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Hilario
de Poitiers (315-368) fue el principal de los padres de la Galia, y el
gran difusor de los concilios orientales en Europa (lo que le valió el
título del "Atanasio de Occidente"). Vida.
Hilario
nació en Poitiers,
en el seno de una familia pagana en la que sólo muy tardíamente él
experimentó un proceso de conversión, según relata él mismo (en su De
Trinitate), a través de los textos sagrados. Tras
enviudar y buscar una nueva familia a su hija, Hilario decidió recibir el
sacerdocio (ca. 350), y pronto fue designado para la sede episcopal de Poitiers. Por
su resistencia a los sínodos de Arlés (ca.
353) y
Milán (ca.
355), que
insistían en deponer a San Atanasio, y por su oposición a Saturnino
de Arlés
(simpatizante del
arrianismo),
Hilario cayó en desgracia del emperador
Constancio,
y por éste fue desterrado al
Oriente (ca.
356-361), la mayor parte del tiempo en Frigia y también en
Constantinopla. Durante
su destierro, Hilario viajó
por todo el Asia Menor, participando en el
Sínodo de Seleucia
(ca.
359)
y conociendo de cerca el
pensamiento de Orígenes. Vuelto
a su sede de Poitiers, asistió
al Sínodo de
París (ca.
361), se
movió por
toda Italia
(ca.
362-364)
y presidió el Sínodo
de
Milán (ca.
364),
en el que logró derrocar al obispo
arriano
Auxencio
de Milán. Obras.
La
1ª gran obra de Hilario fue su tratado
Sobre
la Trinidad
(o De Trinitate), a través de 12 libros que insisten en defender la fe de Nicea
y
atacar a los
arrianos. En
los libros I-III
trata Hilario
la naturaleza de Dios, la generación del
Hijo y la existencia del Espíritu Santo. En los
libros IV-XII no aporta nuevos conceptos teológicos, pero sí que los va
explicando, recalcando que en el AT era el Hijo el que se manifestaba a
los profetas (como Palabra del Padre) y en el NT era el Hijo el que
defendía su igualdad y unidad
respecto
al Padre. Todo
ello,
adornado por una rica cristología tanto del
Jesucristo
hombre
(que vivió
y murió
en Israel) como del
Jesucristo
Dios (que se encarnó y resucitó). La
2ª gran obra de Hilario fue su exposición sobre los Concilios de
Oriente
(o
De Synodis), donde
recoge
y comenta
abundante documentación sobre los principales sínodos
de aquella accidentada época. Como
obras menores, habría que señalar algunas de carácter
apologético
(Contra
Constancio y Contra
Auxencio),
otras de estilo hagiográfico (Sobre Honorato) y
otras de índole
exegética
(Sobre el Pentateuco y Sobre los Salmos),
ambas bajo
evidente influencia de
Orígenes
(cuyos principios hermenéuticos acepta, aunque
bajo
su característica
moderación). Doctrina.
Hilario es
un
teólogo profundo y sistemático,
que sabe hablar de las realidades divinas
y humanas
respetando siempre sus
caracteres
trascendente
e inmanente. También
es un teólogo que señala la necesidad de
operar racionalmente en todo lo que es objeto de estudio (para no
perjudicar la dignidad de ese objeto), así como entablar una
dialéctica entre lenguaje bíblico
(imaginativo)
y lenguaje teológico
(metafísico),
compaginando
uno y
otro
(Sobre
la Trinidad,
I,
6). Antropología.
Como la mayoría de los
padres, Hilario
interpreta la naturaleza humana en términos de dualismo platónico, a través
de Filón y Orígenes. Es decir, el hombre está
constituido de dos naturalezas, una celeste (el alma, creada a imagen de Dios)
y otra terrena (el cuerpo, formado del barro). Teología.
Para Hilario, Dios Padre es el
Dios
ingénito,
espiritual, trascendente
e incomprensible,
que
se da a conocer a través de su Hijo y que
desea ser
reconocido en compañía de su Hijo (Sobre
la Trinidad,
IV,
41). Cristología.
Para Hilario, Jesucristo es el Dios unigénito, o unigénito del Padre,
con el cual comparte, consustancialmente, la
misma
gloria y la misma vida.
De ahí que pueda decirse que es la "viva imagen del Padre" y la
"plenísima forma de su naturaleza"
(Sobre la Trinidad, XI, 5), de forma única, auténtica y perfecta. Respecto
a la humanidad y divinidad de Jesucristo, dos momentos fueron claves para
su interpretación: su pasión y su resurrección. Como
hombre, la kenosis de su pasión y muerte fue la señal más clara
de su corporeidad (encarnación) y vaciamiento (humano), aunque fuese de
forma transitoria y "en virtud de" (del precedente Deus
tantum
o Dios tan sólo;
y del encarnado
Deus et homo, Dios y hombre)
(Sobre la Trinidad,
IX,
VI,
38.40-41). Como
Dios, la resurrección
fue el momento en que el Dios pre-existente y Dios encarnado pasó al Dios
glorificado (al
Deus
totus, o
todo él
Dios)
(Sobre la Trinidad,
XI, 40-41.49). En
definitiva, Cristo siguió siendo Dios en la pasión, y siguió siendo
hombre en la resurrección (Sobre la Trinidad, X). Escatología.
La pésima condición humana (en la tierra) llevó a Hilario a buscar en
otro sitio (en el cielo) los novísimos de la felicidad. Como nexo de
unión de ambos estados, la resurrección es la clave para la
transformación (de los cuerpos terrestres) y conformación (de los cuerpos
gloriosos). Cuando eso ocurra, el cuerpo resucitado será reformado según
la intención creacional primigenia (es decir, espiritual e inmortal). Ver
aquí su Pentateuco ( ),
Salmos ( ),
Trinidad ( ,
,
,
,
,
,
,
,
,
,
,
y ),
Concilios de Oriente ( ) y
Honorato ( ).
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