GREGORIO TAUMATURGO
Virginidad de María
1. Cuando recuerdo la desobediencia de Eva, lloro; pero me renuevo de nuevo cuando contemplo el fruto de María, inmortal por descendencia, invisible por belleza, antes de los siglos luz de luz. De Dios Padre fuiste engendrado, Verbo e Hijo de Dios, y tomaste carne de María Virgen para renovar de nuevo a Adán por tu santa mano.
2. Santo, inmortal, eterno, inaccesible, inmutable, sin cambio, verdadero Hijo de Dios, tú existes antes de los siglos, pero quisiste ser concebido y formado en el seno de la Santísima Virgen, para que pudieras vivificar al hombre primero formado por tu santa mano, y muerto por el pecado.
3. Por beneplácito y voluntad del Padre invisible, él te engendró. Por eso todos te invocamos y te llamamos Rey. Sé nuestro socorro, tú que naciste de la Virgen, y fuiste envuelto en pañales, y acostado en un pesebre, y y amamantado por María, para que resucites al primer Adán, muerto por el pecado.
4. Saciados con la ciencia de la divina ciencia, emitamos dulcemente los himnos de alabanza, y glorifiquemos los dulces poderes de la Palabra divina. Con una doctrina que suene dulcemente, emitamos una alabanza digna de la gracia divina, para que la tierra y el mar, y todas las cosas creadas, visibles e invisibles, bendigan y glorifiquen el amor de Dios por el hombre, y porque su majestad se dignó habitar entre nosotros. Porque siendo Dios, él se apareció en la carne, y asumiendo una humildad extrema nació de la Santísima Virgen, con el fin de renovar al que estaba muerto por la desobediencia.
5. ¡Vuelvan, congregaciones, y vengan! Alabemos todos a Aquel que nació de la Virgen. Porque siendo la gloria y la imagen de la divinidad antes de los siglos, él se hizo compañero de nuestros sufrimientos en la pobreza. Siendo el poder y la imagen de Dios sumamente magníficos, él tomó la forma de un esclavo, y el que se vestía de luz como una prenda se juntó con los hombres como un vil. El que es alabado por querubines y por miríadas de ángeles, como ciudadano de la tierra vive ahora. El que era anterior a todo e hizo de toda la creación algo vivo, nació de la Santa Virgen, para que pudiera vivir una vez más a la primera creación.
6. Cristo nuestro Dios tomó sobre sí el principio de la vida como hombre y principio de la humanidad, manteniendo la vida sin principio de Dios Padre, para elevar al hombre caído hasta el principio sin principio de Dios.
7. Así adquirió Jesús la forma de siervo, de la Santísima Virgen, para llamarnos a la imagen gloriosa del Señor. Se puso la forma exterior de barro para hacernos partícipes de la forma celestial, se sentó en el regazo de la Santísima Virgen para colocarnos a la diestra e intimidad del Padre. En un cuerpo vil estuvo, y por medio del mismo fue puesto en un sepulcro, para hacernos herederos de la vida eterna. En el seno de la Santísima Virgen estuvo confinado el Inaccesible, para renovar al Adán destruido por el pecado.
8. Poder del Padre y fuente viva, Cristo nuestro Dios es el misterio lleno de vida, en cuya viva voz hemos creído. Él concede vida sin fin y gratuita a quienes esperan en él, e ilumina con el Espíritu de gracia a las razas de los hombres. De esta fuente viva y siempre fluyente, y de dulce sabor, todos los que tienen sed quedan saciados.
9. Por eso, a una sola voz cantemos alabanzas a Dios Palabra, que según la dignidad de cada uno es causa y promotor de salvación, para jóvenes, ancianos, niños y mujeres. Porque de María, fuente divina de la inefable divinidad, brota la gracia y el don gratuito del Espíritu Santo. De una sola Virgen Santa procedió la Perla de mucho precio, para hacer vivificar una vez más al primer hombre creado, muerto por el pecado.
10. Él es el Sol de Justicia que amanece sobre la tierra, y que en forma de hombre se dignó venir a nuestra raza. Habiendo escondido en la materia grosera de la humanidad el esplendor refulgente de su divinidad, y habiéndonos llenado del Espíritu Divino, él nos ha hecho dignos de cantarle el himno angelical de alabanza.
11. Enrollemos, como en una corona, las almas de aquellos que aman la fiesta y aman escucharle con flores doradas, deseosas de ser coronadas con coronas de los jardines imperecederos. Y ofreciendo en nuestras manos las flores de bellos frutos de Cristo, recopilémoslas. Porque el templo divino de la Santísima Virgen es digno de ser glorificado con tal corona, y porque la Perla iluminadora emerge para elevar de nuevo a la luz eterna y radiante a los que habían descendido a la oscuridad y a la sombra de la muerte.
