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 Act: 22/04/24   @escritores de iglesia      E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A 

JUSTINO DE NABLÚS

resumido por

ESCUELA DE JÓVENES CRISTIANOS, FILIAL DE MERCABÁ

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Justino de Nablús (100-162) fue el gran apologista de la Iglesia primitiva, el
"muy admirable Justino" (Taciano, Discurso a Griegos, 18) y el "filósofo y mártir" (Tertuliano, Contra Valentinianos, V, 1), siendo todo lo suyo (vida, itinerario intelectual, enseñanza, escritos y martirio) una apología ardiente del cristianismo, como se ve en el hecho de haberse perdido todo rastro de sus obras, menos de las apologéticas (que se han conservado íntegramente desde el s. II hasta hoy).

Vida. Nació a comienzos del s. II, a juzgar por sus propias alusiones a la guerra de los judíos (Diálogo, I, 3; IX, 3) en Flavia Neápolis (Apología I, 1), colonia fundada el 72 d.C. por Vespasiano en la bíblica Siquem, hoy Nablús. Fue Justino, por tanto, samaritano de nacimiento, incircunciso (Diálogo, XXVIII, 2) y de origen romano por su padre Priscus (Apología I, 1), quizás soldado veterano establecido en la nueva colonia.

Con todo, fue Justino de espíritu intelectual, "más amigo de las ideas que de la acción" (Diálogo, III, 3), iniciándose como filósofo en las escuelas estoica, aristotélica, pitagórica y platónica (Diálogo, II, 1-5). Hasta que un encuentro con un anciano provoca su conversión (Diálogo, III, 1-VIII, 2), y declina su ímpetu platónico por el fervor cristiano.

Desde ese momento, y siendo siempre laico, puso sus conocimientos filosóficos al servicio de la fe. Inmediatamente después de su conversión, "con el manto de filósofo al hombro se ejercita en Éfeso en las doctrinas de los griegos, predicando la palabra divina y combatiendo por la fe" (Eusebio, Historia Eclesiástica, IV,8,3; IV,11,8), predicación al modo socrático y dialogando.

En tiempos de Marco Aurelio (ca. 138-161) aparece en Roma, donde a imitación de otros filósofos (estoicos, epicúreos, platónicos...) abrió la primera escuela de filosofía cristiana. Allí "comunicaba las palabras de la verdad a cuantos querían acercársele" (Actas de San Justino, 3), pero "no por amor al dinero (como su contrincante Crescente) ni de gloria o placer" (Diálogo, LXXXII, 4), sino porque "quien puede decir la verdad y la calla, será juzgado por Dios" (Diálogo, LXXXII, 3).

Según su discípulo Taciano (Discurso a Griegos, 19), y debido a las maquinaciones del filósofo cínico Crescente, tuvo Justino que comparecer ante Junio Rústico, prefecto romano, por el solo delito de confesar su fe, y fue condenado a muerte. Las Actas de San Justino nos han conservado los pormenores del proceso y del martirio.

Obras. Justino escribió infinidad de escritos cristianos, según el testimonio y enumeración que de ellos hace Eusebio (Historia Eclesiástica, IV,18,1-9) y la propia referencia a ellos que hace Justino (Apología I, 26) e Ireneo (Contra Herejes, IV,6,2). No obstante, tan sólo se han conservado el Diálogo con Trifón, un breve Tratado sobre la Resurrección y las dos apologías (si bien se reducen a una, pues la Segunda Apología parece ser un simple apéndice de la Primera Apología).

