platón, es el correcto "entrenamiento en la guardería", que conducirá mejor el alma del niño en su juego al amor de aquello en lo que, cuando se haya convertido en un hombre, necesitará ser perfecto en la excelencia de su trabajo.

Pues bien, esto es también lo había ordenado previamente Moisés, diciendo: "Estas palabras que yo te mando hoy, estarán en tu corazón y en tu alma, y las pondrás en práctica en tus hijos". Esto suelen hacer los hebreos, educando a todos sus niños desde temprana edad en los preceptos de la religión, y esto se practica celosamente hasta el tiempo presente de acuerdo con una costumbre ancestral en la nación judía.

XVIII
La verdadera educación, según Platón

Invita Platón a no dejar que lo que llamamos educación sea indefinido. Pues ahora, cuando censuramos o alabamos la forma en que cada uno ha sido educado, decimos que uno de nosotros es culto y el otro, inculto, aunque a veces son hombres muy bien educados para el comercio minorista o la vida de patrón de barco o cualquier otra profesión similar. Pues en nuestro discurso actual, según parece, no consideramos esto como educación, sino esa formación en la virtud desde la infancia, que hace que el hombre desee y anhele convertirse en un ciudadano perfecto, que sepa gobernar y obedecer con justicia.

Éste es el entrenamiento que, según Platón, designa nuestro modo actual de hablar, y que solo nos permitiría llamar educación; pero aquello que apunta a la riqueza o a la fuerza o incluso a cualquier tipo de habilidad aparte de la inteligencia y la justicia, lo considera mecánico e iliberal y no digno de ser llamado educación en absoluto.

En efecto, no discutamos con ellos sobre el nombre, sino que sigamos con el modo actual de hablar que acordamos entre nosotros, es decir, que quienes han sido educados correctamente generalmente se convierten en hombres buenos. Por eso nunca debemos menospreciar la educación, ya que es de todas las cosas más nobles la primera que llega a los mejores hombres; y si alguna vez transgrede, pero es posible reformarla, eso es lo que cada hombre debe hacer con todo su poder a lo largo de la vida.

En el libro II de las Leyes, añade Platón:

"Por educación entiendo entonces la virtud que surge primero en los niños. Es decir, si el placer, la amistad, el dolor y el odio se engendran correctamente en sus almas cuando todavía no son capaces de razonar, y, cuando han alcanzado la razón, concuerdan con su razón en que han sido correctamente educados con hábitos adecuados. Esta armonía es la virtud en su conjunto, pero la parte de ella debida a la correcta educación con respecto a los placeres y los dolores, de modo que se odie lo que se debe odiar, desde el principio hasta el fin, y se ame lo que se debe amar, si se elimina sólo esta parte con tu argumento y se llama educación, según mi juicio usarás correctamente el nombre".

Así habla Platón. Pero también David se anticipa a él en los salmos, cuando, al enseñarnos a "odiar lo que debemos odiar y amar lo que debemos amar", dice lo siguiente: "Venid, hijos, escuchadme: os enseñaré el temor del Señor. ¿Quién es el hombre que desea la vida y quiere ver días buenos? Guarda tu lengua del mal y tus labios que no hablen engaño. Apártate del mal y haz el bien; busca la paz y síguela".

Salomón también dice de la misma manera: "Escuchad, hijos, la instrucción de un padre, porque os doy un buen regalo; no olvidéis mis leyes", y también: "Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia; no la olvidéis", y: "Di que la sabiduría es tu hermana; adquiere inteligencia para tu amiga íntima", y también: "No entres en los caminos de los impíos, ni envidies el camino de los transgresores".

Encontraréis otros innumerables pasajes similares en las Escrituras hebreas, adecuados para enseñar la adquisición de la piedad y la virtud, y adecuados por igual para los jóvenes y los adultos.

XIX
Los mundos divino y humano, según Platón

La respuesta de Dios a Moisés fue: "Mira, haz todas las cosas según el modelo que te fue mostrado en el monte". Y la palabra sagrada afirmó más claramente: "Quien sirvió como copia y sombra de las cosas celestiales"; y enseñó que los símbolos en los escritos de Moisés contienen claramente una imagen de las realidades más divinas en el mundo inteligible.

Ahora bien, escuchad cómo Platón también da interpretaciones similares en el libro VI de la República, escribiendo lo siguiente:

"El filósofo, entonces, al comunicarse con Dios y con el orden del mundo, se vuelve ordenado y divino, en la medida en que es posible para el hombre: la calumnia, sin embargo, abunda en todas las cosas. Si, pues, alguna vez se le hace necesario estudiar cómo introducir lo que ve en ese mundo en los hábitos de la humanidad, tanto en la vida privada como en la pública, y así moldear a los demás tanto como a sí mismo, ¿crees que será considerado un mal artífice de la templanza, la justicia y la virtud cívica en general? Pero si la multitud comprende que lo que decimos de él es verdad, ¿se enojarán con los filósofos? ¿No nos creerán cuando decimos que un estado nunca puede ser próspero, a menos que sea planeado por artistas que sigan el modelo divino? Tomarían un estado y la naturaleza moral del hombre como una tabla, y antes que nada harían una tabla limpia, lo cual no es en absoluto una tarea fácil. Sin embargo, sabéis que los filósofos se diferenciarían inmediatamente de los demás hombres en este punto, en que no estarían dispuestos a tocar ni al individuo ni al estado, ni a formular leyes, antes de haber recibido o haberlo hecho ellos mismos, una tabla limpia. Entonces, ¿no creéis que esbozarían el plan de la constitución? Y supongo que, al elaborarlo, con frecuencia mirarían hacia un lado y hacia el otro, tanto hacia lo que es esencialmente justo y bello y templado y todo lo de ese tipo, y luego hacia el otro lado, hacia lo que se encuentra en los hombres, y pondrían sobre su tabla la semejanza de un hombre haciendo una combinación y mezcla de las diversas formas de vida, y tomando su diseño de aquello que, cuando se encarnó en el hombre, Homero llamó la forma y semejanza de Dios. Y supongo que borrarían un rasgo y pintarían otro, hasta que hicieran los caracteres humanos lo más agradables posible a Dios".

XX
La educación juvenil, según Platón

Dice Platón que "por tercera o cuarta vez su argumento ha llegado al mismo punto, a saber: que la educación es atraer y conducir a los niños hacia aquello que la ley ha declarado como la razón correcta, y que los mejores y más ancianos hombres han aprobado por experiencia como verdaderamente correcto".

En efecto, para que el alma del niño no se acostumbre, en sus alegrías y tristezas, a ir contra la ley y las reglas que ella establece, sino que se conforme a ellas regocijándose y entristeciéndose por las mismas cosas que el anciano, para este propósito, que estas cosas que llamamos canciones sean ahora en realidad encantos para el alma, seriamente diseñadas con vistas a la armonía de la que hablamos; pero como las almas de los jóvenes no pueden soportar la seriedad, que se las llame y se las trate como obras de teatro y canciones, así como los que están a cargo tratan de ofrecer a los enfermos y debilitados del cuerpo el alimento que es bueno para ellos en algunas clases de comida y bebida agradables, pero lo que es malsano en cosas desagradables, para que les gusten las unas y se les enseñe correctamente a desagradar las otras.

Y de la misma manera el buen legislador persuadirá, y, al no poder persuadir, obligará al poeta a representar correctamente mediante un lenguaje noble y digno de elogio tanto los gestos en sus ritmos como la música en sus armonías de los hombres templados, valientes y completamente buenos.

Es lo que dice Platón. Y con razón, también entre nosotros los niños son educados para practicar los cantos compuestos por los profetas divinos y los himnos dirigidos a Dios.

XXI
La rectitud, según Platón

Dice Platón que los poetas no dejan de repetir que el hombre bueno, por ser templado y justo, es feliz y bendecido, ya sea alto y fuerte, o pequeño y débil, y ya sea rico o pobre. Tras lo cual añade que, "si por casualidad Midas y Cíniras le superan en riquezas, y si fuera injusto, entonces sería miserable y viviría una vida miserable". Y concluye que:

"Nunca alabaría ni consideraría en nada a un hombre que no combinó la justicia con la práctica y consecución de todas las cosas consideradas honorables, ni si, aún siendo un hombre justo, se mantiene cerca y se esfuerza por alcanzar al enemigo. Si ese tal es injusto, no debería decirse jamás que alguna de sus obras es buena, porque las cosas llamadas buenas, por muchos no tienen derecho a ese nombre".

Tras lo cual, aporta Platón su propia explicación:

"Porque la salud es llamada la mejor, y la belleza la segunda, y la riqueza la tercera; y otras innumerables cosas son llamadas buenas, como la vista y el oído rápidos, y el estado sensible y sano de todos los órganos conectados con los sentidos, y también ser un tirano y hacer lo que a uno le plazca, y luego se dice que la consumación de toda bienaventuranza es haber adquirido todas estas cosas y luego llegar a ser inmortal lo antes posible".

"Pero tú y yo decimos que para los justos y santos todas estas cosas son excelentes, pero para los injustos todas ellas son grandes males, empezando por la salud. Porque, en efecto, tener vista, oído y sensibilidad y vivir en absoluto son los mayores males para un hombre que posee todos los llamados bienes sin la justicia y la virtud en general, si ha de ser inmortal para siempre, pero un mal menor si tal persona sobrevive el menor tiempo posible".

"Éstas son, pues, las cosas que supongo que persuadirás y obligarás a tus poetas a decir, como yo lo hago, y también a hacer que sus ritmos y armonías correspondan a ellas, para educar así a tus jóvenes. ¿No lo ves? Porque digo claramente que las cosas llamadas malas son buenas para los injustos, pero malas para los justos; y las cosas buenas para los buenos son realmente buenas, pero malas para los malos. Como te preguntaba antes, ¿estamos de acuerdo tú y yo, o qué dices tú?".

Estos pensamientos no son muy distintos de los salmos de David, que había compuesto previamente por inspiración divina, enseñando con cánticos e himnos quién es el hombre verdaderamente bienaventurado y quién lo contrario. Éste, al menos, es el pensamiento con el que comienza su Libro, donde dice: "Bienaventurado el hombre que no sigue el consejo de los impíos", y así sucesivamente.

Esto último es lo que Platón ha alterado, cuando declara que los poetas deberían decir: "El hombre bueno, siendo templado y justo, es feliz y bienaventurado, y si un hombre es rico pero injusto, es miserable".

David expresó este mismo pensamiento en los salmos, diciendo: "Si abundan las riquezas, no pongáis el corazón en ellas", y también: "No temas cuando un hombre se enriquece, y cuando aumenta la gloria de su casa".

Cuando tengas tiempo, podrás encontrar cada uno de los dichos del filósofo expresados palabra por palabra en toda la sagrada escritura de los salmos.

XXII
La música, según Platón

Dice Platón que, sobre la música, es cierto y digno de consideración que fuera posible, sobre tales temas, que "un hombre de valor firme consiguiera que se establecieran canciones por ley que naturalmente produjeran una conducta correcta". Pero esto, añade el filósofo, "sería trabajo para un dios o algún hombre parecido a un dios".

