JUAN CRISÓSTOMO
Romano de Antioquía

HOMILÍA 1

I

Nuevamente nos reúne la memoria de los mártires. Nuevamente recurre una festividad y una reunión espiritual. ¡Aquéllos trabajaron y nosotros nos alegramos! ¡aquéllos lucharon y nosotros exultamos de gozo! ¡la corona y la gloria de aquéllos es común con nosotros, o mejor dicho es común de toda la Iglesia! Preguntará alguno: ¿cómo puede ser eso? Pues porque los mártires son parte nuestra y miembros nuestros. Y si padece un miembro todos padecen con él; y si uno es glorificado, los demás miembros se alegran. (1) ¡Es coronada la cabeza y todo el cuerpo se regocija! ¡triunfa uno en los juegos olímpicos y todo el pueblo se goza y lo recibe con grandes elogios! Pues si en los juegos olímpicos tanto gozo experimentaban aquellos que en nada habían ayudado a los que en el certamen sudaban, mucho mejor ha de suceder esto con los atletas de la piedad.

II

¡Pies somos nosotros! ¡cabeza son los mártires! Pero la cabeza no puede decir a los pies: ¡no tengo necesidad de vosotros! Gloriosos son los miembros, pero la alteza de su gloria no los hace ajenos a la unión que existe entre ellos y las otras partes del cuerpo. Precisamente por aquí se hacen gloriosos, porque no rompen la unión que tienen con nosotros. Así el ojo, aunque sea más brillante que el resto del cuerpo, sólo entonces conserva su esplendor cuando no está separado del resto del cuerpo. Pero ¿qué digo los mártires? Pues si el Señor no se avergonzó de hacerse nuestra cabeza, mucho más ellos no se avergüenzan de ser miembros nuestros. Porque tienen arraigada la caridad, y la caridad acostumbra unir y juntar las cosas dispersas y no rebusca cuidadosamente lo que se refiere a la dignidad.

III

Así pues, del mismo modo que ellos se conduelen de nuestros pecados, del mismo modo nosotros nos alegramos juntamente con ellos por sus hazañas. Pablo ordenó que así se hiciera: Alegrarse con quien se alegra, llorar con los que lloran. (2) Sólo que llorar con los que lloran es cosa fácil, mientras que gozar con los que gozan no es tan excesivamente fácil: porque es un hecho que más fácilmente nos dolemos con quienes andan entre dolores que nos alegramos con quienes están en buena fortuna. En el primer caso, la naturaleza misma de la desgracia es capaz de llevar a la simpatía aun a una piedra; mientras que en el segundo, de la buena fortuna, la envidia y la mala voluntad impiden, a quien no profundiza, unirse al gozo del que se alegra. Pues así como la caridad une y junta todas las cosas separadas, así, al revés, la envidia a las que ya estaban unidas las separa.

IV

Por esto, os exhorto a que procuremos unirnos a los que gozan para purificar nuestra alma de la envidia y de la mala voluntad. Nada echa fuera esta enfermedad pesada y difícil en su curación como el alegrarse con aquellos que viven conforme a la virtud. Escucha cuan extremado es Pablo en una y otra cosa: ¿Quién, dice, se enferma y yo no me enfermo? ¿quién se escandaliza y yo no me inflamo? (3) No dice: yo no me entristezco, sino "y yo no me inflamo", queriendo con la palabra "inflamo" ponernos delante lo sumo del dolor. Luego, escribiendo a otros, les dice: ¡Sin nosotros reináis! ¡y ojalá hubierais reinado, a fin de que también nosotros reináramos con vosotros! (4) ¡Advierte cuánto procuraba el bienestar de los hermanos quien ni siquiera pensaba que vivía si ellos no estaban salvos!

V

El hombre arrebatado hasta el tercer cielo y llevado al paraíso de misterios inenarrables, y que gozó ante Dios de tan grande confianza, no tenía grande sentimiento de esos bienes si no veía juntamente con él a salvo a sus hermanos. Porque sabe él, sabe muy bien, que nada hay ni mayor ni igual a la caridad, ni siquiera el martirio mismo, que es ciertamente el mayor de los bienes. Y cómo sea esto, escúchalo: porque la caridad sin el martirio hace discípulos de Cristo, mientras que el martirio sin la caridad no los podría hacer. ¿Por dónde queda esto claro? Por las palabras de Cristo. Porque El a sus discípulos decía: En esto conocerán que sois mis discípulos, si os amáis mutuamente. (5) ¡Mira cómo la caridad sin el martirio hace discípulos de Cristo! Y que el martirio sin la caridad no solamente no hace discípulos de Cristo, pero ni siquiera trae consigo utilidad alguna al que lo sufre, óyelo de labios de Pablo, quien dice: Aunque entregue mi cuerpo para ser quemado, pero si no tengo caridad, ningún provecho saco. (6)