12. Aderezados con la medicina de las palabras divinas de Cristo, elevemos a él un himno digno. Apresurémonos a recoger los frutos del misterio de la inmortalidad, apresurémonos a inhalar el perfume de la armonía de Dios, deleitémonos en la gracia divina y apresurémonos a alejar de nosotros el olor fétido del pecado. Revistámonos con el dulce aroma de las obras de justicia, y tras ponernos la coraza de la fe, y el manto de una vida virtuosa, y la santa e inmaculada vestidura de la pureza, ayunemos y hagamos guardia. Porque él es excelencia, y tiene su morada en la paz, y es compañero del yugo del amor, y se asocia con una flor (María) que huele a esperanza. Los corderos que en la fe pacen en esto, y echan la vara luminosa de la Trinidad. Así que nosotros, oh amigos míos, acudiendo al jardín del Salvador, alabemos a la Santísima Virgen, diciendo con los ángeles y en el lenguaje de la gracia divina: "Alégrate y regocíjate", porque desde el principio brilló la luz eterna y radiante que nos ilumina con su bondad.
13. La Santísima Virgen es, en sí misma, templo honorable de Dios, santuario purificado y altar de oro de holocaustos. Por su extraordinaria pureza es el incienso divino de la oblación, el óleo de la santa gracia, un vaso precioso que lleva en sí el verdadero nardo, y la diadema sacerdotal que revela el beneplácito de Dios, a quien sólo ella se acerca santa en cuerpo y alma. Ella es la puerta que mira hacia el oriente y que, con sus entradas y salidas, ilumina toda la tierra. Ella es el olivo fértil del que el Espíritu Santo tomó el sarmiento carnal del Señor, y con él salvó a la raza humana sufriente. Ella es el orgullo de las vírgenes, el gozo de las madres y la declaración de los arcángeles, tal como se dijo: "Alégrate y regocíjate, el Señor está contigo", y también: "De ti"; para hacer nuevos a los que había muerto por el pecado.
14. Tú permitiste, Señor, que tu madre permaneciera virgen, y te dignaste estar en el seno de esta virgen, y enviaste al arcángel para que se lo anunciara. Desde lo alto y entre las huestes inefables, en efecto, vino el ángel a María, y fue el primero en anunciarle la buena nueva: "Alégrate y regocíjate, pues el Señor está contigo. Bendita tú eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre". Ella estaba turbada y se preguntaba qué clase de buena nueva era ésta, sin saber que la gracia eligió a la Santísima Virgen, pues era sabia en todo y no había otra como ella entre las mujeres de todas las naciones.
15. La primera virgen estaba sola en el jardín, con pensamientos sueltos y afeminados que aceptaron el consejo de la serpiente y destruyeron el pensamiento de su corazón, por medio de la cual vinieron todos los trabajos y dolores. Por eso la nueva Virgen tuvo que rectificar las trasgresiones de la primera, sumiendo esos trabajos y dolores. De igual manera, Sara recibió la buena noticia de que tendría un hijo, y se rió temerariamente. Así como Rebeca, con temperamento de desertora, aceptó los adornos y voluntariamente dio de beber agua a los camellos de su prometido. A diferencia de todas las demás mujeres, la Virgen María no aceptó la gracia de saludar indiscreta o temerariamente (sin probarlo), sino con un pensamiento brillante y claro.
16. ¿De dónde, pues, María, nos traes semejante bendición? ¿De qué tesoros nos ha sido enviada la Perla de la Palabra? Quisiera saber cuál es el don, quién es el portador de la Palabra, e incluso quién es el que la envía, porque desde el cielo viene, muestra la forma del hombre y emite un resplandor de luz.
17. La Santísima Virgen se preguntaba estas cosas en su interior, mas el ángel le despejó la duda de no ser él el Maligno: "El Espíritu Santo vendrá a ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, para que él salve al género humano".
18. La Virgen habló, a su vez, al ángel: Mi mente flota en tus palabras como en un mar. ¿Cómo será esto para mí? Porque no deseo conocer a ningún hombre terreno, y me he consagrado al Esposo celestial. Deseo permanecer virgen, y no quiero traicionar el honor de mi virginidad.
19. El ángel volvió a confirmar a la santísima Virgen con estas palabras: No temas, María, porque no he venido para asustarte, sino para disipar todo pensamiento de temor. No temas, María, porque has hallado gracia en las manos de Dios. No mires demasiado de cerca la gracia, pues no se digna ceder a las leyes de la naturaleza. El Espíritu Santo vendrá a ti, y por eso lo que nace de ti es santo e Hijo de Dios, partícipe de la forma y de la sustancia divina, coeterno como el Padre y portavoz del Padre, que adquiere todas las manifestaciones y en sí mismo resplandece en gloria.