Las apologías (ca. 147-161) responden a 4 clases de acusaciones:

1º políticas, pues nuestro reino no es de este mundo (I,11), somos los mejores aliados para la paz (I,12) y los súbditos más fieles (I,17), así como exigimos el cumplimiento de las normas procesales ordenadas por el emperador Adriano (I,68);

2º dogmáticas, pues los cristianos no son ateos (I,6) ni idólatras politeístas (I,9), sino monoteístas (1,13) que admiten la divinidad de Cristo (I,13), Hijo de Dios (I,22) y mesías anunciado por los profetas (I,30-53);

3º morales-cúlticas, en torno a la caridad, castidad de los cristianos (I,14-16; I,27-29), comportamiento heroico ante la muerte (I,57) por la fe en la inmortalidad y resurrección (I,18-19) y elevación de los ritos bautismales y eucarísticos (I,61-67);

4º filosóficas, pues aunque las diversas escuelas filosóficas tienen porciones de verdad, tomadas de la verdad revelada (I,20-21), la verdad total están en el logos total, que es Cristo y están en posesión de los cristianos (II,7-11).

Al Diálogo con Trifón, apología cristiana respecto del judaísmo, le falta el preámbulo y el cap. 74. En la introducción (2-8) describe Justino su evolución intelectual y conversión. En la parte (9-47) expone la actitud del cristianismo en relación con el judaísmo (transitoriedad de la ley mosaica, heredada y superada por la ley nueva, universal y eterna). En la 2ª parte (48-108) muestra la compaginación de Cristo-Dios con el monoteísmo, y en la 3ª parte (109-142) muestra sus ideas sobre el nuevo Israel, la Iglesia.

Antropología. Justino habla del hombre, compuesto de cuerpo (soma) y alma (psique) (Apología I, 15; Diálogo, XIV,5; VIII,4; XIV,2) con el vocabulario platónico y neoplatónico dualista, si bien en algún texto apunta a una composición tripartita, también helénica: cuerpo, logos (alma racional) y psiqué (alma vegetativo-sensitiva) (Apología II, 10).

Pero una cosa es la terminología y otra el pensamiento que la informa, pues para Justino las almas no preexisten a su encarcelamiento en el cuerpo (dualismo), sino que son creadas (Diálogo, V, 2). Además, la concepción unitaria aparece siempre que emplea carne-sarx como expresivo de todo el hombre (Apología I, 66; Diálogo, XLVIII, 3), si bien en este punto suele recoger la mentalidad hebrea con citas del AT (Diálogo, XLIV, 3; L, 4; LXXXVII, 6; CXV, 2; CXXX, 2; CXL, 3).

Paganismo. Dentro del seno del cristianismo primitivo hubo dos corrientes. Taciano, Ireneo y Tertuliano adoptan una postura negativa, y no creen posible ni provechosa la ósmosis entre sabiduría cristiana y pagana. Por su parte, Atenágoras, Clemente de Alejandría, Basilio y Orígenes, en vez de rechazar la filosofía helénica, tratan de apropiarse de las valiosas porciones de verdad que en ella descubren.

Justino pertenece a este grupo, pues al convertirse no abandonó su hábito ni sus tareas de filósofo, con el tribon al hombro. Como buen "amador de la verdadera filosofía, pasaba aún el tiempo ejercitándose en las doctrinas de los griegos" (Eusebio, Historia Eclesiástica, IV,8,3), y a los filósofos acude en busca de apoyo, recurriendo a citas de Platón y Sócrates.

Justino no nada en la corriente negativa o aislacionista, y no renuncia a su educación con los maestros estoicos, peripatéticos, pitagóricos y platónicos (Diálogo, II, 1-5). Admite en ellos verdades, mas tampoco les concede validez en sí mismos. En los filósofos y sabios no cristianos hay "semillas de verdad" (Apología I, 44), pero provienen de la verdad revelada. Platón, afirma Justino, es discípulo de Moisés (Apología I, 44, 49 y 60).

En efecto, los filósofos griegos tomaron del Pentateuco la doctrina sobre el fin del mundo, la existencia del infierno y la admisión de tres personas divinas (Apología I, 59-60). Por eso hay en ellos "gérmenes de verdad", pero sin desarrollar "por no haberlo entendido exactamente, pues se contradicen unos a otros" (Apología I, 44) y no son fieles a la verdad revelada, cayendo en los errores del milenarismo platónico para los condenados (Apología I, 8), el fatalismo y la no necesidad del conocimiento de Dios (Apología II, 7; Diálogo, II, 3). En definitiva, admite Justino la existencia de cristianos antes de Cristo (Apología I, 46).