VI

Pues por esto precisamente amo yo al santo que hoy aquí nos ha reunido, al bienaventurado Romano: porque juntamente con el martirio mostró una grande caridad; caridad por la que le fue cortada aquella veneranda lengua. Puesto que también esto es digno de examinarse: ¡por qué el demonio no lo llevó a otro género de tormentos, suplicios y penas, sino que le cortó la lengua! Porque no lo hizo al acaso, sino con redomada malicia. ¡Bestia astuta y malvada es el demonio y no deja por mover piedra alguna en contra de nuestra salvación! ¡Ea, pues! ¡examinemos por qué acudió a cortarle la lengua! Pero tomemos el agua de más arriba.

VII

Así conoceremos por una parte la bondad de Dios y por otra la paciencia del mártir y la maldad del demonio. Y una vez que conozcamos la bondad de Dios le daremos gracias; y una vez conocida la paciencia del mártir, imitaremos a este consiervo nuestro; y finalmente, conocida la maldad del demonio, aborreceremos en absoluto a ese enemigo nuestro. Para eso nos dio Dios conocimiento de sus maquinaciones: para que aborreciéndolo más, mejor y más fácilmente lo venzamos. Y acerca de que podemos conocer sus intenciones, oye lo que dice Pablo de aquel hombre que había caído en fornicación. Porque escribiendo a los de Corinto, les dice: Afirmad en él la caridad para que no seamos enredados por el demonio, puesto que no ignoramos sus maquinaciones. (7)

VIII

¿Cuál es pues la causa por la que a este mártir le cortó la lengua? ¡Concededme que tome el asunto de más arriba! Guerra grande se levantó en otro tiempo contra las iglesias; y no porque los bárbaros hicieran incursiones en las ciudades, ni extranjeros algunos; sino porque aquellos que estaban al frente de estas regiones se portaron con los que los obedecían de una manera más cruel que cualquier tirano; tiempo fue aquél en que no solamente estaban en peligro la libertad y la patria, los dineros y la vida presente, sino el reino de los cielos y los bienes que están preparados para los justos y la vida inmortal y la fe en Jesucristo. Entonces se inventó un nuevo modo de cautividad, puesto que no se expatriaba de la ciudad que acá existe, sino que se esforzaban en privar a los hombres de la Jerusalén aquella de allá arriba en donde reina toda libertad. Y obligaban a cada uno a ofrecer en sacrificio en los altares su propia alma, y abjurar de su Dios y sujetarse a la tiranía del diablo y dar culto a los demonios, enemigos dañinos de nuestra salvación : ¡cosa que a las almas generosas y amantes de Dios les resultaba aún más intolerable que mil muertes y que cualquier infierno!

IX

Entonces, pues, cuando muchos eran sepultados en las olas y éstas se levantaban hasta los cielos y muchos naufragaban, este bienaventurado Romano, avanzando al medio de la tormenta, no se puso a considerar primero la forma en que él afrontaría los peligros; sino que ante todo reunió, animó, preparó a combatir de nuevo a quienes primeramente habían caído y traicionado su salvación, levantando a los derribados, confirmando mediante sus oraciones a los que se sostenían, y con sus consejos y exhortaciones acerca de los bienes futuros, y discurriendo ampliamente sobre las cosas presentes y mostrando lo pasajero de éstas, lo eterno de aquéllas, y contraponiendo los premios a los trabajos, las coronas a las pruebas, la recompensa a los dolores, y enseñándoles cuál sea la naturaleza de la vida presente y cuál la de la futura y cuánta la diferencia de ambas; cómo eso de morir era cosa en absoluto necesaria, ya que, si no terminamos nuestra vida por el martirio, por la ley natural pronto nos veremos obligados a dejarla y abandonar estos cuerpos nuestros.

X

Con estos razonamientos y otros parecidos, puso en tensión los brazos remisos, llenó de fortaleza las rodillas débiles, hizo regresar a los fugitivos, apartó la cobardía, echó fuera el temor, infundió alientos, y los convirtió a todos de temerosos en atrevidos, y de cervatillas y gacelas sacó leones que respiraban abundante esfuerzo, y puso en línea al ejército de Cristo, y convirtió la vergüenza que amenazaba a nuestras cabezas en contra de los enemigos. Observando, pues, el demonio el gran cambio que se había verificado, y que los que ayer y anteayer le temblaban y le temían, ahora se burlaban de él y se le enfrentaban y afrontaban los peligros y se lanzaban a los suplicios, como se hubiera dado cuenta de quién era el causante de todo, dejó a un lado a los otros y se echó sobre éste con todas sus fuerzas y desató los torrentes enteros de su locura en contra del bienaventurado.