20. Grande es el misterio, oh María, pero tú lo has escuchado mientras estaba oculto a los ángeles. Tú has sabido lo que los profetas, y patriarcas sordos, no oyeron. Has oído lo que los coros de Dios nunca fueron considerados dignos de oír. David e Isaías predijeron la encarnación del Señor, pero sólo tú, oh Virgen Santa, recibes al completo el misterio que ellos desconocían. Así que aprende y no te preocupes por cómo será esto para ti, porque Aquel que formó al hombre de tierra virgen lo hará lo mismo ahora de tu virginal seno. Él quiere la salvación de su criatura.
21. En la inspirada armonía de estas palabras, ahora brilla para nosotros un nuevo resplandor de luz eterna. Ahora me es propio admirarme a la manera de la Santísima Virgen, a quien el ángel, antes que nada, saludó con estas palabras: "Alégrate y regocíjate". En ella vivifican y viven todos los tesoros de la gracia. Entre todos los pueblos, ella fue la única virgen y madre, sin conocimiento de varón, santa en cuerpo y alma. Entre todos los pueblos, ella fue la única digna de engendrar a Dios, y la única que llevó en sí a Aquel que lleva todo por su palabra.
22. Y no sólo es digno de admirarse la belleza de la Santa Madre de Dios, sino también la excelencia de su espíritu. Por eso se le dijeron estas palabras: "El Señor está contigo", y también: "De ti saldrá el Salvador", como si esto significara que él salvará a quien es su imagen, por ser digno de compasión. La Santísima Virgen se preparó como bolsa del divino misterio (en la que la Perla de la Vida fue envuelta en carne y sellada), y se convirtió en el receptáculo de la salvación supramundana y divina.
23. Por eso, venid también vosotros, amigos míos, y paguemos nuestra deuda según nuestras posibilidades. Siguiendo la voz del arcángel, gritemos en voz alta: "Alégrate y regocíjate, el Señor está contigo". Con nosotros está no sólo un esposo celestial, sino el mismo Señor, el Amante de la pureza, el Custodio de la virginidad, el Dador de la santidad, el Creador de la inviolabilidad, el Donante de la libertad, el Supervisor de la salvación y el Ordenador de la verdadera sabiduría. El Señor está con María y con nosotros, porque en María reposó la gracia divina y sobre nosotros también habría de reposar la gracia divina, para vivificar con ella la raza de los hombres de forma compasiva.
24. Adán ya no teme a la astuta serpiente, porque nuestro Señor ha venido y ha dispersado el ejército del enemigo. La raza de los hombres ya no teme la astucia y el loco engaño de la serpiente, porque el Señor ha herido la cabeza del dragón en el agua del bautismo. Ya no temo oír las palabras "polvo eras y en polvo te convertirás", porque el Señor en el bautismo ha lavado la mancha del pecado. Ya no lloro ni me lamento, ni vuelvo a considerar miserable el que las espinas me hieren, porque nuestro Señor ha arrancado de raíz los pecados que son nuestras espinas, y ha coronado su cabeza con ellas. Se ha desatado la primera maldición en la que se dijo "espinas y cardos te producirá la tierra", porque la espina ha sido arrancada de raíz y el cardo se ha secado. De la Santísima Virgen brotó el árbol de la vida y de la gracia. Eva ya no teme el oprobio de los dolores del parto, porque por la Santísima Virgen sus trasgresiones quedan borradas y borradas, y en ella nació Dios para dar vida a quien creó a su imagen.
25. La Santísima Virgen se ha convertido así, para nosotros, en baluarte de vida imperecedera y en fuente de luz para los que tienen fe en Cristo. Con ella está el que es perfecto en su divinidad y humanidad, y en quien habita toda la plenitud de la divinidad. Así, a través de la Inmaculada, el Altísimo nos vuelve a crear a su imagen, y a través de su hermosa y admirable belleza nos vuelve a crear a su semejanza.
26. En las palabras divinas del Maestro creemos y nos regocijamos, pues con rosas, lirios y fragantes coronas, Cristo ha venido a nosotros y ha llenado el hermoso jardín de las iglesias, y los semilleros de nuestros corazones, y los ha convertido en nuevo paraíso de Dios. Acerquémonos, pues, con corazón santo, y veamos que la fe dorada brilla en todas partes, y que en ella huelan dulcemente los frutos de la inmortalidad. En el desierto de María ha brotado el árbol de hermosos frutos, para que dé vida a su criatura.