Judaísmo. Para Justino el judaísmo y su AT son la preparación del NT y del cristianismo. Es más, el advenimiento de la nueva ley y del nuevo pueblo de Dios implicó la derogación del antiguo, como demuestran las citas veterotestamentarias y los pasajes que hablan del repudio de Israel.

Escritura. Por Justino sabemos que los cristianos del s. II usaban indistintamente "las memorias de los apóstoles, que se llaman evangelios, y los escritos de los profetas". Esto es, el AT y el NT (Apología I, 66-67). A juzgar por el Diálogo con Trifón y los cap. 15-17, 32-41, 44-53 y 63 de la Apología I, aunque no cita el 4° evangelio ni las epístolas paulinas, puede decirse que Justino conoce todo el NT, principalmente los sinópticos y el Apocalipsis.

Cita Justino el AT por la versión griega de los Setenta, cuyo origen expone (Apología I, 31,2-5). Usa además otros textos apócrifos, y alude a la tradición oral que todavía circulaba sobre la vida desconocida de Jesús, como su nacimiento en una cueva próxima a Belén y la venida de los magos desde Arabia y Damasco (Diálogo, LXXVII, 4; LXXVIII, 5.9-10; Apología I, 34, 35 y 38).

Teología. La fe en Dios es el centro de atracción del pensamiento de Justino, apartándose en este punto de la doctrina estoica (que juzgaba innecesario el conocimiento de Dios) y pitagórica (que daba preferencia a los saberes humanos, como la astronomía) y acercándose más a la postura platónica que "esperaba que de un momento a otro iba a contemplar al mismo Dios" (Diálago, XI, 2.3-6).

Para Justino, Dios es inefable, no tiene principio ni nombre (Apología II, 5) y es "lo que se mantiene del mismo modo e invariablemente", así como "la causa del ser de todos los demás" (Diálogo, III, 5).

Niega Justino, así mismo, la omnipresencia sustancial de Dios, pues "permanece siempre en su propia región" (donde quiera que ésta se halle) mirando "con penetrante mirada" (Diálogo, CXXVII, 1). Este Dios es uno y trino (Padre, Hijo y Espíritu Santo), en una fe trinitaria que Justino formula con precisión, como al exponer la fórmula bautismal (Apología I, 61).

Cristología. La distancia entre los hombres y Dios, situado "en su propia región" (arriba o fuera del mundo), es superada según Justino gracias al Logos o Dios-Hombre "que es llamado Dios, y es Dios, y lo seguirá siendo" (Diálogo, LVIII, 9), aunque "se hizo hombre" (Apología I, 66; Apología II, 13).

Aúna así Justino el concepto oriental-israelita y el griego, viniendo a decir que Cristo es "logos y potencia" (dynamis), a forma de "logos dinámico y operativo" (Diálogo, CV, 1), "potencia racional" (logike) (Diálogo, LXI, 1) y una "fuerza del Padre" (Apología II, 10) más cosmológica más soteriológica, creadora del cosmos y del hombre (Apología I, 64; Apología II, 6; Diálogo, CXXIX, 3), así como "palabra reveladora" de verdades a judíos y gentiles (Apología II,10 y 13; Diálogo, CXXVIII, 2-4).

Justino insiste tanto en que Cristo es engendrado por el Padre que, a veces, ofrece algún atisbo de subordinacionismo, como si no existiera desde siempre sino desde un momento determinado, cuando el Padre lo necesitó en orden a la creación y a la revelación (Apología II, 5).