XI

¿Qué es pues lo que hace? ¡Ved su malicia! ¡No lo arrastra a los tormentos, no le corta la cabeza, porque el tiempo pasado le advertía ser todo inútil y cosa vana, ya que con eso no había logrado reprimir la prontitud de los creyentes, antes bien la había aumentado y hecho mayor y más fervorosa: "¡Yo extendí alfombras de brasas, se dijo, y éstos corrían hacia ellas como si fueran rosas; encendí hogueras, y éstos a ellas se arrojaban como a fuentes de frescas aguas; yo destrocé sus costados y les abrí hondos surcos y saqué de ahí ríos de sangre; pero ellos se gloriaban como si por todas partes estuvieran rodeados de ríos de oro; yo los eché a los precipicios y los sumergí en el mar; pero ellos no como si descendieran al profundo sino como si subieran a los cielos mismos, así se mostraban y daban saltos de gozo y se llenaban de alegría; y como si acompañaran los coros de una sagrada procesión o anduvieran jugando en un pensil cubierto de verdor, así se portaba cada uno en los tormentos; y no les parecían tormentos, sino andar recogiendo flores primaverales y coronándose con ellas; y aun se adelantaban a mis suplicios por el fervor insigne de sus almas.

XII

"Qué haré, pues, ahora?, se preguntaba. ¿Acaso cortaré su cabeza? ¡Pero si esto es precisamente lo que él desea y será eso una más amplia exhortación para sus discípulos, puesto que él ya los previno diciéndoles que la muerte de los mártires no es muerte sino vida que no tiene fin, y que por esta vida está bien despreciar la muerte y tolerar toda clase de padecimientos! Si, pues, le corto la cabeza y él lo soporta con fortaleza, los habrá amonestado con sus hechos más claramente que con las palabras, acerca de que es necesario despreciar la muerte, y levantará más los espíritus, y una vez muerto les comunicará mayor prontitud. Entonces ¡le cortaré la lengua! ¡Privados así los discípulos del mártir de aquella su voz, con que se gozaban, y destituidos de sus consejos y de sus exhortaciones, se volverán más cobardes, y volverán a sus anteriores tristezas y dudas, por no tener quién les dé ánimo ni quién los excite y los arme para la lucha!

XIII

Pero ¡advierte ya la malicia del demonio! Es verdad que Herodes cortó la cabeza a Juan. Este, en cambio, no cortó la cabeza sino solamente la lengua. ¿Por qué? ¡Por su excesiva malicia y perversidad! "¡Si le corto la cabeza, se decía, y muere de este modo, no presenciará la muerte de sus hermanos y se irá así.Pero yo ansio que sea testigo de la derrota de sus soldados y de su desgracia, a fin de que se consuma de dolor mientras ve a los que sucumben sin poder ayudarlos ni poder darles los consejos que solía, puesto que al privarlo de la lengua lo habré privado de la palabra!" ¡Pero Aquel que revuelve contra los sabios sus astucias, revolvió contra el demonio su propia invención. De manera que no solamente no los privó de sus consejos, sino que hizo que disfrutaran de una mayor exhortación y participaran de una más abundante doctrina espiritual.

XIV

Una vez que este pensamiento hubo dominado al demonio, fue llamado el médico para que hiciera el corte, con lo que éste se convirtió de médico en sayón: ¡no sanaba un miembro que estuviera enfermo, sino que destrozaba a uno que estaba sano! Mas, aunque lo privó de la lengua, no pudo privarlo de la voz. Porque le fue cortada la lengua de carne, pero la lengua de la gracia divina fue volando a posarse en la boca del mártir bienaventurado Romano. De manera que la naturaleza, obligada por el hierro, perdió uno de sus miembros; pero la gracia divina no permitió que con él desapareciera también el uso de la voz. Por lo cual gozaban ahora los discípulos de una doctrina más espiritual; pues no oían precisamente una voz humana como antes y palabras humanas, sino otras divinas y espirituales y que superaban a la humana naturaleza. Y concurrían todos, deseosos de observar aquella boca sin lengua y oírla hablando en esa forma los ángeles desde las regiones superiores, los hombres desde las inferiores.