Con razón, pues, se había decretado también entre los hebreos que no se admitieran otros himnos y canciones en las instrucciones religiosas que los que habían sido compuestos bajo la influencia del Espíritu Santo por hombres de Dios y profetas, y la música correspondiente a estos cantada en la manera acostumbrada entre ellos.

XXIII
El teatro, según Platón

Dice Platón que está de acuerdo con la multitud, en que la música debe ser juzgada por el placer. Pero no por el placer de personas casuales, sino de las personas que están bien educadas, y especialmente los que se deleitan tanto en la virtud como en la educación. Tras lo cual, enlaza con el tema del teatro y de la crítica teatral:

"El juez veraz no debe juzgar por lo que aprende en el teatro, cuando el tumulto de la multitud y su propia ignorancia lo sacan de sus casillas; ni, si, por el contrario, sabe lo que es correcto, debe, por ingenuidad y cobardía, emitir un juicio falso con la misma boca con la que invocó a los dioses antes de proceder a dictar sentencia. El juez no está allí como aprendiz, sino, según el derecho, como maestro de los espectadores y para oponerse a quienes no complacen a los espectadores de manera adecuada ni justa".

Entre los hebreos, también en la antigüedad, no era parte de la multitud juzgar los discursos pronunciados por inspiración divina y los cánticos inspirados, sino que eran pocas y raras personas, participantes ellas mismas de un espíritu divino, aptas para juzgar lo que se decía, a quienes solo se les permitía aprobar y consagrar los libros de los profetas, y rechazar aquellos de hombres de carácter diferente a ellos.

XXIV
La fiesta, según Platón

Dice Platón que el propósito original de su argumento, que es "mostrar en un lenguaje apropiado la ayuda que se debe brindar al Coro de Dioniso", ha sido expuesto lo mejor que he podido. Consideremos, entonces, si esto se ha hecho correctamente.

Supongamos que una fiesta de esta clase necesariamente termina por volverse cada vez más tumultuosa a medida que se bebe, exactamente lo que supusimos al principio que debe ocurrir necesariamente en las circunstancias que ahora estamos discutiendo. Sí, y cada hombre se eleva con mayor alivio por encima de sí mismo, y se alegra, y se llena de gran confianza y de falta de voluntad para escuchar a sus vecinos en tal estado, y pretende ser competente para gobernarse a sí mismo y a todos los demás.

¿No dijimos, pues, que en estas circunstancias las almas de los bebedores, volviéndose como el hierro calentado en el fuego, se vuelven más blandas y jóvenes, hasta el punto de ser manejables por aquel que tiene a la vez el conocimiento y el poder de educarlas y moldearlas como cuando eran jóvenes? Y que este modelador es el mismo que en su juventud (es decir, el buen legislador, que debe hacer leyes para el banquete), capaz de dar un giro completamente opuesto a la voluntad del hombre que se está volviendo confiado, audaz e impúdico más allá de los límites, y se niega a someterse al orden y a su tendencia al silencio, a la palabra, a la bebida y al canto; leyes capaces también de inspirar con justicia ese temor más noble, que resiste con firmeza la entrada de la indecorosa audacia, ese temor divino al que hemos dado los nombres de reverencia y vergüenza?

Con razón, pues, se ha establecido como costumbre tradicional para nosotros también en nuestras fiestas cantar canciones e himnos compuestos en honor de Dios, estando el orden apropiado a cargo de aquellos que son guardianes entre nosotros.

XXV
El uso del vino, según Platón

Dice Platón que, si alguna ciudad se propone practicar la costumbre ahora mencionada de una manera legal y ordenada, con un cuidado ansioso por el bien de la templanza, y se mantiene alejada de otros placeres, y forma planes para controlarlos, de esta manera "todos pueden ser usados".

No obstante, dice Platón que si el motivo es la pura diversión, para que cualquiera beba, y cuando quiera, y con quien quiera, con el acompañamiento de cualesquiera otras costumbres que quiera, "nunca me uniría al voto de que esta ciudad o este hombre deberían participar alguna vez en la bebida, sino que yendo incluso más allá de la costumbre de los cretenses y lacedemonios, votaría por la ley de los cartagineses, de que nadie cuando esté en el campamento pruebe vino nunca, sino que se acostumbre a beber agua todo el tiempo".

Opina Platón, pues, que en ninguna ciudad los esclavos y esclavas prueben el vino, ni los magistrados durante el año en que estén en funciones, ni los pilotos durante el tiempo de servicio, ni nadie que venga a deliberar en un consejo importante, ni "nadie en absoluto durante el día, a menos que sea por entrenamiento físico o enfermedad", ni "tampoco por la noche, si es el momento de engendrar hijos".

También se podrían mencionar muchas otras razones por las que quienes se adhieren a la razón y a la ley no deben beber vino, de modo que, según este principio de Platón, ninguna ciudad tendría necesidad de muchas viñas, pero las otras formas de cultivo y todo el modo de vida estarían debidamente regulados.

Moisés también anticipa esto al decretar que los sacerdotes no deben probar vino en el momento de su servicio religioso, diciendo: "No beberéis vino ni sidra, tú y tus hijos contigo, cuando entréis en la tienda del testimonio, o cuando os acerquéis al altares". El mismo autor también da una ley para aquellos que hacen un voto, diciendo: "Cualquiera, sea hombre o mujer, que haga un voto especial de autodedicación a la pureza al Señor, se apartará del vino y de la sidra, y no beberá vinagre de vino ni vinagre de sidra".

Salomón también prohíbe el uso del vino a los gobernantes y jueces, diciendo: 'Haced todas las cosas con deliberación, y bebed vino con deliberación. Los príncipes apasionados, que no beban vino, no sea que bebiendo olviden la sabiduría y los problemas".

El apóstol Pablo también da permiso a Timoteo a causa de las enfermedades, diciendo: "Usa un poco de vino por causa de tu estómago y de tus frecuentes enfermedades".

XXVI
Las costumbres bárbaras, según Platón

Dice Platón que, si ha habido en los siglos ilimitados del pasado, o hay incluso ahora en alguna región bárbara que se encuentra lejos de nuestra vista, o habrá en el futuro una necesidad de que hombres eminentes en filosofía se hagan cargo de un estado, "estoy dispuesto a argumentar hasta la muerte en defensa de esta afirmación, que la constitución que he descrito ha existido, y todavía existe, y existirá, siempre que la musa misma se convierta en dueña del estado". Y da el porqué: "Porque no es imposible que se convierta en dueña, ni mis descripciones imposibles".

XXVII
El autocontrol pasional, según Platón

Pregunta Platón qué sucede con el hombre en relación consigo mismo, y se pregunta: ¿Debe estar dispuesto como enemigo hacia un enemigo, o qué decimos en este caso? Tras lo cual, aporta él mismo la respuesta:

"Oh extranjero ateniense, no quisiera llamarte ático, ya que me pareces más bien digno de ser llamado con el nombre de la diosa, porque has aclarado el argumento al devolverlo correctamente a su primer principio, de modo que reconocerás más fácilmente que teníamos toda la razón hace un momento al decir que todos los hombres son enemigos de todos, tanto en público como en privado, y cada uno enemigo de sí mismo. También en este último caso, amigo mío, la conquista de uno mismo es la primera y más noble de todas las victorias, pero ser derrotado por uno mismo es a la vez la derrota más vil y peor de todas. Porque esto es una señal de que hay una guerra en marcha contra nosotros mismos en cada uno de nosotros".

Tras otra serie de pasajes, añade este diálogo:

—¿No debemos entonces considerarnos a cada uno de nosotros como uno solo?
—Sí.
—¿Pero como teniendo en sí dos consejeros, antagónicos y necios, a los que llamamos placer y dolor?
—Eso es cierto.
—Además de estas dos opiniones, hay ciertas opiniones sobre las cosas futuras, que en general se llaman expectativas; pero, en particular, la expectativa de dolor se llama temor y la expectativa de lo contrario, confianza. Además, con todas ellas hay un cálculo para determinar cuál de ellas es mejor o peor, y cuando este cálculo se convierte en decreto común de un estado, se llama ley".

Tras lo cual, da su conclusión:

"Sabemos que estas afecciones son como cuerdas que nos atraen hacia dentro y que, al ser opuestas entre sí, nos llevan por caminos diferentes hacia acciones opuestas; y en esto radica la distinción entre la virtud y el vicio. La razón afirma que hay una de estas atracciones a la que todo hombre debe ceder siempre y no soltarla nunca, sino tirar contra las otras cuerdas; y que esta es la guía dorada y sagrada de la razón, llamada ley pública del estado; y que las demás son duras y de hierro, pero esta es blanda, por ser de oro (y de una sola forma), mientras que las demás son como todas las clases de formas. Por lo tanto, debemos participar siempre de la mejor guía, la de la ley. Porque, puesto que la razón es bella y suave y no violenta, su guía necesita ayudantes, para que en nosotros la clase dorada de motivos prevalezca sobre las otras clases".

"De esta manera se mantendría la fábula de la virtud, que nos presenta como marionetas, y se aclararía en cierto modo el sentido de la expresión de que un hombre es mejor o peor que él mismo. En lo que respecta a un estado o a un individuo, este último, habiendo encontrado en sí mismo un principio verdadero en lo que respecta a esta atracción por medio de cuerdas, viviría en obediencia a él, y un estado, habiendo aprendido el principio, ya sea de algún dios o de este mismo individuo así informado, lo establecería como ley para actuar tanto consigo mismo como con todos los demás estados. De este modo, el vicio y la virtud quedarían más claramente distinguidos para nosotros".

Entre nosotros, también la palabra de Dios enseña doctrinas semejantes, diciendo: "Me deleito en la ley de Dios según el hombre interior, pero veo otra ley en mis miembros que lucha contra la ley de mi mente", y otra vez: "Sus pensamientos los acusan o los excusan unos a otros". En la misma medida, otros pasajes son similares a estos.

XXVIII
La causa de los males, según Platón

Dice Platón que, si se descubriera que el alma es más antigua que el cuerpo, las propiedades del alma también serían más antiguas que las del cuerpo. Y que, si esto es así, "los temperamentos, las disposiciones, los deseos, los razonamientos, las opiniones verdaderas, las meditaciones y los recuerdos deben haber sido anteriores a la longitud, la anchura, el grosor y la fuerza de los cuerpos, si el alma es anterior al cuerpo".

Tras lo cual, Platón se pregunta: ¿No debemos entonces conceder lo que se sigue inmediatamente de esto, que el alma es la causa de todo lo que es bueno y malo, noble y vil, justo e injusto, y de todos los opuestos, si suponemos que ella es la causa de todas las cosas?

Basten estas citas del libro X de las Leyes de Platón, con las que Moisés coincide frecuentemente en sus leyes, diciendo: "Si un alma peca y comete una trasgresión", y todos los demás pasajes expresados por él en forma similar.

XXIX
La verdadera filosofía, según Platón

La Escritura hebrea dice que "es bueno para el hombre llevar el yugo en su juventud, pues se sentará solo y guardará silencio, porque lo ha tomado sobre sí", refiriéndose a los profetas amados por Dios, que pasaron sus vidas en desiertos, montañas y cuevas, con el fin de alcanzar la altura de la filosofía, fijando su pensamiento solo en Dios.

