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Act: 19/08/24 @escritores de iglesia E D I T O R I A L M E R C A B A M U R C I A
ALEJANDRO DE ALEJANDRÍA |
resumido por |
ESCUELA DE JÓVENES CRISTIANOS, FILIAL DE MERCABÁ . |
. Vida. Alejandro fue obispo de Alejandría desde el 312 (sucediendo a Aquilas), sufriendo bajo su pontificado la anterior controversia meleciana y la nueva herejía arriana. Inicialmente intentó captarse paternalmente la voluntad de Arrio, pero la postura férrea de éste le hizo reunir a un centenar de obispos en el Sínodo de Alejandría (ca. 318) y excomulgar a Arrio y a sus seguidores. Aquella medida no tuvo resultados palpables, lo que llevó a la convocatoria del Concilio de Nicea (ca. 325) y se condenó definitivamente a Melecio y Arrio. Obras. De las 70 cartas de las que nos informa San Epifanio (Herejías, LXIX, 4), sólo nos han llegado de Alejandro dos encíclicas relativas al problema arriano. Así mismo, se ha conservado de él tan sólo uno de sus sermones, Sobre el Alma y el Cuerpo, en relación con la pasión del Señor, en una traducción siria y en otra copta. Los cronistas Sócrates (Historia Eclesiástica, I, 6) y Gelasio Cícico (Concilio de Nicea, II, 3) conservan el original griego de la Carta a la Iglesia Católica (ca. 319) que Alejandro dirigió "a nuestros queridos y reverendísimos colegas de la Iglesia católica en todos los lugares", informando sobre los comienzos de la herejía arriana y acusando explícitamente al obispo Eusebio de Nicomedia de estar detrás de todos los apóstatas (Epístola Católica, 1). En estas circunstancias, Alejandro "ya no se siente obligado a guardar silencio por más tiempo", y cree ser deber suyo "anunciaros a todos los que han hecho los apóstatas y sus malvadas palabras heréticas" (Epístola Católica, 1-2). Con este motivo, Alejandro hace un resumen de la doctrina arriana, que es importantísimo para la definición dogmática del Concilio de Nicea. Teodoreto de Ciro conservó (Historia Eclesiástica, I, 4) la Carta a Alejandro de Constantinopla (ca. 324) que Alejandro envió a todos los obispos de fuera de Egipto, para ponerles en guardia contra Arrio y sus secuaces, en caso de que alguno de ellos se atreviese a poner pie en sus diócesis. En ella, el alejandrino no vacila en hacer remontar la herejía arriana a Luciano de Antioquía y a Pablo de Samosata (Carta a Alejandro, 9). También admite que han prestado su apoyo a Arrio tres obispos de Siria. Por otra parte, Alejandro ha recibido ya muchas cartas de aprobación de sus colegas obispos, y pide al obispo bizantino una declaración parecida. Por su parte, Atanasio de Alejandría conserva e inserta en varios de sus manuscritos la Deposición de Arrio que hizo Alejandro, y que éste dirigió al clero de Alejandría y de Mareotis, pidiendo a todos sus componentes que suscribieran el documento. En cuanto al sermón-carta Sobre el Alma y el Cuerpo de Alejandro, se trata de las relaciones entre el cuerpo y el alma, y en él habla de la necesidad y frutos de la pasión del Señor. De índole pronunciadamente retórica, el escrito está influenciado, en cuanto al pensamiento y lenguaje, por la Homilía sobre la Pasión de Melitón. De otros discursos auténticos sólo poseemos pequeños fragmentos en sus versiones siríaca y copta. No es de Alejandro, por último, un panegírico copto que elogiaba a su predecesor Pedro. Por lo visto, se trató de un sermón pronunciado en el aniversario de su martirio, y dejado por escrito en el oratorio a él dedicado. Doctrina. La descripción que hace Alejandro de la herejía arriana coincide con la información histórica. Tiene razón al afirmar que el error era una derivación del subordinacionismo de Pablo de Samosata y de Luciano de Antioquía. De hecho, en una carta dirigida a Eusebio de Nicomedia, Arrio se llama a sí mismo discípulo de Luciano. Por otro lado, las cartas de Alejandro son las únicas declaraciones escritas que existen contra la herejía arriana, de la época anterior al Concilio de Nicea. De ahí que Alejandro se refiera a sus propias doctrinas como al "dogma apostólico por el cual morimos". Cristología. Alejandro señala que el Hijo no fue creado, sino engendrado por el Padre. Y que igual que el Padre es inmutable e invariable, sin faltarle nada, también sucede así en el Hijo. En efecto, el Hijo de Dios no fue hecho "de cosas que no son", y no hubo "un tiempo en que él no era". En definitiva, es la imagen exactísima del Padre, sin que en nada se diferencie de él. Alejandro no emplea todavía la palabra homoousios, aunque sí afirma que el Hijo "fue engendrado por el Padre" (εk αυτού οντος πατρός, fórmula casi idéntica a εκ της ουσίας). Por añadidura, Alejandro pregunta: ¿Cómo puede ser él distinto de la sustancia del Padre (πώς ανόμοιος τη ούσία του πατρός), el que es la imagen perfecta y el resplandor del Padre? Y concluye: "El que me ve a mí ve al Padre" (Jn 14,9). Así, Jesucristo es Hijo de Dios, pero no por adopción (θέσει) sino por naturaleza (φύσει), como ya insinúa la propia Escritura: "Desde mi propio seno, y antes de la aurora, yo te engendré" (Sal 110,3). Por tanto, el Hijo posee una filiación indefectible del Padre, distinta a la filiación por adopción que tenemos los humanos. Respecto a los humanos y resto de cosas existentes, el Hijo es el mediador unigénito de Dios, por cuyo medio el Padre saca el universo entero de la nada a la existencia, y concede su filiación a quien el Hijo quiere. Mariología. Por todo lo dicho sobre Jesucristo, Hijo de Dios e hijo de María, Alejandro defiende que María es realmente madre de Dios, y a ella llama, por 1ª vez en la historia, la theotokos (εκ της θεοτόκου Μαριας). |
cf. VIDAL, C; "Alejandro de A.", en Diccionario Patrístico, ed. Verbo Divino, Estella 1993. |
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