XV

¡Cosa era verdaderamente maravillosa y nunca oída aquella boca que sin lengua peroraba, y colmaba de deshonra al demonio y al mártir de gloria ingente, y daba a los discípulos enorme consuelo y grande argumento de paciencia! Porque desde el principio de los tiempos antiguos fue costumbre de Dios revolver contra la cabeza del demonio todas cuantas cosas éste maquina contra nosotros, y utilizarlas para nuestra salvación. ¡Considerad cómo al hombre el demonio lo echó del paraíso, pero Dios le abrió las puertas del cielo; aquél lo arrojó del imperio terreno, pero Dios le concedió el reino de los cielos, y colocó en regio trono a nuestra humana naturaleza. Así Dios concede siempre a los hombres dones mayores que aquellos de que el demonio intentaba privarlos. Y esto es con el objeto de hacerlo más tardo en ponernos asechanzas y de enseñarnos que sus asechanzas nunca son temibles: ¡cosa que sucedió exactamente con este mártir. ¡Porque Dios le obsequió una voz mucho más fuerte y clara que aquella de que el demonio creyó haberlo privado!

XVI

No es de igual estimación poder hablar con lengua, que poder hacerlo sin ella. Porque lo primero es cosa común a todos y que se sigue de la misma naturaleza; pero esto otro era cosa sobrenatural y exclusiva del mártir. El mártir, aun en el caso de amputársele la lengua y quedar mudo, todavía habría consumado su certamen y le estaría preparada la corona: porque era grande vencimiento para el demonio y demostración clara de su derrota el haberle cortado la lengua. Si no temías, oh demonio, la lengua del mártir, tú el más exsecrable de todos los seres, ¿por qué la cortaste? ¿Por qué no dejaste en pie la causa e instrumento de las luchas, sino que echaste llave al estadio?

XVII

Del mismo modo que si alguno, teniendo que luchar en el pancracio recibiera indecibles heridas; y luego, por no poder ya resistir, ordenara que a su adversario se le amputaran las manos, y una vez así lo colmara de golpes, no se necesitaría de ninguna otra demostración para adjudicarle la victoria al que le habían sido amputadas las manos, así en el caso de este mártir, fue argumento manifestísimo de victoria contra el diablo el corte de la lengua. Porque, aunque la lengua era mortal, pero como al demonio le infligió heridas incurables, por esto contra ella derramó el demonio su veneno, y se cargó con una mayor deshonra e hizo más brillante la corona del mártir. Porque así como sería cosa admirable contemplar un árbol sin raíces o un río sin manantial, así lo es oír una voz que no procede de una lengua.

XVIII

¿Dónde están ahora los que no creen en la resurrección? ¡He aquí que la voz había muerto y ha resucitado; y ambas cosas sucedieron en un mismo instante! Más grande cosa es ésta que no la resurrección de los cuerpos: porque en la resurrección permanece la materia del cuerpo y solamente se separan sus componentes; pero en aquella otra, se había suprimido el fundamento mismo de la voz, y con todo la voz se había hecho más penetrante. Si de una flauta quitas las lengüetas, el instrumento queda del todo inútil. Pero no sucedió lo mismo con esta flauta espiritual. De modo que, aunque fue privada de su lengua, no sólo no quedó por eso con detrimento, sino que emitía de sí un canto más armonioso y más misterioso y que causaba mayor admiración. Otro ejemplo: si alguno quita de la cítara el plectro, el artista se queda sin oficio y su arte es inútil y su instrumento inservible. Pero, en nuestro caso, nada de eso sucede, sino todo lo contrario. Porque cítara era la boca, plectro la lengua, artista el alma y el arte la confesión de la fe. Y con todo, arrancado el plectro o sea la lengua, no quedaron inútiles ni el artista, ni su arte, ni su instrumento.

XIX

¿Quién obró semejantes maravillas? ¿Quién produjo tales milagros que superan a cuanto pudiera creerse? ¡Dios, que es el único que hace maravillas! De El afirma David: ¡Oh Señor, nuestro Señor! ¡cuan admirable es tu nombre en toda la tierra! ¡Tu magnificencia se ha elevado por encima de los cielos: de la boca de los infantes y de los que aún toman el pecho perfeccionaste tu alabanza! (8) Y por cierto, en el caso del profeta fue de la boca de los infantes y de los que aún toman el pecho, pero en el nuestro fue de la boca de quienes no tienen lengua. En aquel caso la naturaleza aún no daba tiempo; en éste la boca estaba sin lengua. En aquel caso existía en los niños la raíz aunque tierna aún, pero con fruto ya maduro; en éste, aun la raíz misma había sido extirpada, y con todo no se impedía la producción del fruto: porque fruto de la lengua es la voz. De manera que en verdad son más admirables estas segundas cosas que aquellas primeras.

XX

Por si a éstas no les dais fe, precedieron aquéllas, a fin de que luego éstas no nos conturbaran, acostumbrado ya el ánimo a aquéllas. Y para esto sobrevinieron las actuales, para que aquellas ocultas y más antiguas sean creídas por éstas que son más claras y más recientes. Así, en otro tiempo, la vara de Arón germinó, como ahora germinó la boca de este mártir. Mas ¿por qué entonces germinó la vara de Arón? Porque el sacerdote era injuriado. Y ¿por qué causa germinó ahora la boca de este mártir? Porque era blasfemado Jesucristo, el sumo Sacerdote.