Pues bien, ahora escuchad a Platón, y cómo él también hace divino este modo de vida, dando la siguiente descripción de alguien que aspira a la altura de la filosofía:

"Por tanto, parece que debemos hablar de los jefes, ya que es lo que os apetece. ¿Por qué hablar de los que malgastan su tiempo en la filosofía? Pero supongo que estos jefes, en primer lugar, desde su juventud nunca han sabido el camino del Ágora, ni dónde está el tribunal de justicia, ni la cámara del consejo, ni ninguna otra asamblea pública del Estado; y las leyes y los decretos, ya sean leídos o escritos, no los ven ni los oyen. Las luchas de los clubes políticos por conseguir cargos, y las reuniones, banquetes y juergas con flautistas, son prácticas que no se les ocurren ni siquiera en sueños".

"Y lo que ha sucedido en la ciudad, bien o mal, o lo que ha sucedido a un hombre o mujer, le es menos conocido que, como dice el proverbio, el número de galones que hay en el mar. Y en cuanto a todas estas cosas, ni siquiera sabe que las ignora, pues no se abstiene de ellas por el bien de ganar fama, sino que, de hecho, es sólo su cuerpo el que tiene su lugar y su hogar en la ciudad, pero su mente, considerándolas como pequeñas o nada, las desdeña y vuela por todas partes, como dice Píndaro, midiendo tanto las cosas que están debajo de la tierra como las que están sobre ella, estudiando las estrellas sobre el cielo y escudriñando de todas las maneras posibles la naturaleza entera de las cosas existentes, cada una como un todo, pero sin condescender con nada cercano".

En efecto, así como, cuando Tales estaba contemplando las estrellas, Teodoro, mirando hacia arriba, cayó en un pozo, se dice que una hábil e ingeniosa criada tracia se burló de él, diciéndole que estaba ansioso por saber acerca de las cosas del cielo, pero que no prestaba atención a lo que había ante su rostro y a sus pies.

Y lo mismo se puede decir de todos aquellos que pasan su vida en la filosofía. En efecto, un hombre de esta clase no sabe nada de su vecino más próximo, no sólo en lo que hace, sino que apenas sabe si es un hombre o alguna otra especie de animal. Pero lo que el hombre es en cuanto hombre y lo que le conviene a una naturaleza así hacer o sufrir de manera diferente a todos los demás, eso es lo que él investiga y se toma mucho trabajo en averiguar.

Por eso, el hombre de este carácter, tanto en su trato privado con todos, como en la vida pública, como dije al principio, siempre que se ve obligado, ya sea en un tribunal de justicia o en cualquier otro lugar, a hablar de las cosas que ocurren a sus pies y ante sus ojos, se convierte en el hazmerreír no sólo de las muchachas tracias, sino también del resto de la chusma, al caer en pozos y en todo tipo de problemas por falta de experiencia; y su torpeza es chocante y lo hace parecer nada mejor que un tonto.

Porque cuando se produce un escándalo, no tiene nada personal que reprochar a nadie, puesto que no sabe que nadie haya hecho daño por no haberle prestado atención; por eso parece ridículo en su perplejidad. Y entre las alabanzas y alardes ruidosos de los demás es evidente que se ríe no fingiendo, sino en realidad, y por eso se le considera tonto. Porque cuando se elogia a un tirano o a un rey, éste se imagina que se trata de algún tipo de pastor, como un porquero, un pastor o un vaquero, a quien oye felicitar por sacar mucha leche; pero supone que tienen un animal más malhumorado y más traicionero que aquellos a quienes cuidan y ordeñan.

Supone también Platón que un hombre en esta posición debe volverse, por falta de tiempo libre, no menos grosero e inculto que los pastores, al estar encerrado por la muralla de su ciudad como por un redil en la montaña. Y cuando oye cómo alguien u otro, que posee diez mil pletros de tierra o incluso más, posee una cantidad maravillosa, piensa que lo que oye es muy poco, ya que está acostumbrado a mirar la tierra en su conjunto.

Y cuando los hombres cantan alabanzas a la familia, diciendo que un hombre de nacimiento puede mostrar siete antepasados ricos, considera el elogio como el de personas muy tontas y miopes, que por falta de educación no pueden mirar siempre al conjunto, ni calcular que cada hombre ha tenido incontables miríadas de antepasados y antepasados, entre los cuales cualquier hombre ha tenido muchas veces más de miles y miles de ricos y pobres, y reyes y esclavos, bárbaros y griegos. Pero cuando los hombres se enorgullecen de un linaje de veinticinco antepasados, o se remontan a Hércules hijo de Anfitrión, su estrechez de miras le parece extraordinaria, y se ríe de su incapacidad para calcular que el vigésimo quinto en adelante desde Anfitrión, y el quincuagésimo desde él, fue tal como lo hizo la fortuna, y así sacudirse la vanidad de un alma poco inteligente.

En todas estas cuestiones, recuerda Platón, "la multitud se burla de ese filósofo, por un lado, porque parece arrogante y, por otro, porque ignora lo que tiene ante sus pies y se siente perdido en toda ocasión". Tras lo cual, dice:

"Pero cuando el propio filósofo, oh amigo mío, atrae a un hombre hacia arriba, y el otro está dispuesto a escapar con él de la pregunta (¿en qué te hago daño a ti, o tú a mí?") hacia la contemplación de la justicia y la injusticia abstractas, y de cuál es la esencia de cada una de ellas, y en qué se diferencian de otras cosas o entre sí. O bien, de la cuestión de si un rey que posee muchas riquezas es feliz, a la contemplación de la monarquía abstracta y de la felicidad y la miseria humanas en general, de qué naturaleza son y de qué manera es apropiado a la naturaleza humana adquirir una de ellas y evitar la otra. Cuando a su vez se le pide a ese ser de mente estrecha, astuto y mezquino que explique todos estos temas, le da al filósofo su venganza. Volviéndose aturdido donde cuelga en lo alto y mirando hacia abajo, como no está acostumbrado, desde el aire superior, consternado y perplejo y balbuceando una jerga bárbara, se convierte en el hazmerreír no de las muchachas tracias ni de ninguna otra persona inculta, porque no lo entienden, sino de todos los que han sido educados de otra manera que no sea como esclavos".

Así es el carácter de cada uno, dice Platón, pues:

"Uno es el carácter del hombre que ha sido realmente educado en la libertad y el ocio, al que llamas filósofo, con quien no hay que indignarse de que parezca un simplón y un don nadie, cuando se le arroja a cualquier oficio servil, como por ejemplo si no sabe cómo atar un bulto de ropa de cama, o endulzar una salsa o decir un discurso adulador. Pero el otro es el carácter del hombre que es capaz de prestar todos esos servicios con elegancia y rapidez, pero no sabe cómo echarse la capa sobre el hombro derecho como un caballero, ni con justa armonía de palabras cantar alabanzas a la verdadera vida de los dioses y de los hombres favorecidos por Dios".

Por eso debemos tratar de escapar de este mundo al otro lo más rápidamente posible, recuerda Platón. Y escapar significa asimilarse a Dios en la medida de lo posible, y asimilarse significa volverse justo, santo y sabio al mismo tiempo. Pero, de hecho, mi buen amigo, no es nada fácil persuadir a los hombres de que las razones por las que la multitud dice que debemos evitar la maldad y perseguir la virtud no son las razones correctas para practicar una y evitar la otra; me refiero al deseo no de parecer malos, sino de parecer buenos.

Esto, a mi parecer, es una obviedad, pero la verdad la podemos afirmar así: Dios nunca es injusto en ningún sentido, sino perfectamente justo; y nada se parece más a él que cualquiera de nosotros que pueda llegar a ser igualmente justo. De esto depende la verdadera capacidad de un hombre o su insignificancia y cobardía.

Saber esto es sabiduría y auténtica virtud, pero no saberlo es ignorancia manifiesta y vicio; y todas las demás clases de aparente inteligencia y sabiduría, cuando se manifiestan en el poder político, son vulgares y en las artes mecánicas. Con el hombre que obra mal y dice o hace cosas impías, es mucho mejor no admitir que la villanía lo convierte en un hombre inteligente.

Porque estos hombres se glorían de su vergüenza y creen que no son tontos ni simples estorbos de la tierra, sino personas de la clase adecuada para prosperar en un Estado. Por lo tanto, debemos decirles la verdad, que son tanto más lo que creen que no son, cuanto que creen que no lo son. Porque ignoran el castigo de la injusticia, lo último que deberían ignorar. Porque no es el castigo que imaginan, azotes y muerte, del que a veces los malhechores se libran por completo, sino un castigo del que no es posible librarse.

Aunque hay dos ejemplos expuestos en el mundo de la realidad, siendo la divinidad el ejemplo de la mayor felicidad, y el impío el de la mayor miseria, ellos no ven que esto es verdad, sino que por la tontería y el extremo de la necedad no son conscientes de volverse como uno y diferentes del otro a causa de sus malas acciones: y pagan el castigo por esto viviendo la vida adecuada al modelo al que se están asemejando. Y si les decimos que, a menos que se deshagan de su inteligencia, el lugar libre de todo mal no los recibirá después de la muerte, sino que siempre tendrán una vida aquí en la tierra correspondiente a su propio carácter por una asociación continua con el mal, siendo malvados ellos mismos, escucharán esto, como hombres de la mayor inteligencia y astucia que escuchan a los tontos.

Así es, concluye Platón. Pero en su caso se da una circunstancia: cuando se ven obligados a dar y recibir explicaciones en privado sobre los estudios que condenan, y están dispuestos a mantenerse firmes durante mucho tiempo y no a huir como cobardes, al final, mi buen señor, se sienten extrañamente insatisfechos consigo mismos y con sus argumentos, y su retórica fina se desvanece de algún modo, de modo que parecen no ser mejores que niños.

XXX
La verdadera sabiduría, según los hebreos

Entre nosotros se dice lo siguiente acerca de toda sofistería practicada entre los hombres: "La sabiduría de este mundo es necedad para con Dios. Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios y desecharé la prudencia de los prudentes. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este mundo?".

Además, quienes estudian una filosofía divina no deben tener pensamientos estrechos, se nos enseña en el dicho: "No miremos las cosas que se ven, sino las que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas".

Acerca de que la maldad se agolpa en torno a la tierra y a esta vida mortal, la palabra de Dios dice en alguna parte: "Aprovechemos el tiempo, porque los días son malos", y: "Basta a cada día su propio mal". El profeta también dice: "Maldiciones, robos, adulterios y asesinatos se derraman sobre la tierra, y se mezclan sangre con sangre".

Respecto a la huida de este mundo hacia Dios, Moisés dice: "Andarás en pos del Señor tu Dios y a él te unirás". Y el mismo Moisés nos enseña a imitar a Dios, diciendo: "Seréis santos, porque el Señor vuestro Dios es santo".

David, sabiendo también que Dios es justo, y exhortándonos a que nosotros mismos nos convirtamos en imitadores suyos, dice: "Justo es el Señor y ama la justicia". El mismo David nos enseñó a despreciar las riquezas, diciendo: "Si las riquezas aumentan, no pongáis el corazón en ellas", y: "No temas cuando un hombre se enriquezca y aumente la gloria de su casa; porque cuando muera, no se llevará nada, ni su gloria descenderá con él".