27. Santa y sabia en todo fue la Santísima Virgen, en todo incomparable entre todas las naciones y sin igual entre las mujeres. No como la primera virgen Eva, que estando sola en el huerto fue engañada por la serpiente en su débil espíritu, y siguiendo su consejo trajo la muerte al mundo, y por ella vino todo el sufrimiento de los santos. Sino como la nueva Virgen, de la que ha brotado para nosotros el nuevo tronco de la Vida, inmaculado en cuerpo y alma.
28. Con ánimo intrépido habló María al ángel: ¿De dónde viene este saludo y cómo será para mí? A lo que el ángel contestó: ¿Quieres saber cómo el poder supremo y magnífico se hace compañero de sufrimientos con vosotros en vuestra pobreza? Cómo el que tiene poder sobre las huestes asume la imagen de vuestra bajeza, y cómo el que es Dios antes de los siglos está a punto de convertirse en un niño y hacerse carne, el que viste de luz ahora se viste de barro y criatura. A esto, María contestó: Concédeme aprender tan impenetrable misterio, y me convertiré en el vaso que recibe al misterio divino encadenada al Espíritu Santo, recibiendo la verdad de su carne en la mía carne.
29. El Verbo se hace carne y habita en nosotros. Es decir, en la misma carne que tomó de nosotros. Y por el espíritu de su yo nativo (o alma) se espiritualiza. De esta forma, el Dios inmutable acepta la forma de un esclavo, con el fin de ser considerado como hombre; para poder manifestarse a los infieles y a fin de renovar lo primero creado.
30. El elemento de la carne lo recibe de la Santísima Virgen, pues antes de los siglos es Dios. Se dignó nacer y ser llamado Hijo del hombre, y hacerse visible siendo invisible, y por nosotros ser pobre aunque era rico, y padecer aunque él era impasible e inmortal. En verdad se unió el Verbo con la carne, aunque no se transformó en espíritu. El Invisible se envolvió en un cuerpo mortal, haciéndolo partícipe de su inmortalidad y volviéndolo a renovar por sus santas manos .
31. La gloria y la luz han venido al mundo, Cristo nuestro Dios. Él glorifica e ilumina con su luz siempre resplandeciente, de quien dio testimonio la voz del Padre invisible: Allí está mi Hijo y mi Verbo, que es antes de los siglos.
32. María se sintió fortalecida por la palabra del ángel, pero reflexionó en sí misma sobre el nacimiento del Señor, frente a la disparidad del pensamiento humano. Ya se elevaba al alto plano de lo divino, ya de nuevo su mente estaba ocupada con la bajeza de la humanidad. Y así, como en la balanza de la reflexión se equilibra lo uno y lo otro, incluso en ese momento se volvió a ver sobrepasada por Dios. No obstante, ella preservó puro e inmaculado el tesoro de su virginidad, y trazó las líneas inviolables de su corazón.
33. Cristo, Hijo de Dios, nacido de la Santísima Virgen María, ha venido como gracia al mundo, y por medio de su gracia nos ha dado vida. Por él, que creó todas las cosas, y ahora es Cristo nacido en el mundo, toda la creación danza. La Santísima Virgen estaba llena de alegría porque él tomó de ella su carne, y con ella comenzó la nueva creación.
34. Los malos pensamientos se apartan de nosotros cuando te cantamos salmos, oh Padre celestial y santo, contemplando la gran luz que nos has dado, Jesucristo, nacido de la Santísima Virgen y hacedor de maravillas, pero por nuestro bien aceptó sufrimientos. Así nosotros nos apresuraremos en cuerpo y alma a entonar himnos angélicos, tocando con nuestras manos el divino dogma y sembrando nuestras mentes con la verdad de la fe. ¿Cómo podría el esplendor de la luz convertirse en descendencia de una mujer? Ella abrazó en sí el tesoro de la vida, y meditó en su mente la salutación del arcángel, hasta que en la consumación del tiempo dio el fruto de la salvación, para que pudiera hacer vivir al hombre.
35. Por eso, oh ramas hermosas de la doctrina de Cristo, en este lugar portamos los frutos de la bendición. Aquí, donde hay toda pureza y fragancia, ofrezcamos a Dios el agradable incienso de la oración. Aquí, donde la virginidad y la templanza danzan juntas, ofrezcamos por fruto el racimo de uvas de la vida. Aquí, donde el arcángel reveló a la Santísima Virgen el misterio de Dios y del hombre, sea la gloria y el honor de la divina Trinidad, por los siglos de los siglos.