XXI

¡Adviertid cuán grande sea el parentesco de este milagro con aquél y cuánta su excelencia! Porque así como aquella vara, sin estar unida a su raíz ni sacando la savia de la tierra, sino enteramente privada de ésta y habiendo ya perdido la fuerza vital y frugífera, de repente dio fruto, así también esta voz, privada de su raíz y sin tener la fuerza que ella toma de su órgano propio, germinó de repente en la boca reseca e improductiva. Por aquí se ve el parentesco de ambos milagros. Pero la excelencia del segundo se ve en esto otro. Pues distan mucho un fruto de otro: aquél era sensible, éste espiritual; y tal que abría los mismos cielos al que daba las voces.

XXII

Por todas estas cosas, felicitemos al mártir, glorifiquemos a Dios, que hace estos milagros, imitemos la paciencia de nuestro consiervo y demos gracias a Dios por este favor, y consolémonos suficientemente en las tentaciones con lo dicho. Y, admirando el poder y la providencia de Dios, que nos ha creado, pongamos todo lo que está de nuestra parte, y se seguirá todo lo que está de la suya. Ya peleen contra nosotros los hombres o los demonios o el diablo en persona, (9) en nada aprovecharán los que nos combatan, con tal que demostremos diligencia y fervor de ánimo, y quitemos de nosotros todo lo que conviene quitar. De esta manera atraeremos sobre nosotros el auxilio de Dios en la vida presente y conquistaremos grande gloria en la futura y alcanzaremos nuestra salvación. La cual ojalá se nos conceda obtener a todos, por gracia y benignidad de nuestro Señor Jesucristo.

HOMILÍA 2

I

Las palestras fortalecen los cuperos y confieren habilidad en el arte del atletismo. En cambio, el recuerdo de los mártires arma a las almas contra las artes de los demonios y las entrena para los combates contra ellos. Porque pone en público el esfuerzo atlético y la lucha continua contra los azotes, y despierta y anima a la piedad; y la narración de sus padecimientos nos propone, como en un estadio, la pista tendida y recorrida por cada uno de los mártires. ¡Y tal es la memoria del atleta que hoy fue coronado! Porque ¿quién no saldrá valientemente al estadio a luchar contra el demonio, una vez que haya entrenado su alma mediante la memoria de las luchas del mártir, al que tan grande cantidad de peligros en absoluto no conmovió? En aquel tiempo, una inmensa tiranía de impiedad danzaba en todo el mundo; y la vida de los hombres semejaba un mar conmovido desde sus profundidades y cuyas olas se arrojaban sobre la tierra en triples encrespamientos, de los que el último

II

era el más poderoso; y la vehemente tormenta de la impiedad se echaba encima de la nave de la piedad: tempestad en la que muchos de los pilotos perecían y un pequeño número de navegantes quedaban hundidos, y todas las regiones estaban llenas de naufragios y de horrendos temores. Los reyes soplaban con mayor ímpetu la tempestad, los tiranos producían temibles oleajes, se ponían en conmoción los tribunales de los magistrados; y los jueces promulgaban que se había de renegar de Jesucristo, y los legisladores amenazaban con terribles suplicios, y los hombres eran arrastrados a los sacrificios en honor de los demonios, y las mujeres a las abominaciones de los altares y a los simulacros, y a la misma locura eran empujadas las vírgenes, y los sacerdotes eran expatriados o amenazados con destierros y muertes, y los fieles eran sacados de los sagrados edificios.

III

Para un tan grande combate se armaba el mártir, y se enfrentaba con tan enormes peligros; y aquella campaña le parecía una sombra de certamen y se burlaba; y como si puesto en la plataforma del estadio despreciara a los príncipes con su fe, como si fueran simple polvo, de esa manera excitaba el ánimo del que entonces hacía de juez; y con esto lo refrenaba al tiempo en que aquél se preparaba para asaltar a la Iglesia. Por este motivo aquel varón generoso fue arrastrado de pronto al suplicio y se prepararon contra él varios géneros de tormentos. El mártir era semejante a una cítara pulsada con el plectro de los tormentos y que así emitía su sonido. Los verdugos lo rodeaban, lo golpeaban y le herían su cuerpo; pero él, a la manera de un tímpano de bronce, al ser golpeado producía el canto de la piedad. Lo desgarraban suspendido en el ecúleo, pero él abrazaba el ecúleo como si fuera el árbol de la vida. Le destrozaban las mejillas a la manera de los costados del justo; (1) pero él, como si hubiera adquirido muchas bocas, así multiplicaba sus preces y avergonzaba al adversario con cada derrota que le infligía.