También con estas palabras nos enseñó a no admirar a los poderes gobernantes entre la humanidad: "No confiéis en los príncipes ni en los hijos de los hombres, en quienes no hay seguridad. Saldrá su aliento y volverá a la tierra; en ese día perecerán todos sus pensamientos".

XXXI
La mentira, según Platón

Dice Platón que, si un legislador de muy poca utilidad, hubiera podido aventurarse a decir cualquier falsedad a los jóvenes para su bien, ¿habría podido decir alguna falsedad más beneficiosa que ésta, y más capaz de hacer que todos hicieran todo lo que es justo, no por obligación, sino voluntariamente? Y se responde a sí mismo: "La verdad, oh extranjero, es algo noble y duradero. Sin embargo, no parece fácil persuadir a los hombres de ella".

Ahora bien, en las Escrituras hebreas también se pueden encontrar miles de pasajes que hablan de Dios como si estuviera celoso, dormido, enojado o sujeto a cualquier otra pasión humana; pasajes que se adoptan para beneficio de quienes necesitan este modo de instrucción.

XXXII
La educación universal, según Platón

Dice Platón que todos, hombres y niños, libres y esclavos, varones y mujeres, y la ciudad entera, nunca dejen de recitar para sí mismos estos encantos que acaba de describir, cambiados de vez en cuando de una manera u otra, y presentando todo tipo de variaciones, para que los cantores tengan un deseo insaciable de los himnos y placer en ellos. Y se pregunta: "¿Cómo podría haber alguna duda de que esta práctica debería adoptarse?".

En el libro V de la República también se interroga en el mismo sentido, diciendo lo siguiente:

"¿Conoces tú entonces alguna ocupación humana en la que el sexo masculino no sea superior en todos estos aspectos al femenino? ¿O es necesario perder el tiempo mencionando el arte de tejer y de hacer panqueques y conservas, en los que se cree que el sexo femenino es realmente excelente y en los que su absoluta inferioridad es más ridícula?". Y se responde a sí mismo: "Un sexo supera con creces al otro, y casi podría decir que en todo. Muchas mujeres, sin duda, son mejores que muchos hombres en muchos aspectos, pero la verdad general es ésta".

En efecto, ninguna ocupación de aquellos que manejan los asuntos del estado pertenece a una mujer como mujer ni a un hombre como hombre; sino que las cualidades naturales se encuentran aquí y allá en ambos sexos por igual, y aunque la mujer tiene por naturaleza una parte en todas las actividades, y el hombre en todas, sin embargo, la mujer es en todo más débil que el hombre. De ahí las consecuencias de Platón:

—¿Debemos entonces asignar todos los empleos a los hombres y ninguno a las mujeres?
—¿Cómo podemos?
—Supongo que diremos que entre las mujeres una tendrá el don natural de curar y otra no, y una es musical y otra no musical.
—Ciertamente.
Y uno, ¿es apto para la gimnasia y para la guerra, y otro poco guerrero y sin gusto por la gimnasia?
—Eso supongo.
—Además, ¿una mujer es filósofa y otra odia la filosofía? ¿Y una es muy enérgica y otra no lo es?
—Esto también es cierto.
—Así pues, hay una mujer apta para ser guardiana, y otra no apta. ¿O no fue ésta la naturaleza que elegimos como la de los hombres idóneos para ser guardianes?
—Sí, así fue.
—Por tanto, tanto la mujer como el hombre tienen la misma aptitud natural para la tutela del estado, salvo en la medida en que uno es más débil y el otro más fuerte.

De ahí que, según Platón, se deban seleccionar también mujeres que sean de este carácter para que vivan con hombres del mismo carácter y compartan su tutela, ya que son competentes y afines a ellos en naturaleza.

Con razón, pues, nuestra Palabra admite también en su divina instrucción y filosofía a toda clase, no sólo de hombres, sino también de mujeres, y no sólo de hombres libres y esclavos, sino también de bárbaros y griegos.

XXXIII
Los desmadres de vida, según Platón

Plantea Platón que, si alguien alabase la cría de cabras y al animal en sí como una propiedad excelente; y alguien más, habiendo visto cabras pastando sin cabrero en terreno cultivado y haciendo travesuras, las criticase, y al ver cualquier clase de ganado sin pastor o con malos pastores, en este caso las censurase, ¿creemos que la censura de tal hombre conllevaría alguna censura justa?

Y no sólo eso, pues ¿qué se diría de alguien que alaba o censura cualquier clase de comunidad que, naturalmente, debería tener un gobernante y que, con su ayuda, es útil, mientras que el crítico nunca la ha visto en su legítima asociación con un gobernante, sino siempre sin gobierno o con malos gobernantes? ¿Suponemos que observadores como estos podrían pronunciar alguna censura o alabanza útil sobre comunidades de esta clase?

Si entre nosotros, pues, también pareciese que algunos sin presidente ni gobernante, o con malos gobernantes, obraran el mal, no se debería criticar toda nuestra escuela, sino más bien admirar nuestra constitución religiosa por la conducta de aquellos que la siguen correctamente.

XXXIV
Los proverbios bíblicos, usados por Platón

En los Proverbios de Salomón se afirma brevemente que "la memoria de los justos se asocia con alabanzas, pero el nombre de los impíos se extingue", y "no llaméis bienaventurado a nadie antes de su muerte".

Pues bien, escuchemos ahora cómo Platón interpreta este pensamiento, en el libro VII de las Leyes, diciendo: "Cualquiera de los ciudadanos que llegara al final de su vida después de haber realizado buenas y laboriosas obras, ya sea en cuerpo o en alma, y haber sido obediente a las leyes, sería apropiado que recibiera elogios".

Sin embargo, apostilla Platón, no es prudente honrar a los que aún viven con elogios e himnos antes de que un hombre haya terminado toda su vida y la haya coronado con un fin noble. Y que todos estos honores sean comunes a los hombres y mujeres que han sido notablemente buenos.

XXXV
El uso de la riqueza, según Platón

Ya dijo Salomón en los Proverbios "no me des pobreza ni riqueza", y así dice Platón en el libro IV de la República:

"Hemos encontrado, al parecer, algunas otras cosas para los guardianes, contra las cuales deben estar atentos en todos los sentidos, para que no puedan introducirse sin ser observados en el estado. ¿Qué tipo de cosas? La riqueza y la pobreza, porque una engendra lujo, ociosidad y revolución, y la otra mezquindad y maldad, además de revolución".

Por malicia ha de entenderse, en su contexto, toda acción vergonzosa.

XXXVI
El honor a los padres, según Platón

Moisés dice en sus leyes que "cada uno tema a su padre y a su madre", y "honra a tu padre y a tu madre, para que te vaya bien".

En su caso, Platón ordena honrarlos y temerlos, hablando así en las Leyes:

"Todo hombre sensato teme y honra las oraciones de sus padres, sabiendo que muchas veces y por muchas personas se han cumplido. Queremos que cada uno reverencie a su mayor tanto en palabras como en hechos. Y cualquiera que sea veinte años mayor que él, ya sea hombre o mujer, debe considerarlo como padre o madre y tratarlo con reverencia".

XXXVII
La compra de esclavos, según Platón

Moisés, en sus leyes, prohibió a los hebreos tener hebreos como esclavos, y dijo: "Si compras un siervo hebreo, te servirá durante seis años, y al séptimo año lo enviarás libre".

De la misma manera dice Platón en la República: "Ellos mismos no deberían tener a ningún griego como esclavo y aconsejar a los demás griegos a tal efecto.Así pues, estarían más dispuestos a volver sus armas contra los bárbaros y a abstenerse de hacer la guerra entre ellos".

XXXVIII
La honradez profesional, según Platón

Dice Platón que nadie mueva los mojones, ni de su conciudadano vecino, ni de aquel cuya propiedad colinda con la suya en los límites, si es vecino de un extranjero, considerando que "esto es realmente mover lo que debería ser inamovible".

Y más adelante, dice: "Quienquiera que haga eso, y mueva lo inamovible, que pague además el doble del daño a la persona perjudicada".

XXXIX
El castigo al crimen, según Platón

Dice Platón que la desgracia y el castigo de un padre no recaigan sobre ninguno de los hijos, "a menos que el padre, el abuelo y el bisabuelo de alguno de ellos, sucesivamente, hayan pagado la pena de muerte".

XL
El robo, según Platón

Una ley de Moisés dice: "Si un hombre roba un becerro o una oveja y lo mata o lo vende, pagará cinco becerros por el becerro y cuatro ovejas por la oveja... Pero si es atrapado y lo robado se encuentra en su mano vivo, desde un becerro o un asno hasta una oveja, pagará el doble".

Ahora bien, escuchad cómo Platón continúa esto, diciendo:

"Sea que un ladrón robe mucho o poco, que haya una misma ley y un mismo castigo para todos por igual. Porque, en primer lugar, debe pagar el doble de la cantidad robada, si es condenado en un proceso de esta clase, y si el resto de sus bienes le alcanza para pagarlo, además de su lote de tierra; y si no, debe ser mantenido en prisión hasta que haya pagado, o persuadido al hombre que obtuvo la sentencia contra él para que lo libere".

XLI
El castigo al ladrón, según Platón

Otra vez, Moisés dice: "Si el ladrón es encontrado forzando la entrada y es herido de tal manera que muere, no es asesinato".

Platón también está de acuerdo con esto, diciendo: "Si un hombre sorprende a un ladrón que entra en su casa de noche para robar sus bienes, y lo mata, será inocente; también si mata a un salteador de caminos en defensa propia, será inocente".

XLII
Las bestias de carga, según Platón

Dice Platón que, si una bestia de carga o cualquier otro animal mata a un hombre (excepto los animales que, al luchar en cualquier concurso de los juegos públicos, hacen tal cosa), "que los parientes procesen al asesino por asesinato, y que la demanda sea decidida por los guardianes del país (tantos como el pariente designe), y que la bestia que sea condenada por ellos sea asesinada y arrojada fuera de los límites del país".

Así lo dice Platón. Y Moisés, anticipándose, dice: "Si un toro acornea a un hombre o a una mujer y ambos mueren, el toro será apedreado y su carne no será comida, pero el dueño del toro quedará libre".

XLIII
Los ejemplos bíblicos, usados por Platón

La Escritura profética dice:

"Hijo de hombre, he aquí que toda la casa de Israel se ha convertido para mí en una mezcla de cobre, estaño, hierro y plomo; en medio del horno se han convertido en una mezcla de plata. Por tanto, di: Así dice el Señor: Por cuanto todos vosotros habéis llegado a ser una mezcla, por tanto, he aquí que yo os reuniré en medio de Jerusalén, como se reúne la plata, el cobre, el hierro, el plomo y el estaño en medio del horno, para soplar fuego sobre ellos y fundirlos".