Justino tomó de los estoicos su fórmula logos spermaticós o "razón seminal", y vino a explicar que cada hombre es una semilla del Logos, la de algunos en grado más intenso (Apología II, 7). Mas el "logos no seminal, sino total, es sólo Cristo" (Apología II, 7). Por eso, cuanto de bueno está dicho en todos ellos pertenece a los cristianos (Apología II, 13), y hubo cristianos antes de Cristo (como Sócrates, Heráclito...) en cuanto participaron del logos Cristo "por la investigación e intuición" y "por su conducta" (Apología I, 46).

Mariología. Justino es el primer autor cristiano que contrapone el paralelismo Adán-Cristo y Eva-María, ésta última llamada "virgen María y madre de Jesús, el Hijo de Dios" en el marco del pecado original y de la redención (Diálogo, C, 4-5).

Angeleología. Justino admite la existencia de los demonios, como defiende la Biblia. Pero en su interpretación se aferra al pensamiento platónico de un Dios lejano que pobló de démones (buenos o malos) el espacio intermedio (Platón, Banquete, 203). De hecho, la demonología llegó a su apogeo en el s. II, con los paganos Plutarco y Apuleyo.

Por su parte, los ángeles son para Justino seres dotados de corporeidad aérea, que cuidan de los hombres (Apología II, 4) y reciben culto en términos no muy acertados: veneramos, adoramos... (Apología I, 6).

Algunos ángeles pecaron con mujeres, nos dice Justino, sus hijos son los demonios (Apología II, 4) y por eso recibirán el castigo del fuego eterno tras el juicio universal (Apología I, 28). Antes, residentes en las capas inferiores de la atmósfera, dichos ángeles malos (o demonios) corrompen a los hombres, y obstaculizan la propagación del cristianismo (Apología I, 26, 54, 57-58, 62; Apología II, 4).

Sacramentología. Justino habla con claridad del bautismo, de oraciones y ayunos preparatorios, del baño de agua y de la fórmula trinitaria en orden a la regeneración (Apología I, 61). Dos veces describe la liturgia eucarística, la de los recién bautizados (Apología I, 65) y la de todos los domingos.

La misa dominical, como rito ya casi fijo, contiene según Justino todos los elementos de la misa actual: liturgia de la palabra (lectura de los profetas, de los evangelios, de la homilía, y preces de los fieles) y del sacrificio (ofertorio del pan, vino y agua, oración consecratoria, comunión de lo ofrecido "hecho carne y sangre de Jesús encarnado" y distribución por los diáconos a los ausentes). Se habla también del ósculo de la paz y de la colecta para atender a los necesitados (Apología I, 66-67).

Se ha discutido si reconoce o no Justino el carácter de sacrificio a la eucaristía. En algunos pasajes (Apología I, 13; Diálogo, CXVII, 2) habla de la "oración y acción de gracias" como de los únicos sacrificios gratos a Dios, pero en otros rechaza sólo el sacrificio material de cosas creadas, al estilo de los paganos y judíos. Además, afirma que "la eucaristía es el sacrificio del pan y del vino, profetizado por Malaquías" (Diálogo, CXVII, 1; XLI, 1), idéntico al de la última cena (Apología I, 66).

Escatología. Las almas piadosas, tras la muerte, no van según Justino directamente al cielo, sino que "permanecen en un lugar mejor", mientras que las almas injustas "permanecen en un lugar peor, esperando el día del juicio" (Diálogo, V, 3).

Tras el juicio final, las almas-cuerpos unidos recibirán la felicidad o el castigo eternos (Apología I, 8, 18, 19, 45 y 52; Diálogo, LXXXI, 4), pero antes de eso los justos permanecerán "durante mil años en la Jerusalén reconstruida", en un milenarismo admitido no por todos los cristianos, sino sólo (según él) "por los de recto sentir" (Diálogo, LXXX, 5; LXXXI, 1-4).

Ver aquí su Diálogo con Trifón (), Primera Apología (), Segunda Apología () y Tratado de la Resurrección ().
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cf. GUERRA, M; "Justino", en Gran Enciclopedia Rialp, ed. Rialp, Madrid 1991.

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Molina de Segura, 22 de Abril de 2024