IV

Y como viera que los jueces lo provocaban al culto de los demonios, pidió que le llevaran de la plaza un pequeñuelo que hiciera de juez justo acerca de las cosas sobre que el juez le interrogaba. Habiéndole pues llevado uno de los niños, él lo interrogó acerca de las cuestiones que entonces se traían entre manos: "¡Oh hijo! le dice: ¿es justo que sea adorado Dios o que lo sean los que éstos llaman dioses?". Grande, en verdad, fue la excelencia de la sabiduría de este mártir. ¡A un niño lo constituyó juez de su juez! Y el niño al punto dirimió la cuestión en favor de Cristo; a fin de que los infantes se mostraran más sabios que los jueces que impíamente procedían: más aún, con el objeto de que no solamente el mártir apareciera verdadero mártir, sino además maestro y admonitor de los mártires. Con todo, ni aun esto echó por tierra la rabia del juez, sino que al punto fue el mártir arrastrado hacia el ecúleo juntamente con el infante. Y al suplicio del ecúleo se seguía el de la cárcel; y al de la cárcel, la sentencia del juez que señalaba a los atletas los varios castigos: ¡al niño lo condenó a muerte y al mártir en cambio a que le sacaran la lengua!

V

¿Quién ha oído semejante género de juicio? Los jueces azotan a los reos para obligarlos a confesar lo que saben. Pero este juez de la iniquidad hizo cortar la lengua al mártir, con el fin de obligarlo a callar lo que sabía. ¡Oh invención ingeniosa del arte del malvado! "¡No he podido, se dijo, derribar al alma que una vez ha tomado sabor a las cosas de Cristo! ¡Pero a lo menos arrancaré la lengua del que habla de Cristo!" ¡Corta, oh tirano, la lengua, a fin de que conozcas que la naturaleza, aun sin la lengua, se vuelve elocuente para testificar a Cristo! ¡Extirpa de la boca la lengua para que conozcas ser veraz Aquel que prometió el don de lenguas! Porque fue extirpado el instrumento de la lengua, pero la palabra brotaba con mayor fuerza aún, como si la lengua le hubiera sido impedimento del cual se encontrara ya libre. ¡Espectáculo nuevo y admirable! ¡Un hombre, hecho de carne, a otros hombres hechos también de carne, les habla sin lengua de carne!

VI

Conviene, por lo mismo, a este mártir la palabra del profeta : ¡Nuestra boca se ha llenado de alegría y nuestra lengua de gozo! (2) Se llenó de gozo su boca porque ofrecía a Cristo la lengua, con un nuevo género de sacrificio; y con todo, la lengua estaba repleta de alegría a la manera de un mártir que corre y se adelanta al martirio. ¡Oh lengua que se adelantó al alma misma a entrar en los ejércitos de los mártires! ¡Oh boca que engendró dentro de sí a ese otro mártir oculto! ¡Oh lengua a la que sirvió la boca de altar! ¡Oh boca a la que sirvió la lengua de víctima! ¡Ignorábamos, oh mártir generoso, que tenías un templo en tu boca! ¡templo en el que, como a una oveja consanguínea tuya, sacrificaste tu lengua!

VII

Pues ¿qué orador podrá enaltecer dignamente con alabanzas tus virtudes? ¡Recibiste de la naturaleza tu lengua, pero tú la educaste para el martirio! ¡recibiste la boca como defensa de tu lengua, pero tú la hiciste altar de tu lengua! ¡recibiste ese plectro para hablar, pero tú una vez cortada la lengua, la exhibiste como una espiga fecunda! ¡recibiste la lengua como instrumento de la palabra, pero tú la ofreciste como cordera inmaculada en sacrificio a Cristo! Pues ¿con qué palabras que sean dignas declararé el decoro de tu boca? ¿con qué palabras podré glorificarla? ¡Le acercaban los verdugos el hierro, pero ella no se resistía, como lo hiciera Isaac; (3) sino que permaneciendo quieta en la boca, esperaba con deleite la herida; y enseñaba que, por Cristo, las lenguas de los hombres no solamente debían hablar sino también ser arrancadas.

VIII

¡Obtuviste el mismo sacrificio que el Patriarca, oh mártir generoso, cuando en vez del hijo unigénito ofreciste en sacrificio el germen único de tu lengua! ¡Justamente Cristo plantó de nuevo en ti otra lengua, porque te encontró buen cultivador de la primera! ¡Bellamente te dio otra lengua no de carne, porque para efectos angélicos no convenía la de carne! ¡rectamente te devolvió ese pago por tu lengua! ¡Porque tú entregaste a rédito tu lengua a Jesucristo para que El la sacrificara; pero El, a su vez, te devolvió como rédito la voz necesaria para la elocuencia! ¡Se verificó un intercambio entre tu lengua y Jesucristo, cuando por Jesucristo ella fue cortada y ahora Cristo habla por ella!