Ahora, escuchad lo que dice Platón de la misma manera:

"Todos los que estamos en la ciudad somos hermanos, pero el dios, al formar a tantos de vosotros como fuesen aptos para gobernar, mezcló oro en su composición, por lo que son los más dignos de honor; y para todos los auxiliares, plata; pero hierro y cobre para los labradores y otros operarios. Por tanto, puesto que todos sois de una misma familia, por lo general engendraréis hijos como vosotros, pero a veces de un padre de oro nacerá un hijo de plata, y un hijo de oro de un padre de plata, y todo el resto de esta manera, uno de otro".

Éste es el primer y principal mandamiento que Dios da a los gobernantes: que sean buenos guardianes de sus hijos y los vigilen con el mayor cuidado, para ver qué metal se mezcla en sus almas. Respecto a Platón, esto es lo que dice:

"Si se descubre que uno de sus propios hijos es en parte de cobre o de hierro, no deben tener piedad de él, sino asignarle el rango que corresponde a su naturaleza y relegarlo a un segundo plano, ya sea entre los trabajadores o entre los agricultores".

"Si, por otra parte, de estas clases nace un niño con una mezcla de oro o de plata, lo valorarán y lo promoverán, a unos al rango de tutores, a otros al de auxiliares; porque hay un oráculo que dice que el estado será destruido, cuando el hombre de hierro o de cobre se convierta en su guardián. ¿Sabes, entonces, algún mecanismo por el cual puedan creer esta fábula?".

XLIV
Más ejemplos bíblicos usados por Platón

La profecía hebrea dice a los príncipes del pueblo: "Oh pastores de Israel, ¿acaso los pastores se apacientan a sí mismos? ¿No apacientan los pastores a las ovejas? He aquí que devoráis la leche, matáis la gordura, os vestís con la lana, y no apacentáis mis ovejas. No buscasteis la perdida, ni vendasteis la perniquebrada, ni trajisteis la descarriada". Además, la Palabra de nuestra salvación dice: "El buen pastor da su vida por las ovejas; pero el asalariado y no el pastor, de quien no son propias las ovejas, las abandona".

Ahora bien, escuchemos también a Platón, en el libro I de la República, cómo traduce estos dichos:

"Trasímaco, ves que, aunque al principio definiste al verdadero médico, después no creíste necesario vigilar estrictamente la definición del verdadero pastor; sino que supones que, en cuanto pastor, engorda las ovejas no con vistas a lo que es mejor para ellas, sino con vistas a la buena comida, como un comensal que va a dar un banquete, o por otro lado con vistas a venderlas, como un hacedor de dinero y no como un pastor. Pero seguramente el arte del pastor no se preocupa de otra cosa que de cómo proporcionar lo mejor para el rebaño que está a su cargo: porque seguramente ha provisto suficientemente todo lo que se requiere para su propia perfección, siempre que no le falte nada del arte del pastor. Así pues, debemos admitir necesariamente que todo gobierno, en la medida en que es un gobierno, busca únicamente lo que es mejor para aquello que es gobernado y atendido por él, tanto en el caso del gobierno público como en el privado. Pero ¿es su opinión que los gobernantes de los estados, y los verdaderos gobernantes, ejercen el cargo por voluntad propia?".

XLV
Más ejemplos bíblicos usados por Platón

La profecía hebrea dice: "Por temor a ti, oh Señor, hemos concebido hijos, hemos estado en dolores y hemos parido vientos de liberación".

Y Platón, en el Teeteto, representa a Sócrates hablando así: "Quienes se asocian conmigo se ven afectados de la misma manera que las mujeres en el parto: pues sufren dolores y están llenos de perplejidad noche y día mucho más que las mujeres. Y mi arte es capaz de despertar y aliviar este dolor".

XLVI
Más ejemplos bíblicos usados por Platón

El profeta Ezequiel dijo: "La mano del Señor vino sobre mí, y miré, y he aquí que un viento que soplaba desde el norte venía soplando". Y luego dijo:

"En medio había una imagen como de cuatro seres vivientes. Y su apariencia era como la de un hombre sobre ellos, y cada uno tenía cuatro caras. Y la imagen de sus caras era como la de un hombre: y los cuatro tenían cara de león en el lado derecho; y los cuatro tenían cara de becerro en el lado izquierdo; los cuatro tenían también cara de águila".

Escuchemos ahora lo que Platón también dice, de manera similar:

"Discutámoslo con él, ya que hemos llegado a un acuerdo sobre el efecto de un curso de injusticia y un curso de justicia respectivamente. Discutámoslo formando en palabras una imagen del alma, para que el autor de esas observaciones sepa cómo la describió. ¿Y qué clase de imagen? Como las criaturas que se produjeron naturalmente en los tiempos antiguos, la Quimera, Escila y Cerbero, y muchos otros en los que se dice que varias formas crecieron juntas en una".

"Moldea primero una única forma de una bestia abigarrada de muchas cabezas, que tenga un anillo de cabezas de bestias domesticadas y salvajes, y sea capaz de cambiar todas estas y producirlas por sí misma. La tarea necesita un artista astuto. Pero puesto que el lenguaje se moldea más fácilmente que la cera y otras sustancias de ese tipo, supongamos que el modelo está hecho".

"Ahora modela una segunda forma de un león, y una tercera de un hombre: pero que el primero sea con diferencia el más grande, y el segundo lo próximo. Une los tres en uno, para que de alguna manera crezcan juntos. Ahora moldea alrededor de ellos por fuera una semejanza de 'uno de ellos, la del hombre, de modo que a quien no puede ver el interior, sino solo la cubierta exterior, le parezca que hay un solo animal, un hombre".

"A quien diga que a esta criatura humana le conviene obrar mal y no obrar bien, respondámosle que su afirmación sólo puede significar que le conviene alimentar bien a la bestia multiforme para fortalecer tanto al león como a sus miembros, pero para matar de hambre y debilitar al hombre, de modo que pueda ser arrastrado en cualquier dirección que lo lleve cualquiera de los otros, y no para familiarizarlos en absoluto o hacerlos amigos entre sí, sino para dejar que se muerdan y luchen entre sí y se devoren unos a otros".

Por otra parte, añade Platón, ¿no afirmaría el que dice que la justicia es provechosa que la criatura debe actuar y hablar de tal manera que su hombre interior tenga el control principal sobre todo el hombre y se haga cargo de la bestia de muchas cabezas como un labrador, nutriendo y domesticando las partes tiernas e impidiendo el crecimiento de las salvajes, habiendo tomado la naturaleza del león como su aliada y mediante su cuidado común por todos los hace amigables entre sí y consigo mismo, y así los entrena?

Sí, se responde a sí mismo Platón, "esto es exactamente lo que tiene que decir el defensor de la justicia".

XLVII
La ciudadanía bíblica, alabada por Platón

Habiendo sido dividida toda la nación de los hebreos en doce tribus, Platón también, de la misma manera, ordena por ley la necesidad de mantener la propiedad de ésta en el caso de sus propios ciudadanos, hablando como sigue:

"Que nuestro país entero se divida en doce partes tan iguales como sea posible, y para cada parte una tribu asignada por sorteo proporcione anualmente cinco hombres como guardianes de las tierras públicas y comandantes de la caballería".

Y nuevamente dice: "Que los generales elegidos propongan doce comandantes de infantería, uno por cada tribu".

XLVIII
La ciudad, según Platón

Como la metrópoli real fundada mucho antes entre los hebreos estaba lejos del mar, situada entre las montañas y poseía tierras muy fértiles, así se plantea Platón en sus Leyes si la metrópoli que él iba a fundar debía ser algo de este tipo (si en la costa del mar o en el interior). Sus palabras son las siguientes:

—La ciudad de la que acabamos de hablar, forastero, dista del mar unos ochenta estadios.
—¿Y cómo? ¿Hay puertos de este lado o no hay ninguno?
—No, de este lado, oh extranjero, está tan provisto de puertos como es posible.
—¡Maravilloso! ¡No me digas eso! Además, ¿el país que lo rodea produce de todo o necesita algo más?
—No hace falta casi nada más.
—¿Y tendrá alguna ciudad vecina cerca?
—Ninguna, y por eso se debe fundar allí: porque alguna emigración ocurrida en el lugar en tiempos antiguos ha dejado esta región deshabitada por inmenso tiempo.
—Bueno, ¿y qué proporción hay de colinas, llanuras y bosques?
—Es como el carácter general del resto de Creta.
—¿Deberías llamarlo rocoso en lugar de llano?
—Sí, por supuesto.

Dicha ciudad no puede ser, según Platón, "desesperadamente mala para la consecución de la virtud". Porque si hubiera estado en la costa, con buenos puertos y necesitada de muchas cosas más de las que podía producir, habría necesitado de algún poderoso salvador y legisladores más que de un mortal, si, en tales condiciones naturales, sus tendencias morales no hubieran sido muy promiscuas y malvadas; pero tal como está, hay algún consuelo en los ochenta estadios. Está, en efecto, más cerca del mar de lo que debería, considerando a buena provisión de puertos.

Sin embargo, podemos contentarnos incluso con esto. Porque cuando el mar está cerca de un país, su proximidad diaria es agradable, pero en realidad es muy salobre y amarga: porque al llenar la ciudad con comercio y comercio al por menor, engendra hábitos turbios e infieles en las almas de los hombres, y hace que la ciudad sea infiel y hostil tanto para sí misma como para todas las demás naciones. Sin embargo, contra esto tiene un consuelo en producir todas las cosas.

Al ser rocosa, es evidente que la ciudad no puede ser al mismo tiempo productiva en abundancia y en variedad. Porque si tuviera ambas cosas, proporcionaría grandes exportaciones y, a cambio, se llenaría de monedas de oro y plata; que, puedo decir, no podría haber mayor mal, tomado individualmente, para una ciudad en lo que respecta al logro de sentimientos justos y nobles.

Después de tantas pruebas como hemos dado hasta ahora, observemos cómo, después de aprobar el modo de educación entre los hebreos en los pasajes que hemos mencionado, desaprueba Platón el método griego, escribiendo lo siguiente en el libro X de la República:

XLIX
La administración ciudadana, según Platón

Dice Platón que, en referencia a los poetas trágicos y al resto de la tribu imitativa, toda esa poesía parece ser dañina para el entendimiento de aquellos oyentes que no poseen un antídoto en el conocimiento de su naturaleza real.

¿Y cuál es el sentido de sus palabras? Oigamos al propio Platón:

"Aunque un cierto cariño y reverencia he sentido desde la infancia por Homero, esto me restringe las palabras. Pues de todos esos encantadores poetas trágicos, él parece haber sido el primer maestro y líder. Sin embargo, no debemos respetar a una persona con preferencia a la verdad, sino que, como dije, debo hablar".

Tras lo cual, añade:

"En cuanto a otras cuestiones, entonces, no exijamos ninguna explicación a Homero, ni a ningún otro de los poetas, preguntando por qué, si alguno de ellos era hábil en curar, y no un mero imitador del lenguaje médico, ninguno de los poetas antiguos o modernos se dice que haya hecho curas, como lo hizo Asclepio, o que haya dejado alguna escuela de arte médico tras de sí, como Asclepio dejó a sus descendientes: y no le preguntemos acerca de otras artes, sino dejémoslas pasar".

