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Gregorio
de Elvira (310-392), más conocido como Gregorio Bético, fue uno de los
grandes teólogos del Occidente, y el más prolífico de la Iglesia
hispana. Vida.
Gregorio
nació y creció en una Elvira (Granada) que respiraba todavía fresco el
Concilio de Elvira (ca.306) y
una fuerte oposición al
arrianismo, como recuerda San Jerónimo (Libro de las Crónicas, II,
año 374). Una
vez ordenado sacerdote, fue elegido obispo de Iliberris, localidad
también cercana a Granada,
y allí permaneció el resto de sus días. Tras el
Sínodo de Alejandría (ca. 362), que quiso poner
fin a la cuestión arriana (recibiendo en la Iglesia a quienes se retractaran del error
arriano), Gregorio se adhirió a la postura intransigente
de otros prelados,
como Lucifer de Cagliari. Por
otra parte, no
fue auténtica la carta
a él dirigida por Eusebio de Vercelli (CSEL, LXV, 46), en la que el
prelado italiano conmina a Gregorio a atacar a Osio de Córdoba por sus
negligencias de Sirmio, a la hora de intentar mediar con los arrianos. Obras.
Según San Jerónimo, Gregorio
"compuso diversos tratados hasta su última ancianidad, en estilo
sencillo y elegante" (Varones Ilustres, CV). La
1ª obra de Gregorio fue un tratado Sobre la Fe,
dirigido contra los arrianos (ca. 363) y defendiendo la consustancialidad del Hijo con el Padre con una terminología que se
acerca mucho a la definitiva. Otra
de las obras
importantes de Gregorio fue su Comentario al Cantar de Cantares, el comentario
latino más antiguo al Cantar que se conoce. También
ha llegado hasta nosotros sus tratados Sobre
Orígenes, Sobre las Escrituras y Sobre el Arca de Noé. Se le atribuyen
también a Gregorio una serie de opúsculos, como Sobre la Lepra, Sobre la
Filiación, Sobre el Lujo, Sobre Salomón y Sobre el
Salmo 91. A
juicio de Buckley, también escribió Gregorio una carta al papa Dámaso I
y
otra a San Jerónimo, situándose ambas no mucho después
del Sobre la Fe (dado el desarrollo de su doctrina sobre el Espíritu Santo). Doctrina.
Gregorio fue uno de los teólogos más preclaros de la Iglesia occidental,
y en todas sus facetas se adhirió a la corriente más ortodoxa del
Occidente. Dios.
Según Gregorio, "ésta es la
Trinidad perfecta en la unidad: las tres divinas personas, distintas entre sí,
con una misma sustancia" (Sobre la Fe, XVII). En
dicha Trinidad divina, el Hijo procede del Padre por intrínseca comunicación de la misma
naturaleza. El Espíritu Santo aparece estrechamente relacionado con la vida y predicación
de Cristo, autentifica el sentido de la Escritura, inhabita en el corazón de los fieles y confirma a los
apóstoles en la misión. Iglesia.
Según Gregorio la
Iglesia es el cuerpo de Cristo, la que nos engendra a la
vida eterna (por medio del bautismo) y la que da testimonio de Cristo (excitando la fidelidad de
los mártires y sellando la virginidad con la constancia). Entre
sus funciones, la Iglesia ha de custodiar el verdadero sentido de la
Escritura, y "dar a comer y beber (en la eucaristía) la sangre de
Cristo, para que el alma se alimente de Dios" (Sobre Orígenes, XVII,182). De
esta manera, la Iglesia se conserva "incorrupta, inmaculada y
perpetuamente virgen" (Sobre Orígenes, XX, 204). Eso sí,
siempre gracias a la asistencia del Espíritu Santo. Ver
aquí sus obras completas ( ) y el
Concilio de Elvira ( ).
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