IX

¿Dónde está ahora aquel Macedonio, que alzó guerra contra el Espíritu Santo en aquello de que había El concedido el don de lenguas? ¡Y de que no miento al atribuir a la divinidad del Paráclito los dones carismáticos, me es testigo el bienaventurado Pablo, quien en este momento satisface vuestro deseo de oír con estas palabras: ¡Todas estas cosas las obró el único y solo Espíritu, repartiendo a cada uno como le parece! (4) ¡Como a Él le parece, dice el bienaventurado Pablo, y no como le es mandado! Mas, para que no suceda tal vez que si añadimos algo a esa sentencia ahora recarguemos vuestra memoria con la abundancia de las cosas, pasemos adelante, pero manteniendo en la memoria este pasaje, en que se trata del Espíritu Santo, con entera firmeza y certidumbre; y gloriándonos por encima de aquellos herejes, pero perdonándolos en lo que yerran adoremos la divinidad del Paráclito.

X

La trompeta profética, anunciando de antemano la fe de todo el orbe en Jesucristo, decía cosas concordantes con éstas: Porque me entenderán, dice, desde el pequeño hasta el grande de ellos; (5) y luego: Toda lengua confesará al Dios verdadero. (6) El profeta, como decíamos, encerró como en una red del conocimiento divino a toda lengua; pero nosotros en este día escucharemos las preces sin lengua de quien patrocina la piedad: porque a la manera de una cítara sin plectro alaba al Creador. Diga pues el bienaventurado Romano: ¡Mi lengua es pluma del escriba que escribe rápidamente! (7) Pero ¿cuál lengua? ¡No por cierto la que cortó el hierro, sino la que fabricó el Espíritu Santo; porque al ser cortada aquella lengua la sustituyó la gracia del Espíritu Santo! También los apóstoles tenían lenguas; pero, para hacer notar la virtud que operaba, callaba el barro y hablaba el fuego del cielo.

XI

Tiene la Sagrada Escritura a su vez una semejanza de esto que sobrepasa al discurso. Porque delante de Moisés la zarza también fue fuego. El fuego apostólico prefiguraba en la zarza las voces de la predicación y por esto a una cosa inanimada se le concedió el don de la palabra, para que al ponerse en contacto con instrumentos animados, se le diera crédito. (8) Pues si el contacto del fuego dio palabra a una cosa inanimada ¿no era acaso razonable que, cuando llenara las almas dotadas de razón, con su contacto levantara un sonido del todo armonioso? Pues de esta virtud participó este glorioso mártir Romano; el cual, con la lengua cortada, reprendía con una voz aún más penetrante, al tirano. Ni se hubiera apresurado el tirano a cortar aquella lengua si no hubiera temido las avenidas de la reprensión, si no lo hubieran aterrorizado los ríos de la predicación evangélica, si no hubiera sospechado que las olas de elocuencia sagrada lo arrastrarían. Pero veamos ya qué fue lo que empujó al tirano a semejante crimen y lo obligó a efectuarlo.

XII

Tras de haber sacrificado aquel impío a los demonios, y estando repleto de humo y de olor a grasas y manchado con las gotas de la impiedad, velozmente se encaminó a la Iglesia; y buscaba el altar para el sacrificio incruento, mientras llevaba en las manos la segur que destilaba sangre. No se le ocultó a nuestro mártir la rabia del tirano. Por esto, saltó de pronto y se presentó ante el vestíbulo; y detuvo ahí la inundación de la impiedad que se echaba encima. Y, a la manera de un solícito piloto, cuando ve que el mar acomete por la proa, no puede permanecer inactivo, sino que recorre con veloces pies la nave toda, y haciendo levantar mediante el timón la popa, logra que la nave presente su punta opuesta a las olas, y habiendo así salvado lo que peligraba con levantarlo en alto, luego parte por medio la triple ola que se echaba encima, y con arte especial cruza el ponto embravecido, así se comportó el bienaventurado Romano.

XIII

Al tiempo en que el mar de la idolatría rebramaba con blasfemias y se enfurecía contra la nave del Clero, y vomitaba espumas de sangre sobre los altares, él solo se arma contra el piélago enfurecido, y como advirtiera que la navecilla quedaba casi sumergida, él despertaba al Señor, que dormía dominado por el sueño de la longanimidad. Mira el mar perturbado por los soplos de encontrados vientos y revuelto con las tempestades, y toma en sus labios las palabras de los discípulos cuando se encontraban en un peligro semejante: ¡Maestro! ¡sálvanos porque perecemos! (9) ¡Los piratas rodean por todas partes la navecilla; los lobos circundan el aprisco; los ladrones perforan tu habitación; en torno de tu esposa suenan voces de adúlteros; de nuevo la serpiente quebranta los muros del paraíso; es golpeada la piedra fundamental de tu Iglesia! ¡echa pues desde el cielo Tú el áncora evangélica y confirma la piedra angular sacudida! ¡Maestro! ¡sálvanos porque perecemos!