"En lo que se refiere a los temas más grandes y nobles de los que Homero se propone hablar, como la guerra, la estrategia, la administración de los estados y la educación de la humanidad, creo que es justo hacerle esta pregunta: Mi querido Homero, si en la representación de la virtud no fueras un simple hacedor de imágenes alejado dos veces de la verdad, como definimos a un imitador, sino que lo fueras una vez y fueras capaz de saber qué actividades hacen a los hombres mejores o peores tanto en privado como en público, dinos cuál de nuestros estados te debe un mejor gobierno, como Lacedemonia a Licurgo y muchos estados, tanto pequeños como grandes, a muchos otros legisladores. ¿Qué estado alega que has sido un buen legislador para ellos y que les has conferido un beneficio? Pues Italia y Sicilia hablan así de Carondas, y nosotros de Solón".

Tras lo cual, cita Platón ejemplos concretos de la mala administración ciudadana de todos esos personajes:

"¿Qué guerra en la época de Homero se registra que se haya librado con éxito bajo su mando o consejo? Ni una".

"¿Se dice que hubo muchas invenciones ingeniosas aplicables a las artes o a cualquier otra actividad, como en el caso de un hombre sabio en el trabajo práctico, como Tales el milesio y Anacarsis el escita? Nada de eso".

"¿Se dice que Homero durante su vida guió la educación de algunas personas que lo amaron por su compañía y transmitió una cierta forma homérica de vida a quienes vinieron después; así como Pitágoras era maravillosamente amado por este tipo de asociación, y sus sucesores, que hasta el día de hoy llaman pitagórico a su modo de vida, parecen distinguirse de alguna manera entre otros hombres? No se ha dicho nada parecido sobre él, pues la educación de Creofilo, el compañero de Homero, parecería aún más ridícula que su nombre, si las historias que se cuentan sobre Homero son ciertas: pues se dice que durante su vida fue muy desatendido por este mismo hombre".

"¿Y si Homero hubiera sabido educar a los hombres y hacerlos mejores, pues él mismo no sólo era capaz de imitar, sino también de conocer tales materias, no habría conseguido muchos compañeros que lo honraran y lo quisieran? Así, Protágoras de Abdera, Pródico de Ceos y muchos otros, en sus relaciones privadas, son capaces de persuadir a los hombres de su tiempo de que no serán capaces de gobernar su propia casa ni su estado si no presiden su educación y son tan amados por esta su sabiduría que casi son llevados sobre las cabezas de sus compañeros. ¿Podemos entonces suponer que, si Homero o Hesíodo hubieran sido realmente capaces de mejorar a los hombres en la virtud, sus contemporáneos les habrían permitido vagar como rapsodas, y no los habrían abrazado más fuerte que al oro, y los habrían obligado a quedarse con ellos en casa, o, si no podían persuadirlos, los habrían escoltado ellos mismos dondequiera que fueran, hasta que hubieran recibido suficiente educación?".

"Entonces, ¿no debemos suponer que todos los poetas, desde Homero en adelante, sólo copian imágenes de la virtud y de los demás temas de su poesía, y no tocan la verdad? Pero, como decíamos hace un momento, el pintor, aunque no sepa nada de zapatería, hará lo que parece un zapatero para aquellos que tampoco saben nada de eso, pero juzgan por los colores y las formas".

De la misma manera, supone Platón, podemos decir que el poeta también con sus nombres y frases aplica ciertos colores propios de las diversas artes, de las cuales él mismo no sabe nada excepto cómo imitarlas, de modo que para otros como él, a juzgar solo por las palabras, ya sea que hable sobre zapatería, o generalato, o cualquier otro tema, en métrica, ritmo y armonía, parece estar extremadamente bien hablado. Para lo cual, pone Platón otro ejemplo más:

"Es natural que estas formas musicales tengan un encanto tan poderoso, pero cuando se las despoja de su colorido musical, imagino que ya saben lo pobres que parecen las obras de los poetas cuando se las lee en su simpleza y simplicidad, como si fueran prosa. ¿Lo han observado o no?".

Teniendo en cuenta todo esto, me parece que conviene leer algunos pasajes breves de Platón en los que sostiene la doctrina de Dios y de la providencia de un modo más lógico, adhiriendo también en esto a los dogmas hebreos. Veamos, en primer lugar, cómo expone las opiniones de los ateos.

L
El ateísmo, según Platón

Dice Platón que "hay quienes dicen que todas las cosas vienen, han venido y vendrán a la existencia, algunas por naturaleza, algunas por arte y algunas por casualidad". No obstante, investiguémoslo y averigüemos qué quiere decir.

Parece, dicen algunos, que las cosas más grandes y más hermosas son obra de la naturaleza y del azar, y las menos importantes, del arte, que recibiendo de la naturaleza las grandes obras originales de la creación, moldea y enmarca todas las más pequeñas, que todos llamamos artificiales.

Lo diré aún más claramente de esta manera: el fuego, el agua, la tierra y el aire, dicen, existen todos por naturaleza y casualidad, y ninguno de ellos por arte. Y los cuerpos que vienen después de estos, la tierra, el sol, la luna y las estrellas, han sido creados con ayuda de estos elementos, que son absolutamente inanimados. Y al ser llevados individualmente por el azar con el que se encuentran a partir de sus diversas fuerzas, se combinan de alguna manera íntima, caliente con frío, o seco con húmedo, blando con duro, y todos los demás principios que por casualidad, sin embargo, se combinaron necesariamente con una mezcla de sus opuestos, y de esta manera y según estas condiciones han creado tanto el cielo entero y todas las cosas que hay en el cielo, como también todos los animales y plantas, y todas las estaciones se produjeron, dicen, a partir de estos elementos, no en virtud de la inteligencia, ni de ningún dios, ni del arte, sino, como decimos, por naturaleza y casualidad.

Después, de estos elementos mortales surgió el arte, mortal como ellos, y desde entonces ha producido ciertos juguetes que no tienen mucho de verdad, pero sí ciertas imágenes afines entre sí, como las que producen la pintura y la música y todas las artes auxiliares. Y las artes que producen algo bueno son las que combinan su propio poder con el de la naturaleza, como por ejemplo la medicina, la agricultura y la gimnasia. Además, se dice que la ciencia política también coopera en cierta medida con la naturaleza, pero en su mayor parte con el arte; y así, toda legislación se alía no con la naturaleza sino con el arte, cuyos supuestos no son verdaderos.

En primer lugar, estas personas dicen que los dioses no existen por naturaleza, sino por arte y por ciertas leyes, y que estas leyes difieren de varias maneras, según los diversos estados acordaron entre sí al establecer su legislación; y además, que lo que es honorable por naturaleza es una cosa, pero por ley otra; y que los principios de justicia no tienen existencia alguna por naturaleza, sino que los hombres siguen disputando entre sí y siempre los están cambiando; y cualesquiera alteraciones que hagan son válidas en el momento en que las hacen, siendo hechas por arte y leyes, y no por ningún principio natural.

Todo esto, afirma Platón, son doctrinas de hombres que los jóvenes consideran sabios, tanto poetas como escritores de prosa, que dicen que "la conquista por la fuerza es el mejor derecho". Y por esta causa "los jóvenes son asaltados por pensamientos impíos, como que no hay Dios como el que la ley les manda creer". Y por lo tanto surgen disensiones, al llevar a los hombres hacia lo que ellos llaman la vida correcta de la naturaleza, que en realidad es "vivir en dominio sobre todos los demás, y no como sirvientes a otros según la ley".

También, después de otros pasajes dice:

Pero ahora, Cleinias, respóndeme de nuevo, ya que tú también debes tomar parte en la discusión. Porque el hombre que habla así probablemente cree que el fuego, el agua, la tierra y el aire son los primeros elementos de todas las cosas, y que estos son lo que él llama naturaleza, y cree que el alma se hizo a partir de ellos posteriormente: y esto no sólo parece ser probable, sino que realmente intenta probarlo con su argumento.
Sí, por supuesto.
¿Es posible entonces que hayamos descubierto una fuente, por así decirlo, de la opinión insensata de todos los hombres que alguna vez se entrometieron en las investigaciones físicas? Consideremos y examinemos cada argumento: porque, en verdad, es un asunto de no poca importancia que se descubra que quienes adoptan argumentos impíos y dirigen a otros no están usando sus argumentos en absoluto correctamente, sino de manera equivocada. A mí me parece que es así.
Bien lo dices, pero intenta ahora explicarme cómo es.
Es probable entonces que tengamos que lidiar con argumentos tan inusuales.

Poco después, añade Platón:

"Casi todos ellos, amigo mío, parecen haber ignorado tanto la naturaleza como el poder del alma, y especialmente su origen, que es la primera de todas las cosas, creada antes que todos los cuerpos, y el principio rector de todos sus cambios y reorganizaciones. Ahora bien, si esto es así, ¿no deben las cosas que son afines al alma haber sido creadas necesariamente antes que las que pertenecen al cuerpo, si el alma misma es más antigua que el cuerpo?".

"Entonces el pensamiento, la atención, la mente, el arte y la ley deben ser anteriores a lo duro y lo blando, lo pesado y lo ligero: y además, las grandes obras y acciones primarias deben ser obras de arte, por ser las primeras de todas; y los productos naturales y la naturaleza, a la que se equivocan al llamar con este nombre, deben venir después y tener su comienzo en el arte y la mente".

Por naturaleza se entiende la generación de los primeros principios. Pero si se descubre que el alma es la primera, no el fuego ni el aire, entonces, al haber sido la primera en ser generada, se podría decir con toda justicia que existe de manera preeminente por naturaleza. Esto es cierto si se ha demostrado que el alma es más antigua que el cuerpo, pero no en caso contrario.

LI
La existencia de Dios, según Platón

Dice Platón que, si alguna vez debemos invocar la ayuda divina, hagámoslo ahora Y continúa: "Invoquemos a Dios con todo fervor, para que lleguen a la demostración de su propia existencia; y aferrémonos a esto como a un cable seguro para embarcarnos en nuestro presente argumento".

Cuando le preguntan sobre cuestiones de este tipo, Platón siempre responde de la misma manera:

"Cuando alguien me dice: Extranjero, ¿todas las cosas están en reposo y ninguna en movimiento, o al contrario? ¿O algunas de ellas están en movimiento y otras en reposo? Supongo que algunas están en movimiento, digo yo, y otras en reposo. ¿Y no hay entonces algún lugar en el que las cosas fijas estén en reposo y las móviles se muevan?".

Y da paso a la explicación, de la manera que sigue.

Si todas las cosas se reunieran de algún modo en una masa en reposo, como la mayoría de los filósofos se atreven a decir, ¿cuál de los tipos de movimiento antes mencionados debería surgir primero entre ellas? Por supuesto que se mueven por sí mismas: pues si no hubiera habido previamente algún cambio en ellas mismas, nunca podrían comenzar a cambiar por ninguna causa externa.

Como principio de todos los movimientos, y el primero que surge en las cosas en reposo y continúa en las cosas en movimiento, el que se mueve a sí mismo, debemos decir, es necesariamente el más antiguo y poderoso de todos los cambios; y aquello que es cambiado por otro, y mueve a otros, es el segundo. Pero si vemos que este automovimiento tiene lugar en cualquier parte del elemento tierra, agua o fuego, ya sea separado o combinado, ¿qué condición diríamos que existe en tal elemento? Por supuesto, que está vivo, por supuesto. Y cuando vemos alma en alguna cosa, ¿debemos admitir que ésta tiene una vida diferente o la misma que la anterior? El mismo, y ningún otro.

Se suele decir que hay tres puntos sobre cada cosa: uno la esencia, otro la definición de la esencia, y otro el nombre. Además, se suele decir que hay dos cuestiones acerca de todo lo que existe: a veces se propone el nombre y se pide la definición, y a veces se propone la definición y se pide el nombre. Pues bien, hagamos la siguiente suposición.

Pues bien, supongamos que hay algo divisible en dos partes iguales, así como en el número. Y el nombre de esto que es divisible en número es par, y su definición es "número divisible en dos partes iguales". ¿No es la misma cosa de la que hablamos de una u otra manera, ya sea que al ser preguntados por la definición demos el nombre, ya sea que al ser preguntados por el nombre demos la definición, ya sea que al ser preguntados por el nombre demos la definición, ya sea que al ser preguntados por el nombre demos la definición, ya sea que al hablar por el nombre decimos par, y por definición "número divisible en dos partes iguales? ¿Cuál es entonces la definición de aquello que se llama alma? ¿Tenemos otra que la que acabamos de decir, que " el movimiento tiene el poder de moverse a sí mismo"? Y si esto es así, ¿acaso todavía nos falta una prueba suficiente de que el alma es el mismo principio creador y motor de todas las cosas que son, han sido y serán, y también de todos sus contrarios, ya que se ha demostrado que es la causa de todo cambio y movimiento?

No necesito más, pues se ha demostrado de manera muy satisfactoria que el alma es la más antigua de todas las cosas, por haber sido el comienzo del movimiento.

Pero ¿no es entonces el movimiento que se produce en una cosa a causa de otra, pero que nunca presenta ningún movimiento propio, siendo en realidad un cambio de un cuerpo sin alma, de rango secundario o de un rango tan alejado como cualquier número con el que uno quiera calcularlo? ¿Deberíamos entonces decir con razón y propiedad y con la más perfecta verdad que el alma ha existido antes del cuerpo, o no, y que el cuerpo es secundario y viene después del alma, como según la naturaleza lo gobernado viene después del principio gobernante?

De ser así, los caracteres, los hábitos morales, los deseos, los razonamientos, las opiniones verdaderas y los actos de atención y memoria deben haber existido antes que la longitud, la anchura, la profundidad y la fuerza de los cuerpos, si el alma fue anterior al cuerpo.

¿Debemos entonces necesariamente admitir lo que sigue inmediatamente a esto, que el alma es la causa del bien y del mal, de lo honorable y lo vil, de lo justo y lo injusto, y de todos los opuestos, si al menos hemos de suponer que es la causa de todas las cosas? ¿No debemos decir entonces que, como el alma gobierna y habita todas las cosas que se mueven de cualquier manera, gobierna también el cielo?

Con esto, vemos que el alma dirige todas las cosas en el cielo, la tierra y el mar mediante sus propios movimientos, cuyos nombres son voluntad, consideración, atención, deliberación, opinión correcta o incorrecta, alegría, tristeza, confianza, miedo, odio, afecto y todos los movimientos afines a estos o primarios, que, a su vez, llevando consigo los movimientos secundarios de los cuerpos, conducen todas las cosas al crecimiento y la decadencia, la separación y la combinación, y sus condiciones concomitantes de calor y frío, pesadez y ligereza, dureza y suavidad, blanco y negro, amargo y dulce, y todas las cosas mediante cuyo uso el alma, que es divina, llevando siempre consigo la mente divina, dirige todas las cosas correctamente y felizmente, pero, si se alía con la locura, produce todos los efectos contrarios a estos. ¿Hemos de suponer que estas cosas son así, o aún tenemos dudas de que no puedan ser de otra manera?

¿Qué clase de alma, entonces, debemos decir, reina sobre el cielo y la tierra y todo su circuito? ¿La que está llena de sabiduría y virtud, o la que no posee ninguna de las dos? ¿Quieres que te respondamos de la siguiente manera?

Porque si, por una parte, decimos que todo el camino del cielo y el curso de todas las cosas en él tiene una naturaleza similar al movimiento, revolución y razonamientos de la mente, y procede de una manera análoga a ellos, evidentemente debemos decir que la mejor clase de alma cuida del mundo entero y lo guía por ese mejor camino. Mas si procede de manera insana y desordenada, debemos decir que el alma mala la está guiando.

¿Y cuál es, entonces, la naturaleza del movimiento de la mente? No formemos, pues, nuestra respuesta como si miráramos directamente al sol y atrajéramos sobre nosotros la oscuridad del mediodía, suponiendo que algún día veremos la mente con ojos mortales y la conoceremos a fondo. Es más seguro observar el objeto de nuestra investigación contemplando una imagen de él.

Seguramente, si decimos que la mente y el movimiento que tiene lugar en un lugar se mueven ambos según las mismas condiciones, de la misma manera, en el mismo curso, alrededor de los mismos centros, hacia la misma dirección, de acuerdo con una ley y un orden, como los movimientos de un trompo, nunca demostraríamos que somos malos pintores de palabras de bellas imágenes. Pues bien, ese otro movimiento que nunca procede de la misma manera, ni según las mismas condiciones, ni en el mismo curso, ni alrededor de los mismos centros, ni hacia la misma dirección, ni en un mismo lugar, ni en proporción, ni orden, ni ley alguna, debe ser afín a toda clase de locura.

Ahora bien, ya no hay ninguna dificultad en decir expresamente que, puesto que el alma es lo que hace girar todas las cosas para nosotros, necesariamente debemos afirmar que la revolución del cielo se lleva a cabo por el cuidado y disposición ya sea del mejor alma o de la peor. Mas si el alma lleva consigo todas las cosas, el sol, la luna y las estrellas también, ¿no lleva también consigo cada una de ellas? Entonces, acerca de cada uno de ellos, argumentaremos de una manera que encontraremos aplicable a todos los cuerpos celestes.

Todo hombre ve el cuerpo del sol, pero nadie ve su alma, ni tampoco el alma del cuerpo de ningún animal, ni en vida ni después de la muerte. Sin embargo, hay muchas razones para suponer que esta naturaleza del alma inviste todos nuestros sentidos corporales, aunque sea totalmente imperceptible para nosotros, sino que es aprehendida únicamente por la mente. Por lo tanto, mediante la mente y el pensamiento, comprendamos la siguiente noción de ella.

¿Y qué clase de noción? La noción de que si, el alma hace girar al sol, no nos equivocaremos mucho al decir que hace una de tres cosas. O bien que, habitando dentro de este cuerpo circular que vemos, el alma lo lleva tal como es con seguridad en todas direcciones, como nuestra alma nos lleva por todos lados. O bien que, habiéndose provisto de alguna fuente externa de un cuerpo de fuego o de una especie de aire, como dicen algunos, ella impulsa con fuerza cuerpo por cuerpo. O bien que, estando ella misma sin cuerpo, pero dotada de ciertos otros poderes sumamente maravillosos, ella guía su curso de esa manera. En definitiva, el alma dirige todas las cosas mediante una u otra de estas operaciones.

Éstas son, pues, las afirmaciones de nuestro filósofo en el libro X de las Leyes. Pero escuchad cómo ordena ahora Platón su pensamiento, en el Filebo:

"Todos los sabios dicen a una voz, magnificándose en realidad, que la mente es nuestro rey del cielo y de la tierra. Y tal vez tengan razón. Pero, si le parece bien, examinemos con más detenimiento la naturaleza general de la mente. Comencemos, pues, nuestras investigaciones, de la siguiente manera".

Tras lo cual, comienza Platón sus argumentaciones, de la manera que sigue.

¿Debemos afirmar que todas las cosas y este universo están bajo la tutela de una fuerza irracional y sin propósito, y son mera casualidad, o que, por el contrario, como solían decir quienes nos precedieron, una mente y una sabiduría de algún tipo maravilloso las organizan y gobiernan?

En principio, tales afirmaciones son completamente diferentes, aunque lo que sí es cierto es que el espíritu las organiza todas, hablemos ya del sol, o de la luna, o de las estrellas o de todo el circuito del cielo.

¿Discernimos, entonces, en la constitución del mundo, los elementos que pertenecen a la naturaleza de los cuerpos de todos los seres vivos (fuego, agua, aire y tierra)? Pues bien, respecto de cada uno de los elementos existentes en nosotros, tomemos una declaración de este tipo: que cada uno de estos seres existentes en nosotros es pequeño y débil, y en ningún sentido puro, y sin un poder digno de su naturaleza; y habiendo admitido esto en uno, concibamos lo mismo en todos. Por ejemplo, supongo que hay fuego en nosotros y fuego en el universo.

¿No es entonces pequeña, débil y miserable la parte que hay en nosotros, mientras que la que hay en el universo es maravillosa, tanto en cantidad como en belleza y en todo tipo de poder que pertenece al fuego? Además, el fuego del universo, ¿es generado, alimentado y gobernado por este fuego que está en nosotros, o por el contrario es de ese fuego que el mío, el tuyo y el de todos los demás animales recibe todos estos servicios? Supongo que dirás lo mismo de la tierra que está aquí en los animales y de la que está en el universo; y por lo tanto, de todos los demás elementos sobre los que acabo de preguntar.

Pues bien, cuando vimos todos estos elementos ahora mencionados combinados en uno, ¿no lo llamamos cuerpo? Supongamos lo mismo también con respecto a esto que llamamos mundo: pues debido al mismo proceso debe ser un cuerpo, al estar compuesto de los mismos elementos. ¿Se nutre entonces nuestro cuerpo enteramente de este cuerpo, o éste recibe del nuestro su alimento y todos los demás servicios que acabamos de mencionar con referencia a él? ¿No diremos que este cuerpo nuestro tiene alma?

¿Y de dónde obtuvo un alma? A menos que el cuerpo del universo tuviera alma, puesto que tiene todas las cosas iguales a nuestro cuerpo y en todos los aspectos más bellas. Evidentemente, no proviene de ninguna otra fuente.

Si se niega esto, ¿no sería mejor para nosotros, con ese otro argumento como guía, decir que, como hemos dicho a menudo, hay en el mundo una vasta infinitud y un límite eficiente, y sobre ellos una causa de no pequeño poder, que ordena y dispone los años, las estaciones y los meses, causa que se llama con toda justicia sabiduría y mente? Sin embargo, la sabiduría y la mente nunca podrían existir sin el alma.

¿No diremos, entonces, que por el poder de la causa se implanta en la naturaleza de Dios un alma real y una mente real, y en sus criaturas sus cualidades nobles?

LII
La providencia de Dios, según Platón

Dice Platón que, al hombre que cree en Dios, pero no cree que éste se ocupe de los asuntos humanos, debemos decirle palabras de aliento, tales como:

"Oh, el mejor de los hombres, digamos que tu creencia en los dioses se debe quizás a alguna afinidad divina que te atrae hacia tus parientes, para honrarlos y creer en ellos. Pero las fortunas de los hombres malvados e injustos, tanto en la vida privada como en la pública, aunque no son realmente felices, sin embargo, siendo en las opiniones de los hombres vehementemente pero indebidamente elogiadas como felices, y celebradas injustamente tanto en la poesía como en la literatura de todo tipo, tienden a llevarte a la impiedad".