XIV

¡El peligro común divide la atención del mártir! ¡Se dirige confiadamente al Señor, pero al mismo tiempo desata la elocuencia de su lengua contra el tirano: "¡Deten, le grita, tu carrera, oh loco tirano! ¡date cuenta de tu pequeñez! ¡teme la amplitud del Crucificado! ¡Su amplitud no se contiene en las paredes de la iglesia, sino que su término son los confines de la tierra! ¡sacude las sombras de tu furor! ¡vuelve los ojos hacia la tierra y considera la debilidad de tu naturaleza! ¡Levántalos al cielo y advierte la grandeza del combate! ¡desprecia el débil auxilio de los demonios! ¡mira que ellos, heridos por la cruz, quieren echarte por delante a la manera de un defensor de sus altares!

XV

¿Por qué persigues lo que es imposible alcanzar? ¿por qué pugnas contra el viento? ¿Acaso Dios se encuentra circunscrito por los muros? ¡Es Divinidad incircunscrita! ¿Acaso nuestro Dios ve con los ojos materiales? ¡Es una Esencia invisible y sin figura, aunque en su Humanidad se le pinte y se le vea! ¿Habita acaso en la piedra o en el leño y vende su providencia por ovejas y rebaños? ¿Acaso en sus pactos está interpuesto el altar y se necesita de éste? ¡Exigencia de golosos es ésa, de parte de tus demonios! ¡Mi Señor, o mejor dicho el Señor del universo, Jesucristo, habita el cielo y gobierna la tierra! ¡sus sacrificios son el alma que levanta a El sus ojos! ¡todo su alimento es la salvación de los creyentes!

XVI

"¡Deja ya de combatir a la Iglesia! ¡La grey se encuentra en la tierra, pero el Pastor está en los cielos! ¡En la tierra están los sarmientos, pero la vid en el cielo! ¡Si cortas los sarmientos multiplicas la vid! ¡Tus manos destilan sangre, tu espada está teñida con la sangre de sacrificios irracionales! ¡Deja ya esas ovejas inocentes y vuelve tu espada contra nosotros que te reprendemos! ¡Perdona a las ovejas que callan y danos muerte a nosotros que te acusamos! ¡No temo yo el hierro homicida sino la segur que está al servicio del altar! ¡Porque el hierro de los homicidas mata al cuerpo, pero la segur del altar mata el alma! ¡El hierro del homicida mata las víctimas del sacrificio, pero la segur del altar mata lo que se sacrifica y también al sacrificante juntamente! ¡Corta mi cabeza, pero no manches el altar! ¡Aquí tienes una víctima voluntaria! ¿para qué vas a buscar al toro maniatado? ¡Si deseas matar, mata en el vestíbulo mismo de la iglesia a esta víctima racional!" (10)

XVII

No soportó el tirano aquella amplia libertad del mártir en hablar; y por esto, al punto comenzó el sacrificio por la lengua. Así cayó cortada aquella lengua, no porque el tirano intentara cortarla, sino porque él luchaba contra la predicación del Evangelio; ni fue precisamente porque odiara al predicante, sino porque odiaba al predicado. ¡Pero Aquel que enreda a los sabios en sus propias astucias, restituyó desde el cielo aquel instrumento de la voz al mártir, y sostuvo, con una lengua invisible, la voz que perecía; y dio voz a quien no tenía lengua, y mostró de esta manera al tirano el hecho de la creación del hombre. Y a la manera que los poceros, mientras abren excavando los conductos del agua, hacen con eso que las aguas salgan con mayor libertad, así el tirano, al excavar la lengua con el hierro se encontraba cada vez más oprimido por más vehementes raudales de reprensiones.

XVIII

Hubiera yo querido llevar hasta el fin mi discurso en alabanza de este mártir. Pero se ha terminado el justo espacio de tiempo, y esto nos exhorta a callar. Por otra parte, lo dicho os basta para vuestra utilidad; y además son necesarias también las instrucciones de nuestro Padre, para que se lleven a la práctica las cosas que hemos dicho. Por parte nuestra, guardemos en los senos de la memoria lo que se ha dicho; y abramos los surcos del campo de nuestra alma a lo que se va a decir. Y sobre todo, adoremos al Autor de todo milagro, Cristo Jesús.

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Traducido por
Manuel Arnaldos, ed. EJC, Molina de Segura 2025

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