"O tal vez, al ver a hombres injustos llegar finalmente a la vejez y dejar tras de sí a los hijos de sus hijos en las mayores dignidades, ahora te perturbas, cuando, después de verlos en todas estas condiciones o después de haber oído o haber sido tú mismo testigo ocular de algunos de ellos, cuando se cometieron muchas impiedades terribles, los ves como consecuencia de estos mismos hechos alcanzar desde pequeños comienzos hasta poderes despóticos y dignidades más altas: entonces es evidente que debido a todas estas cosas, aunque no querrías culpar a los dioses como causas de ellos, porque son tus parientes, sin embargo, al mismo tiempo, estando extraviado por razonamientos falsos e incapaces de estar enojados con los dioses, has llegado a esta condición actual de pensar que, aunque existen, desprecian y descuidan los asuntos de los hombres".

"Para que vuestra doctrina actual no se convierta en una tendencia cada vez más fuerte hacia la impiedad, sino que, si es posible, podamos evitar su avance mediante argumentos, añadamos la continuación del argumento por el que al principio llegamos a nuestra conclusión contra el hombre que no creía en los dioses en absoluto, y tratemos ahora de hacer uso de él aún más. Y tú, oh Cleinias, y tú, Megilo, respondan por turnos por el joven, como antes. Y si surge algún punto difícil en los argumentos, yo lo tomaré de vosotros y os llevaré al otro lado del río, como hice hace un momento".

Tras lo cual, dice Platón que no será difícil probar al menos esto: que Dios no es menos cuidadosos con los asuntos pequeños que con los de gran importancia, porque "supongo que estaba presente y escuchó lo que estábamos diciendo hace un momento: que, al estar dotados de todas las virtudes, consideran el cuidado de todas las cosas como su propio derecho peculiar".

Examinemos, pues, dice Platón, el siguiente punto: qué virtud les atribuimos cuando convenimos en que son buenas. Porque ¿decimos que la prudencia y la posesión de la mente son propias de la virtud y lo contrario del vicio? '¿Y de éstos diremos que todo lo malo nos pertenece, y Dios no tienen parte, ni grande ni pequeña? Luego no debemos decir que Dios es de un carácter tal que él mismo odia.

Si, pues, es deber especial de un hombre administrar y atender alguna obra, pero atiende a las partes grandes y descuida las pequeñas de esta clase de trabajo, ¿con qué principio podemos alabar a tal hombre sin equivocarnos del todo? Veámoslo, sin embargo, de esta manera. ¿Acaso el que actúa de esta manera, ya sea Dios u hombre, no actúa según uno de dos principios?

Ahora bien, Dios no es jamás negligente, ni por ociosidad  ni por descuido, porque no hay cobardía ni ignorancia en él. Si, entonces, descuida las pequeñas e insignificantes preocupaciones del universo, ¿no será que sabe que no hay necesidad de atender a ninguna de esas cosas en absoluto? ¿O cuál es la alternativa restante, excepto que saben lo contrario?

¿No participa entonces Dios en los asuntos humanos de la naturaleza dotada de alma, y en el hombre mismo, y en todos los animales? Y si un médico que quiere y puede curar todo el cuerpo encomendado a su cargo, atiende a lo grande pero descuida las partes pequeñas, ¿acaso le irá bien con todo el cuerpo? No pensemos, pues, que Dios sea inferior a los obreros que acaban con la mayor exactitud y perfección sus propias obras, tanto pequeñas como grandes, pues Dios, sapientísimo como es, y dispuesto y capaz de cuidar de todo, no se ocupa en absoluto de las cosas, grandes y pequeñas.

Tras lo cual, invita Platón a convencer al joven con este argumento: que "todas las cosas han sido dispuestas por el Guardián del universo con vistas a la seguridad y excelencia del todo", y que "cada parte de este Guardián hace y sufre su parte apropiada según su poder". Oigamos sus propias palabras:

"Como una de ellas, oh hombre valiente, tu propia porción, por pequeña que sea, siempre mira y tiende hacia el todo. Pero ignoras esto mismo: que toda creación se realiza en beneficio de ese todo, para que la vida del universo pueda tener un suministro constante de seres felices, creados no para ti, sino tú para el todo. Pues todo médico y todo artesano hábil hace todo para el bien de todos, apuntando a lo que es más para el bien común: cada parte la hace para el todo, y no un todo para una parte.

"Pero tú estás descontento, porque no sabes de qué manera lo que es mejor para ti es conveniente tanto para el conjunto como para ti mismo, en la medida en que lo permite la ley de vuestro origen común. Pero como un alma combinada ora con un cuerpo, ora con otro, siempre está sufriendo cambios de toda clase, ya sea por sí misma o por alguna otra alma, al jugador no le queda más que mover las piezas, moviendo la disposición que va mejorando a un lugar más favorable, y la que va empeorando a un lugar peor, para que cada una pueda obtener la suerte apropiada a su destino".

"Te estoy explicando que, naturalmente, es fácil para Dios cuidar de todo. Porque si uno tuviera que formar y remodelar todas las cosas sin mirar constantemente al conjunto, como por ejemplo hacer agua viva a partir del fuego, en lugar de formar muchas cosas de una, o una de muchas, para que participaran de un primer, segundo o tercer nacimiento, el contenido de la disposición siempre cambiante sería infinito en multitud. Pero ahora hay una maravillosa facilidad para el Guardián del universo".

"De esta manera, nuestro Rey vio que todas las acciones estaban llenas de vida, y que había mucha virtud en ellas y mucho vicio, y que el alma y el cuerpo se habían vuelto indestructibles, pero no eternos, como los que son dioses según la ley; porque si uno de estos dos, alma y cuerpo, hubiera perecido, nunca habría habido generación alguna de seres vivos. También discernió que era la naturaleza constante, de una parte, la buena en el alma, ser beneficiosa, y la parte mala, hacer daño; y cuando consideró todo esto, ideó el lugar de cada parte de modo que hiciera que la virtud triunfara en todo el ser, y el vicio fuera dominado, de la manera más completa, fácil y mejor".

"Con vistas a todo esto, Dios ha dispuesto qué cualidad debe adquirir constantemente cada uno, y qué sede y qué regiones debe habitar en sus transmutaciones; pero las causas de la producción de cierta cualidad las dejó a la voluntad de cada uno de nosotros. Porque cada uno de nosotros se vuelve en su mayor parte en cada momento tal como es la tendencia de sus deseos y la calidad de su alma".

Tras lo cual, da Platón la explicación adecuada, dirigida a sus jóvenes aprendices:

"Todo lo que tiene alma está sujeto a cambios, pues tiene en sí mismo la causa del cambio, y al cambiar sigue el orden y la ley del destino. Si sólo cambian ligeramente de carácter moral, cambian de lugar menos y en la superficie plana de su país; pero los que cambian más y peores de carácter son arrojados al abismo y a las llamadas regiones infernales, todas las cuales, bajo el nombre de hades y otros nombres similares, los hombres temen y sueñan mucho, tanto en vida como después de separarse de sus cuerpos. Por lo tanto, siempre que un alma sufre grandes cambios de vicio o virtud, por su propia voluntad y la fuerte influencia de la asociación, si en un caso, por la comunión con la virtud divina, se vuelve eminentemente virtuosa, pasa a un lugar excelente y totalmente sagrado, siendo transportada a otra región mejor que ésta; pero en el caso contrario, transfiere su vida a lugares de tipo opuesto".

"Éste es el justo destino que Dios decreta para ti, oh muchacho o joven, que piensas que a los dioses no les importas nada; es decir, que si empeoras, debes pasar a las almas peores, y si mejora, a las mejores, y tanto en la vida como en cada muerte sucesiva debes hacer y sufrir lo que es apropiado que cada uno haga a su semejante.

"Ni tú ni ningún otro podréis jactaros jamás de haber vencido a los dioses escapando a este destino, que es el más estricto de todos los destinos ordenados por quienes lo ordenaron, y del que debéis cuidaros con sumo cuidado, pues nunca os perderá de vista. No seréis tan pequeños como para hundiros en las profundidades de la tierra, ni tan altos como para volar hasta el cielo; sino que pagaréis el castigo que os corresponda, ya sea mientras estéis aquí, o después de haber pasado al hades, o de haber sido llevados a algún lugar aún más salvaje que estos.

"Debes tener en cuenta lo mismo a aquellos otros, es decir, a aquellos a quienes viste crecer de pequeños a grandes por medio de acciones impías o prácticas similares, y supusiste que habían pasado de la miseria a la felicidad, y pensaste que en sus acciones, como en un espejo, habías visto la indiferencia universal de Dios, sin saber de qué manera su parte contribuye al todo. Pero piensa tú, ¡oh, el más atrevido de los hombres!, que no tiene importancia saber esto, sin lo cual un hombre nunca puede tener una idea de la vida ni ser capaz de participar en una discusión sobre ella, con respecto a una suerte feliz o desdichada.

"Si Cleinias, aquí presente, y toda esta compañía de reverendos ancianos te pueden convencer de que no sabes lo que dices sobre los dioses, Dios mismo te brindará una buena ayuda; pero si necesitas más argumentos, escucha lo que le decimos al tercer oponente, si es que tienes algo de sentido común".

El significado de esto, si no las palabras exactas, ya ha sido expuesto anteriormente muy brevemente en los oráculos de los hebreos, y el pensamiento se resume en pocas palabras.

Respecto a la frase "no serás tan pequeño como para hundirte en las profundidades de la tierra, ni tan alto como para volar hasta el cielo", invito a leer el pasaje de David, cuando dice "¿A dónde me iré de tu espíritu y a dónde huiré de tu presencia? Si subo al cielo, allí estás tú. Si desciendo al Hades, allí estás tú".

Invito también a leer a Isaías, cuando dice: "Alzad a lo alto vuestros ojos y ved a quién os mostró todas estas cosas", y también: "Por la grandeza y hermosura de las cosas creadas, en igual proporción se contempla a su primer Hacedor", y también: "Las cosas invisibles de Dios, su eterno poder y divinidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por las cosas hechas", y también: "Yo tenía envidia de los malvados, cuando veía la prosperidad de los pecadores".

Me parece también haber sido parafraseado por Platón en el pasaje: "Debes también tener la misma cuenta de aquellos otros, aquellos, quiero decir, a quienes viste crecer de pequeños a grandes por acciones impías, o cualesquiera prácticas similares, y supusiste que habían pasado de la miseria a la felicidad".

Muchos más pasajes de los hebreos anticiparon la interpretación expuesta extensamente por Platón. Si se examina cuidadosamente cada uno de los pasajes de Platón, punto por punto, se encontrará que concuerdan en todo con los escritos hebreos. Por doctrinas de los hebreos me refiero no sólo a los oráculos de Moisés, sino también a los de todos los demás hombres piadosos surgidos después de Moisés, ya sean profetas o apóstoles de nuestro Salvador, cuyo consentimiento en las doctrinas debe hacerlos merecedores de un mismo título.